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Poemas reunidos

Roberto Bolaño




.. .. .. .. ..

Es de noche y estoy en la zona alta
de Barcelona y ya he bebido
más de tres cafés con leche
en compañía de gente que no
conozco y bajo una luna que a veces
me parece tan miserable y otras
tan sola y tal vez no sea
ni una cosa ni la otra y yo
no haya bebido café sino coñac y coñac
y coñac en un restaurante de vidrio
en la zona alta y la gente que
creí acompañar en realidad
no existe o son rostros entrevistos
en la mesa vecina a la mía
en donde estoy solo y borracho
gastando mi dinero en uno de los límites
de la universidad desconocida.

 

 

Rechazos de Anagrama, Grijalbo, Planeta, con toda seguridad
también de Alfaguara, Mondadori. Un no de Muchnik,
Seix Barral, Destino...
Todas las editoriales... Todos los lectores...
Todos los gerentes de ventas...
Bajo el puente, mientras llueve, una oportunidad de oro
para verme a mí mismo:
como una culebra en el Polo Norte, pero escribiendo.
Escribiendo poesía en el país de los imbéciles.
Escribiendo con mi hijo en las rodillas.
Escribiendo hasta que cae la noche
con un estruendo de los mil demonios.
Los demonios que han de llevarme al infierno,
pero escribiendo.

 

 

Esperas que desaparezca la angustia
Mientras llueve sobre la extraña carretera
En donde te encuentras

Lluvia: sólo espero
Que desaparezca la angustia
Estoy poniéndolo todo de mi parte

 

 

Amanecer

Créeme, estoy en el centro de mi habitación
esperando que llueva. Estoy solo. No me importa
terminar o no mi poema. Espero la lluvia,
tomando café y mirando por la ventana un bello paisaje
de patios interiores, con ropas colgadas y quietas,
silenciosas ropas de mármol en la ciudad, donde no existe
el viento y a lo lejos sólo se escucha el zumbido
de una televisión en colores, observada por una familia
que también, a esta hora, toma café reunida alrededor
de una mesa: créeme: las mesas de plástico amarillo
se desdoblan hasta la línea del horizonte y más allá:
hacia los suburbios donde construyen edificios
de departamentos, y un muchacho de 16 sentado sobre
ladrillos rojos contempla el movimiento de las máquinas.
El cielo en la hora del muchacho es un enorme
tornillo hueco con el que la brisa juega. Y el muchacho
juega con ideas. Con ideas y con escenas detenidas.
La inmovilidad es una neblina transparente y dura
que sale de sus ojos.
Créeme: no es el amor el que va a venir,
sino la belleza con su estola de albas muertas.

 

 

Dentro de mil años no quedará nada
de cuanto se ha escrito en este siglo.
Leerán frases sueltas, huellas
de mujeres perdidas,
fragmentos de niños inmóviles,
tus ojos lentos y verdes
simplemente no existirán.
Será como la Antología griega,
aún más distante,
como una playa en invierno
para otro asombro y otra indiferencia.

 

 

Escribe sobre las viudas las abandonadas,
las viejas, las inválidas, las locas.
Detrás de las Grandes Guerras y los Grandes Negocios
que conmueven al mundo están ellas.
Viviendo al día, pidiendo dinero prestado,
estudiando las pequeñas manchas rojas
de nuestras ciudades
. . de nuestros deportes
. .. . de nuestras canciones.

 

 

Dos cuerpos dentro de un saco de dormir
Como si una crisálida se masturbara.
Una fría mañana de primavera cerca del mar.
Sin hacer contorsiones, acariciando según se pueda
Brazos, axilas, suaves muslos peludos.
Los de ella no tanto,
Escribirás luego con una sonrisa y solo
En un bar de la autopista
De Castelldefels.

 

 

El dinero

Trabajé 16 horas en el camping y a las 8
de la mañana tenía 2.200 pesetas pese a ganar
2.400 no sé qué hice con las otras 200
supongo que comí y bebí cervezas y café con
leche en el bar de Pepe García dentro del
camping y llovió la noche del domingo y toda
la mañana del lunes y a las 10 fui donde
Javier Lentini y cobré 2.500 pesetas por una
antología de poesía joven mexicana que
aparecerá en su revista y ya tenía más de
4.000 pesetas y decidí comprar un par de
cintas vírgenes para grabar a Cecil Taylor
Azimuth Dizzy Gillespie Charlie Mingus
y comerme un buen bistec de cerdo
con tomate y cebolla y huevos fritos y escribir
este poema o esta nota que es como un pulmón
o una boca transitoria que dice que estoy
feliz porque hace mucho que no tenía
tanto dinero en los bolsillos

 

 

La curva

El pandillero de 20 años, charnego, el cortaplumas en
el pescuezo del chileno, 25 años, único turista de esa hora.
El cortaplumas es blanco como las ventanas de esa hora
en que no hay dinero y las imágenes de ambos se entrecruzan
por unos segundos. La letra de una canción, un café
con leche, una inyección, unos pantalones de pana que huelen
a mierda, la nariz de una mujer, el bronceado del verano,
las manos reales de alguien que descorre una cortina.
La comunión. Da un paso atrás y mira el rostro
de su agresor (podría igualmente decirse: su lazarillo).
Oleadas de palabras quebradas no aciertan a moverse de su
vientre, una especie de premura por desvestir al hombre
más joven que tiene delante y la pelea ganada. Entre
los arcos de la plaza Martorell en Barcelona, da un paso atrás
como si el juego nunca hubiera finalizado, mapas de hace
15 años, el deseo que sólo se manifiesta en una semisonrisa
y traza una pirámide, un búfalo, una suerte de estrellas
el brazo negro del joven, pero no brilla su cortaplumas
porque en la mente del chileno ya es llave.

 

 

Molly

Una muchacha con libras irlandesas
y una mochila verde.
143 pesetas por una libra irlandesa,
es bastante, ¿no?
No está mal.
Y dos cervezas en una terraza
de Barcelona.
Y gaviotas.
No está mal.





 



 

 

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