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Estridentistas y viscerrealistas en Los detectives salvajes de Roberto Bolaño

Po
r Florence Olivier
Publicado en revista La Palabra y el Hombre, N°15, invierno de 2011



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En Los detectives salvajes el motivo del viaje, que a su vez es investigación literaria, parecería así la directa ilustración del discurso enardecido y programático que sostenía el joven infrarrealista Roberto Bolaño en 1977, cuando publicó y presentó en México traducciones de la joven poesía francesa de aquel entonces, la de los eléctricos y de algunos más.

Los detectives salvajes (1998) de Roberto Bolaño instaura desde la ficción un diálogo a través de las generaciones entre poetas vanguardistas de los años veinte y de los setenta en México, entre los históricos estridentistas y los real visceralistas; trasuntos de los reales infrarrealistas entre cuyos fundadores se contaba el autor de la novela. Salvajes o libres, los protagonistas y poetas "detectives" de los años setenta parten en busca de la desaparecida, y ficticia, poeta estridentista Cesárea Tinajero por el norte de Sonora. En una novela que narra, mitificándola, la historia generacional del grupo poético de juventud de su autor, en esa suerte de crónica elegiaca y manifiesto a posteriori que es Los detectives salvajes, tal vindicación irónica, melancólica y aventurera de la memoria del estridentismo pretende enlazar rupturas estéticas y afirmar libertades poéticas frente a un canon de la historia literaria mexicana que relegó el estridentismo a favor de la generación de los "Contemporáneos", en cuyo linaje vendría a inscribirse la obra de Octavio Paz.

Si bien el principio de la reescritura de la historia literaria como ficción se inscribe en una tradición borgeana, ya practicada por Roberto Bolaño en La literatura nazi en América, cuyos relatos, a modo de notas biobibliográficas sobre escritores imaginarios, se asemejan a ciertos cuentos de Ficciones y se ordenan como los de Historia universal de la infamia, en Los detectives salvajes la investigación en torno a la historia literaria se torna experiencia y aventura, se vive y se encarna. Así, aunque primero se escenifican y narran las tradicionales investigaciones bibliográficas y las entrevistas a los sobrevivientes capitalinos del estridentismo que realizan los jóvenes poetas real visceralistas, éstos salen de las librerías de viejo del Distrito Federal para iniciar una investigación detectivesca por el norte de México. Su viaje y aventuras en busca de Cesárea Tinajero cobran aires de road movie por los espacios desérticos donde se borra la frontera entre Sonora y Arizona. Si en "Tlán, Uqbar, Orbis Tertius", el narrador y Bioy Casares agotan las librerías de Buenos Aires y la Biblioteca Nacional argentina en busca del tomo de la Anglo-American Cyclopaedia donde pretenden corroborar la existencia de las páginas dedicadas al imaginario país de Uqbar, los siguientes episodios del cuento de Borges relatan apariciones fortuitas de los datos faltantes en las inmediaciones de la capital argentina, y la pareja de los detectives porteños nunca necesita abandonar su universo familiar puesto que en éste irrumpen libros y objetos extraños llegados del mundo imaginado por otros. Los "detectives salvajes", en cambio, abandonan la biblioteca y el conocimiento libresco para conocer el rostro encarnado de la otrora poesía joven, a riesgo de ser decepcionados.

