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la escritura invisible
Sobre El hombre y su piedra, de Cristian Cayupán

Por Rodrigo Arroyo

 


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La llamada revolución copernicana de Kant, ha consistido en hacer girar
en torno al sujeto lo que antes giraba en torno al objeto. Es de hecho lo que
el mismo Kant dice. Pero al mismo tiempo hay que subrayar que a ese
sujeto no se llega más que a partir del objeto.
Jean-Luc Nancy

La poesía escrita en italiano, señala Claudio Marazzini, corresponde al pensamiento crítico que Pier Paolo Pasolini despliega sobre la historia y el presente, una poesía civil, diría. Mientras sus poemas en friulano, amplía, constituyen el tejido de un lenguaje más íntimo y al mismo tiempo, ajeno a la literatura. Esta discutible descripción de Marazzini nos permite establecer un vínculo a través del cual la escritura del poeta italiano y la de Cristian Cayupán, más allá del prejuicio o línea divisoria que surge al usar o pensar el término poesía mapuche, nos permite la siguiente reflexión: un lenguaje ligado a la vida aparece al descender, al relampaguear, tomando así distancia de la escritura, del poema o la literatura que se nos presenta como cercanía o superficie. En este sentido, la escritura cercana o visible de Cayupán, constituye una parcela donde, a modo de metáfora, se despliegan ciertos elementos, que exceden dicho espacio, buscando tal vez una profundidad donde la escritura, constituyéndose como un camino a seguir, tensione su condición territorial y logre abandonar al fin el exterior. Esto se advierte al reparar en que buena parte de las consideraciones presentes en el libro, cercanas a la filosofía, parecieran volcarse sobre aquello que no cabe en el lenguaje, o bien  rehúye a la escritura. Esto es: aquello que constituye la experiencia personal del poeta, la de sus ancestros y la de los hijos. He aquí entonces el fin del vínculo enunciado, pues aquella lengua madre, el friulano de Pasolini, resulta invisible en Cayupán, al encontrarse cubierta por la superficie que configura su escritura.

Algo al margen, un detalle que no podemos ignorar: si en la poesía civil de Pasolini la disidencia es la forma de enfrentar el mundo, en El hombre y su piedra, es el amor. Esbozado como el origen de una trama capaz de ofrecer una salida distinta al retorno del mito unificador, cuya estructura composición y funcionamiento responde a un mundo que Cayupán no aborda. Ahora bien, la actitud del poeta italiano surge de la decepción que, precisemos, atraviesa en buena parte Las cenizas de Gramsci. Mientras que el origen del amor en Cayupán lo hallamos en el lenguaje heredado de sus antepasados, en aquello que no nos deja ver, o que él mismo desconoce. Lo que el tiempo busca en uno es la continuidad de las cosas amadas, señala, enseñando un pensamiento que comparte con uno disidente el rechazo a la idea del progreso, donde el poema es también la espera del poema. He ahí tal vez la causa de tantas insistencias a lo largo de este libro. Una casa surge sobre la historia, es decir, sobre la pérdida. Un sujeto surge desde el lenguaje que hay en cada experiencia, pareciera repetir en un murmullo interminable, como palabras ininteligibles que se repiten entre dientes al estar en medio de la ruinas, o ante una vida derramada, donde, a diferencia de la expresión que surge desde la curiosidad y fascinación de los niños, un silencio nos vuelve hacia dentro. Es desde el interior entonces, diría Cayupán, que el hombre aprecia aquella luz sagrada de su infancia. Que en cierto modo constituye una evasión, un abandono del camino donde un mundo exhibe el desencanto de la realidad que surge como consecuencia del exilio y la distancia. Es también aquella luz una forma de plantear el lenguaje poético como una alternativa que insiste sobre la pluralidad, idea que hace posible una comunidad. Es así, al reflexionar sobre la casa, el ser, la infancia, los antepasados y la tierra, que el libro plantea un concepto de libertad, más allá de preguntas problemas o temáticas de una poesía mapuche u occidental, basado en la fe. En una promesa: la de una historia distinta a la que conocemos, vivimos y podemos percibir.

Hay más «espacio basura» en construcción en el siglo XXI que lo que ha sobrevivido del siglo XX, señala el arquitecto holandés Rem Koolhaas, lo que nos permite, al observar el acelerado y violento crecimiento urbano basado en la especulación, que la lectura de El hombre y su piedra, más allá de hacernos retroceder en el tiempo, nos faculte para volver sobre una idea que el mercado oculta detrás de toda mercancía, esto es: el concepto de habitar. Caminamos tanto por la gran gruta de la vida / buscando esa luz primogénita / que a veces olvidamos donde empezamos pareciera responder esta escritura al epígrafe de Nancy, pues no hay objetos sino elementos dentro de ella. Y ellos guardan las respuestas. En cierto sentido esto se acerca a lo señalado por Patricio Marchant a propósito de la escritura de Gabriela Mistral, al sugerir la posibilidad que: la naturaleza fuera una preparación para el surgimiento de la mujer. Tal vez para el surgimiento del hombre y la voz en Cayupán.

En el fondo, esta escritura por momentos nos conduce a una pregunta que logra entrelazar aquello que desciende con la superficie:
¿Qué lenguaje despierta la distancia?

Valparaíso, otoño del 2016





 

 

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