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Bolaño y
el manifiesto infrarrealista.
Patricia Espinosa
H.
En Rocinante
N°84, Octubre 2005.
El movimiento infrarrealista surge entre fines de 1975 y comienzos
de 1976, en México DF, y lo conforman Mario Santiago, Ramón
Méndez y Héctor Apolinar, que venían del fracasado
taller de poesía de Difusión Cultural de la UNAM, coordinado
por el poeta y académico Juan Bañuelos. El lugar específico
de gestación fue la casa del poeta chileno Bruno Montané.
El grupo
rápidamente se amplía a 30 o 40 personas, incluyendo
tanto a escritores como músicos y pintores. Surge luego una
revista infra y una editorial, aparte de sucesivas irrupciones infras
en recitales de poesía oficial. Entre los nombres a considerar
dentro del grupo están: Juan Esteban Harrington (¿García
Madero?), Piel Divina, Cuauthémoc Méndez, Oscar Altamirano,
José Peguero, Pedro Damián, Elmer Santana, Ramón
Méndez, Guadalupe Ochoa, Edgar Altamirano, Mará Larrosa,
Vera Larrosa (¿las hermanas Font?), Kyra Calvan, Víctor
Monjarás, Carlos David Marfarón, Geles Lebrija, Rubén
Medina, José Rosas Ribeyro, Estela Ramírez, Lorena de
la Rocha y Javier Suárez Mejía.
"Déjenlo todo, nuevamente. Primer Manifiesto del Movimiento
Infrarrealista" es el título del Manifiesto escrito por
Bolaño y publicado en Correspondencia Infra, Revista Menstrual
del Movimiento Infrarrealista, N° 1 (México D.F, Octubre/Noviembre
1977, 5000 ejemplares)(1). Hay
un dato en el origen del concepto "infrarrealismo" que Bolaño
no menciona en sus entrevistas(2).
Un dato que he logrado detectar tras la lectura de "Déjenlo
todo, nuevamente". El primer párrafo, constituido de ocho
líneas entrecomilladas, es una cita exacta del relato "La
infra del dragón", escrito por el autor ruso Georgij Gurevic,
aparecido originalmente en 1959 y compilado por Jacques Bergier en
Lo mejor de la ciencia ficción rusa (Bruguera, Colección
Libro Amigo, Barcelona, 1968). El párrafo que Bolaño
literalmente cita del texto de Gurevic, dice así: "Hasta
los confines del sistema solar hay cuatro horas-luz; hasta la estrella
más cercana, cuatro años-luz. Un desmedido océano
de vacío. Pero, ¿estamos realmente seguros de que sólo
haya un vacío? Únicamente sabemos que en este espacio
no hay estrellas luminosas; de existir, ¿serían visibles?
¿Y si existiesen cuerpos no luminosos u oscuros? ¿No
podría suceder en los mapas celestes, al igual que en los de
la Tierra, que estén indicadas las estrellas-ciudades y omitidas
las estrellas-pueblos?". El relato de Gurevic es el de una
tripulación de seis hombres en el siglo XXI, que parten desde
la Tierra en una nave cósmica hacia los soles negros, cuerpos
no luminosos u oscuros, estrellas-pueblos no indicados en los mapas
celestes orientados siempre a las estrellas-ciudades. Soles invisibles,
negros como el carbón, planetas calentados desde dentro, serán
también llamados INFRA y constituirían un mundo al revés.
La misión de los tripulantes, entonces, será buscar
desesperadamente una INFRA.
El término 'infrarrealismo' alude a un territorio nuevo, pero
al revés, en el cual impera la inversión de las reglas
de nuestro "mundo real". El calor o la energía en
el territorio infra, viene desde dentro, desde las mismas visceras.
Tal como el realvisceralismo de Los detectives salvajes. Bolaño
así dice: "Escritores soviéticos de ciencia ficción
; el rostro a medianoche". Encontramos aquí no solo su
recurrente complicidad con el escritor desesperado, sino también
con los llamados géneros B, géneros bastardos, ya sea
cine porno, ciencia ficción, peplum o relato policial. Escrituras,
en cualquier caso, de individuos que se arañan el rostro. Como
Mario Santiago Papasquiaro, Sensini, Ulises, Belano, Amalfitano o
el propio Archimboldi. Bolaño ve desesperación en aquellos
escritores sovieticos de la Guerra Fría, que intentan generar
un discurso que opere como un pliegue respecto al sistema de control.
La búsqueda de la infra funciona como metáfora de la
subversión del sujeto, único mito posible, única
utopía posible de sustentar. "Soñamos con utopía
y nos despertamos gritando" (p. 11).
Bolaño propone una poesía antiburguesa, una vuelta
al arte-vida sin posibilidad alguna de "normalizar" las
relaciones entre el arte y la sociedad. Se trataría de derrumbar
el muro de la institución, la distancia entre el arte y la
vida. "Cortinas de agua, cemento o lata, separan una maquinaria
cultural, a la que lo mismo da servir de conciencia o culo de la clase
dominante" (p. 6). La lógica dominante se centraría,
entonces, en concepciones dogmáticas de arte bello, negándose
a cualquier irrupción desestabilizante. Un orden que irremediablemente
parece llevarnos al cagadero o a la revolución (p.6). Bolaño
plantea un alejamiento de lo que denomina "lógica y buen
sentido". Aquí puede advertirse cierta vinculación
con la propuesta de liberarse de la razón planteada por los
surrealistas; sin embargo, en Bolaño no existe la promesa de
acceder a la realidad absoluta de corte trascendentalista, sino que
apela a la acción política continua, sin un deseo colmado.