Pero las "correspondencias" entre grupos poéticos que parecen anhelar los real visceralistas Ulises Lima y Arturo Belano no se limitan a la búsqueda de un movimiento antepasado y silenciado, una ficticia rama real visceralista del estridentismo fundada por Cesárea Tinajero, sino que también observan una línea contemporánea. Lectores precursores en México de las obras de los muy reales "eléctricos" de Francia, los real visceralistas setenteros llegan a traducirlos. El segundo recorrido de los jóvenes poetas los lleva a Europa, donde el mexicano Ulises Lima se encontrará en París con el francés Michel Bulteau, autor con Mathieu Messagier y Jean-Jacques Faussot, entre otros, del Manifeste électrique aux paupiéres de jupe (1971). Así, en esos dispares recorridos y correspondencias parecen juntarse varios caminos, americanos y europeos, distintas épocas y una constante: los gestos de ruptura de las vanguardias poéticas, con sus manifiestos y sus revistas tan pronto difuntas como ideadas y publicadas. Se repite en los setenta ese espacio de intercambio poético entre los dos continentes que caracterizó la constelación vanguardista en los años veinte, y se reaviva el pasado de la eterna juventud de esos mismos años. Y por más azarosos que parezcan los viajes, investigaciones y búsquedas de los protagonistas, apuntan a reconocer y trazar un mismo linaje poético, a la revitalización de un surrealismo primerizo y audaz. Se trata de volver a una fuente en el mismo momento de su manar, momento original que escapa a toda lógica de la temporalidad histórica para significar la energía de la innovación poética.

En Los detectives salvajes el motivo del viaje, que a su vez es investigación literaria, parecería así la directa ilustración del discurso enardecido y programático que sostenía el joven infrarrealista Roberto Bolaño en 1977, cuando publicó y presentó en México traducciones de la joven poesía francesa de aquel entonces, la de los eléctricos y de algunos más:

No unos versos bien escritos sino una experiencia bien realizada, o como dijo Jarry: "la estupidez no es nuestro fuerte". Libros como Kilroy was here, de Biga, o Ethermouth, Slit, Hypodermique, de Bulteau, nos llevan como máquinas teletransportadoras del año 2050 al reino de lo mágico revolucionario: una escritura de desacostumbramiento que prolonga los más incendiarios postulados surrealistas (con Pelieu o Biga o Bulteau, la vanguardia abandona el trabajo de profesor universitario o poeta laureado o crítico decente y sagaz, y vuelve a las calles, a los caminos que Breton veía y amaba en Lachez tout!)[1]

La consigna de Breton, impresa en mayúsculas, concluye asimismo el manifiesto infrarrealista de Roberto Bolaño escrito en 1975-1976: "DEJÉNLO TODO, NUEVAMENTE / "LÁNCENSE A LOS CAM1NOS".[2]

Así como la novela reconoce y a la vez trastoca la noción de historia literaria, inventando una reanudación del real visceralismo a cincuenta años de distancia al suponerle al grupo setentero una precursora en la persona de Cesárea Tinajero, se crea una equivalencia entre el tiempo transcurrido y el espacio recorrido por los reales visceralistas de los setenta para encontrarse con la poeta de los años veinte. La actualización de la ruptura poética vanguardista, o sea el actuarla y el traer el pasado al presente, se funda en esta equivalencia entre viaje por el tiempo y viaje por el espacio. Y no se trata de cualquier espacio, ya que no contentos con lanzarse a los caminos, los poetas detectives se salen de éstos para entrar en el desierto sonorense, huyendo de unos criminales, en la vertiente detectivesca o de novela negra del argumento. El estado de Sonora, lugar fronterizo y extremo territorial mexicano, viene a desempeñar un papel mítico, a ser una suerte de metáfora de la terra incognita, tierra de aventuras, no lugar o abismo, al modo del sur borgeano o del blanco espacio austral de Poe. En ese espacio abandonado de la cultura, adonde se mudó en los veinte la poeta Cesárea Tinajero para escándalo de sus amigos capitalinos, podría encontrarse la poesía de ruptura, la poesía en acto o "lo nuevo", que según el poema de Baudelaire "Le voyage", glosado por Bolaño en otra parte, se encuentra en el fondo del abismo, al final del viaje, o de la vida.

