Proyecto Patrimonio - 2016 | index | Roberto Bolaño | Autores |

 

 








Nuevo inédito. El inicio de sus obsesiones
El espíritu de Roberto Bolaño

"El espíritu de la ciencia-ficción", Alfaguara 2016. 223 págs.

Por Roberto Careaga C.
Artes y Letras El Mercurio. 30 de Octubre de 2016




.. .. .. .. ..

Casi no sale de su departamento, el que en realidad es un pequeño cuarto sin baño en la azotea de un edificio de la calle Insurgentes, del D.F. mexicano. Su nombre es Jan Schrella, y comparte el espacio con un amigo, Remo Morán. Antes que salir, Jan prefiere quedarse encerrado leyendo novelas de ciencia ficción o intentando escribir las suyas tirado sobre un colchón, alrededor del cual se amontonan sus pertenencias: "Papeles desparramados, recortes de periódicos, libros de ciencia ficción, mapas y diccionarios que conforman una especie de biblioteca-basurero". Una de sus obsesiones es enviarles cartas a autores estadounidenses de ciencia ficción, como a Ursula K. Le Guin, a quien le cuenta que no es fácil convertirse en escritor: "Es duro y estoy en Latinoamérica, es duro y soy latinoamericano, es duro y para terminarla de amolar nací en Chile", le dice. En otra, dirigida a Philip José Farmer, le cuenta que tiene 17 años y hace una semana dejó de ser virgen. Luego firma: "Jan Schrella, alias Roberto Bolaño".

Quien escribe, por supuesto, es Bolaño. Tiene 34 años, está recién instalado en la pequeña ciudad de Blanes con la mujer que va a ser la madre de sus dos hijos, Carolina López, atiende esporádicamente un puesto de bisutería frente al Mediterráneo y escribe. Corre 1984 y escribe a mano, en diferentes cuadernos, la historia de ese tal Jan y su amigo Remo, dos chilenos tratando de convertirse en escritores en el D.F. Tiene otros proyectos en marcha, pero en ese avanza hasta creer que termina: consigue tres libretas y ahí transcribe, siempre a mano, una versión de una novela que, con lápiz grafito, titula "El espíritu de la ciencia-ficción". Pero ese no es el punto final: en los años que vinieron, Bolaño contó en diversas cartas que trabajaba precisamente en ese libro, hasta 1990, cuando le dijo a la crítica Soledad Bianchi que ese era uno de los cinco "proyectos literarios" que tenía. Luego dejó de mencionarlo.

Lo que vino luego para Bolaño fue salir lentamente del anonimato. Lo consiguió definitivamente en 1998 al publicar "Los detectives salvajes", una novela que lo situó en la primera línea de los narradores latinoamericanos del fin de siglo y que, inesperadamente, dio paso a una carrera contra el tiempo: mientras su reputación se agigantaba y, a la vez, una deficiencia hepática se agravaba sin pausa, Bolaño publicaba novelas, cuentos, poesía, se convertía en un agitador público y seguía escribiendo sin descanso una novela gigantesca que no alcanzaría a ver publicada, "2666". Fueron cinco años agitados; el 15 de julio de 2003 falleció a los 50 años. Después, se echó a correr la leyenda por el mundo y la crítica estadounidense se ocupó de consagrarlo como clásico del futuro. Y entonces, vinieron los cuadernos de los que él había dejado de hablar hace tantos años.

Justo antes de morir, Bolaño alcanzó a dejarle instrucciones a su editor de entonces, Jorge Herralde en Anagrama, para que publicara la novela "2666" y los cuentos de "El gaucho insufrible". Posteriormente, ha venido la pesquisa: en 2007 se editaron los relatos de "El secreto del mal" y el volumen de poesía "La universidad desconocida", ambos rescatados del mar de papeles y documentos que dejó Bolaño. Porque es un mar, y tiene tesoros: en 2010 salió de ahí la novela "El Tercer Reich" y en 2011, "Los sinsabores del verdadero policía", dos novelas iniciadas en los 80, la primera más cerrada que la segunda, que confirmaron las sospechas: el universo "bolañesco" venía prefigurándose hacía años. Y hay quienes creen que en 1984 algo cuajó.