Otro aspecto que lo distancia del surrealismo es no privilegiar el
universo onírico, el subconsciente ni el automatismo como práctica
de elaboración estética. La internalización de
lo nuevo devendrá en subversión. Tal como sucede con
los soles negros,
lo negativo se volverá energía potenciadora interior.
Es decir, aquello que quitaba fuerza, el acoso del poder o los poderes,
devendrá potencia.
Bolaño alude a la necesidad de recuperar el ánimo vanguardista,
pero no desde el presupuesto moderno que creía en la "originalidad",
sino con la clara certeza de que todo está nombrado, desvelado.
Por tanto el discurso de Bolaño, más que vanguardista
sería posible de calificar como "neovanguardista"
o "postvanguardista". Ya no hay secreto posible nos dice
Bolaño: "todo está develado". Sin embargo,
el secreto siempre parece rondar en su escritura. Qué oculta
el único poema de Cesárea; qué hay detrás
de la ventana; qué oculta el libro que cuelga en el tendedero
de Amalfitano, qué oculta Archimboldi, qué lleva a Klaus
Haas a cometer la seguidilla de crímenes o quiénes cometen
y por qué los crímenes de Santa Teresa. Bolaño
necesita que sigamos las pistas que el texto nos entrega, infinitizadas,
en busca de un origen; sin embargo, este origen resulta ser un falso
origen. Juega con la tradición metafísica del inasible,
del secreto del texto, del aura inalcanzable. Juega con nuestra ansia
desesperada de referente que nos solucione el problema.
El referente que el manifiesto instala es tanto político-social
como estético: "Son tiempos duros para el hombre, decimos
nosotros, volviendo a las barricadas después de una jornada
llena de mierda y gases lacrimógenos" (p.7). El poeta
está inmerso en la historia, es un sujeto político instalado
en la barricada, en lucha callejera cotidiana. "Nuestra ética
es la Revolución, nuestra estética la Vida: una-sola-cosa"
(p. 8). Ética, Revolución, Vida: tres términos
que configuran unidad para el infrarrealismo. Es decir, no es posible
tener ética sin asumir la revolución y tampoco es posible
vivir si no es estéticamente. O también, podríamos
señalar, no es posible la revolución sin una estética
y la vida sin ética. Una sola cosa.
Ahora, quiero volver a la cita de hace un rato: "El poeta como
héroe develador de héroes, como el árbol rojo
caído que anuncia el principio del bosque" (p.8). El poeta
es un héroe, aunque se trata de una heroicidad siempre degradada.
No estamos ante la figura del gran héroe mítico. Sino
ante un héroe posmoderno que opera siempre desde la caída
de todo mito. Sin embargo este héroe menor tiene la capacidad
de generar mediante sus micropolíticas de vida, de creación,
heroicidades menores o subalternas. Quiero insistir en el carácter
político del Manifiesto. Para ello tomemos nuevamente una cita:
"Los burgueses y los pequeños burgueses se la pasan en
fiesta. Todos los fines de semana tienen una. El proletariado no tiene
fiesta. Sólo funerales con ritmo. Esto va a cambiar. Los explotados
tendrán una gran fiesta. Memoria y guillotinas" (p. 8).
La demarcación del lugar periférico: anteriormente la
Institución Arte, la maquinaria cultural y, ahora, el territorio
de la comodidad burguesa versus el proletariado, los explotados: lugar
de los infrarrealistas. Memoria y guillotinas, dice el manifiesto,
el recuerdo y el castigo: Acción, Acción. Pero también
violencia.
El viaje continuo que atraviesa la literatura bolañeana es
esta permanente 'desterritorialización' de la que nos habla
el Manifiesto, una nomadía que probablemente no conduzca a
un lugar determinado. El viaje posmoderno dice adiós al viaje
mítico. Ya no más el viaje trascendental, el grandioso
viaje metafísico, donde el camino de regreso será la
superación, el aprendizaje, la revelación. Estamos ante
un viaje probablemente sin retorno, un desplazamiento infinitizado,
sin destino posible. La heterotopía fractalizada al límite,
donde la belleza se trama en la degradación: "Un arco
iris que principia en un cine de mala muerte y que termina en una
fábrica en huelga" (p. 11). Nos encontramos con un sujeto
sin lugar posible y en permanente flujo, que solo tiene para sí
la memoria: "Que la amnesia nunca nos bese en la boca. Que nunca
nos bese" (p. 11). Hacia el final del Manifiesto, Bolaño
asume con certeza: "Soñamos con utopía y nos despertamos
gritando" (p. 11). Es el tiempo de la post-utopía y ahora
solo queda el terror. Sin embargo, todavía hay vitalismo para
señalar la necesidad de recuperar el sentido: "Hacer
aparecer las nuevas sensaciones- Subvertir la cotidianidad. O.K. DÉJENLO
TODO NUEVAMENTE. LÁNCENSE A LOS CAMINOS" (p. 11).