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"2666"
Por Rodrigo Pinto
Revista El Sábado de El Mercurio
Esta novela es excepcional y, con largueza,
la más relevante de la narrativa
latinoamericana en muchos años.
Uno de los rasgos notables de la narrativa de Roberto Bolaño
es que cada novela tiene una estructura propia y peculiar, que no
obedece a un mero afán experimental, sino a una necesidad interna
del texto. Así, el monólogo en Amuleto, la fragmentación
del relato en Los detectives salvajes, la pluralidad de narradores
en La pista de hielo, expresan no sólo el vasto repertorio
de recursos
narrativos que maneja Bolaño; también dan cuenta de
cómo cada uno de sus proyectos narrativos busca concretarse
de la manera en que le corresponde.
En el caso de 2666, se trata de cinco partes -que pueden ser
consideradas novelas- de extensión variable, conectadas entre
sí por múltiples hilos y personajes que las recorren
y que, por cierto, conforman una unidad de sentido insoslayable. Ello
se puede afirmar también respecto al conjunto de la obra de
Bolaño, de la que esta novela es su expresión mayor
por la complejidad, la ambición y la calidad de un texto ejemplar.
La fabulosa capacidad de Bolaño para enhebrar historias se
muestra aquí en toda su dimensión. El corazón
del libro está en los crímenes de mujeres que ocurren
en el Estado de Sonora, en el norte de México, y el acercamiento
hacia ellos es gradual, desde que son apenas una nota vista al pasar
en un diario italiano hasta que se constituyen, en "La parte
de los crímenes", en una crónica negra que multiplica
los personajes y desdibuja por completo la noción de protagonista:
el foco del relato pasa de un personaje a otro, siempre del lado de
acá de los crímenes: policías, periodistas, un
sheriff estadounidense, sospechosos, curas, narcotraficantes, videntes,
acompañan al narrador impersonal que registra con precisión
la espeluznante serie de hallazgos de cadáveres de mujeres
en los basurales, en el desierto, en sitios baldíos, en contenedores.
Mujeres violadas y estranguladas, algunas mutiladas, emergen del relato
con mayor o menor entidad; el narrador entrega la historia de algunas,
otras emergen apenas como un eslabón más de una serie
en la que Bolaño quiere ver una cifra, la respuesta a una pregunta,
la clave para entender la violencia, el desamparo y el dolor que parecen
ser parte de la identidad latinoamericana.
Pero la novela, por cierto, es mucho más que esa vertiginosa
crónica policial. Como en otros libros de Bolaño, los
escritores y los libros desempeñan un importante papel en el
tramado del texto, y esa combinación desafiante entre la referencia
culta y la indagación detectivesca, entre el mundo de académicos
y escritores y el mundo de los criminales en serie y sus víctimas,
suma razones para afirmar que esta novela es excepcional y, con largueza,
la más relevante de la narrativa latinoamericana en muchos
años.