EPIFANÍA «Cuentos», Roberto Bolaño. Anagrama, 2010, 548 págs. Por Rafael Suárez Plácido Publicado en Clarín, Revista de nueva literatura, 8 noviembre de 2010
Bajo el puente, mientras llueve, una oportunidad de oro para verme a mí mismo: como una culebra en el Polo Norte, pero escribiendo. Escribiendo poesía en el país de los imbéciles. Escribiendo con mi hijo en las rodillas. Escribiendo hasta que cae la noche con un estruendo de los mil demonios. Los demonios que han de llevarme al infierno, pero escribiendo.
En octubre de 1990 escribía Bolaño estos versos que, curiosamente, comienzan con el ya célebre: “Rechazos de Anagrama, Grijalbo, Planeta,…” ¿Quién era entonces Roberto Bolaño? ¿Cuánto tiempo llevaba escribiendo? Nació en 1953: tenía, pues, treinta y siete años. Ya había publicado algún libro de poemas y una novela, en colaboración con A. G. Porta, Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce, en 1984. Él mismo nos cuenta de aquellos años en el relato que abre el libro: Sensini, donde trata su relación con el cuento en aquellos años. “El premio estaba dividido en tres modalidades: poesía, cuento y ensayo. Primero pensé en presentarme en poesía, pero enviar a luchar con los leones (o con las hienas) aquello que era lo que mejor hacía me pareció indecoroso. Después pensé en presentarme en ensayo (…) Decidí, pues, presentarme en cuento y envié por triplicado el mejor que tenía (no tenía muchos) y me senté a esperar.” De todo ello cabe deducir que para Bolaño el cuento no era el género preferido, y ya estaba escribiendo novelas. Sólo esa acumulación de obra estos años explica la cantidad de publicaciones que tendrá luego, en apenas diez años. Pero este primer relato es muy significativo en la relación del autor con los premios. Ocurre que le conceden un accésit y recibe una publicación con los relatos premiados. Le llama la atención que uno de ellos es Sensini, uno de sus autores favoritos. Y no es el primer ni el segundo premio. ¿Esta historia ocurre en realidad? Sí. Casi todos los cuentos de Bolaño tienen un contexto real identificable. Se diría que sus cuentos son una especie de autobiografía. Sensini es Antonio Di Benedetto, uno de los narradores favoritos del chileno, con quien se escribe y entabla una interesante relación epistolar. El juego que establecen para enviar relatos a concursos es divertido, pero también es muy significativo que estos autores tengan que recurrir a estas estratagemas. Hace no demasiado reseñé un libro premiado de relatos que tenía algunos de ellos premiados en varios concursos. Ningún concurso admite un cuento ya premiado. Y el autor ponía los premios en el libro como con orgullo. Aun así el libro reseñado obtuvo el que quizá sea el premio más codiciado de cuentos del país. También me llama la atención cuando otro de los autores de cuentos de cierto éxito habla de sí mismo como parte de los autores “de plica y premios”. Yo prefiero a los que no lo son. Porque los lectores de los concursos suelen no saber demasiado. A veces, ni siquiera los jurados finales y, si muestran interés, lo hacen defendiendo intereses poco claros. Bolaño, durante estos años, no tuvo especial suerte con los jurados.
Cuentos (Anagrama, 2010) es la edición definitiva de su narrativa breve. Incluye los tres libros ya publicados: Llamadas telefónicas (1997), Putas asesinas (2001) y El gaucho insufrible (2003). Antes hay una especie de prólogo que titula Consejos sobre el arte de escribir cuentos, donde además de decirnos que los cuentos hay que escribirlos al menos de tres en tres, nos muestra el itinerario de algunas de sus filias y sus fobias. Nos habla de lecturas. Entre los libros españoles favoritos nombra Suicidios ejemplares, de Vila Matas, y Mientras ellas duermen, de Javier Marías. No está mal, pero la duda persiste: ¿sólo Anagrama publica buenos libros de cuentos?
Llamadas telefónicas se divide en tres partes. La primera con el mismo nombre reúne cinco de los mejores relatos del autor. El tema es básicamente la literatura: la literatura y la vida, porque Bolaño no sabe distinguir entre ellas, siempre está escribiendo. En cuatro de estos relatos nos cuenta lo que fue su vida, siempre como escritor y observador de un mundo que le era ajeno, durante los años que vivió en Gerona y Barcelona. Su relación con otros escritores y con otros exiliados chilenos, de la que pronto se sentiría apartado. La segunda parte del libro se llama Detectives. Hablan de su vida en México o de historias que conoció durante esos años. A México llegó con sus padres con quince años. Dejó de estudiar y dedicó su tiempo a leer. 1971 fue un año esencial. Conoció a un grupo de poetas jóvenes que formaron el grupo de los Realistas Viscerales, entre ellos a su amigo del alma, