Proyecto Patrimonio - 2010 | index | Roberto Bolaño | Autores |





Representaciones de la experiencia migratoria en la literatura:
Los detectives salvajes de Roberto Bolaño.

Alma Durán-Merk
Universität Augsburg
alma.duran@phil.uni-augsburg.de


Resumen: Este trabajo analiza la novela Los detectives salvajes de Roberto Bolaño (Premio Herralde de Novela y Premio Rómulo Gallegos) considerando diversos conceptos de la antropología de las migraciones tales como hibridez, extraterritorialidad, asimilación, redes comunitarias, transnacionalidad y capital cultural, entre otros. Los pasajes analizados se desarrollan en las ciudades de México DF, París y Barcelona.

Palabras clave: Migración, transnacionalización, redes comunitarias.

Abstract: This essay examines, from an anthropological perspective, the way in which Roberto Bolaño in his novel The Savage Detectives presents the migration experience. Selecting scenes that played out in Mexico DF, Paris and Barcelona as scenario, the present article analyses phenomenon such as hybridity, extraterritoriality, assimilation, networks, transnationality and cultural capital.

Keywords: Migration, transnationalism, networks.

1. Introducción

Los detectives salvajes ha sido interpretada como un texto sobre la relación entre la poesía y la existencia individual, como una épica postmoderna, como una novela de aventuras, hasta como una broma. En estas páginas propongo que puede ser también leída como un texto que muestra la diversidad de las experiencias migratorias contemporáneas.

Esta variedad de posibles lecturas está relacionada entre otros factores con la estructura, la multiplicidad de los motivos manejados, los personajes y sus continuos desplazamientos geográficos. La escritura de Roberto Bolaño está inserta en la meta ficción que no sólo juega con la realidad y la ficción a nivel de experiencias caracteres y tiempos, sino que manipula numerosas veces la perspectiva narrativa cuestionando, como resultado, la identidad subjetiva unificada(1). Nunca estamos seguros sobre la exactitud de lo que los personajes narran ni qué los motiva a ello. Tampoco sabemos quién ha recolectado, ordenado ―¿y quizá editado?― el texto que nos llega, ni porqué lo ha hecho. Valiéndose de una eficaz trama estructural Bolaño da la palabra, a través de un diario y entrevistas recopiladas durante 20 años, a 52 voces narrativas las cuales desde doce ciudades de ocho países en tres continentes intentan describir su relación con los desaparecidos poetas real visceralistas Ulises Lima y Arturo Belano. En ese proceso de hablar del Otro los narradores acaban, en mayor o menor medida, presentando su Yo: hablan de sus propias trayectorias de vida que casi siempre tienen como telón de fondo los viajes, la migración tanto voluntaria como forzada o el exilio.

El no poder etiquetar la obra de Bolaño como la de un chileno, un mexicano, un latinoamericano o un europeo ha irritado a algunos estudiosos que aún esperan de los escritores provenientes de Latinoamérica una clara e ineludible identidad nacional(2), como acertadamente han mencionado algunos expertos. Entendible, ya que los escritos de Bolaño exhiben claramente las huellas de lo que algunos estudiosos han llamado la heterogeneidad o el nomadismo cultural(3). Esto significa que además de que en sus temas “priman las ausencias y la trashumancia como metáfora capital de la sociedad neoposmoderna”(4), las estructuras narrativas de que se vale imponen un constante cambio de puntos de referencia del Yo. Al leer Los detectives salvajes como una representación de las construcciones de actores sociales ―en parte ficcionalizada― que tiene la posibilidad de reflejar el complejo sociocultural de la época surge la difícil pregunta sobre la perspectiva desde la cual el autor relata. El crítico literario Ignacio Echevarría ha ofrecido una de las más interesantes respuestas a esta pregunta. Retomando el término del escritor extraterritorial propuesto en los años sesenta por George Steiner ―originalmente definido como aquél lingüísticamente nómada o multilingüe cuya condición de exiliado sirve como impulso principal de su obra― Echevarría sugiere que en el caso de la literatura de Bolaño la extraterritorialidad no se limita sólo al ámbito idiomático sino que manifiesta un nuevo internacionalismo cultural que, reflejando la vida moderna, se niega a aceptar el exotismo como condición de la propia identidad y lleva, por lo tanto, a un exilio intencional del autor. Así sería, continuando con Echevarría, que en el caso de Los detectives salvajes ese exilio está marcado por la movilidad narrativa y la ausencia de localismos propia de "un escritor chileno y mexicano y español, todo junto y a la vez y nada exactamente"(5). Tendríamos pues en Bolaño a un escritor extraterritorial que presenta en Los detectives salvajes historias que en más de un nivel son también transnacionales.

2. Literatura y el encuentro con el Otro

El análisis de la experiencia migratoria a través de textos literarios ha sido apenas explorado. Antonio Cornejo Polar lo ha abordado, centrándose en la migración del área rural a las ciudades en el área andina(6). Por su parte el hispanista José Manuel López de Abiada(7) ha analizado el tema de la migración, sobre todo en su sentido de desarraigo y perdición, en Los detectives salvajes dando especial atención a los caracteres principales del relato. Conectando con el trabajo López de Abiada me propongo en este ensayo explorar otras formas en que la movilidad es representada en Los detectives salvajes, prestando especial atención a las estrategias que tanto individuos como grupos utilizan para adaptarse a un nuevo entorno y la manera en que esos cambios geográficos afectan su vida y su identidad. Me aproximo al tema desde el marco de la antropología de las migraciones cuestionando cómo se auto identifican los personajes en un espacio físico-social y cómo perciben o construyen al Otro, indagando además sobre sus vidas cotidianas y los tipo de vínculos que establecen en esos nuevos puntos de encuentro. Para responder a estas preguntas tomaré como objeto de análisis citas de personajes tanto principales como secundarios que revelan cómo éstos se identifican a sí mismos, se separan de los Otros y se relacionan en, y con, un espacio geográfico en particular. Los detectives salvajes ofrece múltiples posibilidades de analizar este tema ya que la mayoría de sus narradores son gente que se traslada, que viaja o que huye: del campo a la ciudad, de una esfera social a otra, de una dictadura a cualquier otro país, o de un país a otro tanto legal como ilegalmente, por un continente o por varios. Analizaré algunas de las referencias más representativas que narran interacciones en las ciudades de México DF, París y Barcelona, escenarios de la heterogeneidad social desde los años setentas en donde se pueden estudiar tanto condicionantes como efectos de diversas identidades/alteridades(8). Dadas las limitaciones de espacio de este ensayo, dejo fuera los pasajes que tienen como escenario las ciudades de Los Ángeles, San Francisco, Tel ―Aviv, Viena, Luanda y Kilgari.

Para indagar en el proceso de la construcción del Yo y del Otro utilizo el concepto formulado por el antropólogo Marc Augé, quien sugiere que las relaciones de identidad y alteridad, tanto individuales como colectivas, se construyen a través de la simbolización de las relaciones con el Otro, de la auto- y heteroatribución de características tales como clase social, grupo étnico, preferencias sexuales, nacionalidad, profesión, etcétera(9). Desde este punto de vista podemos decir que la identidad/alteridad es una construcción binominal simultánea. Es en base a estos parámetros que se definirían entonces los límites de la inclusión/exclusión. Si bien semejante construcción crea una línea divisoria, también abre espacios para el intercambio al facilitar puntos de encuentro. Habría también que diferenciar entre sociedades que por sus características estructurales resultan más rígidas o más porosas, así como individuos con mayor capacidad y capital cultural(10) que otros para moverse entre los diversos grupos.

