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19 de octubre

Rodrigo Arroyo


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El 19 de octubre pasado, acá en Valparaíso, Mario Montalbetti presentaba “El pensamiento del poema”, en el subterráneo de la librería “Concreto Azul”. Antes de empezar –la presentación– la verdad es que ya había empezado todo aquel día. Por lo mismo, fue extraño entrar y quedarme allí abajo, mientras afuera –en la ciudad– se desataba la violencia que, poco a poco, nos ha exigido un pensamiento y diálogo acorde a las circunstancias. Volviendo atrás, y si la memoria no me engaña, de pasada oí lo que pretendía ser un “gracioso comentario”, donde se comparaba lo ocurrido con la película “Underground” de Kusturica. Ahora bien, y más allá de esa pequeña anécdota, lo relevante aquí es que en el transcurso de un año hemos presenciado algo inaudito para varias generaciones, esto es: la manifestación de lo ausente. Luego, con el paso de los días y los meses, pudimos comprobar que las personas que aparecieron ese día, no estaban dispuestas a renunciar, pese a los brutales efectos de la pandemia, a la búsqueda de su lugar: en los medios y en la calle, dispositivos y lugares desde donde habían sido erradicados por la dictadura y la concertación, pero desde donde se les utilizaba a la distancia, para mercantilizar una imagen pintoresca que, al mismo tiempo, ha servido para montar una burda identidad nacionalista. Esto es: el mundo popular, el “Chile profundo”.

Tal vez los medios y la calle son, en concreto, imagen y política. Palabras que nos recuerdan una serie de coloquios desarrollados, años atrás, en la “factoría” de la universidad Arcis. Arte y política, era el nombre de esos encuentros; repito esas palabras y me detengo en otras, que escribiera mi amigo Jorge Polanco sobre las fotografías que, durante este periodo, tomara nuestro amigo, Antonio Rioseco, y que fueran publicadas –curiosamente– en la página web de “Concreto Azul”: “Las imágenes hacen emerger una pluralidad impensada; es decir, antagónica a una vanguardia que determina la legibilidad visual de lo posible”. En fin, tras la presentación de Montalbetti fue posible dimensionar lo ocurrido gracias a las noticias que corrían de boca en boca, gracias a los primeros videos y fotografías que empezaron a circular por distintas redes. Luego, enterarnos de los muertos, calcinados, mutilados, golpeados, apresados y enjuiciados, que hoy en día son la prueba irrefutable que las representaciones a las que estábamos acostumbrados no tienen cabida en un lugar, y discusión, como en el que estamos viviendo.

Si me preguntaran, no sabría bien cómo resumir este periodo, por lo cual parafrasearé a Germán Alburquerque (en su análisis a la obra de Juan Rivano): el individuo, la libertad, el progreso, la humanización y la historia fueron conceptos empleados para mantener en la miseria a ese “pueblo” que se reveló hace ya un año. Quienes defienden el modelo instalado a sangre fría en este país, vuelven una y otra vez sobre el tema de la violencia y la destrucción, exigen volver a su burbuja, a esa previa “normalidad” que octubre les arrebató, pero sin querer revelan una curiosidad –por ignorancia u omisión– que enseña lo perverso en todo esto: no hay palíndromo posible, no hay país posible. La ilusión en que vivíamos se había configurado sobre el dolor y los ausentes que han aparecido. Esa devastación de la que dicen ser víctimas, su lamento por lo ocurrido en este año, representa lo que ha sido la vida de generaciones y generaciones de personas.

Veo un noticiario mientras recuerdo y escribo estas palabras, todo gira en torno a la imagen de una iglesia en llamas. Reparan en la antigüedad del inmueble y, como ha sido la tónica desde el año pasado, todo se trata de la violencia; no hay análisis alguno, no se preguntan por aquellos sitios, semejantes a esa iglesia, que hoy permanecen bajo el agua. Lo importante es volver sobre esa iglesia, como si fuera parte del libreto, como si las llamas fueran, parte de ese libreto plagado de montajes. No hay un mínimo respeto o reconocimiento a los muertos de este año. No importa que el país sea arrasado a diario por un sinnúmero de empresas que operan con una lógica extractivista para mantener esa ilusión, importan los años y el “patrimonio”, el modelo. Afuera sobrevuela un helicóptero sobre el puerto, escribo en pleno toque de queda. Mañana, hoy, es 19 de octubre.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



 

 

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