Es posible que en "El espíritu de la ciencia-ficción" Bolaño haya encontrado un camino por el cual transitar. Uno entre los tantos que transitó, pero uno importante: el que lo llevó hasta "Los detectives salvajes". Historia de miserables y épicas iniciaciones literarias, y también sexuales, la novela que concibió en 1984 ahora sale a la luz. Como punta de lanza de la adquisición de los derechos de su obra por Alfaguara, este fin de semana la editorial puso a la venta "El espíritu de la ciencia-ficción" y, como dice en el prólogo el crítico mexicano Christopher Domínguez Michael, este nuevo inédito viene a refrendar una idea: "No queda duda de que el gran narrador hispanoamericano del tránsito entre los siglos XX y XXI fue Bolaño".

"Autorretrato práctico del artista joven", como añade Domínguez Michael, el libro sigue precisamente a dos jóvenes, Jan y Remo, en sus primeros avances como escritores, pero no se trata de un relato lineal. Mientras va contando sus andanzas en el D.F., como unos potenciales detectives salvajes, Bolaño centra su atención en dos hebras más, ambas ligadas a Jan que sin tocarse se reflejan: una entrevista que le hacen tras ganar un premio por su primera novela, donde la cuenta oblicuamente, y la cartas que este mismo le envía a escritores de ciencia ficción estadounidenses. De fondo, late la esperanza juvenil en la poesía, pero también el destino roto del continente y un enigma difuso que bien podría contener el mal. Es decir, el espíritu de Bolaño.


Un marginal escribe

En diciembre de 1984, el español Antoni García Porta recibió en su casa de Barcelona una carta desde Blanes, de Bolaño, su amigo y cómplice literario, en donde le informaba de sus tribulaciones: "¿Qué hago? Romperme los sesos escribiendo y hacer equilibrios... 'Diorama' avanza con una navaja a cada mano -tiene seis u ocho vidas como Kali, diosa de los ladrones y de los estranguladores-. 'El espíritu de la ciencia-ficción' aún no sabe caminar, pero ya dice papá (o patata, uno nunca sabe)". Fue la primera vez que García Porta supo de la novela que ahora se publica (de "Diorama" también), pero seguramente el chileno llevaba ya algún tiempo elaborando el libro.

Tras acordar la muerte del movimiento infrarrealista, en 1977, junto a su amigo Mario Santiago, en un el pueblito francés de Port-Vendres, Bolaño llegó a España. Venía del D.F. mexicano, donde había sido parte de la guerrilla literaria. Primero vivió en Barcelona, luego en Gerona, y después se instaló en Blanes, en 1984. Como es conocido, son años azarosos: de dormir en casas de amigos, pasa a ganarse la vida como guardia nocturno de un camping, vende bisutería. Lo que en realidad hace es escribir: "Mientras tanto, escribo. Tercamente. Amorosamente. No sé qué utilidad pueda tener esto, pero sigo haciéndolo. Te juro que a veces cuesta", le escribió en 1980 a Soledad Bianchi, por entonces miembro del comité editorial de la revista Araucaria de Chile.

Así escribiendo y escribiendo, en un momento, en sus cuadernos, empiezan a aparecer los primeros apuntes para "El espíritu de la ciencia-ficción". No hay fechas, pero en la edición del libro de Alfaguara aparecen imágenes de esas notas: "La narración va en bloques diferentes, historias diferentes. Remo y Jan viven en México, y entre la historia, Remo y Jan están con la guerrilla, en algún país latinoamericano, luchando contra el invasor yanqui. Esto es: ¿textos de Jan? ¿Sueños de Jan?", escribió en lo que, quizás, es el primer chispazo del libro, y luego sigue con la posibilidad de una trama que no prosperó: "Fidel Castro, padre de Jan recibe a éste en el Aero. de La Habana y se van".

