Representaciones de la experiencia migratoria en la
literatura:
Los detectives salvajes de Roberto Bolaño.
Alma Durán-Merk
Universität Augsburg
alma.duran@phil.uni-augsburg.de
Resumen: Este trabajo analiza la novela Los detectives salvajes de
Roberto Bolaño (Premio Herralde de Novela y Premio Rómulo Gallegos)
considerando diversos conceptos de la antropología de las migraciones
tales como hibridez, extraterritorialidad, asimilación, redes comunitarias,
transnacionalidad y capital cultural, entre otros. Los pasajes analizados se
desarrollan en las ciudades de México DF, París y Barcelona.
Palabras clave: Migración, transnacionalización, redes comunitarias.
Abstract: This essay examines, from an anthropological perspective, the
way in which Roberto Bolaño in his novel The Savage Detectives presents
the migration experience. Selecting scenes that played out in Mexico DF,
Paris and Barcelona as scenario, the present article analyses phenomenon
such as hybridity, extraterritoriality, assimilation, networks,
transnationality and cultural capital.
Keywords: Migration, transnationalism, networks.
1. Introducción
Los detectives salvajes ha sido interpretada como un texto sobre la
relación entre la poesía y la existencia individual, como una épica
postmoderna, como una novela de aventuras, hasta como una broma. En
estas páginas propongo que puede ser también leída como un texto que
muestra la diversidad de las experiencias migratorias contemporáneas.
Esta variedad de posibles lecturas está relacionada entre otros
factores con la estructura, la multiplicidad de los motivos manejados, los
personajes y sus continuos desplazamientos geográficos. La escritura de
Roberto Bolaño está inserta en la meta ficción que no sólo juega con la
realidad y la ficción a nivel de experiencias caracteres y tiempos, sino que
manipula numerosas veces la perspectiva narrativa cuestionando, como
resultado, la identidad subjetiva unificada(1). Nunca estamos seguros sobre
la exactitud de lo que los personajes narran ni qué los motiva a ello.
Tampoco sabemos quién ha recolectado, ordenado ―¿y quizá editado?―
el texto que nos llega, ni porqué lo ha hecho. Valiéndose de una eficaz
trama estructural Bolaño da la palabra, a través de un diario y entrevistas
recopiladas durante 20 años, a 52 voces narrativas las cuales desde doce
ciudades de ocho países en tres continentes intentan describir su relación
con los desaparecidos poetas real visceralistas Ulises Lima y Arturo
Belano. En ese proceso de hablar del Otro los narradores acaban, en
mayor o menor medida, presentando su Yo: hablan de sus propias
trayectorias de vida que casi siempre tienen como telón de fondo los
viajes, la migración tanto voluntaria como forzada o el exilio.
El no poder etiquetar la obra de Bolaño como la de un chileno, un
mexicano, un latinoamericano o un europeo ha irritado a algunos
estudiosos que aún esperan de los escritores provenientes de
Latinoamérica una clara e ineludible identidad nacional(2), como
acertadamente han mencionado algunos expertos. Entendible, ya que los
escritos de Bolaño exhiben claramente las huellas de lo que algunos
estudiosos han llamado la heterogeneidad o el nomadismo cultural(3). Esto
significa que además de que en sus temas “priman las ausencias y la
trashumancia como metáfora capital de la sociedad neoposmoderna”(4), las
estructuras narrativas de que se vale imponen un constante cambio de
puntos de referencia del Yo. Al leer Los detectives salvajes como una
representación de las construcciones de actores sociales ―en parte
ficcionalizada― que tiene la posibilidad de reflejar el complejo
sociocultural de la época surge la difícil pregunta sobre la perspectiva
desde la cual el autor relata. El crítico literario Ignacio Echevarría ha
ofrecido una de las más interesantes respuestas a esta pregunta.
Retomando el término del escritor extraterritorial propuesto en los años
sesenta por George Steiner ―originalmente definido como aquél
lingüísticamente nómada o multilingüe cuya condición de exiliado sirve
como impulso principal de su obra― Echevarría sugiere que en el caso de
la literatura de Bolaño la extraterritorialidad no se limita sólo al ámbito
idiomático sino que manifiesta un nuevo internacionalismo cultural que,
reflejando la vida moderna, se niega a aceptar el exotismo como condición
de la propia identidad y lleva, por lo tanto, a un exilio intencional del
autor. Así sería, continuando con Echevarría, que en el caso de Los
detectives salvajes ese exilio está marcado por la movilidad narrativa y la
ausencia de localismos propia de "un escritor chileno y mexicano y
español, todo junto y a la vez y nada exactamente"(5). Tendríamos pues en
Bolaño a un escritor extraterritorial que presenta en Los detectives
salvajes historias que en más de un nivel son también transnacionales.
2. Literatura y el encuentro con el Otro
El análisis de la experiencia migratoria a través de textos literarios
ha sido apenas explorado. Antonio Cornejo Polar lo ha abordado,
centrándose en la migración del área rural a las ciudades en el área
andina(6). Por su parte el hispanista José Manuel López de Abiada(7) ha
analizado el tema de la migración, sobre todo en su sentido de desarraigo
y perdición, en Los detectives salvajes dando especial atención a los
caracteres principales del relato. Conectando con el trabajo López de
Abiada me propongo en este ensayo explorar otras formas en que la
movilidad es representada en Los detectives salvajes, prestando especial
atención a las estrategias que tanto individuos como grupos utilizan para
adaptarse a un nuevo entorno y la manera en que esos cambios
geográficos afectan su vida y su identidad. Me aproximo al tema desde el
marco de la antropología de las migraciones cuestionando cómo se auto
identifican los personajes en un espacio físico-social y cómo perciben o
construyen al Otro, indagando además sobre sus vidas cotidianas y los
tipo de vínculos que establecen en esos nuevos puntos de encuentro. Para
responder a estas preguntas tomaré como objeto de análisis citas de
personajes tanto principales como secundarios que revelan cómo éstos se
identifican a sí mismos, se separan de los Otros y se relacionan en, y con,
un espacio geográfico en particular. Los detectives salvajes ofrece
múltiples posibilidades de analizar este tema ya que la mayoría de sus
narradores son gente que se traslada, que viaja o que huye: del campo a
la ciudad, de una esfera social a otra, de una dictadura a cualquier otro
país, o de un país a otro tanto legal como ilegalmente, por un continente o
por varios. Analizaré algunas de las referencias más representativas que
narran interacciones en las ciudades de México DF, París y Barcelona,
escenarios de la heterogeneidad social desde los años setentas en donde
se pueden estudiar tanto condicionantes como efectos de diversas
identidades/alteridades(8). Dadas las limitaciones de espacio de este
ensayo, dejo fuera los pasajes que tienen como escenario las ciudades de
Los Ángeles, San Francisco, Tel ―Aviv, Viena, Luanda y Kilgari.
Para indagar en el proceso de la construcción del Yo y del Otro utilizo el concepto formulado por el antropólogo Marc Augé, quien sugiere
que las relaciones de identidad y alteridad, tanto individuales como
colectivas, se construyen a través de la simbolización de las relaciones con
el Otro, de la auto- y heteroatribución de características tales como clase
social, grupo étnico, preferencias sexuales, nacionalidad, profesión,
etcétera(9). Desde este punto de vista podemos decir que la
identidad/alteridad es una construcción binominal simultánea. Es en base
a estos parámetros que se definirían entonces los límites de la
inclusión/exclusión. Si bien semejante construcción crea una línea
divisoria, también abre espacios para el intercambio al facilitar puntos de
encuentro. Habría también que diferenciar entre sociedades que por sus
características estructurales resultan más rígidas o más porosas, así como
individuos con mayor capacidad y capital cultural(10) que otros para
moverse entre los diversos grupos.