La libertad de la novela traduce o traslada así a la forma novelesca un deseo de recorrer la historia literaria a campo traviesa o abriendo brechas y de convertir la ficción en discursos que van de la seudo novela negra a la novela de aventuras o a la novela de formación literaria e iniciación sexual. Entre el diario del jovencísimo Juan García Madero, nuevo avatar de Rimbaud, que corresponde a las partes primera y tercera y cuenta los últimos meses de 1975 y los primeros de 1976, y los testimonios abundantísimos con forma de monólogo de una apabullante variedad de personajes que, en la parte central de la novela, narran lo ocurrido en torno a los destinos de Arturo Belano y Ulises Lima entre 1976 y 1996, se decanta la historia del grupo real visceralista, pronto desaparecido con el lanzarse a los caminos de sus miembros fundadores. Frente a la voluntaria postura marginal y exploradora que sostienen éstos, aparece un panorama, a menudo satírico, de los medios literarios por los que apenas transitan, en México, en Francia y en España. Los monólogos dramáticos de editores en quiebra, conocidos críticos, profesores latinoamericanos, poetas de distinta calaña, novelistas de éxito o de la secretaria de Octavio Paz en su vejez hacen las veces de autorretratos que los desenmascaran, revelando su cobardía, su falta de fe en el oficio literario, su venalidad o su desengañada generosidad. Contrastando con estos discursos, la gratuidad de la relación con la poesía de los real visceralistas se hace manifiesta en los relatos de conversaciones en las que abundan los comentarios eruditos y lúdicos y las reflexiones desenfadadas sobre la poesía o sobre determinados poemas, en la enumeración de las lecturas de los jóvenes poetas, en el hilarante repaso de los poetas latinoamericanos y españoles clasificados según su tipo de homosexualidad que hace uno de ellos, y por supuesto, en su inicial búsqueda de Cesárea Tinajero y sus investigaciones sobre los estridentistas. Se trata para ellos de vivir en y por la literatura, de vivir la poesía como aventura o la aventura como poesía. Sus encuentros y desencuentros a lo largo de los años, entre uno y otro continente, giran en torno a la poesía, con azarosas lecturas de poemas escritos al ritmo de sus viajes y penurias, como si la tertulia o la conversación poética fuesen lo único estable en sus vagabundeos. Entre historia de las rupturas estéticas y escritura en sutiles rupturas y enlaces, Los detectives salvajes resulta ejemplar de la necesidad del doble movimiento de transgresión y fundación para buscar "lo nuevo, lo que siempre ha estado allí" en la literatura.

Autoproclamándose como nueva vanguardia, los rebeldes real visceralistas se buscan, sin embargo, antecesores en el grupo estridentista al reconocer en sus miembros y en la historia del movimiento una auténtica voluntad de fundar "el reino de lo mágico revolucionario", cuando se buscaba crear una cultura que respondiera a los cambios políticos y sociales sucedidos durante la primera época de Revolución Mexicana. Pero la radicalidad absoluta que reivindican los real visceralistas necesita un modelo aún más rupturista y marginal, tan marginal que se ha perdido su huella, tan heroicamente rupturista y aislado que su redescubrimiento permitiría revolucionar la historia de la poesía mexicana e incluso latinoamericana. Así se lo comenta un real visceralista a un incrédulo y condescendiente joven poeta cercano al grupo de Octavio Paz. Cesárea Tinajero, taquígrafa de profesión, secretaria del general Carvajal, trasunto de Heriberto Jara que fue el mecenas de los estridentistas, fundadora del real visceralismo y de la revista Caborca que constó de un solo número es esa figura hiperbólica de la vanguardia. Y, a diferencia de los estridentistas, cuyo referente es histórico al menos en tanto grupo, es un personaje enteramente ficticio cuyo parecido con la poeta Concha Urquizo, evocado por la crítica, dista de ser evidente. Motivo de la búsqueda y del viaje de Belano, Lima y García Madero, resorte dramático y emblema de la poesía aventurera, incluso de la antipoesía, el personaje es decisivo para la identidad de la novela como despliegue de formas literarias cuya hibridación sirve a los postulados de su autor, a su necesidad de trasladar a la prosa narrativa un ellos poético, ilustrándolo con historias, y de dar testimonio de su propia búsqueda literaria con irónica ternura.

Entre los motivos más o menos autobiográficos, aunque mitificados e ironizados, que subyacen en la novela, se encuentra en efecto la admiración por la gesta estridentista. Las entrevistas a los poetas de los veinte, aludidas en la novela o referidas por las voces de los entrevistados, como el desengañado poeta Manuel Maples Arce que casi reniega de su juventud vanguardista, están inspiradas en otras que tuvieron lugar en la realidad en esos mismos años de formación y primera época de la obra de Roberto Botarlo. Así lo sospechaba Grínor Rojo en un artículo sobre Los detectives salvajes, así lo refería José Promis en otro artículo publicado en el mismo volumen. En varios números sucesivos de la revista Plural, después de la sonada renuncia de Octavio Paz y todo el equipo de redacción tras el llamado «golpe a Excélsior", en ese espacio de publicación, retomado por los neopriístas, se cuelan algunas contribuciones de los infrarrealistas, dos de éstas dedicadas a los estridentistas: un primer artículo de presentación del grupo vanguardista de los años veinte con la publicación de parte del primer manifiesto estridentista, y una serie de tres entrevistas a Germán List Arzubide, Arqueles Vela y Manuel Maples Arce. La clara voluntad de establecer por encima de varias décadas un parentesco entre uno y otro grupo se percibe en las declaraciones desafiantes y comentarios de un Roberto Bolaño de 23 años que pretende "con un grupo de poetas y/o ensayistas [encargarse] de darle algunos retoques a la historia" y devolverles su lugar y su valor a los estridentistas que perdieron la batalla poética en 1928, tras siete años de intensa actividad. Después de citar a Trotsky acerca del desgaste de los partidos y las escuelas artísticas y de la necesidad de las rupturas, concluye con un paralelo entre las revoluciones poéticas estridentista e infrarrealista, confrontando versos de Maples Arce y del infrarrealista José Peguero:

Los estridentistas no pudieron sostener esas barricadas ácidas de la nueva poesía, pero nos enseñaron más de una cosa sobre los adoquines. A los versos de Maples Arce escritos en 1922:

Y doscientas estrellas de vicio
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . A flor de noche
Escupen pendejadas y flores de papel
Podemos meditarlos con estos de José Peguero
escritos hace tres meses:

Corre corre Valerina
Que me da el Rimbaud
Que me da el Rimbaud.[3]

En Los detectives salvajes, se da una versión ficticia y satírica de las circunstancias en que se desarrollaron aquellas entrevistas, aprovechando detalles reales, como el que Maples Arce contestara el cuestionario por escrito, para que el monólogo del estridentista envejecido contribuya a revelar su distancia respecto de la utopía vanguardista y participe en el concierto de los juicios negativos o condescendientes de los artistas y escritores establecidos sobre los jóvenes real visceralistas. Si bien Maples regala ejemplares de su obra a Arturo Belano, lo hace con calculada generosidad, sin querer dárselos en propia mano, sin dedicárselos, y espera vanamente que algún día regrese el joven en busca de un amparo literario. Concluye el personaje: "Todos los poetas, incluso los más vanguardistas, necesitan un padre. Pero estos eran huérfanos de vocación. Nunca volvió".[4]

La supuesta orfandad de vocación de los real visceralistas no es sino su voluntad de hallar ese modelo superlativo de la vanguardia extrema y para siempre marginal que es Cesárea Tinajero. El argumento de la novela, su tensión dramática y su constante juego deceptorio, necesitaban la creación de ese personaje, así como la del ficticio estridentista Amadeo Salvatierra, que no llegó a la gloria y se convirtió en escritor público o "evangelista" del portal de la plaza de Santo Domingo. Perdedores y perdidos en la capital o el desierto, éstos detentan a ojos de los jóvenes el secreto del pasado, de la aventura poética. El monólogo de Amadeo Salvatierra, quien posee el único número de la revista Caborca, donde se publicó el único poema conocido de Cesárea Tinajero, y quien es el único testigo del pasado que tiene datos muy vagos sobre el paradero de la fundadora del real visceralismo, escande, distribuido en 13 fragmentos, la segunda parte de la novela, como un leitmotiv que recordase a lo largo del relato cómo se definió durante una velada el enigma que decidieron resolver los "detectives salvajes", emprendiendo la búsqueda real de la poeta vanguardista. Fragmentado y fragmentario, errático, este monólogo que recuerda una noche de borrachera, sopores alcohólicos, visiones del pasado y conversación en torno a los veinte, el estridentismo y Cesárea Tinajero, sirve así de hilo conductor para la trama de la novela y plantea enigmas de distinta índole, uno sobre el destino de Cesárea Tinajero y otro sobre el valor de la literatura experimental, que no son sino uno solo en esta conversión de las cuestiones literarias en materia novelesca y ejercicios de estilo que cumple la novela. Heroico cómico, este discurso del viejo poeta alcohólico pertenece, fuera de los estrictos límites de la novela, a la serie de relatos de Bolaño que rinden homenaje a los perdedores de la literatura, los malos poetas o los pobres poetas olvidados, desaparecidos, suicidas, los caídos en el combate del arte. A esta visión de la historia literaria como épica irrisoria de las luchas por el arte corresponde el desafío que se dan Ulises Lima y Arturo Belano, prometiendo al final de la noche "encontrar a Cesárea Tinajero aunque [tengan] que levantar todas las piedras del norte" y declarando entre bromas y veras que lo "[hacen] por México, por Latinoamérica, por el Tercer Mundo, por [sus] novias, porque [tienen] ganas de hacerlo".'[5] Esta declaración suena nada menos que paródicamente quijotesca, lo cual se verá confirmado por el aspecto y la prosaica condición de Cesárea Tinajero, convertida en vieja yerbatera, suerte de Dulcinea del Toboso por la que indefectiblemente seguirían luchando sus paladines, si al final no se invirtieran los papeles de unos y otra, en una duplicación de lo burlesco. Ella es quien muere defendiéndolos del padrote y el policía que los persiguen.

El testimonio de Salvatierra da fe de esta actitud que hace de los contemporáneos "detectives salvajes" los sucesores doblemente paródicos de los antiguos caballeros andantes, ya añoradas por el Quijote. Entre las peripecias de la noche dedicada al repaso acelerado y caótico de los recuerdos de Salvatierra en torno al estridentismo, se incluye la lectura conjunta que hacen Belano, Lima y su anfitrión del Actual n° 1 publicado en 1921 por Maples Arce. Pretexto para un homenaje irónico, la escena da pie a la íntegra transcripción en la novela del ecléctico "Directorio de vanguardia" que completaba el manifiesto estridentista, comentado con desparpajo y minucia por los tres lectores antes de que, jocosamente conmovidos, los jóvenes saluden a los "héroes" conocidos o desconocidos, en posición de firmes y brindando con mezcal Los Suicidas.