El antropólogo Néstor García Canclini identifica a la migración y los viajes como algunas de las circunstancias en que se producen procesos socioculturales de intercambios y una posible hibridación, en la cual "estructuras o prácticas discretas, que existían en forma separada, se combinan para generar nuevas estructuras, objetos y prácticas"(11). Esta transformación cultural se manifestaría en estrategias de conversión económica y simbólica que permiten a los inmigrantes adaptar sus saberes para trabajar, funcionar y consumir ―con mayor o menor éxito― en un ambiente diferente al de origen. Esta transformación como veremos es intentada por varios personajes de Los detectives salvajes. Regresando a García Canclini éste percibe los procesos de hibridación como incesantes y variados, observables en la migración del área rural a las metrópolis, en la movilidad transnacional y en los ascensos/descensos a los diferentes grupos sociales. Afirma también que estos fenómenos llevan a relativizar la noción de identidad(12). En tanto algunos ven en los desplazamientos y el desarrollo de una neo identidad el potencial de deslocalización o desterritorialización con consecuencias mayoritariamente negativas, García Canclini y otros estudiosos de la migración creen que no se trata de la ausencia total de un punto de referencia, sino de una definición que resulta mucho más realista, flexible y funcional en el mundo moderno.

3. México, D. F.

La novela inicia en la ciudad de México el 2 de noviembre, o sea en el Día de Muertos, una de las fiestas más simbólicas e híbridas de la mexicanidad.(13) Según escribe en su diario el coprotagonista de la historia, el capitalino Juan García Madero, la ciudad "tiene catorce millones de habitantes" (21)(14). Será a través de esas anotaciones que en la primera parte de Los detectives salvajes seguiremos los pasos del grupo literario que se ha autodenominado los real visceralistas en esa ciudad durante los tres últimos meses de 1975. Los miembros de este colectivo pertenecen a variadas clases económico-sociales y entre ellos hay tanto locales como fuereños. La mayoría de estos jóvenes, todos entre 17 y 23 años de edad, abandonan sus estudios y se entregan a lo que en su definición es el vivir la poesía: van a algunos de los "cientos de talleres abiertos como flores en el DF" (31), acuden a lecturas de otros poetas, incluyendo las de Octavio Paz a quien consideran su “gran enemigo”(14, 86), y hacen recorridos por las librerías del centro de la ciudad de México donde si bien algunos compran libros (30) otros los robaran(103). Por la noche y hasta la madrugada tanto pobres como ricos charlan en algún café barato y cochambroso del centro de la ciudad, como el Encrucijada Veracruzana, “atroz huronea o cuchitril donde se reunía a veces un grupo heterogéneo de jóvenes y no tan jóvenes promesas literarias” (194), pero en el que, según el propio Madero reina un “bullicio tristón” (87) y donde ya tarde la clientela es "miserable y patibularia" (23).

El asociarse con este grupo pondrá a García Madero, un chico de la clase media-media mexicana, por primera vez en contacto con grupos y mundos antes ignorados. Esto lo llevará a iniciar un proceso de auto y heteroatribución de características encaminadas a definir su Yo y a los Otros, a reconsiderar su identidad. Parte importante de sus interacciones se desarrollan en las casas de los nuevos amigos, que si bien en general son presentadas por el narrador como lugares generosos(15), crean algo de inseguridad cuando se trata de la familia y amigos de María Font, la joven que le gusta, y que pertenece a “los meros de la casta divina" (72). Juan empieza a ponerse nervioso cuando llegar a casa de los Font: “Pensé que el papá de María me iba a correr a patadas, que yo no iba a saber tratarlo” (52); al interactuar duda “[e]sta vez me cuidé de no expresar cualquier juicio de valor […] y me dediqué primero a observar” (38) y titubea “[a]sí que traté de no exteriorizar mis sentimientos […] y seguí mirando " (58). Esto se debe en parte a que sospecha ser percibido como parte de los Otros desde el punto de vista de Quim Font, el padre de María, quien al hablar de su hija dice que

Ella tiene unas amistades que para que te cuento […] En parte no me molesta. Uno tiene que conocer gente de todas las clases, a veces en necesario empaparse de realidad, pero que se empape, no que se exponga (53, énfasis en original).

Cree también leer entre líneas este tipo de rechazo cuando el hermano de María le llama “naco” y escribe que “Los nacos, hasta donde [él sabe], son los indios urbanos, los indios citadinos” (37)(16). Algo parecido pasa cuando alguien se refiere a él como un “muchacho pobre”, ya que en su auto imagen él “no [es] precisamente un ejemplar de «muchacho pobre»" (113). En el otro extremo, García Madero también percibe el México de las clases bajas, de quienes rentan un cuarto en la azotea de algún edificio, como es el caso del cofundador de los real visceralistas Ulises Lima ―quien vive en una habitación "de tres metros de largo por dos y medio de ancho [en la que] los libros se acumulan por todas partes" (29)― y de otros miembros del grupo como los hermanos Rodríguez quienes totalizando cuatro personas en la familia “vivían en dos cuartos de azotea” (69), o bien el casi vacío cuarto de Piel Divina, vecino de azotea de los Rodríguez.(17)

García Madero describe su ciudad desde el presente y con viveza: México como entidad vibrante, desigual y extrema que invita a ser explorada, tan grande que se necesita toda la noche para atravesarla a pie de extremo a extremo y que invita en cualquier sitio a pensar o a conversar sobre la poesía hasta el amanecer (29, 104). Las calles son el terreno en que se juega, se come y se vive, en el que García Madero se encuentra con amigos en las calles e interactúa, donde él se apropia de las bancas y de los parques; donde piensa, lee, experimenta su soledad, se divierte, escribe, llora y se angustia (110, 123, 114). Vemos así el reflejo de una ciudad ya organizada como espacio público, con una oferta cultural y cuyo tamaño en parte se debe a la gran cantidad de inmigrantes que ha atraído. En esta megalópolis García Madero entra en contacto con muchos emigrantes. Algunos de ellos vienen de otros estados de la República Mexicana ―como la mesera Rosario, de Veracruz; Piel Divina, de Oaxaca; o el mismo Ulises Lima, de Michoacán― y tienen en común el encontrarse en una posición económica muy humilde. También conoce a españoles relativamente integrados a la vida mexicana como el arquitecto Quim Font, hijo de un catalán (77), o como el probablemente exiliado Crispín Zamora, dueño de la librería La Batalla del Ebro (113). Pero también hay norteamericanos, como Bárbara Patterson, y sudamericanos, como los chilenos Arturo Belano y Felipe Müller quienes “[…] aparecieron en el DF después del golpe de Pinochet” (30)(18). Si bien García Madero reconoce a los Otros como no originarios del Distrito Federal, éste no manifiesta una diferenciación antagónica sino es más bien algo de curiosidad. Sobre la nacionalidad de Belano, por ejemplo, se muestra el joven narrador más bien intrigado "¿es chileno? [...] le había notado un acento un poco distinto, pero me pareció que tal vez fuera, no sé, tamaulipeco o yucateco" (56); sin embargo, no todos los real visceralistas parecen reaccionar de la misma manera ante el Otro lo cual desconcierta a García Madero: “alguien volvió a sacar el tema de la nacionalidad de Belano […] y todos se pusieron a hablar de él, quiero decir, a hablar mal
de él” (60).