El antropólogo Néstor García Canclini identifica a la migración y los
viajes como algunas de las circunstancias en que se producen procesos
socioculturales de intercambios y una posible hibridación, en la cual "estructuras o prácticas discretas, que existían en forma separada, se
combinan para generar nuevas estructuras, objetos y prácticas"(11). Esta
transformación cultural se manifestaría en estrategias de conversión
económica y simbólica que permiten a los inmigrantes adaptar sus
saberes para trabajar, funcionar y consumir ―con mayor o menor éxito―
en un ambiente diferente al de origen. Esta transformación como veremos
es intentada por varios personajes de Los detectives salvajes. Regresando
a García Canclini éste percibe los procesos de hibridación como incesantes
y variados, observables en la migración del área rural a las metrópolis, en
la movilidad transnacional y en los ascensos/descensos a los diferentes
grupos sociales. Afirma también que estos fenómenos llevan a relativizar
la noción de identidad(12). En tanto algunos ven en los desplazamientos y el
desarrollo de una neo identidad el potencial de deslocalización o
desterritorialización con consecuencias mayoritariamente negativas,
García Canclini y otros estudiosos de la migración creen que no se trata de
la ausencia total de un punto de referencia, sino de una definición que
resulta mucho más realista, flexible y funcional en el mundo moderno.
3. México, D. F.
La novela inicia en la ciudad de México el 2 de noviembre, o sea en
el Día de Muertos, una de las fiestas más simbólicas e híbridas de la
mexicanidad.(13) Según escribe en su diario el coprotagonista de la historia,
el capitalino Juan García Madero, la ciudad "tiene catorce millones de
habitantes" (21)(14). Será a través de esas anotaciones que en la primera
parte de Los detectives salvajes seguiremos los pasos del grupo literario
que se ha autodenominado los real visceralistas en esa ciudad durante los
tres últimos meses de 1975. Los miembros de este colectivo pertenecen a
variadas clases económico-sociales y entre ellos hay tanto locales como
fuereños. La mayoría de estos jóvenes, todos entre 17 y 23 años de edad,
abandonan sus estudios y se entregan a lo que en su definición es el vivir
la poesía: van a algunos de los "cientos de talleres abiertos como flores en
el DF" (31), acuden a lecturas de otros poetas, incluyendo las de Octavio
Paz a quien consideran su “gran enemigo”(14, 86), y hacen recorridos por
las librerías del centro de la ciudad de México donde si bien algunos
compran libros (30) otros los robaran(103). Por la noche y hasta la
madrugada tanto pobres como ricos charlan en algún café barato y
cochambroso del centro de la ciudad, como el Encrucijada Veracruzana, “atroz huronea o cuchitril donde se reunía a veces un grupo heterogéneo
de jóvenes y no tan jóvenes promesas literarias” (194), pero en el que,
según el propio Madero reina un “bullicio tristón” (87) y donde ya tarde la
clientela es "miserable y patibularia" (23).
El asociarse con este grupo pondrá a García Madero, un chico de la
clase media-media mexicana, por primera vez en contacto con grupos y
mundos antes ignorados. Esto lo llevará a iniciar un proceso de auto y
heteroatribución de características encaminadas a definir su Yo y a los Otros, a reconsiderar su identidad. Parte importante de sus interacciones
se desarrollan en las casas de los nuevos amigos, que si bien en general
son presentadas por el narrador como lugares generosos(15), crean algo de
inseguridad cuando se trata de la familia y amigos de María Font, la joven
que le gusta, y que pertenece a “los meros de la casta divina" (72). Juan
empieza a ponerse nervioso cuando llegar a casa de los Font: “Pensé que
el papá de María me iba a correr a patadas, que yo no iba a saber
tratarlo” (52); al interactuar duda “[e]sta vez me cuidé de no expresar
cualquier juicio de valor […] y me dediqué primero a observar” (38) y
titubea “[a]sí que traté de no exteriorizar mis sentimientos […] y seguí
mirando " (58). Esto se debe en parte a que sospecha ser percibido como
parte de los Otros desde el punto de vista de Quim Font, el padre de
María, quien al hablar de su hija dice que
Ella tiene unas amistades que para que te cuento […] En parte no me
molesta. Uno tiene que conocer gente de todas las clases, a veces en
necesario empaparse de realidad, pero que se empape, no que se exponga (53, énfasis en original).
Cree también leer entre líneas este tipo de rechazo cuando el
hermano de María le llama “naco” y escribe que “Los nacos, hasta donde
[él sabe], son los indios urbanos, los indios citadinos” (37)(16). Algo
parecido pasa cuando alguien se refiere a él como un “muchacho pobre”,
ya que en su auto imagen él “no [es] precisamente un ejemplar de «muchacho pobre»" (113). En el otro extremo, García Madero también
percibe el México de las clases bajas, de quienes rentan un cuarto en la
azotea de algún edificio, como es el caso del cofundador de los real
visceralistas Ulises Lima ―quien vive en una habitación "de tres metros de
largo por dos y medio de ancho [en la que] los libros se acumulan por
todas partes" (29)― y de otros miembros del grupo como los hermanos
Rodríguez quienes totalizando cuatro personas en la familia “vivían en dos
cuartos de azotea” (69), o bien el casi vacío cuarto de Piel Divina, vecino
de azotea de los Rodríguez.(17)
García Madero describe su ciudad desde el presente y con viveza:
México como entidad vibrante, desigual y extrema que invita a ser
explorada, tan grande que se necesita toda la noche para atravesarla a
pie de extremo a extremo y que invita en cualquier sitio a pensar o a
conversar sobre la poesía hasta el amanecer (29, 104). Las calles son el
terreno en que se juega, se come y se vive, en el que García Madero se
encuentra con amigos en las calles e interactúa, donde él se apropia de
las bancas y de los parques; donde piensa, lee, experimenta su soledad,
se divierte, escribe, llora y se angustia (110, 123, 114). Vemos así el
reflejo de una ciudad ya organizada como espacio público, con una oferta
cultural y cuyo tamaño en parte se debe a la gran cantidad de inmigrantes
que ha atraído. En esta megalópolis García Madero entra en contacto con
muchos emigrantes. Algunos de ellos vienen de otros estados de la
República Mexicana ―como la mesera Rosario, de Veracruz; Piel Divina,
de Oaxaca; o el mismo Ulises Lima, de Michoacán― y tienen en común el
encontrarse en una posición económica muy humilde. También conoce a
españoles relativamente integrados a la vida mexicana como el arquitecto
Quim Font, hijo de un catalán (77), o como el probablemente exiliado
Crispín Zamora, dueño de la librería La Batalla del Ebro (113). Pero
también hay norteamericanos, como Bárbara Patterson, y sudamericanos,
como los chilenos Arturo Belano y Felipe Müller quienes “[…] aparecieron
en el DF después del golpe de Pinochet” (30)(18). Si bien García Madero
reconoce a los Otros como no originarios del Distrito Federal, éste no
manifiesta una diferenciación antagónica sino es más bien algo de
curiosidad. Sobre la nacionalidad de Belano, por ejemplo, se muestra el
joven narrador más bien intrigado "¿es chileno? [...] le había notado un
acento un poco distinto, pero me pareció que tal vez fuera, no sé,
tamaulipeco o yucateco" (56); sin embargo, no todos los real visceralistas
parecen reaccionar de la misma manera ante el Otro lo cual desconcierta
a García Madero: “alguien volvió a sacar el tema de la nacionalidad de
Belano […] y todos se pusieron a hablar de él, quiero decir, a hablar mal
de él” (60).
