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Roberto Bolaño: el folclor del exilio

Francine Prose
Artes y Letras de El Mercurio, Domingo 16 de Julio de 2006


A partir de una recopilación de cuentos del autor chileno editados en inglés, la comentarista del New York Times "descubre" la fascinación que le produce su prosa. Una combinación de "surrealismo", lirismo, agudeza, inventiva y análisis político y psicológico. Analiza la obra de Bolaño a partir de "Estrella distante", "Nocturno de Chile" y "Últimos atardeceres en la tierra".



El momento en el que "descubrimos" a un autor favorito es como nuestra experiencia de un acontecimiento cataclísmico —podemos recordar exactamente dónde estábamos y lo que estábamos haciendo cuando ocurrió—. Aún puedo evocar el vagón del metro lleno de vapor donde leí por primera vez "Crossing Into Poland" de Isaac Babel y la mesa de picnic (había estado trabajando en un campamento para ciegos) donde comencé a leer "La metamorfosis". De modo que supongo que siempre recordaré la sala de espera del doctor donde abrí un número gastado y viejo de "The New Yorker" y encontré el cuento de Roberto Bolaño, "Gómez Palacio". Por primera vez, me alegré de que el doctor estuviera atrasado, para poder leer el cuento dos veces, y para que todavía me quedaran algunos minutos para meditar sobre el hecho de que acababa de encontrar algo extraordinariamente bello y (al menos para mí) totalmente nuevo.

El narrador de "Gómez Palacio", que aparece en una nueva colección llamada "Last Evenings on Earth", (Últimos atardeceres en la tierra) es un joven escritor desdichado que ha sido contratado para enseñar poesía en un páramo desolado mexicano de donde proviene el "horrendo nombre" del relato. Durante el semestre, la directora del programa —regordeta, de edad mediana, casada y compañera poetisa— lo lleva a pasear por el desierto en su auto celeste y pone un cásete de rancheras cantadas por una mujer que es, según ella lo declara apasionadamente, su mejor amiga y cuya voz trágica la mueve a "lágrimas silenciosas, dignas e imparables". Poco después, le muestra un lugar donde el terreno hace parecer a los faros de los autos que van pasando como apariciones verdes y milagrosas. Y ésa es, más o menos, la historia.

Lo que me asombró fue el aura de misterio y melancolía creada por Bolaño, una especie de microclima que recordaba (como también el estilo lacónico tipo reportaje) a Babel y a Kafka, un clima que hacía desaparecer todo lo que quedaba fuera del relato.

Después de eso, busqué todo lo que hubiera en inglés de Bolaño: dos novelas cortas, "By Night in Chile" (Nocturno de Chile) y "Distant Star" (Estrella distante), ambas maravillosa y vividamente traducidas por Chris Andrews, quien también ha traducido este nuevo libro. Bolaño nació en Chile, vivió parte de su vida en México, y murió en España en 2003 a la edad de 50 años. Pasó gran parte de su vida en el exilio, en México y Europa, tras regresar a Chile en 1973 "para ayudar a construir el socialismo", una estadía desastrosa que describe en su cuento "Dance Card" (Carnet de baile).

Arrestado durante una revisión en la carretera y encarcelado durante algunos días por sospechas de ser un "terrorista mexicano", no fue torturado ni muerto, como él lo esperaba, pero "en la madrugada podía oír como torturaban a otros; no podía dormir y no había nada para leer excepto una revista en inglés que alguien había dejado. El único artículo interesante era sobre una casa que le había pertenecido a Dylan Thomas... Salí de ese agujero, gracias a un par de detectives que habían estado conmigo en el colegio en Los Ángeles".

Para cuando terminé las dos novelas, los amigos cercanos y los extraños que cometían el error de preguntarme qué había estado leyendo se veían obligados a escuchar un resumen de "Nocturno de Chile", una narrativa que tiene por marco las divagaciones en el lecho de muerte de un sacerdote jesuita chileno y poeta fracasado. En un momento crucial de su carrera, dos enviados del Opus Dei le informan al padre Urrutia que ha sido elegido para ir a Europa a estudiar la conservación de las iglesias antiguas: el trabajo ideal para un sacerdote con sensibilidad artística. A su llegada, le dicen que el mayor peligro para las catedrales europeas son los excrementos de las palomas y que sus colegas del Viejo Mundo han inventado una astuta solución para resolver el problema. Se han convertido en halconeros y, de ciudad en ciudad, él observa mientras los halcones de los sacerdotes eliminan sin piedad a bandadas de aves inocentes. Lo escalofriante es que la falta de reaccion del jesuíta ante este sangriento método de preservación arquitectónica le demuestra a sus empleadores que él podrá servir de cómplice pasivo a los métodos depredadores y brutales del régimen de Pinochet.

"Últimos atardeceres..."