Ahora quisiera acercarme al personaje apodado Piel Divina, que representaría la experiencia migratoria rural hacia el Distrito Federal más como hostilidad y dislocación que como triunfo. Es un emigrante indígena cuyos padre y madre “nacieron en Oaxaca, y según dice el mismo Piel Divina, murieron de hambre" (78). Había llegado a la capital “a los dieciocho años, sin dinero, sin ropa, sin amigos a quienes acudir y lo había pasado muy mal […] intentó escribir crónicas que nadie quiso publicarle” y tuvo “infinidad de trabajos pero ninguno permanente” (351). No lograba encontrar una posición nueva en esa sociedad. "No tenía dinero, ni trabajo, ni familia. Vivía de (sus) conejeos" (168). Pasa hambres en la ciudad, se siente marginalizado, tiene sueños de qué hacer en un futuro, pero no sabe cómo proceder. Sus relaciones con los real visceralistas no son del tampoco satisfactorias (168). El resto de sus tratos son de carácter sexual y en ellos es percibido, tanto por hombres y mujeres, como un objeto exótico del que ni siquiera se conoce el nombre real(19). Piel Divina muere en una balacera en una zona humilde de la ciudad de México y termina sepultado en una fosa común, ya que nadie quiere hacerse cargo de su cuerpo (363-365).

En contraste con la experiencia de segregación y miseria de Piel Divina están las historias del poeta argentino Fabio Ernesto Logiacomo, del novelista ecuatoriano Vargas Pardo y de la poetisa uruguaya Auxilio Lacouture. El primero se encontraba “vegetando en Panamá” cuando obtuvo la oportunidad de irse a México y aunque recién a su llegada en 1975 se encontraba “mas bien solo y perdido” un año más tarde ya trabaja en la redacción de una revista y aparenta estarse integrando (149 -150). Vargas Prado está casado con una mexicana, trabaja como corrector en una editorial y parece gozar de buenas relaciones, ya que será él quien envíe una carta al también escritor Juan Marsé en Barcelona, pidiéndole que ayude a la madre de Arturo Belano (205-210, 300-301). Por su parte, Lacouture se identifica como "la madre de la poesía mexicana" ciudadana del Uruguay, latinoamericana, poeta y viajera que ama a México, quien llegó al DF un día "sin saber muy bien el porqué, ni a qué, ni cómo, ni cuando" (190). Narra su contacto en la capital con León Felipe y Pedro Garfias, los "españoles universales" exiliados en México, y con los más prometedores poetas mexicanos. Pasa a describir sus condiciones de vida que están marcadas por el subempleo y la irregularidad migratoria:

Trataba de hacer trabajos. Porque vivir en el DF es fácil, como todo el mundo cree saber o se imagina, pero es fácil sólo si tienes algo de dinero o una beca o un trabajo y yo no tenía nada (191).

Sin embargo, gracias a su capital cultural Auxilio podía realizar algunos trabajos en la Universidad de México aunque nunca bien pagados ni por mucho tiempo. Pero ese era sólo un aspecto de su vida en el Distrito Federal, ya que como contrapunto

Por las noches hacía una vida bohemia, con mis amigas y amigos, que me resultaba altamente gratificante [...] me expandía [...] bebía y discutía y participaba en tertulias [...] aconsejaba a los poetas [...] vivía, en una palabra, con mi tiempo, con el tiempo que yo había escogido, y con el tiempo que me circundaba (192).

Así es posible interpretar que la experiencia migratoria para Auxilio no está asociada con la humillación o la marginalización, a pesar de no tener un permiso de residencia legal en el país.

Como he comentado antes tanto Ulises Lima como Arturo Belano eran también inmigrantes en el Distrito Federal. Ulises Lima, cuyo nombre verdadero sería Alfredo Martínez, venía del por los capitalinos hasta nuestros días despectivamente llamado “interior” de la República Mexicana. Huérfano de padre y sin dinero (31), supuesto vendedor de drogas, es descrito en varias narraciones como un tipo fuerte, moreno, con características indígenas. A su regreso de Europa continúa llevando una vida marginal en el DF (366).

Arturo Belano es sin duda el personaje de mayor movilidad y quien más cambios experimenta.(20) Era miembro de

[u]na familia de chilenos viajeros que había emigrado a México en 1968 [...] en 1973 decidió volver a su patria a hacer la revolución […] cuando Arturo regresó, ya era otro [...] como si él fuera Dante y acabara de volver del Infierno [...] como si fuera el mismísimo Virgilio [...] comenzó a fumar marihuana, a salir con otros muchachos [....] hablaban en gíglico. Y un día me dijeron: Arturito Belano se marchó de México […] a Australia, a Europa, al Canadá, a un lugar de ésos (195-196).

Arturo Belano se autodenomina diciendo que no es mexicano sino “chileno, con algo de tristeza, es cierto, pero con bastante determinación” (227), no cuenta con un permiso de residencia en México por lo cual podría ser deportado a Chile, ante lo que Belano dice que mejor sería que le pegasen un tiro (591). Una vez en Europa, declara “que no podía entrar, que México no le daba el visado de entrada” (407). Belano es no sólo un exiliado sino también un transmigrante para el que no existía la posibilidad de un regreso a su sociedad de origen ni a aquella en la que se formó.

En los discursos incluidos en Los detectives salvajes resulta importante reconocer la asombrosa capacidad de observación que demuestra Roberto Bolaño al reflejar muy diversos registros lingüísticos. Con igual maestría hace hablar al argentino Fabio Ernesto Logiacomo ―quien utiliza palabras como cachivache, fulero o pibe (149-152), que al peruano Vargas Pardo con su "[á]ndele, una firmita, una pluma fuente para el poeta, pues" (210). En cuanto a los diferentes registros dentro del español que se habla en México, Bolaño incluye también un amplio espectro desde el típico chilango(21) de Hugo Montero ―con términos como cuatachos, enchufado, chupando, pinches o chingados (331-341)― pasando por el lenguaje callejero y juvenil del ya anciano Amadeo Salvatierra “tal vez dijo nicho, Amadeo, o tal vez nel o nelson o nelazo, o tal vez dijo ni madre o niguas o ni maíz paloma, o tal vez solo dijo nones” (553); dejando que la prostituta adolescente Lupe utilice vocablos como mana, zafados y neta; y ofreciendo el bien logrado contraste del lenguaje híbrido, entre oficializado y poético, de Verónica Volkow,(22) la bisnieta mexicana de León Trotzki:

Se equivocó el señor José Colinas al afirmar que nunca más volvería a ver a los ciudadanos chilenos Arturo Belano y Felipe Müller, y al ciudadano mexicano, mi compatriota Ulises Lima. Si los incidentes por él relatados, con no demasiado apego a la verdad, ocurrieron [...] una noche aparentemente clara, incluso brillante, en la cual año tras año nos movemos con lentitud, con extremo cuidado, los mexicanos y los más bien perplejos visitantes extranjeros y que personalmente encuentro estimulante pero decididamente triste (326).

Bolaño no sólo acierta en la diferenciación de disímiles registros sino también en las hibridación del lenguaje de algunos miembros de la segunda generación o extranjeros, como el español que utiliza el hijo de catalanes Quim Font ―que es más bien mexicano con uno que otro toque catalán― o el español de la norteamericana Bárbara Patterson, que se aproxima al hablado en los barrios bajos de la ciudad de México.