En otros cuadernos, Bolaño va afinando la estructura del libro. Entre los que parecen ser títulos de otros proyectos (entre ellos "La pista de hielo") va anotando en orden los capítulos de "El espíritu de la ciencia-ficción" y repite una frase, "la miseria de la poesía". Entre los personajes que lista para el libro aparecen varios que terminó usando, otros no, como uno que brilla como seña del futuro: Piel Divina, que al final Bolaño usará en "Los detectives salvajes". No es un enigma, está ensayando para llegar a esa novela. Así, mientras Jan pasa sus días encerrado leyendo y escribiendo, su amigo Remo conoce a un poeta motociclista, José Arcos, que lo pone en contacto con la escena bohemia de la poesía joven del D.F., se suma un grupo que se reúne en el café La Habana y decide investigar lo que les parece un misterio: ¿cómo puede ser que en la ciudad las revistas de poesía se hallan disparado hasta ser 661?

Por entonces, Bolaño dejaba poco Blanes. Cuando se aparecía por Barcelona, no era raro que se encontrara con el novelista Mauricio Electorat, de 24 años, aun inédito. "Bolaño era un personaje muy marginal en la movida de Barcelona del exilio sudaca. A principio de los 80, la ciudad estaba inundada de latinoamericanos, artistas, escritores, pintores. Y ahí Bolaño no aparecía nunca. No frecuentaba los bares ni las exposiciones ni todo ese círculo donde se movía la gente", cuenta Electorat. "Era como si me dijeran hoy día que hay un escritor que vive en una pensión detrás de la Estación Central y no tiene computador, escribe a mano, y trabaja de garzón por ahí... Roberto Bolaño era un poco eso. La genialidad es que ese tipo, de pronto, se instala en el centro del sistema literario mundial"

Estaba lejos del sistema en ese momento, pero planes no le faltaban. Fue precisamente en 1984 que consiguieron, junto a García Porta, publicar la novela "Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce", tras ganar el Premio Ámbito Literario. Justo antes de lanzarla, el chileno había golpeado las puertas de la agencia literaria de Carmen Balcells, que no aceptó representarlo. La nota de rechazo decía: "Hemos tomado buena nota de sus cuatro proyectos: 'Diorama', 'Los sinsabores del verdadero policía', 'El espíritu de la ficción' y 'Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce'".


Amanecer color perro

"He gastado mi adolescencia en cines malsanos y bibliotecas infectas. Para colmo, mis amigas siempre me han dejado", le dice Jan, en la novela, a la periodista que lo entrevista por el premio que recibe. Hablan mientras la fiesta de premiación se convierte en un desmadre. El joven escritor le cuenta la enrevesada trama de su libro: un relato fantástico ambientado en un pueblito de Santa Bárbara, en la Región del Biobío, donde a través de una radio de onda corta se escucha una voz del pasado. La comunicación sucede en la Academia de la Papa o de la Patata, que bajo cuerda es una de las tantas facultades esparcidas por el mundo de la Universidad Desconocida. Otra clave: esa universidad es a la que Bolaño le viene dando vueltas al menos desde 1977 y va a terminar siendo el depósito de todo su proyecto poético.

De la novela de Jan no leemos una línea, pero sí leemos sus cartas. En sus notas, Bolaño hizo un largo listado a posibles destinatarios, autores casi todos de segunda línea por esos días, incluido George R.R. Martin, hoy célebre por "La canción de hielo y fuego". "Ay, si pudiera comunicarme con los muertos le escribiría a Philip K. Dick", le escribe a Ursula K. Le Guin, a quien le habla del chileno Hugo Correa. Y sigue: "¿Que por qué escribo cartas? Tal vez me he vuelto loco por leer tantas novelas de ciencia-ficción". Pero quizás hay un plan, en misivas a Robert Silverberg y Philip José Farmer aparece una posibilidad política: les pide que apuren un supuesto comité de escritores de ciencia ficción en apoyo a los países del Tercer Mundo, y en especial de América Latina.

Jan insiste en la necesidad del comité en esos años, que son los 80. Y le explica a Robert Silverberg: "La imagen es ésta: amanecer color perro, por entre las siluetas de las montañas comienzan a aparecer las naves, Chile empieza a hundirse junto a Latinoamérica, nosotros nos convertimos en fugitivos, ustedes, en asesinos. Y la imagen no es estática, no es 'para siempre', no es un esforzado sueño heroico, sino que se mueve ¡en múltiples direcciones!, y quienes mañana se enzarcen como fugitivos y asesinos, pasado mañana pueden meter conjuntamente la jeta en el vacío, ¿no?".

Las cartas de Jan continúan, las aventuras de Remo por la escena poética del D.F. se multiplican y terminan convertidas en aventuras sexuales. Bolaño pone un punto final en 1984, pero según las misivas que le mandó a García Porta volvió a ella: "Te he enviado en sobre aparte unos borradores de 'El espíritu de la ciencia-ficción', como prueba testimonial de mi absoluta imposibilidad de vida social. Esta novela de mierda me tiene atenazado por todas partes", le dice el chileno en diciembre de 1985, y en enero de 1986, escribiendo a las 3 de la mañana, le cuenta: "Escucho las Cantigas de Sta. María de Alfonso X El Sabio y debo volver a mi abominable novela".

Según especula Domínguez Michael, la novela habría sido una estación de paso para el escritor. "Cualquier otro autor -no Bolaño- hubiese hecho publicar 'El espíritu de la ciencia-ficción' y no le hubiera faltado editor, pero el chileno (y mexicano y catalán) tenía un proyecto enorme, lleno de dificultades y pruebas, en el cual decidió experimentar, absteniéndose de publicaciones precoces, acaso convencido secretamente del destino clásico de su trabajo", dice el crítico. Ante lo cual, García Porta duda: "Quizás cuántos libros intentó publicar y nadie quiso. El debut editorial es así, luego todo son loas. Ahora, cuando Roberto es famoso, lo publican, lo loan, pero en su momento quién iba a publicar a un desconocido", sostiene.

En 1990, siendo aún muy desconocido como escritor, Bolaño abrió un cuaderno y escribió un poema llamado "Mi carrera literaria" que empieza así: "Rechazos de Anagrama, Grijalbo, Planeta, con toda seguridad / también de Alfaguara, Mondadori. Un no de Muchnik, Seix Barral, Destino... Todas las editoriales... Todos los lectores...". Quizás exageraba, quizás no. Lo que es cierto es que acumulaba poemas, esbozaba novelas y cuentos, algunos los dejaba inconclusos, otros los terminaba, dejaba un herencia que no deja de arder: si ahora es "El espíritu de la ciencia-ficción", ya llegará el día de "Diorama", que tantas veces mencionó y quizás cuántos otros más. Porque el espíritu de Bolaño aún no se ha ido.

 


* * *

 

EXTRACTO DE LA NOVELA

"Comencé a trabajar en el suplemento cultural del periódico La Nación. El director del suplemento, Rodríguez, un viejo poeta andaluz que había sido amigo de Miguel Hernández, me permitió colaborar en cada suplemento, es decir una vez a la semana. Con lo que ganaba, cuatro textos al mes, podíamos vivir unos ocho o nueve días. Los veintiún días restantes los sufragué haciendo artículos para una revista de seudohistoria que dirigía un argentino igual de viejo que Rodríguez pero que poseía la piel más tirante y tersa que he visto nunca y al que, por evidentes razones, llamaban la Muñeca. El resto lo pusieron mis padres y los padres de Jan. El asunto venía a salir más o menos así: el treinta por ciento del dinero salía de La Nación, otro treinta por ciento de nuestros padres y el cuarenta por ciento de Historia y Mundo, que era el nombre del engendro de la Muñeca. Los cuatro trabajos de La Nación los solía terminar en un par de días; eran reseñas de libros de poesía, alguna novela, rara vez un ensayo. Rodríguez me daba los libros los sábados por la mañana, que era cuando todos o casi todos los que colaboraban en el suplemento se reunían en el estrecho cubículo que el viejo tenía por oficina para entregar sus trabajos, recibir sus cheques, proponer ideas que deben haber sido malísimas o que tal vez Rodríguez nunca aceptó pues el suplemento jamás pasó de ser una birria. Principalmente la gente que iba los sábados para hablar con los amigos y para hablar mal de los enemigos. Todos eran poetas, todos bebían, todos eran mayores que yo. No era muy entretenido pero ningún sábado falté a la cita. Cuando Rodríguez daba por terminado el día nos marchábamos a los cafés y seguíamos platicando hasta que uno por uno los poetas volvían a sus ocupaciones y yo me quedaba solo en la mesa, con las piernas cruzadas y contemplando la perspectiva interminable que se veía a través de los ventanales, chicos y chicas del DF, policías extáticos y un sol que parecía vigilar el planeta desde las azoteas. Con la Muñeca las cosas eran distintas. Primero, un pudor del que ahora me ruborizo me llevó a no firmar jamás una crónica con mi nombre. Cuando se lo dije la Muñeca parpadeó dolorido pero enseguida lo aceptó. ¿Qué nombre querés ponerte, pibe?, masculló. Lo dije sin vacilar: Antonio Pérez. Ya, ya, dijo la Muñeca, tenés ambiciones literarias. No, se lo juro, mentí. No obstante te voy a exigir calidad, dijo. Y después, pero cada vez más triste: la de cosas lindas que se les pueden sacar a estos temas. Mi primer trabajo fue sobre Dillinguer. El segundo fue sobre la camorra napolitana (¡Antonio Pérez entonces llegó a citar párrafos enteros de un cuento de Conrad!). Luego siguieron la matanza del Día de San Valentín, la vida de una envenenadora de Walla Walla, el secuestro del hijo de Lindbergh, etcétera. El despacho de Historia y Mundo estaba en un viejo edificio de la colonia Lindavista y durante todo el tiempo que estuve llevando artículos jamás encontré a nadie que no fuera la Muñeca. Nuestras entrevistas eran cortas: yo entregaba los textos y él me encargaba nuevos trabajos y me prestaba material para que me documentara, fotocopias de revistas que dirigió en su Buenos Aires natal junto a fotocopias de revistas hermanas de España y Venezuela de donde yo tomaba no sólo datos sino que en ocasiones plagiaba con total descaro. A veces la Muñeca me preguntaba por los padres de Jan, a quienes conocía desde hacía mucho, y luego suspiraba. ¿Y el hijo de los Schrella? Bien. ¿Qué hace? Nada, estudia. Ah. Y eso era todo. Jan, por supuesto, no estudiaba, aunque la mentira de sus estudios se la colamos a sus padres para que estuvieran tranquilos. En realidad, Jan no salía de la azotea. Todo el día se lo pasaba metido en el cuarto haciendo Dios sabe qué. Salía, sí, del cuarto al wáter o del cuarto a la ducha que compartíamos con los otros inquilinos de la azotea y a veces bajaba, se daba una vuelta por Insurgentes, no más de dos cuadras, despacio y como olisqueando algo, y muy pronto ya estaba de regreso. En lo que a mí respecta me encontraba bastante solo y necesitaba conocer a otras personas. La solución me la dio un poeta de La Nación que trabajaba en la sección de deportes. Me dijo: anda al Taller de Poesía de Filosofía y Letras. Yo le dije que no creía en los Talleres de Poesía. Él me dijo: allí vas a encontrar gente joven, gente de tu edad y no borrachos de mierda, fracasados que lo único que quieren es estar en plantilla. Yo sonreí, ahora este huevón se pone a llorar, pensé. Él dijo: poetisas, allí hay poetisas, chavo, coge la onda. Ah".



 

 

 

Proyecto Patrimonio— Año 2016
A Página Principal
| A Archivo Roberto Bolaño | A Archivo de Autores |

www.letras.s5.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
El espíritu de Roberto Bolaño
"El espíritu de la ciencia-ficción", Alfaguara 2016. 223 págs.
Por Roberto Careaga C.
Artes y Letras El Mercurio. 30 de Octubre de 2016