La novela combina con la misma fluidez surrealismo, lirismo, agudeza, inventiva y análisis político y psicológico —y la misma brillantez ilumina "Últimos atardeceres en la tierra"—. En la mayoría de los relatos, los horrores de la era pinochetista están lejos de la superficie, pero siempre presentes, una cuerda menor que suena monótonamente tras narrativas que como "Gómez Palacio", están relatadas en un estilo directo impregnado de un desasosiego ominoso, una sensación de soledad y pérdida.

Muchas de ellas conciernen a un escritor llamado simplemente B, un chileno exiliado que vive y viaja, a menudo sin rumbo fijo, por México y España. B tiene fuertes sentimientos contrapuestos con respecto a la comunidad de exiliados chilenos, una turbulenta vida amorosa y una obsesión con la literatura europea y latinoamericana —sobre todo escritores menores y poetas surrealistas—, como también con la expropiación política y el suicidio. Ocasionalmente, todas estas fascinaciones convergen, como en el relato que le da título al libro, en el que el joven héroe, atrapado en unas vacaciones fatales (y un triste experimento en libertinaje), encuentra distracción y consuelo en la poesía de Gui Rosey, un surrealista desconocido que puede haberse suicidado cuando él y sus amigos famosos huían de los nazis.

Bolaño logra convencernos de que los temas engañosamente dispares de las fijaciones de B (malos escritores, gran arte, suicidio, la dictadura y sus víctimas) son esencialmente un mismo tema. En "Sensini", un autor que ha alentado a B a postular a una serie de concursos literarios humillantemente modestos llora la pérdida de un hijo llamado Gregorio (por el Gregorio Samsa de Kafka) que está entre los "desaparecidos" muertos por la junta argentina. En "Días de 1978", B se encuentra en una fiesta contándole a un beligerante exiliado chileno la trama de la película de Andrei Tarkovsky sobre el pintor de iconos medieval, Andrei Rublov. La versión de B, que pone énfasis en la representación en la película del poder del arte, dejando de lado sus escenas de tortura y violencia, mueve al llanto a su compatriota. Más adelante B se entera que el hombre se ha enfrentado a un destino no muy distinto al de Gui Rosey.

Ambas novelas y unos cuantos relatos exploran el modo misterioso, casi místico en el que el artista frustrado encuentra la más fiel y profunda expresión de sus ambiciones en el fascismo o, para decirlo de otro modo, la facilidad con la que una relación amorosa desafortunada puede convertirse en el odio de la libertad individual, de la vida misma (la carrera frustrada de Hitler como pintor se nos viene a la mente). Sin embargo, aunque las ideas que se cuelan a través de la obra de Bolaño son complejas y provocadoras, es difícil pensar en un escritor menos abiertamente ideológico. Como en los cuentos de Bruno Schulz (que el narrador de "Estrella distante" está leyendo mientras espía a un aviador y poeta poco talentoso que se convierte en una especie de asesino estrella en la época de Pinochet), la estructura de la ficción de Bolaño le debe más a la lógica peculiar y asociativa de la pesadilla que al arco más convencional del cuento tradicional. Nada es predecible, pero todo lo que se trasunta parece, retrospectivamente, haber sido inevitable.


La historia secreta

En uno de los cuentos más inolvidables, "Dentista", Bolaño se acerca a expresar sus propios principios estéticos. El narrador está visitando a un viejo amigo, un dentista que le presenta a un niño indígena extremadamente pobre con quien parece estar encaprichado y que resulta ser un genio literario. Durante una larga tarde de conversación embriagada, el dentista diserta sobre la naturaleza del arte:

"Eso es arte, dijo, la historia de una vida en toda su particularidad. Es lo único que es realmente particular y personal. Es la expresión y, al mismo tiempo, la trama de lo particular. ¿Y qué quieres decir con la trama de lo particular?, le pregunté, suponiendo que iría a contestar: el Arte. Yo también estaba pensando, indulgentemente, que ya estábamos bastante borrachos y que era hora de irse a casa. Pero mi amigo dijo: Lo que quiero decir es la historia secreta... La historia secreta es la que nunca conoceremos, aunque la vivamos día a día, pensando que estamos vivos, pensando que tenemos todo bajo control y que las cosas que pasamos por alto no tienen importancia. ¡Pero todas las malditas cosas importan! Es sólo que no nos damos cuenta. Nos decimos a nosotros mismos que el arte va por un camino y la vida, nuestras vidas, por otro, y ni siquiera nos damos cuenta que eso es una mentira".

Al igual que la obra de Bolaño, esta definición de ficción es a una vez transparente y opaca, lúcida y evasiva. Y sin embargo intuimos lo que quiere decir. Leer a Roberto Bolaño es como oír la historia secreta, ver la trama de lo particular, observar cómo los caminos del arte y la vida se fusionan en el horizonte y permanecen allí como un sueño del cual despertamos inspirados para mirar de un modo más atento al mundo.

 

 

 

 

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