Si bien el inicio de Los detectives salvajes muestra un cierto cosmopolitismo y apertura en la ciudad de México en los años setentas esta imagen se continuará resquebrajando ―en términos de una supuesta asimilación e igualdad de participación para todos los grupos sociales― en el segundo capítulo de Los detectives salvajes, donde otros personajes que vivieron en el Distrito Federal hacia 1975 narran sus vivencias, pero desde un espacio o con un tono distinto. Aquí es posible agrupar los discursos en cuatro líneas:

- Con un tono amable pero un tanto distante, como por ejemplo la narraci ón de la francesa Simone Darrieux (224-228), quien desde París recuerda su estancia en México y a los mexicanos.
- Personajes que muestran franca irritación, como la norteamericana Bárbara Patterson. Estudiante en el Distrito Federal en 1975 se topa con los real visceralistas quienes le gustaron porque "parecían beats" y con ellos tenía "la diversión asegurada" (179). Empieza una relación con el poeta Rafael Barrios, abandona la escritura de su tesis sobre Juan Rulfo (178) y a pesar de tornarse cada vez más agresiva contra todo y todos, se lleva a Rafael con ella a San Diego, California, donde continuarán su problemática vida en común a lo menos por un tiempo, ya que Rafael acabará "perdido en los Estados Unidos" (322-324, 346-347). La relación de Bárbara con el Otro es de atracción-odio.
- Algunos caracteres expresan una percepción cambiante de México condicionada por la temporalidad. Por ejemplo la mexicana Edith Oster recuerda su experiencia en el DF de los años setenta como un espacio polémico de extravío, cuando sus "[...] nervios empezaban a salirse de madre. Tenía entonces dos vidas, o una vida que parecía dos" (402), insatisfacción que sus cambios de residencia a Italia, Londres, Tel-Aviv, un fracaso regreso a México, Barcelona y los Estados Unidos no lograron mejorar. No es sino hasta el final de los años ochentas que se da cuenta ―sin nostalgia, sino simplemente como un hecho― de que quiere regresar permanentemente a México, en donde su "vida laboral se terminó de asentar" al conseguir un trabajo en una editorial (423). Tenemos, pues un caso de regreso al país de origen y reintegración.
- Pero lo que podía crear la impresión de que la mega ciudad puede ―a pesar de los grandes contrastes― permitir el acercamiento y la asimilación de diversos grupos se ve cuestionado cuando consideramos la cuarta línea de discursos de los que tomo como muestra a Luis Sebastián Rosado, Alfonso Pérez Camarga y Verónica Volkow. Estos caracteres, personajes reales ficcionalizados en mayor o menor grado, pertenecen a la clase media-alta y alta mexicana y en sus narrativas enfatizan la estratificación social como separación infranqueable ―entendida como poder económico, educación universitaria y la pertenencia a una familia de abolengo. La separación del Otro es antagónica y en su construcción del Nosotros/Ellos convierten a los Otros en seres ajenos, extraños, que es posible utilizar pero nunca considerar como iguales, sobre los que por ejemplo se refieren como “especímenes humanos” (154). En el caso del catedrático de literatura Luis Sebastián Rosado, éste sostiene durante varios años una relación sexual con Piel Divina, a quien llama "noble bruto" (278). Se avergüenza de él y lo que representa "[...] los peores [...] más atrabiliarios, los menos educados, los más desesperados" (171). Lo esconde de su familia y amigos, o sea de aquellos que como él pertenecen a las clases dominantes (278-279, 351). Por su parte, el crítico de arte Alfonso Pérez Camarga acepta haber estado en contacto con los real visceralistas pero no los ve como poetas ni como revolucionarios sino como "vendedores de droga [que nos surtían] para consumir en nuestras fiestas o en petit comité. ¿Quiénes éramos nosotros? Pintores [...] arquitectos”. Discrimina a los Otros al tiempo mismo tiempo que etnocéntricamente presenta a su grupo de pertenencia como democrático y superior: “La culpa era generalmente nuestra. Les dábamos confianza y ya se sabe, hay personas que más vale tenerlas a cierta distancia" (328-329). Verónica Volkow construye su alteridad en tono parecido al narrar su reacción ante el comentario de uno de los real visceralistas, a quien describe con aspecto de mendigo, achaparrado y moreno: "[...] dijo algo acerca de una revista que sacaba un amigo en común ¿un amigo en común?, ¡que horror!" (327).

En base a los ejemplos presentados es posible interpretar que las interacciones en la ciudad de México recreadas en Los detectives salvajes si bien muestran narradores oriundos e inmigrantes que en su mayoría se identifican con la ciudad, la hacen suya y la viven, esto no necesariamente conlleva al establecimiento de vínculos sociales con igualdad de posibilidades para todos. La experiencia de la migración es presentada con rostros variados: si bien en algunos casos como triunfo, descubrimiento, o completa participación, en otros se vive como marginalización. Los procesos de hibridación y de reconversión cultural son observables a través de las experiencias y sobre todo el habla de varios personajes. Las formas del Otro como categoría social diferenciada se aplican más como rechazo ante la población indígena y los inmigrantes de otras ciudades mexicanas que contra quienes proceden de otros países. Estos últimos parecen tener más acceso que los primeros a la repartición de los recursos materiales y simbólicos en la sociedad de acogida.

4. París

En este apartado abordaré bajo la perspectiva de la experiencia migratoria algunos pasajes de Los detectives salvajes que narran la estadía de Ulises Lima en 1976 en París. Cabe aclarar que son considerablemente menos que los relacionados con México.

En los años setentas París ha recibido ya a miles de inmigrantes tanto legales como ilegales del continente americano quienes huyendo de guerras y crisis económicas se instalan de forma precaria en las zonas humildes. En Los detectives salvajes París es nombrada mas no descrita. Sólo se mencionan lugares o rutas, como el que Simone y Ulises siempre terminaban en el bar de la Rue de Lune, o el camino para llegar a ciertos sitios como en los relatos de Hipólito Garcés y de Michel Bulteau. Las descripciones más claras, sin embargo, son las de las viviendas de los inmigrantes que son presentadas como sucias, obscuras y malolientes (231). Interpreto esto como la imagen de la ciudad como el no-lugar, sitio inhóspito con el que no hay una relación. La vivienda como tumba.

En ese París en el otoño de 1976 se ubica la bien lograda y triste narración que Bolaño atañe al poeta francés Michel Bulteau(23) de su (des)encuentro con Ulises Lima, a quien nunca ha visto en su vida, pero con quien acepta espontáneamente reunirse en una fantasmal estación del metro pasada la media noche sólo porque éste le dice que es mexicano. Bulteau acude a la cita inmerso en los recuerdos de un músico del grupo de rock llamado Los Question Mark, “al que le llamaban la calavera mexicana", y a quien sólo vio de lejos años atrás en Nueva York (237-238). El poeta francés buscaba a un tipo “flaco como un palo de escoba [que debería] de ser mexicano o debía decirle al mundo que era mexicano o debía de haber viajado a México en algún momento de su vida”, acepción nebulosa de lo que podría constituir una nacionalidad. Bulteau encontró a un hombre con “pelo largo y ojos negros cuyos rasgos tal vez pudieran corresponder a los de un mexicano [se dio cuenta de que su ignorancia] era abismal” (239). Los dos poetas caminan por la noche de París e intentan hablar sin poder entenderse: Lima quizá impedido por su desesperación, su pobre inglés y aún peor francés; Bulteau por sus pre concepciones y estereotipos, los cuales no le permiten casi nada fuera de seguir presentando la absurda pero simbólica pregunta sobre si Ulises había oído alguna vez a Los Question Mark (238, 240).