La segunda lectura es la que hacen de la revista Caborca y del desconcertante poema visual de Cesárea Tinajero, enigma para Salvatierra y broma a la vez que propuesta interesante según Belano y Lima que lo interpretan. A esta lectura y a la interpretación del poema, la novela convida lúdicamente al lector puesto que se plantea el poema como juego y acertijo, resuelto en un primer momento por Lima con el recuerdo de una visión idéntica en un recurrente sueño infantil que se tornaba pesadilla acompañada de sensaciones intensas y concluía a veces con el orinarse en la cama del soñador. El principio de interpretación propuesto por los real visceralistas consiste en completar los trazos que constituyen el poema —una línea recta, una ondulada, una quebrada e irregular con ángulos cerrados sobre las cuales está posado un diminuto rectángulo— así como el monosílabo "Sión" que lo intitula. El rectángulo se convierte en barquito velero agregándosele un triángulo, y las líneas se ven como mar calmado, mar con olas, mar agitado por una tempestad, la sílaba también se completa, viéndose como la última de la palabra 'navegación", a despecho de toda lógica ortográfica puesto que la "s" ha de volverse "c". Sólo que este juego visual y sonoro minimalista obedece a una lógica de juego de construcción o de rompecabezas cuyas invisibles piezas faltantes han de imaginarse, y recurre a la anfibología o a una grafía fonética. El poema real visceralista de Cesárea Tinajero se emparienta con un juego infantil cuyas reglas identifican de inmediato los nuevos vanguardistas, detectives hasta en la lectura. Por supuesto, su estrategia de pieza incompleta que invita a completarla permite inducir que existen otras piezas, vale decir otras obras de Cesárea Tinajero, esas "Obras completas" que Ulises Lima promete traer de Sonora y cuya realidad al final de la novela también permanece incierta o posiblemente decepcionante, ya que el diario de García Madero no comenta el contenido de los cuadernos que encuentra en casa de la difunta. Broma, poesía experimental o visión onírica infantil como lo recuerda Lima, la estrategia de adivinanza que plantea el poema enigmático e interpretado desempeña en la novela el papel de clave interpretativa o más bien acertijo lúdico acerca del principio que rige el relato. Rasgos de este poema: las líneas recta, ondulada y quebrada, el barquito, la evocación de las sensaciones del sueño infantil, aparecen en dos fragmentos narrativos poéticos escritos por Roberto Bolaño hacia 1980 en España, recogidos en el libro Amberes.[6] que llegó a publicarse en 2002 y se presenta como un texto narrativo experimental con motivos dramáticos que surgen y desaparecen en alternancia. En un poema de la misma época, titulado "Mi poesía" y publicado en el volumen La Universidad Desconocida[7] también aparecen los trazos de la línea cambiante, asociados con una alusión al mar freudiano, y la expresión del deseo de sobreimponer dos cines, dos películas, de decir en dos planos similares dos personajes. Este es el proyecto que intenta verificarse en Amberes, donde efectivamente aparecen estos personajes: el poli, el jorobadito.

En Los detectives salvajes, el poema de Cesárea Tinajero no es sino una nueva variante de los poemas con trazos visuales escritos por Bolaño en un periodo en que aún no abordaba la escritura de novelas o estaba explorando las posibilidades formales del género. La elección de este poema como única muestra de una obra real visceralista de los veinte, o sea como un punto de partida o como una brújula estética, dista de ser casual. Desde el punto de vista dramático, plantea un enigma e incita a la búsqueda de su autora; desde un punto de vista metaliterario, indica un modo de composición de la novela y modos lúdicos de lectura. Si bien el proyecto de Amberes —con simultaneidad o sobreimposición de planos para "decir" dos personajes— ya pertenece a un pasado de la obra narrativa de Roberto Bolaño cuando escribe Los detectives salvajes, esta novela se parece a un rompecabezas cuyas piezas invisibles han de imaginarse. Más allá de "un modelo para armar" cortazariano o de una "rayuela", el relato que, según su autor, intenta remedar el flujo del Misisipi gracias a la multiplicidad de las voces que se arremolinan en su parte central y "tiene casi tantas lecturas como voces hay en ella" pudiéndose leer "como una agonía" y "como un juego"[8], ofrece desde su fragmentación una constante invitación a completarla. La visión que se tiene de los protagonistas Arturo Belano y Ulises Lima nunca deja de ser oblicua. fragmentaria y múltiple, puesto que todas las voces concurren para hacer sus retratos hablados y contar tangencialmente su historia que a fuerza de conjeturas y elipsis se convierte ipso facto en una suerte de leyenda. Pero hay más, la épica irrisoria de los jóvenes real visceralistas constantemente es objeto de ironía, condescendencia, devaluación por parte de muchos testigos, quedando los neovanguardistas como sublimes y ridículos. Tanto como esos viejos poetas "¡ridículos y heroicos! /[...] Nómades abiertos en canal y ofrecidos / a la Nada / (pero ellos no viven en la Nada / sino en los Sueños)",[9] cuya lectura recomienda Roberto Bolaño a su hijo Lautaro en el poema testamento "Lee a los viejos poetas".

