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Sobre ​Fin desierto y otros poemas de Mario Montalbetti
(Komorebi Ediciones, 2018)

Por Rodrigo Arroyo


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Recuerdo bastante poco de mi vida y lo que recuerdo reviste poca importancia.
La mayoría de los pensamientos que ahora recuerdo como interesantes para
mí deben su importancia a la época en que se produjeron
Joseph Brodsky

I
Pedro Tapia León me escribe vía whatsapp para invitarme a presentar el libro de Montalbetti que han publicado vía Komorebi Ediciones. Sabía del libro hace ya un buen tiempo, pues me lo había comentado a principios de año, en Valdivia. Al momento de agradecer la invitación y aceptar el encargo recuerdo que, poco tiempo atrás me había detenido en la repentina aparición del poeta peruano en los rumores o eco del ​mundillo ​literario. Esta ​moda, este interés que el mismo poeta confesaba en una entrevista, no  lograba comprender, sin duda contenía algo más, digamos, que el “revuelo” generado. En su libro Las reglas del arte, Bourdieu escribe algo que no deja de hacerme sentido al respecto, aclara el  francés, que dicho interés ​es en realidad producto de la lógica de la competencia que lleva a los que  están y a los que quieren estar a concurrir, consciente o inconscientemente, hacia los mismo objetos y  a propósito de los mismos objetos.

II
Existe un punto en común entre el impresionismo, el expresionismo abstracto y la poesía del  lenguaje, o el libro de Mario Montalbetti que presentamos esta tarde. Este punto, podríamos  señalar a grandes rasgos y sin entrar en detalles técnicos, tiene que ver con el interés por las  superficies y el trabajo que se desarrolla a partir del viaje; al exterior en el caso del impresionismo,  al interior en el expresionismo abstracto, ​Fin desierto y otros poemas ​por su parte combina ambas posibilidades. Como sea, la idea de un viaje en-hacia-desde la superficie supone un problema: el interés o las ideas que genera la ​visualidad ​expuesta. Así, el gesto de Jackson Pollock tuvo que  lidiar con la apariencia azarosa que desdibujaría la expresión propia del autor, mientras Monet por su parte, tuvo que enfrentar a Proudhon, defendiendo la libertad del artista; digamos, en oposición al yugo práctico o didáctico de las imágenes, (de las superficies). Ahora bien, lo que  está en juego realmente es algo que Sergio Rojas definiría como ​un viaje al interior de la subjetividad, una búsqueda de autonomía de los límites del arte, de la poesía. Lo que conlleva  una cierta distancia o desapego de la realidad.  Y es tal vez en ese viaje que de otro modo entramos  en correspondencia con el mundo, a partir de las técnicas que le han constituido; el cual sólo es posible gracias al yo ​velado, reconocida individualidad que presenta la poesía del lenguaje. Figura definida por Joseph Sloane como la ​neutralidad del sujeto, condición a la que se llega luego de librarse del último de los yugos (funciones didácticas morales o políticas) que acosan al escritor, esto es: el mensaje

Todo esto nos da la posibilidad de pensar que la poética de este libro se resume en las palabras que Francisco Jarauta escribiera en el prólogo a ​El libro de las preguntas​ de Jabès: Ninguna  escritura podrá ser el libro. Ninguna escritura sin motivos, digamos, haciendo eco de aquello que  André Gide extrañara en el arte de vanguardia y que en cierta medida sea razón de la dispersión temática y poética que podemos apreciar en cada publicación del peruano; o en este libro nada más.

III
Bourdieu explica también que las falsas relaciones con las técnicas expresivas de tiempos pasados nos impiden percibir la real distancia entre nosotros y quienes las percibían en el momento de su aparición, ​en su tiempo. Visto así, podríamos suponer que el interés que genera esta poesía radica en la cercanía o contemporaneidad con las técnicas expresivas, percibidas en tiempo real; algo que siempre ocurre al leer autores vivos podríamos pensar, pero que en este caso supone algo más.  ¿Será acaso un corte epocal, o el sentido de pertenencia de un viaje en el que nos vemos embarcados a través de la pluralidad? Y es que no hay que dejar de tener en cuenta que ciertas  poéticas predominan o destacan porque (tal vez) nos reconocemos en el ordenamiento propuesto en el sistema de percepción y valoración que proponen, en otras palabras, porque nos enseñan nuestro mundo, nos vemos reflejados en la escritura; lugar donde, más allá del conocimiento, los  vínculos, la teoría y la historia, permanece aquello que Bolaño describiera al final de ​Amuleto: el  valor, el deseo, el placer y los espejos. Así, no hay relatos sino fragmentos de relatos, el poema se nos presenta del modo en que aprendemos o navegamos por internet, es decir, bajo la apariencia de una búsqueda aleatoria, una deriva, o mejor dicho, una escritura ajena a la reconstitución de una mirada, diríamos moral espiritual o social, pues no tiene o tendría motivos para ello. ​Hay un  motivo que se repite, dice Montalbetti, y es en ese entonces que podemos darnos cuenta: el ​interés que presentaría esta escritura no es ​el viaje en sí, la poesía o su propio origen, sino el lugar; la  búsqueda de un lugar. De ahí tal vez el uso de un espacio que podría parecernos lo opuesto a un lugar para dar origen al libro, esto es: el desierto. Sabido esto tendríamos que volver sobre el  epígrafe que abre esta presentación, palabras que preceden la explicación que Joseph Brodsky desarrolla para explicar el por qué escribe, ​por el motivo habitual que escribe un escritor: -​detalla el  ruso- ​para dar o recibir un estímulo del lenguaje. A lo que cabría añadir, a partir de Montalbetti  (y tantos otros), se escribe para encontrar un lugar, o para que la poesía encuentre su lugar.