Ulises también se pone en contacto en París con Simone Darrieux quien había sido amante de Arturo Belano en México (224-226). Ya de regreso en su país Simone trabaja como antropóloga en un puesto “un tanto burocrático” en la Universidad de París-Norte. A pesar de sólo haber visto a Ulises una vez en México lo recibe bien y se alegra de poder “practicar otra vez [su] español un poco enmohecido"(227). Si bien Simone lo ayuda lo ve algunas veces, ésta no tematiza los problemas que enfrenta Ulises. Daré dos ejemplos. Es por uno de los relatos del chileno Felipe Müller que sabemos que Ulises enfermó de sarna en París (240), lo cual Simone nunca pareció notar a pesar de que Ulises, por no tener ducha en su habitación, se bañaba en casa de ésta una vez a la semana y hasta utilizaba su jabón y champú (236). Como segundo punto es posible mencionar que “una vez, sólo una, [fue] a buscarlo a su casa. Nunca había visto una chambre de bonne peor que aquella”, por lo cual a partir de ahí solo se vieron en bares o en la calle. La habitación era un sitio “obscuro y sórdido” en la que “no había armario ni closet”, y cuando Simone supo cuánto pagaba Ulises de alquiler se dio “cuenta de que lo estaban estafando a conciencia” (227). Según ella, Ulises hablaba pobremente el francés, leía poesía pero no escribía. Nunca “consiguió algo que remotamente pudiera asemejarse a un trabajo”, pero era siempre él quien pagaba por los dos cuando salían, hasta que se quedó sin ingresos (234). Simone sabe la forma en que se marginaliza a algunos extranjeros y percibe el que Ulises tiene problemas para integrarse pero prefiere no hablar de ello y mirar en otra dirección.(24) Simone dice también que Ulises “[t]enía unos amigos peruanos que a veces le daban trabajo [...] que de poetas seguramente sólo tenían el nombre, vivir en París, es sabido, desgasta, diluye las todas las vocaciones que no sean de hierro, encanalla, empuja al olvido. Al menos eso le suele suceder a muchos latinoamericanos que yo conozco” (234-235).

Entre los sudamericanos que Simone dice se relacionaban con Ulises se encuentran los poetas peruanos Hipólito Garcés y Roberto Rosas y la argentina Sofía Pellegrini. Todos ellos tratan de desarrollar estrategias para adaptarse a la vida en la sociedad de acogida y al mismo tiempo mantener su identidad. Se autodefinen como revolucionarios “que habían conocido las cárceles de Latinoamérica” (233), como un grupo de poetas que viven en "una buhardilla con doce cuartos, ocho de ellos ocupados por latinoamericanos: un chileno, dos argentinos y el resto peruanos" (231). Sus interacciones reales parecen estar limitadas a un círculo de compatriotas, dicen hasta tener una misma sonrisa que denominan como de "músicos folclóricos o abogados" (232). Trabajan juntos limpiando oficinas ―o sea en el sector informal primario, mal pagado y sin ninguna estabilidad, reconocimiento, ni posibilidades de avance― y a veces se van a hacer la vendimia al Rosellón. Entre las dos actividades apenas sacan para mal vivir. Su única diversión es ir de vez en cuando a algún cineclub. Son calificados por Simone Dierreux como "unos seres lamentables" (235). Tratan de aparentar alegría, pero sus problemas de adaptación salen a flote de forma dolorosa. Sofía dice encontrarse "[...] muy mal [...] deprimida" (236). Por su parte Hipólito Garcés, un personaje estafador y parlanchín, en medio de una crisis le grita a Ulises:

[...] me siento mal, pata, mi vida es un desastre, no sé que me pasa, yo intento hacer las cosas bien pero todo me sale mal, tendría que volver al Perú, esta ciudad de mierda me está matando, ya no soy el que era (231).

Es Roberto Rosas quien con más detalle narra las veces que ha aproximado a diversos intelectuales franceses intentando, en vano, conseguir que publiquen sus poemas (233). Decide probar suerte traduciendo al español Sang de satin de Michel Bulteau, pero al fracasar siente que de golpe se le

[...] vino encima todo el horror de París, todo el horror de la lengua francesa, de la poesía joven, de nuestra condición de metecos, de nuestra triste e irremediable condición de sudamericanos perdidos en Europa, perdidos en el mundo [y supe que podría terminar] asesinando a Bulteau y luego huyendo de París (234).

En estos pasajes se refleja una segregación estructural que el país receptor ejerce sobre los inmigrantes, la cual conlleva desventajas sociales, profesionales y económicas para los extranjeros. El idioma francés aparece como gran barrera insalvable. En las experiencias de estos latinoamericanos en París se pueden ver algunas de las consecuencias de situaciones de total extrañamiento, o sea marginación. Al ser expulsados hacia los márgenes del escenario social, político y económico en el que se decide la repartición de poder y recursos, los inmigrantes no deseados muestran una mayor incidencia de enfermedades mentales y físicas (25).

5. Barcelona

La estancia de los chilenos Andrés Ramírez y Felipe Müller, la mexicana Edith Oster, y la de Arturo Belano y la madre de éste en España forman el grupo de inmigrantes extranjeros que analizaré ahora, además de Xosé Lendorio, un gallego radicado en Barcelona quien representa un caso de inmigración interna. La mayor parte de las historias se ubican en la segunda mitad de los años setentas. Estamos entonces en el tiempo de la apertura cuando España en vez de ser un país productor de emigrantes empezó a transformarse en un país receptor. Tanto Madrid como Barcelona empiezan a recibir miles de personas de otras localidades más pequeñas y de latinoamericanos, muchos de esto últimos en calidad de exilados.

El clima social que imperaba en Barcelona es descrito como de tolerancia "que era una virtud en la que casi todo el mundo se esmeraba" (390). Algunos de los relatos tiene como escenarios calles llenas de vida, otros evocan eventos sucedidos en caletas, a la orilla del mar, en cines exteriores, bares o plazas. En estos espacios parecen convivir o coexistir tanto emigrantes ricos (408) como pobres, que a veces no tenían ni con que “pagar las llamadas internacionales que solían hacer” y manipulaban teléfonos que “eran fácilmente distinguibles por las colas que, sobre todo en las noches, se formaban alrededor de ellos [...] En esas colas se juntaba lo mejor y lo peor de Latinoamérica" (412). Así es la Barcelona descrita en Los detectives salvajes: una ciudad bella, generosa, variada, llena de vida y energía, que respeta la privacidad y es tolerante, donde la gente de diferentes grupos se mueve e interactúa ―para bien o para mal― con facilidad. Ahora pasaré a los personajes.

Andrés Ramírez, dueño del bar El Cuerno de Oro, narra en 1988 a su entonces empleado Arturo Belano sus primeras impresiones de la capital catalana. Este desembarcó en Barcelona en 1975, a donde llegó como en polizón en un barco carguero con no más de lo que traía puesto y 10 dólares escondidos en los calcetines:

[...] yo no olvidaré nunca Las Ramblas de Barcelona y sus calles aledañas que se abrieron para mí aquella noche como los brazos de una mina que uno nunca ha visto y que sin embargo reconoce como la mina de su vida (385).