Ahora quisiera acercarme al personaje apodado Piel Divina, que
representaría la experiencia migratoria rural hacia el Distrito Federal más
como hostilidad y dislocación que como triunfo. Es un emigrante indígena
cuyos padre y madre “nacieron en Oaxaca, y según dice el mismo Piel
Divina, murieron de hambre" (78). Había llegado a la capital “a los
dieciocho años, sin dinero, sin ropa, sin amigos a quienes acudir y lo había
pasado muy mal […] intentó escribir crónicas que nadie quiso publicarle” y
tuvo “infinidad de trabajos pero ninguno permanente” (351). No lograba
encontrar una posición nueva en esa sociedad. "No tenía dinero, ni
trabajo, ni familia. Vivía de (sus) conejeos" (168). Pasa hambres en la
ciudad, se siente marginalizado, tiene sueños de qué hacer en un futuro,
pero no sabe cómo proceder. Sus relaciones con los real visceralistas no
son del tampoco satisfactorias (168). El resto de sus tratos son de
carácter sexual y en ellos es percibido, tanto por hombres y mujeres,
como un objeto exótico del que ni siquiera se conoce el nombre real(19). Piel
Divina muere en una balacera en una zona humilde de la ciudad de México
y termina sepultado en una fosa común, ya que nadie quiere hacerse
cargo de su cuerpo (363-365).
En contraste con la experiencia de segregación y miseria de Piel
Divina están las historias del poeta argentino Fabio Ernesto Logiacomo,
del novelista ecuatoriano Vargas Pardo y de la poetisa uruguaya Auxilio
Lacouture. El primero se encontraba “vegetando en Panamá” cuando
obtuvo la oportunidad de irse a México y aunque recién a su llegada en
1975 se encontraba “mas bien solo y perdido” un año más tarde ya
trabaja en la redacción de una revista y aparenta estarse integrando (149
-150). Vargas Prado está casado con una mexicana, trabaja como
corrector en una editorial y parece gozar de buenas relaciones, ya que
será él quien envíe una carta al también escritor Juan Marsé en Barcelona,
pidiéndole que ayude a la madre de Arturo Belano (205-210, 300-301).
Por su parte, Lacouture se identifica como "la madre de la poesía
mexicana" ciudadana del Uruguay, latinoamericana, poeta y viajera que
ama a México, quien llegó al DF un día "sin saber muy bien el porqué, ni a
qué, ni cómo, ni cuando" (190). Narra su contacto en la capital con León
Felipe y Pedro Garfias, los "españoles universales" exiliados en México, y
con los más prometedores poetas mexicanos. Pasa a describir sus
condiciones de vida que están marcadas por el subempleo y la
irregularidad migratoria:
Trataba de hacer trabajos. Porque vivir en el DF es fácil, como todo el
mundo cree saber o se imagina, pero es fácil sólo si tienes algo de dinero o
una beca o un trabajo y yo no tenía nada (191).
Sin embargo, gracias a su capital cultural Auxilio podía realizar
algunos trabajos en la Universidad de México aunque nunca bien pagados
ni por mucho tiempo. Pero ese era sólo un aspecto de su vida en el
Distrito Federal, ya que como contrapunto
Por las noches hacía una vida bohemia, con mis amigas y amigos, que me
resultaba altamente gratificante [...] me expandía [...] bebía y discutía y
participaba en tertulias [...] aconsejaba a los poetas [...] vivía, en una
palabra, con mi tiempo, con el tiempo que yo había escogido, y con el
tiempo que me circundaba (192).
Así es posible interpretar que la experiencia migratoria para Auxilio
no está asociada con la humillación o la marginalización, a pesar de no
tener un permiso de residencia legal en el país.
Como he comentado antes tanto Ulises Lima como Arturo Belano
eran también inmigrantes en el Distrito Federal. Ulises Lima, cuyo nombre
verdadero sería Alfredo Martínez, venía del por los capitalinos hasta
nuestros días despectivamente llamado “interior” de la República
Mexicana. Huérfano de padre y sin dinero (31), supuesto vendedor de
drogas, es descrito en varias narraciones como un tipo fuerte, moreno,
con características indígenas. A su regreso de Europa continúa llevando
una vida marginal en el DF (366).
Arturo Belano es sin duda el personaje de mayor movilidad y quien
más cambios experimenta.(20) Era miembro de
[u]na familia de chilenos viajeros que había emigrado a México en 1968
[...] en 1973 decidió volver a su patria a hacer la revolución […] cuando
Arturo regresó, ya era otro [...] como si él fuera Dante y acabara de volver
del Infierno [...] como si fuera el mismísimo Virgilio [...] comenzó a fumar
marihuana, a salir con otros muchachos [....] hablaban en gíglico. Y un día
me dijeron: Arturito Belano se marchó de México […] a Australia, a
Europa, al Canadá, a un lugar de ésos (195-196).
Arturo Belano se autodenomina diciendo que no es mexicano sino “chileno, con algo de tristeza, es cierto, pero con bastante determinación”
(227), no cuenta con un permiso de residencia en México por lo cual
podría ser deportado a Chile, ante lo que Belano dice que mejor sería que
le pegasen un tiro (591). Una vez en Europa, declara “que no podía
entrar, que México no le daba el visado de entrada” (407). Belano es no
sólo un exiliado sino también un transmigrante para el que no existía la
posibilidad de un regreso a su sociedad de origen ni a aquella en la que se
formó.
En los discursos incluidos en Los detectives salvajes resulta
importante reconocer la asombrosa capacidad de observación que
demuestra Roberto Bolaño al reflejar muy diversos registros lingüísticos.
Con igual maestría hace hablar al argentino Fabio Ernesto Logiacomo ―quien utiliza palabras como cachivache, fulero o pibe (149-152), que al
peruano Vargas Pardo con su "[á]ndele, una firmita, una pluma fuente
para el poeta, pues" (210). En cuanto a los diferentes registros dentro del
español que se habla en México, Bolaño incluye también un amplio
espectro desde el típico chilango(21) de Hugo Montero ―con términos como
cuatachos, enchufado, chupando, pinches o chingados (331-341)―
pasando por el lenguaje callejero y juvenil del ya anciano Amadeo
Salvatierra “tal vez dijo nicho, Amadeo, o tal vez nel o nelson o nelazo, o
tal vez dijo ni madre o niguas o ni maíz paloma, o tal vez solo dijo nones”
(553); dejando que la prostituta adolescente Lupe utilice vocablos como
mana, zafados y neta; y ofreciendo el bien logrado contraste del lenguaje
híbrido, entre oficializado y poético, de Verónica Volkow,(22) la bisnieta
mexicana de León Trotzki:
Se equivocó el señor José Colinas al afirmar que nunca más volvería a ver
a los ciudadanos chilenos Arturo Belano y Felipe Müller, y al ciudadano
mexicano, mi compatriota Ulises Lima. Si los incidentes por él relatados,
con no demasiado apego a la verdad, ocurrieron [...] una noche
aparentemente clara, incluso brillante, en la cual año tras año nos
movemos con lentitud, con extremo cuidado, los mexicanos y los más bien
perplejos visitantes extranjeros y que personalmente encuentro
estimulante pero decididamente triste (326).
Bolaño no sólo acierta en la diferenciación de disímiles registros sino
también en las hibridación del lenguaje de algunos miembros de la
segunda generación o extranjeros, como el español que utiliza el hijo de
catalanes Quim Font ―que es más bien mexicano con uno que otro toque
catalán― o el español de la norteamericana Bárbara Patterson, que se
aproxima al hablado en los barrios bajos de la ciudad de México.