IV
Le comentaba a un amigo, el poeta y filósofo Jorge Polanco, respecto a la importancia que tendría ​El libro de las preguntas​ sobre Fin desierto y otros poemas, cosa que él descartó de plano, remarcando las diferencias suscitadas a partir del nihilismo del peruano, digamos, en oposición al interrogatorio divino presentado por el poeta egipcio. Pero no puedo sino insistir. El desierto que genera la ausencia de dios en la poesía de Jabès podemos también percibirlo en Montalbetti a partir de la ausencia de sí, de este yo  fragmentado que parte su viaje desde el Perú hacia un afuera indefinido, o del lenguaje originario que vemos a cuentagotas junto a uno nuevo que genera cuestionamientos internos, entre los que sí está dios, el mercado, pero por sobre todo, el hombre. ¿Dónde sino en el libro ha de anclarse el lenguaje cuando se está a la deriva? Podríamos preguntarnos respecto tanto a Montalbetti como a Jabès.


Ya que tenemos ojos / suponemos que hay algo que ver / pero no hay nada que ver, señala  Montalbetti, en cierto modo ilustrando el nihilismo señalado por mi amigo, pero a lo largo del  libro vemos también que más allá del escepticismo, existe una certeza de la desesperanza, si hay  algo que no se ve es porque responde a una política o acción determinada. A esto cabría sumar las  opiniones del autor respecto al rol del cine, la entretención, la sociabilidad, la misma presencia en  redes, difusión y la publicidad. Cuestión que nos lleva al inicio de esta presentación, al mensaje  vía whatsapp, la repentina popularidad del poeta peruano y la poesía del lenguaje; para  desembocar en una pregunta que recorre la poesía de Montalbetti: ¿en qué medida la neutralidad  del escritor o las técnicas expresivas de este tiempo generan o ​permiten ​esta escritura?  Decimos esto sin dejar de pensar en que, por ejemplo, a través de un par de obras, ​Esto no es una  pipa, ​Una y tres sillas, René Magritte y Joseph Kosuth dieron cuenta de la obra de arte sólo como posibilidad de lenguaje y representación, lo que nos acerca a la propuesta de Montalbetti;  déjame oír el mar sin terror​, escribe, confirmándonos aquello, ignorando de paso la  interpretación de los hechos, la realidad contingente o lo que se desprenda de algún modelo de  interpretación determinado. Aunque lo mencionado anteriormente no es sinónimo de  ingenuidad o falta de análisis de la realidad. ​Hay un ángel de barro, escribe el peruano y no  podemos no recordar el ​Angelus Novus ​de Klee, mejor dicho, la lectura que Benjamin hace del  dibujo del pintor suizo, cuyo barro lo convierte en nuestra versión de la historia, como plantea  Oswald de Andrade en el manifiesto antropófago. ​Hay un museo que contiene réplicas, escribe  más adelante, y nos quedamos pensando en los robos patrimoniales que han sufrido los países del  tercer mundo, en que hemos aprendido ​observando ​réplicas, fragmentos y representaciones  seleccionadas de la realidad.

VI
Todos lo saben todos los han visto, señala, acusando el vínculo de la visualidad con el pensamiento.  Signo inequívoco de estos tiempos de montajes y noticias falsas. Se está viviendo,​ es verdad, pero como señala el poeta,​ se está variando de ignorancia / por andar en caminos ajenos. Ajenos al  lenguaje, diría seguramente, porque no podemos negar su actitud disidente al modelo económico al valorizar el lenguaje escrito por sobre la imagen, aun cuando sea un lenguaje lleno de  visualidad; a lo que podríamos añadir una sentencia de Montalbetti al respecto: Se está  evolucionando con la luz apagada.​ El poema produce pensamiento, en su traslado, en el viaje y no  sólo en el poema, pensar lo contrario bajo la lógica de esta escritura sería, citamos finalmente construir alrededor del vacío

 

* Texto leído en la presentación de Fin desierto y otros poemas de Mario Montalbetti (Komorebi Ediciones, 2018). Librería Concreto Azul, Valparaíso, 12 de diciembre de 2018.



 

 

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