Afirma que a las tres horas de haber llegado ya había encontrado trabajo como lavaplatos y que si bien vivió en pensiones, ahí encontró siempre gente amable y simpática entre quienes de sintió a gusto. Las calles de Barcelona son para Ramírez un espacio mágico no sólo porque al pasear por ellas "se le aparecen los números" (387) ―con los que gana las quinielas que lo harán millonario y le permitirán comprar varios bares, pisos y otros negocios, además de emigrar a su madre y su hermana― sino porque la ciudad tiene "calles cuyo secreto está en ser deslumbrantes y al mismo tiempo acogedoras, diríase familiares" (390). Ramírez dice sentirse completamente feliz y adaptado a la vida en su nuevo país. Trabaja mucho y no apuesta más ya que quiere hacer algo positivo con su vida. Se ha casado y ha tenido dos hijos, a los que ha llamado Jordi y Montserrat, además de haber adquirido la ciudadanía española; ya puede viajar y vivir bien (392-393). Sin embargo, el apodado Súper Ratón no se olvida de su principios y vuelve de cuando en cuando “a las calles del Distrito 5.o, donde la gente se enfermaba y moría [tratando de explicarse] el milagro del que había sido arte y parte” (392). Por ello mismo trata de ayudar a otros compatriotas orientándolos, dándoles trabajo o hasta algo de dinero (394). El discurso de Andrés Ramírez se perfila claramente como una versión del mito "de pobre a millonario" en un país receptor generoso, mito que España personifica en el imaginario de un buen número de latinoamericano desde hace años, dadas las restricciones migratorias y la discriminación existente en los Estados Unidos. Además vemos en esta narración una imagen de la adaptación del migrante a la sociedad de acogida y una representación de las funciones de soporte que las comunidades transnacionales cumplen al intentar orientar y ayudar a integrar a otros compatriotas en su nuevo país.

En cuanto al chileno Felipe Müller éste es entrevistado tres veces en Barcelona, siempre en bares o en lugares exteriores. En México perteneció también a los real visceralistas y recién llegado a España se instaló en casa de su hermano en un barrio que describe como "un hervidero de chilenos" (220), lo cual nos hace pensar en el rol de las cadenas migratorias. Su papel como parte de una red transnacional es aún más evidente cuando consideramos el papel que jugaba como comunicador entre Belano y la madre de éste, que alrededor de 1975 llegó a Barcelona (221) y los esfuerzos que Müller hace por ayudarla en cuestiones de salud, con dinero o hasta a conseguir un trabajo (221-222). Felipe trabaja ahora como corrector para algunas editoriales (243), tiene novia, viaja y se reúne con cierta frecuencia con Arturo Belano. Juntos publican una revista en Barcelona, comparten libros, historias, bromas y planes. Hasta se separan del real visceralismo

No abjurábamos de nada, no echábamos pestes sobre nuestros compañeros mexicanos, simplemente decíamos que nosotros ya no formábamos parte del grupo. En realidad estábamos muy ocupados en sobrevivir (244).

Edith Oster, miembro de la clase alta mexicana, vivió en Barcelona en dos ocasiones. La primera con su prometido el pintor mexicano Abraham Mazur en 1976, quien “tenía una beca o algo parecido, probablemente sus padres decidieron que no le vendría mal una temporada en Europa y lo subvencionaron” (402). Esta estancia parecía más bien tener el carácter de privilegiadas vacaciones en la que vivió en el departamento de lujo de una “conocida galerista catalanomexicana” (404). La segunda vez, en 1979, Edith vivió con Belano de quien para entonces era novia. Las condiciones muy duras ya que ella no estaba acostumbrada a “vivir de una manera tan precaria” (402). Tuvo que buscar trabajo y terminó “dando clases particulares de hebreo” lo cual considera un tanto denigrante. Además le molestaba que “los amigos [la mayoría chilenos y algunos mexicanos] de Arturo solían aparecer por allí cada día, sin avisar” (409-410). Su salud físico-mental se deteriora rápidamente, por lo cual regresa a México. Tenemos, pues, la imagen de una migración a España fallida.

La madre de Belano había estado desde su llegada a Barcelona muy enferma y deprimida hasta que pudo conseguir una beca de estudios gracias a una cadena trasnacional de contactos en la que podemos identificar a Belano y Vargas Pardo en México, y a Felipe Müller y Juan Marsé en Barcelona. Poco tiempo después empieza de nuevo a trabajar y tanto su salud como su vida mejoran notable y rápidamente (220-223). Unos meses más tarde ella vivía con su novio "un hombre unos 20 años más joven que ella" en un piso enorme en la Gran Vía (252). La enfermedad presentada al principio de este pasaje refleja la situación de muchos migrantes, en especial mujeres, que no pueden ―o a quienes no se les permite― insertarse en la vida productiva de la sociedad receptora, lo cual en muchos casos desencadena enfermedades. Como múltiples estudios recientes confirman, muchas de estas condiciones son superadas cuando se logra la integración laboral, y por consiguiente económica y social, de los inmigrantes(26).

En cuanto a la vida de Belano en Barcelona éste se aloja a su llegada en casa de su madre y el novio de ésta (220), consigue algunos trabajos temporales, como el de lavaplatos y después como velador en diferentes campings (243). Ya para cuando renta una habitación en casa de una físico–culturista catalana en Malgrat, Belano se presenta como escritor. Es por cierto la narración de esta mujer catalana, María Teresa Solsona Ribot, de gran interés: “a mi los sudamericanos me producen un poco de desconfianza” (511) dice, pero elige a Belano como compañero de casa y hasta describe que al paso de pocos días “quería ser su amiga” (513, énfasis en original). Entre los dos se establece una cierta confianza y así nos enteramos de que la ex esposa de Belano le había abandonado y tenía la custodia de su único hijo; de que está muy enfermo, ya casi no le quedaba ningún amigo y tenía una relación tormentosa con una andaluza (516-517). Si bien Belano continúa escribiendo, no está claro si lo que escribe tiene algún sentido. Estaba muy deprimido cuando decidió abandonar España, “parecía que estaba a punto de derrumbarse” (522- 523). De ahí Belano se dirigiría a África, donde su pista se pierde.

Xosé Lendorio es gallego, al igual que los padres de Belano, pero vive desde hace muchos años en Barcelona donde ejerce como abogado. A pesar de estar bien establecido anhela conseguir "[...] alguna distinción oficial que la Generalitat por [su] condición de emigrante gallego siempre [le] había mezquineado [¡] (445)”. Bolaño ha elegido para Xosé una forma de narrar muy peculiar que lo separa de otros personajes, intercalando en su narración por igual largas frases en latín que citas de filósofos

Doctor en leyes y criminalista como era no debía descansar hasta encontrar el camino justo, el ius est ars boni et aequi, el libertas est potestas faciendi id quod facere iure licet, la raíz de la aparición. Fue un verano iniciático. Me repetía a mi mismo: nescit voy missa reverti, la palabra, una vez lanzada, no puede retirarse, del dulce Horacio (428).

Al viajar Xosé realiza “experimentos” en los que observa y califica a los Otros ya como "gente de mal vivir, gitanos, rapsodas y juerguistas” (429) o bien como rudos, supersticiosos e incultos Se considera poeta ya que tiene el capital para publicar sus propios libros (428) y los trabajos de otros poetas a los que paga con el dinero de los “financieros deshonestos, los banqueros desfalcadores, los narcotraficantes, los asesinos de mujeres y niños, los que lavan dinero, los políticos corruptos” (440). Al narrar su encuentro con Belano ―a quien percibe como chileno descendiente de gallegos― aplica no menos condescendencia. Belano, además de haberse involucrado con la hija mayor de Xosé, es uno de los pocos que se opone a seguirle el juego y adularlo sin condiciones. Por esas dos razones Xosé lo odia y le va cerrando una a una las puertas, de lo que se alegra al ver que Belano "[...] se hundió en el mundo donde todo olía, donde todo olía a mierda y a orines y a podredumbre y a miseria y a enfermedad" (441). Años más tarde Xosé busca a Belano sin ningún éxito: "La década de los ochentas, que tan nefasta había sido para su continente, parecía habérselo tragado sin dejar rastro" (445). Las actitudes de Xosé para con el Otro ―definido en este caso como aquél de otra región, otra clase social o con otra educación o intereses― muestra un etnocentrismo que imposibilita todo acercamiento, comunicación o valoración objetiva del Otro. Aunque en un principio Xosé creyó encontrar alguna afinidad o posible simpatía por Belano en base a los orígenes gallegos de ambos ésta se disipó rápidamente.