Si bien el inicio de Los detectives salvajes muestra un cierto
cosmopolitismo y apertura en la ciudad de México en los años setentas
esta imagen se continuará resquebrajando ―en términos de una supuesta
asimilación e igualdad de participación para todos los grupos sociales― en
el segundo capítulo de Los detectives salvajes, donde otros personajes
que vivieron en el Distrito Federal hacia 1975 narran sus vivencias, pero
desde un espacio o con un tono distinto. Aquí es posible agrupar los
discursos en cuatro líneas:
- Con un tono amable pero un tanto distante, como por ejemplo la
narraci ón de la francesa Simone Darrieux (224-228), quien desde
París recuerda su estancia en México y a los mexicanos.
- Personajes que muestran franca irritación, como la norteamericana
Bárbara Patterson. Estudiante en el Distrito Federal en 1975 se topa
con los real visceralistas quienes le gustaron porque "parecían
beats" y con ellos tenía "la diversión asegurada" (179). Empieza una
relación con el poeta Rafael Barrios, abandona la escritura de su
tesis sobre Juan Rulfo (178) y a pesar de tornarse cada vez más
agresiva contra todo y todos, se lleva a Rafael con ella a San Diego,
California, donde continuarán su problemática vida en común a lo
menos por un tiempo, ya que Rafael acabará "perdido en los
Estados Unidos" (322-324, 346-347). La relación de Bárbara con el
Otro es de atracción-odio.
- Algunos caracteres expresan una percepción cambiante de México
condicionada por la temporalidad. Por ejemplo la mexicana Edith
Oster recuerda su experiencia en el DF de los años setenta como un
espacio polémico de extravío, cuando sus "[...] nervios empezaban
a salirse de madre. Tenía entonces dos vidas, o una vida que
parecía dos" (402), insatisfacción que sus cambios de residencia a
Italia, Londres, Tel-Aviv, un fracaso regreso a México, Barcelona y
los Estados Unidos no lograron mejorar. No es sino hasta el final de
los años ochentas que se da cuenta ―sin nostalgia, sino
simplemente como un hecho― de que quiere regresar
permanentemente a México, en donde su "vida laboral se terminó
de asentar" al conseguir un trabajo en una editorial (423). Tenemos,
pues un caso de regreso al país de origen y reintegración.
- Pero lo que podía crear la impresión de que la mega ciudad puede ―a pesar de los grandes contrastes― permitir el acercamiento y la
asimilación de diversos grupos se ve cuestionado cuando
consideramos la cuarta línea de discursos de los que tomo como
muestra a Luis Sebastián Rosado, Alfonso Pérez Camarga y Verónica
Volkow. Estos caracteres, personajes reales ficcionalizados en mayor
o menor grado, pertenecen a la clase media-alta y alta mexicana y
en sus narrativas enfatizan la estratificación social como separación
infranqueable ―entendida como poder económico, educación
universitaria y la pertenencia a una familia de abolengo. La
separación del Otro es antagónica y en su construcción del
Nosotros/Ellos convierten a los Otros en seres ajenos, extraños, que
es posible utilizar pero nunca considerar como iguales, sobre los que
por ejemplo se refieren como “especímenes humanos” (154). En el
caso del catedrático de literatura Luis Sebastián Rosado, éste
sostiene durante varios años una relación sexual con Piel Divina, a
quien llama "noble bruto" (278). Se avergüenza de él y lo que
representa "[...] los peores [...] más atrabiliarios, los menos
educados, los más desesperados" (171). Lo esconde de su familia y
amigos, o sea de aquellos que como él pertenecen a las clases
dominantes (278-279, 351). Por su parte, el crítico de arte Alfonso
Pérez Camarga acepta haber estado en contacto con los real
visceralistas pero no los ve como poetas ni como revolucionarios
sino como "vendedores de droga [que nos surtían] para consumir en
nuestras fiestas o en petit comité. ¿Quiénes éramos nosotros?
Pintores [...] arquitectos”. Discrimina a los Otros al tiempo mismo
tiempo que etnocéntricamente presenta a su grupo de pertenencia
como democrático y superior: “La culpa era generalmente nuestra.
Les dábamos confianza y ya se sabe, hay personas que más vale
tenerlas a cierta distancia" (328-329). Verónica Volkow construye su
alteridad en tono parecido al narrar su reacción ante el comentario
de uno de los real visceralistas, a quien describe con aspecto de
mendigo, achaparrado y moreno: "[...] dijo algo acerca de una
revista que sacaba un amigo en común ¿un amigo en común?, ¡que
horror!" (327).
En base a los ejemplos presentados es posible interpretar que las
interacciones en la ciudad de México recreadas en Los detectives salvajes si bien muestran narradores oriundos e inmigrantes que en su mayoría se
identifican con la ciudad, la hacen suya y la viven, esto no necesariamente
conlleva al establecimiento de vínculos sociales con igualdad de
posibilidades para todos. La experiencia de la migración es presentada con
rostros variados: si bien en algunos casos como triunfo, descubrimiento, o
completa participación, en otros se vive como marginalización. Los
procesos de hibridación y de reconversión cultural son observables a
través de las experiencias y sobre todo el habla de varios personajes. Las
formas del Otro como categoría social diferenciada se aplican más como
rechazo ante la población indígena y los inmigrantes de otras ciudades
mexicanas que contra quienes proceden de otros países. Estos últimos
parecen tener más acceso que los primeros a la repartición de los recursos
materiales y simbólicos en la sociedad de acogida.
4. París
En este apartado abordaré bajo la perspectiva de la experiencia
migratoria algunos pasajes de Los detectives salvajes que narran la
estadía de Ulises Lima en 1976 en París. Cabe aclarar que son
considerablemente menos que los relacionados con México.
En los años setentas París ha recibido ya a miles de inmigrantes
tanto legales como ilegales del continente americano quienes huyendo de
guerras y crisis económicas se instalan de forma precaria en las zonas
humildes. En Los detectives salvajes París es nombrada mas no descrita.
Sólo se mencionan lugares o rutas, como el que Simone y Ulises siempre
terminaban en el bar de la Rue de Lune, o el camino para llegar a ciertos
sitios como en los relatos de Hipólito Garcés y de Michel Bulteau. Las
descripciones más claras, sin embargo, son las de las viviendas de los
inmigrantes que son presentadas como sucias, obscuras y malolientes
(231). Interpreto esto como la imagen de la ciudad como el no-lugar, sitio
inhóspito con el que no hay una relación. La vivienda como tumba.
En ese París en el otoño de 1976 se ubica la bien lograda y triste
narración que Bolaño atañe al poeta francés Michel Bulteau(23) de su
(des)encuentro con Ulises Lima, a quien nunca ha visto en su vida, pero
con quien acepta espontáneamente reunirse en una fantasmal estación
del metro pasada la media noche sólo porque éste le dice que es
mexicano. Bulteau acude a la cita inmerso en los recuerdos de un músico
del grupo de rock llamado Los Question Mark, “al que le llamaban la
calavera mexicana", y a quien sólo vio de lejos años atrás en Nueva York
(237-238). El poeta francés buscaba a un tipo “flaco como un palo de
escoba [que debería] de ser mexicano o debía decirle al mundo que era
mexicano o debía de haber viajado a México en algún momento de su
vida”, acepción nebulosa de lo que podría constituir una nacionalidad.
Bulteau encontró a un hombre con “pelo largo y ojos negros cuyos rasgos
tal vez pudieran corresponder a los de un mexicano [se dio cuenta de que
su ignorancia] era abismal” (239). Los dos poetas caminan por la noche
de París e intentan hablar sin poder entenderse: Lima quizá impedido por
su desesperación, su pobre inglés y aún peor francés; Bulteau por sus pre
concepciones y estereotipos, los cuales no le permiten casi nada fuera de
seguir presentando la absurda pero simbólica pregunta sobre si Ulises
había oído alguna vez a Los Question Mark (238, 240).
Ulises también se pone en contacto en París con Simone Darrieux
quien había sido amante de Arturo Belano en México (224-226). Ya de
regreso en su país Simone trabaja como antropóloga en un puesto “un
tanto burocrático” en la Universidad de París-Norte. A pesar de sólo haber
visto a Ulises una vez en México lo recibe bien y se alegra de poder “practicar otra vez [su] español un poco enmohecido"(227). Si bien
Simone lo ayuda lo ve algunas veces, ésta no tematiza los problemas que
enfrenta Ulises. Daré dos ejemplos. Es por uno de los relatos del chileno
Felipe Müller que sabemos que Ulises enfermó de sarna en París (240), lo
cual Simone nunca pareció notar a pesar de que Ulises, por no tener
ducha en su habitación, se bañaba en casa de ésta una vez a la semana y
hasta utilizaba su jabón y champú (236). Como segundo punto es posible
mencionar que “una vez, sólo una, [fue] a buscarlo a su casa. Nunca
había visto una chambre de bonne peor que aquella”, por lo cual a partir
de ahí solo se vieron en bares o en la calle. La habitación era un sitio “obscuro y sórdido” en la que “no había armario ni closet”, y cuando
Simone supo cuánto pagaba Ulises de alquiler se dio “cuenta de que lo
estaban estafando a conciencia” (227). Según ella, Ulises hablaba
pobremente el francés, leía poesía pero no escribía. Nunca “consiguió algo
que remotamente pudiera asemejarse a un trabajo”, pero era siempre él
quien pagaba por los dos cuando salían, hasta que se quedó sin ingresos
(234). Simone sabe la forma en que se marginaliza a algunos extranjeros
y percibe el que Ulises tiene problemas para integrarse pero prefiere no
hablar de ello y mirar en otra dirección.(24) Simone dice también que Ulises “[t]enía unos amigos peruanos que a veces le daban trabajo [...] que de
poetas seguramente sólo tenían el nombre, vivir en París, es sabido,
desgasta, diluye las todas las vocaciones que no sean de hierro, encanalla,
empuja al olvido. Al menos eso le suele suceder a muchos
latinoamericanos que yo conozco” (234-235).
Entre los sudamericanos que Simone dice se relacionaban con Ulises
se encuentran los poetas peruanos Hipólito Garcés y Roberto Rosas y la
argentina Sofía Pellegrini. Todos ellos tratan de desarrollar estrategias
para adaptarse a la vida en la sociedad de acogida y al mismo tiempo
mantener su identidad. Se autodefinen como revolucionarios “que habían
conocido las cárceles de Latinoamérica” (233), como un grupo de poetas
que viven en "una buhardilla con doce cuartos, ocho de ellos ocupados por
latinoamericanos: un chileno, dos argentinos y el resto peruanos" (231).
Sus interacciones reales parecen estar limitadas a un círculo de
compatriotas, dicen hasta tener una misma sonrisa que denominan como
de "músicos folclóricos o abogados" (232). Trabajan juntos limpiando
oficinas ―o sea en el sector informal primario, mal pagado y sin ninguna
estabilidad, reconocimiento, ni posibilidades de avance― y a veces se van
a hacer la vendimia al Rosellón. Entre las dos actividades apenas sacan
para mal vivir. Su única diversión es ir de vez en cuando a algún cineclub.
Son calificados por Simone Dierreux como "unos seres lamentables"
(235). Tratan de aparentar alegría, pero sus problemas de adaptación
salen a flote de forma dolorosa. Sofía dice encontrarse "[...] muy mal [...]
deprimida" (236). Por su parte Hipólito Garcés, un personaje estafador y
parlanchín, en medio de una crisis le grita a Ulises:
[...] me siento mal, pata, mi vida es un desastre, no sé que me pasa, yo
intento hacer las cosas bien pero todo me sale mal, tendría que volver al
Perú, esta ciudad de mierda me está matando, ya no soy el que era (231).
Es Roberto Rosas quien con más detalle narra las veces que ha
aproximado a diversos intelectuales franceses intentando, en vano,
conseguir que publiquen sus poemas (233). Decide probar suerte
traduciendo al español Sang de satin de Michel Bulteau, pero al fracasar
siente que de golpe se le
[...] vino encima todo el horror de París, todo el horror de la lengua
francesa, de la poesía joven, de nuestra condición de metecos, de nuestra
triste e irremediable condición de sudamericanos perdidos en Europa,
perdidos en el mundo [y supe que podría terminar] asesinando a Bulteau y
luego huyendo de París (234).
En estos pasajes se refleja una segregación estructural que el país
receptor ejerce sobre los inmigrantes, la cual conlleva desventajas
sociales, profesionales y económicas para los extranjeros. El idioma
francés aparece como gran barrera insalvable. En las experiencias de
estos latinoamericanos en París se pueden ver algunas de las
consecuencias de situaciones de total extrañamiento, o sea marginación.
Al ser expulsados hacia los márgenes del escenario social, político y
económico en el que se decide la repartición de poder y recursos, los
inmigrantes no deseados muestran una mayor incidencia de
enfermedades mentales y físicas (25).
5. Barcelona
La estancia de los chilenos Andrés Ramírez y Felipe Müller, la mexicana
Edith Oster, y la de Arturo Belano y la madre de éste en España forman el
grupo de inmigrantes extranjeros que analizaré ahora, además de Xosé
Lendorio, un gallego radicado en Barcelona quien representa un caso de
inmigración interna. La mayor parte de las historias se ubican en la
segunda mitad de los años setentas. Estamos entonces en el tiempo de la
apertura cuando España en vez de ser un país productor de emigrantes
empezó a transformarse en un país receptor. Tanto Madrid como
Barcelona empiezan a recibir miles de personas de otras localidades más
pequeñas y de latinoamericanos, muchos de esto últimos en calidad de
exilados.
El clima social que imperaba en Barcelona es descrito como de
tolerancia "que era una virtud en la que casi todo el mundo se esmeraba"
(390). Algunos de los relatos tiene como escenarios calles llenas de vida,
otros evocan eventos sucedidos en caletas, a la orilla del mar, en cines
exteriores, bares o plazas. En estos espacios parecen convivir o coexistir
tanto emigrantes ricos (408) como pobres, que a veces no tenían ni con
que “pagar las llamadas internacionales que solían hacer” y manipulaban
teléfonos que “eran fácilmente distinguibles por las colas que, sobre todo
en las noches, se formaban alrededor de ellos [...] En esas colas se
juntaba lo mejor y lo peor de Latinoamérica" (412). Así es la Barcelona
descrita en Los detectives salvajes: una ciudad bella, generosa, variada,
llena de vida y energía, que respeta la privacidad y es tolerante, donde la
gente de diferentes grupos se mueve e interactúa ―para bien o para
mal― con facilidad. Ahora pasaré a los personajes.
Andrés Ramírez, dueño del bar El Cuerno de Oro, narra en 1988 a
su entonces empleado Arturo Belano sus primeras impresiones de la
capital catalana. Este desembarcó en Barcelona en 1975, a donde llegó
como en polizón en un barco carguero con no más de lo que traía puesto y
10 dólares escondidos en los calcetines:
[...] yo no olvidaré nunca Las Ramblas de Barcelona y sus calles aledañas
que se abrieron para mí aquella noche como los brazos de una mina que
uno nunca ha visto y que sin embargo reconoce como la mina de su vida
(385).
Afirma que a las tres horas de haber llegado ya había encontrado
trabajo como lavaplatos y que si bien vivió en pensiones, ahí encontró
siempre gente amable y simpática entre quienes de sintió a gusto. Las
calles de Barcelona son para Ramírez un espacio mágico no sólo porque al
pasear por ellas "se le aparecen los números" (387) ―con los que gana
las quinielas que lo harán millonario y le permitirán comprar varios bares,
pisos y otros negocios, además de emigrar a su madre y su hermana―
sino porque la ciudad tiene "calles cuyo secreto está en ser deslumbrantes
y al mismo tiempo acogedoras, diríase familiares" (390). Ramírez dice
sentirse completamente feliz y adaptado a la vida en su nuevo país.
Trabaja mucho y no apuesta más ya que quiere hacer algo positivo con su
vida. Se ha casado y ha tenido dos hijos, a los que ha llamado Jordi y
Montserrat, además de haber adquirido la ciudadanía española; ya puede
viajar y vivir bien (392-393). Sin embargo, el apodado Súper Ratón no se
olvida de su principios y vuelve de cuando en cuando “a las calles del
Distrito 5.o, donde la gente se enfermaba y moría [tratando de explicarse]
el milagro del que había sido arte y parte” (392). Por ello mismo trata de
ayudar a otros compatriotas orientándolos, dándoles trabajo o hasta algo
de dinero (394). El discurso de Andrés Ramírez se perfila claramente
como una versión del mito "de pobre a millonario" en un país receptor
generoso, mito que España personifica en el imaginario de un buen
número de latinoamericano desde hace años, dadas las restricciones
migratorias y la discriminación existente en los Estados Unidos. Además
vemos en esta narración una imagen de la adaptación del migrante a la
sociedad de acogida y una representación de las funciones de soporte que
las comunidades transnacionales cumplen al intentar orientar y ayudar a
integrar a otros compatriotas en su nuevo país.
En cuanto al chileno Felipe Müller éste es entrevistado tres veces en
Barcelona, siempre en bares o en lugares exteriores. En México perteneció
también a los real visceralistas y recién llegado a España se instaló en
casa de su hermano en un barrio que describe como "un hervidero de
chilenos" (220), lo cual nos hace pensar en el rol de las cadenas
migratorias. Su papel como parte de una red transnacional es aún más
evidente cuando consideramos el papel que jugaba como comunicador
entre Belano y la madre de éste, que alrededor de 1975 llegó a Barcelona
(221) y los esfuerzos que Müller hace por ayudarla en cuestiones de
salud, con dinero o hasta a conseguir un trabajo (221-222). Felipe trabaja
ahora como corrector para algunas editoriales (243), tiene novia, viaja y
se reúne con cierta frecuencia con Arturo Belano. Juntos publican una
revista en Barcelona, comparten libros, historias, bromas y planes. Hasta
se separan del real visceralismo
No abjurábamos de nada, no echábamos pestes sobre nuestros compañeros
mexicanos, simplemente decíamos que nosotros ya no formábamos parte del
grupo. En realidad estábamos muy ocupados en sobrevivir (244).
Edith Oster, miembro de la clase alta mexicana, vivió en Barcelona
en dos ocasiones. La primera con su prometido el pintor mexicano
Abraham Mazur en 1976, quien “tenía una beca o algo parecido,
probablemente sus padres decidieron que no le vendría mal una
temporada en Europa y lo subvencionaron” (402). Esta estancia parecía
más bien tener el carácter de privilegiadas vacaciones en la que vivió en el
departamento de lujo de una “conocida galerista catalanomexicana”
(404). La segunda vez, en 1979, Edith vivió con Belano de quien para
entonces era novia. Las condiciones muy duras ya que ella no estaba
acostumbrada a “vivir de una manera tan precaria” (402). Tuvo que
buscar trabajo y terminó “dando clases particulares de hebreo” lo cual
considera un tanto denigrante. Además le molestaba que “los amigos [la
mayoría chilenos y algunos mexicanos] de Arturo solían aparecer por allí
cada día, sin avisar” (409-410). Su salud físico-mental se deteriora
rápidamente, por lo cual regresa a México. Tenemos, pues, la imagen de
una migración a España fallida.
La madre de Belano había estado desde su llegada a Barcelona muy
enferma y deprimida hasta que pudo conseguir una beca de estudios
gracias a una cadena trasnacional de contactos en la que podemos
identificar a Belano y Vargas Pardo en México, y a Felipe Müller y Juan
Marsé en Barcelona. Poco tiempo después empieza de nuevo a trabajar y
tanto su salud como su vida mejoran notable y rápidamente (220-223).
Unos meses más tarde ella vivía con su novio "un hombre unos 20 años
más joven que ella" en un piso enorme en la Gran Vía (252). La
enfermedad presentada al principio de este pasaje refleja la situación de
muchos migrantes, en especial mujeres, que no pueden ―o a quienes no
se les permite― insertarse en la vida productiva de la sociedad receptora,
lo cual en muchos casos desencadena enfermedades. Como múltiples
estudios recientes confirman, muchas de estas condiciones son superadas
cuando se logra la integración laboral, y por consiguiente económica y
social, de los inmigrantes(26).
En cuanto a la vida de Belano en Barcelona éste se aloja a su
llegada en casa de su madre y el novio de ésta (220), consigue algunos
trabajos temporales, como el de lavaplatos y después como velador en
diferentes campings (243). Ya para cuando renta una habitación en casa
de una físico–culturista catalana en Malgrat, Belano se presenta como
escritor. Es por cierto la narración de esta mujer catalana, María Teresa
Solsona Ribot, de gran interés: “a mi los sudamericanos me producen un
poco de desconfianza” (511) dice, pero elige a Belano como compañero de
casa y hasta describe que al paso de pocos días “quería ser su amiga”
(513, énfasis en original). Entre los dos se establece una cierta confianza
y así nos enteramos de que la ex esposa de Belano le había abandonado y
tenía la custodia de su único hijo; de que está muy enfermo, ya casi no le
quedaba ningún amigo y tenía una relación tormentosa con una andaluza
(516-517). Si bien Belano continúa escribiendo, no está claro si lo que
escribe tiene algún sentido. Estaba muy deprimido cuando decidió
abandonar España, “parecía que estaba a punto de derrumbarse” (522-
523). De ahí Belano se dirigiría a África, donde su pista se pierde.
Xosé Lendorio es gallego, al igual que los padres de Belano, pero
vive desde hace muchos años en Barcelona donde ejerce como abogado.
A pesar de estar bien establecido anhela conseguir "[...] alguna distinción
oficial que la Generalitat por [su] condición de emigrante gallego siempre
[le] había mezquineado [¡] (445)”. Bolaño ha elegido para Xosé una forma
de narrar muy peculiar que lo separa de otros personajes, intercalando en
su narración por igual largas frases en latín que citas de filósofos
Doctor en leyes y criminalista como era no debía descansar hasta
encontrar el camino justo, el ius est ars boni et aequi, el libertas est
potestas faciendi id quod facere iure licet, la raíz de la aparición. Fue un
verano iniciático. Me repetía a mi mismo: nescit voy missa reverti, la
palabra, una vez lanzada, no puede retirarse, del dulce Horacio (428).
Al viajar Xosé realiza “experimentos” en los que observa y califica a
los Otros ya como "gente de mal vivir, gitanos, rapsodas y juerguistas”
(429) o bien como rudos, supersticiosos e incultos Se considera poeta ya
que tiene el capital para publicar sus propios libros (428) y los trabajos de
otros poetas a los que paga con el dinero de los “financieros deshonestos,
los banqueros desfalcadores, los narcotraficantes, los asesinos de mujeres
y niños, los que lavan dinero, los políticos corruptos” (440). Al narrar su
encuentro con Belano ―a quien percibe como chileno descendiente de
gallegos― aplica no menos condescendencia. Belano, además de haberse
involucrado con la hija mayor de Xosé, es uno de los pocos que se opone
a seguirle el juego y adularlo sin condiciones. Por esas dos razones Xosé
lo odia y le va cerrando una a una las puertas, de lo que se alegra al ver
que Belano "[...] se hundió en el mundo donde todo olía, donde todo olía
a mierda y a orines y a podredumbre y a miseria y a enfermedad" (441).
Años más tarde Xosé busca a Belano sin ningún éxito: "La década de los
ochentas, que tan nefasta había sido para su continente, parecía
habérselo tragado sin dejar rastro" (445). Las actitudes de Xosé para con
el Otro ―definido en este caso como aquél de otra región, otra clase social
o con otra educación o intereses― muestra un etnocentrismo que
imposibilita todo acercamiento, comunicación o valoración objetiva del
Otro. Aunque en un principio Xosé creyó encontrar alguna afinidad o
posible simpatía por Belano en base a los orígenes gallegos de ambos ésta
se disipó rápidamente.
Sobre las narraciones y las experiencias de los sujetos migrantes en
Barcelona presentadas hasta este punto es posible decir que el contenido
sugiere una experiencia de la migración para los latinoamericanos mucho
menos traumatizante que la parisina. Estaríamos hablando de que hay
más énfasis en las similitudes ―entre ellas la del idioma― que en las
diferencias culturales. A pesar de sus excepciones estos textos muestran
una ciudad abierta y flexible, la existencia de estructuras de apoyo entre
las comunidades de inmigrantes y una mayor apertura de la sociedad
receptora que hace más viable la inserción de los extranjeros de habla
castellana en la vida social, cultural y económica.
6. Consideraciones Finales
Como se ha demostrado, Los detectives salvajes presenta múltiples
facetas de la experiencia de encontrase con el Otro. A través de las
relaciones entre los personajes, sus espacios y los vínculos que en ellos
crean, propone diferentes versiones sobre la posibilidad ―o
imposibilidad― de integrarse a un contexto diferente del original.
Si bien los viajes y la migración ofrecen circunstancias en que
podrían darse procesos de intercambios culturales, de hibridación y de
transformación cultural, tal como señala García Canclini, éstos no siempre
parecen ser exitosos ya que dependen de la participación y flexibilidad
tanto de los inmigrantes como de la sociedad de instalación. Esta última
no siempre acepta al inmigrante. Por lo tanto, no es posible hablar de una
sola representación de la experiencia migratoria, sino de una gran
variedad de vivencias, tanto positivas como negativas, en muy diferentes
contextos.
Tanto los caracteres individuales como los grupos presentados en la
novela adquieren sentido mediante la construcción de las relaciones que
les rodean, en línea con las teorías de Marc Augé. O sea, que los
individuos son presentados como un conjunto de relaciones presentes y
pasadas: desde las identidades de personajes singulares ―en los
extremos tendríamos como ejemplos a Verónica Volkow y a Piel Divina―
hasta los grupales, como los real visceralistas.
Roberto Bolaño presenta en esta novela a la literatura como un
espacio intermedio o frontera cultural en el que diferentes grupos a veces
encuentran la posibilidad de pasar al lado del Otro, intercambiar y
apropiarse de ideas, apoyarse e influenciarse mutuamente. Algunos de los
personajes ―como Ulises Lima, Felipe Müller y Arturo Belano― continúan
leyendo y escribiendo durante las diversas escalas de su migración. Así
vemos a la literatura como un elemento constitutivo de sus vidas, quizá
de su identidad. Recordemos que en una entrevista, Roberto Bolaño
declaró que
Existe el inmigrante, el nómade (!), el viajero, el sonámbulo, pero no el
exiliado, puesto que todos los escritores, por el solo hecho de asomarse a
la literatura lo son(27).
El tema de la literatura como una especie de eje existencial también
se refleja en la narración de Auxilio Lacouture.
En términos de las representaciones que envuelven cruces de
fronteras geográfico-políticas, Bolaño presenta una visión amplia de las
experiencias migratorias sin caer en la nostalgia ni en la autocompasión,
pero tampoco en la glorificación. Habiendo vivido mucho de lo que
ficcionaliza, nos presenta las vivencias y cambios que los personajes
experimentan durante todo tipo de movilidades: desde los viajes de placer
y de educación hasta los forzados por motivos económicos y políticos; una
amplia paleta de formas migratorias tanto legales como ilegales, desde
migración de élite hasta reunificación familiar. Encontramos tanto fallidos
como exitosos procesos de regreso a la sociedad de origen y tenemos
ejemplos del funcionamiento de redes migratorias y de las formas de
solidaridad dentro de las comunidades transnacionales. Si bien, como
propone López de Abiada, los viajes de los personajes principales de Los
detectives salvajes reflejan la trashumancia como trágico desarraigo(28),
otros muestran satisfacción, progreso o hasta el éxito. En tanto que
algunos más esbozan caracteres que son víctimas de una marginación
estructural determinada por la sociedad receptora. En algunos casos,
como los escenificados en París, las fronteras étnicas nacionales parecen
ser más rígidas manteniendo diferencias infranqueables entre el Nosotros y los Otro. Hay sin embargo otros espacios, como Barcelona y México, que
son presentados como más permeables y facilitadores de intercambios
culturales, si bien en éste último las barreras más difíciles de franquear
parecen estar relacionadas con indicadores socio-económicos.
También se desarrolla en algunos pasajes de Los detectives salvajes la idea de que la adaptación de los sujetos inmigrantes a un nuevo
entorno no necesariamente implica a disolución de la identidad. Se trata
más bien de una identidad ―como propone García Canclini― que fluye,
que se adapta y que cuenta con numerosos recursos que utiliza según
sean necesarios, pero sin necesidad de siempre caer en lo pintoresco. El
mejor ejemplo de ello, claro, es Bolaño mismo. Quizá esto resulte más
claro si consideramos que Bolaño se auto definía como latinoamericano,
como chileno y como “también muchas otras cosas.(29)Argumentando que
la patria de un escritor no es sólo su lengua, no únicamente “[…] la gente
que quiere sino su memoria [...] su lealtad y su valor”, con lo cual
concluía que “muchas pueden ser las patrias de un escritor.(30)
La propuesta que surge a partir de este análisis es que lo que
Bolaño plantea como literato en Los detectives salvajes es que estamos
ante la disolución del determinante categórico de la territorialidad como
sinónimo de identidad. Su narración no se encierra en la etnicidad para
definirse, ni pretende mostrarnos caracteres con una identidad fosilizada.
En otras palabras la sociedad globalizada, altamente móvil, se dirige hacia
un nuevo sentido de pertenencia que va más allá de lo geográfico, hacia
una neo nacionalidad que excede las marcas del estado-nación. Esto se
refleja en la literatura con autores y temáticas como la que aborda
Roberto Bolaño en esta novela. Esta nueva extraterritorialidad,
parafraseando a Ignacio Echevarría, es parte del capital cultural que
Bolaño acumuló durante su vida, marcada por los movimientos
geográficos y la hibridez. Como expresó ya el teórico literario Edward W.
Said:
Most people are principally aware of one culture, one setting, one home;
exiles are aware of at least two, and this plurality of vision gives rise to an
awareness of simultaneous dimensions, an awareness that ―to borrow a
phrase from music― is contrapuntal(31).
* * *
Fuentes Citadas
- AUGÉ, Mark (1998): A Sense for the Other. The Timeliness and Relevance
of Anthropology. Stanford: Stanford University Press.
- BOLAÑO, Roberto (2004): Entre paréntesis. Ensayos, artículos, discursos (1998-
2003). Barcelona: Anagrama.
- ―― (1998): Los detectives salvajes. Barcelona: Anagrama.
- BOURDIEU, Pierre (1986): The Forms of Capital. En: Richardson, John G.
(ed.): Handbook of Theory and Research for the Sociology of
Education. New York: Greenwood.