El poema de Cesárea Tinajero ostenta un placer lúdico y un vínculo con la infancia, a la vez que remite, según el recuerdo de Ulises Lima, a un sueño infantil con la sensación de "una rajadura que empezaba en el vientre".[10] El poema "Mi poesía" de Roberto Bolaño alude a una pesadilla al parecer ligada a la sexualidad infantil. En todo caso, el poema es la mínima afloración en la superficie de la página de un magma de lo informulable. Una vez aparecido juega con su carácter inconcluso, incompleto, abierto. En la tercera parte de Los detectives salvajes, este mismo placer lúdico es experimentado por los jóvenes detectives con acertijos visuales de escuela primaria mexicana, mezclados con preguntas eruditas sobre métrica antigua y figuras retóricas, a los que de nuevo se convida al lector. Así se despliega, como en un escorzo narrativo, el variadísimo campo de las formas poéticas en la historia, desde las más cultas hasta las más ingenuas. El final del relato coincide con la famosa serie de acertijos visuales con forma de rectángulos-ventana que García Madero inscribe en su diario, dejando el último sin solución. Como es lógico, se trata de imaginar lo invisible a partir de lo visible, de construir una imagen-sentido a partir de unos trazos sugerentes. La pregunta "¿Qué hay detrás de la ventana?" deja el sentido suspendido, colgado de un marco rectangular trazado con línea de puntos.

La hazaña rupturista que se cumple con Los detectives salvajes no sólo recoge con irónica ternura la memoria del estridentismo y del infrarrealismo, sino que transmuta la búsqueda poética vanguardista en una poética de la novela "como juego" y "como agonía". Sostiene en el hilo de la navaja la lucha épica e irrisoria de la literatura, sin olvidar jamás el placer de contar y, como en correspondido amor, el placer de su lector.

 

 



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Notas

[1] Roberto Bolaño, "El universo hinchado", Plural, núm. 64, enero, p. 21, México, 1977.

[2] Roberto Bolaño, "Déjenlo todo, nuevamente: manifiesto infrarrealista (1975-1976), recogido en El Replicante, vol. III, núm. 9, nov.-ene., pp. 142-143, Guadalajara (México), 2006.

[3] Roberto Bolaño, «El estridentismo", Plural, vol. VI, núm. 61, octubre de 1976.

[4] Roberto Bolaño, Los detectives salvajes, Anagrama, Barcelona, 1998, p. 177.

[5] Ibid. p. 553.

[6] Roberto Bolaño, "Cuando niño" y "El Mar", Amberes. Anagrama. Barcelona. 2002, p. 51 y 53.

[7] Roberto Bolaño. La Universidad Desconocida, Anagrama. Barcelona, 2007. p. 27.

[8] Roberto Bolaño. "Acerca de Los detectives salvajes. Entre Paréntesis. Anagrama. Barcelona. 2004. p. 326.

[9] Roberto Bolaño. La Universidad Desconocida. op. cit. 2007. p. 434.

[10] Roberto Bolaño. Los detectives salvajes, op. cit. p. 400.






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Florence Olivier es catedrática de literatura Comparada en la Universidad Sorbonne Nouvelle, París III. En México fue responsable del Ciclo de Traducción en el IFAL. y secretaria de redacción en la revista cultural bilingüe ALFIL. Autora de Carlos Fuentes o la imaginación del otro, (UV, 2007). Ha publicado numerosos artículos en revistas académicas y culturales francesas y mexicanas.

 



 

 

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Estridentistas y viscerrealistas en Los detectives salvajes de Roberto Bolaño
Por Florence Olivier
Publicado en revista La Palabra y el Hombre, N°15, invierno de 2011