Sobre las narraciones y las experiencias de los sujetos migrantes en Barcelona presentadas hasta este punto es posible decir que el contenido sugiere una experiencia de la migración para los latinoamericanos mucho menos traumatizante que la parisina. Estaríamos hablando de que hay más énfasis en las similitudes ―entre ellas la del idioma― que en las diferencias culturales. A pesar de sus excepciones estos textos muestran una ciudad abierta y flexible, la existencia de estructuras de apoyo entre las comunidades de inmigrantes y una mayor apertura de la sociedad receptora que hace más viable la inserción de los extranjeros de habla castellana en la vida social, cultural y económica.

6. Consideraciones Finales

Como se ha demostrado, Los detectives salvajes presenta múltiples facetas de la experiencia de encontrase con el Otro. A través de las relaciones entre los personajes, sus espacios y los vínculos que en ellos crean, propone diferentes versiones sobre la posibilidad ―o imposibilidad― de integrarse a un contexto diferente del original.

Si bien los viajes y la migración ofrecen circunstancias en que podrían darse procesos de intercambios culturales, de hibridación y de transformación cultural, tal como señala García Canclini, éstos no siempre parecen ser exitosos ya que dependen de la participación y flexibilidad tanto de los inmigrantes como de la sociedad de instalación. Esta última no siempre acepta al inmigrante. Por lo tanto, no es posible hablar de una sola representación de la experiencia migratoria, sino de una gran variedad de vivencias, tanto positivas como negativas, en muy diferentes contextos.

Tanto los caracteres individuales como los grupos presentados en la novela adquieren sentido mediante la construcción de las relaciones que les rodean, en línea con las teorías de Marc Augé. O sea, que los individuos son presentados como un conjunto de relaciones presentes y pasadas: desde las identidades de personajes singulares ―en los extremos tendríamos como ejemplos a Verónica Volkow y a Piel Divina― hasta los grupales, como los real visceralistas.

Roberto Bolaño presenta en esta novela a la literatura como un espacio intermedio o frontera cultural en el que diferentes grupos a veces encuentran la posibilidad de pasar al lado del Otro, intercambiar y apropiarse de ideas, apoyarse e influenciarse mutuamente. Algunos de los personajes ―como Ulises Lima, Felipe Müller y Arturo Belano― continúan leyendo y escribiendo durante las diversas escalas de su migración. Así vemos a la literatura como un elemento constitutivo de sus vidas, quizá de su identidad. Recordemos que en una entrevista, Roberto Bolaño declaró que

Existe el inmigrante, el nómade (!), el viajero, el sonámbulo, pero no el exiliado, puesto que todos los escritores, por el solo hecho de asomarse a la literatura lo son(27).

El tema de la literatura como una especie de eje existencial también se refleja en la narración de Auxilio Lacouture.

En términos de las representaciones que envuelven cruces de fronteras geográfico-políticas, Bolaño presenta una visión amplia de las experiencias migratorias sin caer en la nostalgia ni en la autocompasión, pero tampoco en la glorificación. Habiendo vivido mucho de lo que ficcionaliza, nos presenta las vivencias y cambios que los personajes experimentan durante todo tipo de movilidades: desde los viajes de placer y de educación hasta los forzados por motivos económicos y políticos; una amplia paleta de formas migratorias tanto legales como ilegales, desde migración de élite hasta reunificación familiar. Encontramos tanto fallidos como exitosos procesos de regreso a la sociedad de origen y tenemos ejemplos del funcionamiento de redes migratorias y de las formas de solidaridad dentro de las comunidades transnacionales. Si bien, como propone López de Abiada, los viajes de los personajes principales de Los detectives salvajes reflejan la trashumancia como trágico desarraigo(28), otros muestran satisfacción, progreso o hasta el éxito. En tanto que algunos más esbozan caracteres que son víctimas de una marginación estructural determinada por la sociedad receptora. En algunos casos, como los escenificados en París, las fronteras étnicas nacionales parecen ser más rígidas manteniendo diferencias infranqueables entre el Nosotros y los Otro. Hay sin embargo otros espacios, como Barcelona y México, que son presentados como más permeables y facilitadores de intercambios culturales, si bien en éste último las barreras más difíciles de franquear parecen estar relacionadas con indicadores socio-económicos.

También se desarrolla en algunos pasajes de Los detectives salvajes la idea de que la adaptación de los sujetos inmigrantes a un nuevo entorno no necesariamente implica a disolución de la identidad. Se trata más bien de una identidad ―como propone García Canclini― que fluye, que se adapta y que cuenta con numerosos recursos que utiliza según sean necesarios, pero sin necesidad de siempre caer en lo pintoresco. El mejor ejemplo de ello, claro, es Bolaño mismo. Quizá esto resulte más claro si consideramos que Bolaño se auto definía como latinoamericano, como chileno y como “también muchas otras cosas.(29)Argumentando que la patria de un escritor no es sólo su lengua, no únicamente “[…] la gente que quiere sino su memoria [...] su lealtad y su valor”, con lo cual concluía que “muchas pueden ser las patrias de un escritor.(30)

La propuesta que surge a partir de este análisis es que lo que Bolaño plantea como literato en Los detectives salvajes es que estamos ante la disolución del determinante categórico de la territorialidad como sinónimo de identidad. Su narración no se encierra en la etnicidad para definirse, ni pretende mostrarnos caracteres con una identidad fosilizada. En otras palabras la sociedad globalizada, altamente móvil, se dirige hacia un nuevo sentido de pertenencia que va más allá de lo geográfico, hacia una neo nacionalidad que excede las marcas del estado-nación. Esto se refleja en la literatura con autores y temáticas como la que aborda Roberto Bolaño en esta novela. Esta nueva extraterritorialidad, parafraseando a Ignacio Echevarría, es parte del capital cultural que Bolaño acumuló durante su vida, marcada por los movimientos geográficos y la hibridez. Como expresó ya el teórico literario Edward W. Said:

Most people are principally aware of one culture, one setting, one home; exiles are aware of at least two, and this plurality of vision gives rise to an awareness of simultaneous dimensions, an awareness that ―to borrow a phrase from music― is contrapuntal(31).