- GARCIÁ CANCLINI, Nestor (2000): "Noticias recientes sobre la hibridación".
En: Transcultural Music Review, # 7.
- ―― (1992): Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la
modernidad. Buenos Aires: Sudamericana.
- ECHEVARRÍA, Ignacio (2005): "Bolaño Extraterritorial". En: Textos de
Trabajo del Congreso Narrativa Hispanoamericana hoy. München:
Instituto Cervantes.
- ETTE, Ottmar (1994): "Asymmetrie der Beziehungen. Zehn Thesen zum
Dialog der Literaturen Lateinamerikas und Europas". En: Scharlau,
Birgit (Hrsg.): Lateinamerika denken: Kulturtheoretische Grenzgänge
zwischen Moderne und Postmoderne. Tübingen: Narr, pp. 297-326.
- ESPINOSA, Patricia (2002): "Estudio Preliminar". En: Espinosa, Patricia
(ed.): Territorios en Fuga. Estudios críticos sobre la obra de Roberto
Bolaño. Santiago de Chile: Frassis, pp. 13-32.
- LÓPEZ de ABIADA, José Manuel (2007): “Literatura y trashumancia en Los
detectives salvajes de Roberto Bolaño. Migración, desarraigo y
perdición como paradigma”. En: Bodgan, Potrowski (ed.): Miradas
axiológicas a la literatura hispanoamericana. Bogotá: Epígrafe.
- RÖSSNER, Michael (2005): "La nueva imagen de la literatura
latinoamericana en la vieja Europa. Acerca de su recepción, sobre el
trasfondo de los viejos estereotipos de los tiempos de boom". En:
Humboldt 142. Berlín: Goethe Institut, pp. 56 -57.
- SAID, Edward W. (1983): The World, the Text, and the Critic. Cambridge:
Harvard University Press.
* * *
Notas
(1) Espinosa 2003: 20.
(2) Rössner 2005: 56-57.
(3) Ott 1994: 322-323.
(4) López de Abiada 2007: 277.
(5) Echevarría 2005: 6 -7.
(6) Véase Cornejo Polar 1996.
(7) Véase Lopez de Abiada 2007.
(8) García Canclini 2000: 9.
(9) Augé 1998: xiii-xiv.
(10) En el sentido propuesto por el sociólogo Pierre Bourdieu 1986: 241-258.
(11) García Canclini 2000: 2. Véase también el texto de Carlos Rincón titulado "Die neuen
Kulturtheorien: Vorgeschichten und Bestandsaufnahme”, que se encuentra en el mismo
volúmen indicado para Ott 1994 (nota de pie de página # 3 en el presente texto), pp. 31
-35.
(12) García Canclini 1999 y 2000.
(13) Es también en México que el 2 de noviembre, pero de 1936, las acciones centrales de "Bajo el volcán" de Malcolm Lowry, se desarrollan. A esta obra plagada de complejas
relaciones destructivas nos refiere Bolaño en el epígrafe de Los detectives salvajes (9): «¿Quiere usted la salvación de México? ¿Quiere que Cristo sea nuestro rey? no». Esta
cita procede del doceavo y final capítulo, en cual el personaje central ―el ex cónsul
inglés Geoffrey Fermin― es asesinado. Esta obra de Lowry, debemos recordar, tiene su
epicentro en México, es semi-autobiográfica y está cargada de complejas y elusivas
simbiosis, al igual que Los detectives salvajes. Sobre las celebraciones del Día de Muertos
en México véase Día de Muertos (2002). Artes de México no. 62. México, DF.
(14) Las citas provenientes de Los detectives salvajes de Roberto Bolaño (Anagrama, 1998)
son presentadas con sólo los números de página entre paréntesis.
(15) Pasa gran parte de su tiempo en casa de las Font y de los hermanos Rodríguez donde
siempre es bien acogido. Es común que en casa de los Font ―localizada en la colonia
Condesa donde viven personas de la burguesía media-alta― se quede por varios días, y
que se le tratase como miembro de la familia. García Madero describe la residencia como "una elegante y bonita casa de dos pisos con jardín y un patio trasero [...] una pileta
cubierta de enredaderas [...] y una casita completamente independiente [...] que
actualmente comparten las hermanas Font (32-33). Algunas veces visita el departamento
de la pintora Catalina O’Hara ―en el acomodado y progresivo barrio de Coyoacán― o las
casas de otros real visceralistas: "Esa noche me fui tarde de la casa de los hermanos
Rodríguez (comí con ellos, cené con ellos, posiblemente hubiera podido quedarme a
dormir con ellos, su generosidad era ilimitada" (76).También a través de los Font gana
acceso a fiestas a las que atienden gente del mundo del espectáculo, de los medios de
difusión y “algunos poetas famosos, [algunos de ellos extranjeros] y otras celebridades"
(72).
(16) El término "naco" es usado despectivamente en México para denominar no sólo a los
indígenas sino a las personas de origines humildes, de mal gusto o con poca educación
formal.
(17) En cierto punto de la novela García Madero se va a vivir con una mesera llamada
Rosario a un cuarto en "una vecindad perdida"(90) que parecía "escapada de una película
de los cuarenta" (119-120), localizada en un barrio capitalino muy humilde.
(18) Según otros narradores como Auxilio Lacouture (195) y Perla Avilés (142) Belano llegó
al DF en 1968.
(19) Véanse las conversaciones entre Piel Divina y García Madero (69-77); la narración de
María Font (69-75) y las de Luis Sebastián Rosado (152-158, 169-173, 276-279, 347-
353 y 363-365).
(20) "[H]abía estado por toda Latinoamérica, al menos en todos los países de la costa del
Pacífico" (148). "Había viajado por toda Latinoamérica, había retornado a su país, había
sufrido las inclemencias de un golpe de Estado" (166).
(21) Gentilicio coloquial, que podría también ser despectivo, para referirse a los habitantes
del Distrito Federal.
(22) Parcial ficcionalización de un personaje real, Verónica representaría la tercera
generación de emigrantes a México entre los cuales es común, como pasa con este
personaje (325), encontrar traductores de idiomas.
(23) Una vez más, la ficcionalización de un personaje real.
(24) Hay que mencionar que cabe la posibilidad que esta narradora sea la Simone que más
tarde aparece en el relato del argentino Jacobo Urenda (529), quien recomienda a éste último ayude a Belano en Angola.
(25) Véase Migración Internacional, Salud y Derechos Humanos. World Health Organization.
Serie de publicaciones sobre la salud y derechos humanos No. 4, Ginebra, 2003, así
como Lurbe i Puerto, Katia (2006): Las enajenación de los otros. Estudios sobre el
tratamiento de la alteridad en la atención a la salud mental en Barcelona y París. Tesis
doctoral, Universidad Autónoma de Barcelona /CRESP París.
(26) Véase Acuña, María Cecilia (2003): Exclusión, protección social y derecho a la salud.
Ginebra: World Health Organization; Sorense, Nina (2002): Work and Migration: Life
and Livelihood in a Globalizing World. New York: Rotledge; Aragón, Raimundo: “Diez
años de política de inmigración. Implicaciones de las distintas áreas de gestión:
educación, salud, vivienda, empleo y servicio sociales". En: Migraciones, 1996, pp. 45-
60.
(27) Bolaño 2003: 51.
(28) López de Abiada 2007.
(29) Bolaño 2002: 36, 331.
(30) Bolaño 2002: 36.
(31) 31 Said 1983.
* * *
Cita preferida:
Durán-Merk, Alma (2010): Representaciones de la experiencia migratoria
en la literatura: Los detectives salvajes de Roberto Bolaño. Augsburg:
OPUS.
© Alma Durán-Merk, 2010