* * *


Fuentes Citadas

- AUGÉ, Mark (1998): A Sense for the Other. The Timeliness and Relevance of Anthropology. Stanford: Stanford University Press.
- BOLAÑO, Roberto (2004): Entre paréntesis. Ensayos, artículos, discursos (1998- 2003). Barcelona: Anagrama.
- ―― (1998): Los detectives salvajes. Barcelona: Anagrama.
- BOURDIEU, Pierre (1986): The Forms of Capital. En: Richardson, John G. (ed.): Handbook of Theory and Research for the Sociology of Education. New York: Greenwood.
- GARCIÁ CANCLINI, Nestor (2000): "Noticias recientes sobre la hibridación". En: Transcultural Music Review, # 7.
- ―― (1992): Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Buenos Aires: Sudamericana.
- ECHEVARRÍA, Ignacio (2005): "Bolaño Extraterritorial". En: Textos de Trabajo del Congreso Narrativa Hispanoamericana hoy. München: Instituto Cervantes.
- ETTE, Ottmar (1994): "Asymmetrie der Beziehungen. Zehn Thesen zum Dialog der Literaturen Lateinamerikas und Europas". En: Scharlau, Birgit (Hrsg.): Lateinamerika denken: Kulturtheoretische Grenzgänge zwischen Moderne und Postmoderne. Tübingen: Narr, pp. 297-326.
- ESPINOSA, Patricia (2002): "Estudio Preliminar". En: Espinosa, Patricia (ed.): Territorios en Fuga. Estudios críticos sobre la obra de Roberto Bolaño. Santiago de Chile: Frassis, pp. 13-32.
- LÓPEZ de ABIADA, José Manuel (2007): “Literatura y trashumancia en Los detectives salvajes de Roberto Bolaño. Migración, desarraigo y perdición como paradigma”. En: Bodgan, Potrowski (ed.): Miradas axiológicas a la literatura hispanoamericana. Bogotá: Epígrafe.
- RÖSSNER, Michael (2005): "La nueva imagen de la literatura latinoamericana en la vieja Europa. Acerca de su recepción, sobre el trasfondo de los viejos estereotipos de los tiempos de boom". En: Humboldt 142. Berlín: Goethe Institut, pp. 56 -57.
- SAID, Edward W. (1983): The World, the Text, and the Critic. Cambridge: Harvard University Press.

 

* * *

Notas

 

(1) Espinosa 2003: 20.
(2) Rössner 2005: 56-57.
(3) Ott 1994: 322-323.
(4) López de Abiada 2007: 277.
(5) Echevarría 2005: 6 -7.
(6) Véase Cornejo Polar 1996.
(7) Véase Lopez de Abiada 2007.
(8) García Canclini 2000: 9.
(9) Augé 1998: xiii-xiv.
(10) En el sentido propuesto por el sociólogo Pierre Bourdieu 1986: 241-258.
(11) García Canclini 2000: 2. Véase también el texto de Carlos Rincón titulado "Die neuen Kulturtheorien: Vorgeschichten und Bestandsaufnahme”, que se encuentra en el mismo volúmen indicado para Ott 1994 (nota de pie de página # 3 en el presente texto), pp. 31 -35.
(12) García Canclini 1999 y 2000.
(13) Es también en México que el 2 de noviembre, pero de 1936, las acciones centrales de "Bajo el volcán" de Malcolm Lowry, se desarrollan. A esta obra plagada de complejas relaciones destructivas nos refiere Bolaño en el epígrafe de Los detectives salvajes (9): «¿Quiere usted la salvación de México? ¿Quiere que Cristo sea nuestro rey? no». Esta cita procede del doceavo y final capítulo, en cual el personaje central ―el ex cónsul inglés Geoffrey Fermin― es asesinado. Esta obra de Lowry, debemos recordar, tiene su epicentro en México, es semi-autobiográfica y está cargada de complejas y elusivas simbiosis, al igual que Los detectives salvajes. Sobre las celebraciones del Día de Muertos en México véase Día de Muertos (2002). Artes de México no. 62. México, DF.
(14) Las citas provenientes de Los detectives salvajes de Roberto Bolaño (Anagrama, 1998) son presentadas con sólo los números de página entre paréntesis.
(15) Pasa gran parte de su tiempo en casa de las Font y de los hermanos Rodríguez donde siempre es bien acogido. Es común que en casa de los Font ―localizada en la colonia Condesa donde viven personas de la burguesía media-alta― se quede por varios días, y que se le tratase como miembro de la familia. García Madero describe la residencia como "una elegante y bonita casa de dos pisos con jardín y un patio trasero [...] una pileta cubierta de enredaderas [...] y una casita completamente independiente [...] que actualmente comparten las hermanas Font (32-33). Algunas veces visita el departamento de la pintora Catalina O’Hara ―en el acomodado y progresivo barrio de Coyoacán― o las casas de otros real visceralistas: "Esa noche me fui tarde de la casa de los hermanos Rodríguez (comí con ellos, cené con ellos, posiblemente hubiera podido quedarme a dormir con ellos, su generosidad era ilimitada" (76).También a través de los Font gana acceso a fiestas a las que atienden gente del mundo del espectáculo, de los medios de difusión y “algunos poetas famosos, [algunos de ellos extranjeros] y otras celebridades" (72).
(16) El término "naco" es usado despectivamente en México para denominar no sólo a los indígenas sino a las personas de origines humildes, de mal gusto o con poca educación formal.
(17) En cierto punto de la novela García Madero se va a vivir con una mesera llamada Rosario a un cuarto en "una vecindad perdida"(90) que parecía "escapada de una película de los cuarenta" (119-120), localizada en un barrio capitalino muy humilde.
(18) Según otros narradores como Auxilio Lacouture (195) y Perla Avilés (142) Belano llegó al DF en 1968.
(19) Véanse las conversaciones entre Piel Divina y García Madero (69-77); la narración de María Font (69-75) y las de Luis Sebastián Rosado (152-158, 169-173, 276-279, 347- 353 y 363-365).
(20) "[H]abía estado por toda Latinoamérica, al menos en todos los países de la costa del Pacífico" (148). "Había viajado por toda Latinoamérica, había retornado a su país, había sufrido las inclemencias de un golpe de Estado" (166).
(21) Gentilicio coloquial, que podría también ser despectivo, para referirse a los habitantes del Distrito Federal.
(22) Parcial ficcionalización de un personaje real, Verónica representaría la tercera generación de emigrantes a México entre los cuales es común, como pasa con este personaje (325), encontrar traductores de idiomas.
(23) Una vez más, la ficcionalización de un personaje real.
(24) Hay que mencionar que cabe la posibilidad que esta narradora sea la Simone que más tarde aparece en el relato del argentino Jacobo Urenda (529), quien recomienda a éste último ayude a Belano en Angola.
(25) Véase Migración Internacional, Salud y Derechos Humanos. World Health Organization. Serie de publicaciones sobre la salud y derechos humanos No. 4, Ginebra, 2003, así como Lurbe i Puerto, Katia (2006): Las enajenación de los otros. Estudios sobre el tratamiento de la alteridad en la atención a la salud mental en Barcelona y París. Tesis doctoral, Universidad Autónoma de Barcelona /CRESP París.
(26) Véase Acuña, María Cecilia (2003): Exclusión, protección social y derecho a la salud. Ginebra: World Health Organization; Sorense, Nina (2002): Work and Migration: Life and Livelihood in a Globalizing World. New York: Rotledge; Aragón, Raimundo: “Diez años de política de inmigración. Implicaciones de las distintas áreas de gestión: educación, salud, vivienda, empleo y servicio sociales". En: Migraciones, 1996, pp. 45- 60.
(27) Bolaño 2003: 51.
(28) López de Abiada 2007.
(29) Bolaño 2002: 36, 331.
(30) Bolaño 2002: 36.
(31) 31 Said 1983.


* * *


Cita preferida:
Durán-Merk, Alma (2010): Representaciones de la experiencia migratoria en la literatura: Los detectives salvajes de Roberto Bolaño. Augsburg:
OPUS.
© Alma Durán-Merk, 2010

 

 

 

Proyecto Patrimonio— Año 2010 
A Página Principal
| A Archivo Roberto Bolaño | A Archivo de Autores |

www.letras.s5.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez S.
e-mail: osol301@yahoo.es
Representaciones de la experiencia migratoria en la literatura:
Los detectives salvajes de Roberto Bolaño.
Alma Durán-Merk.
Universität Augsburg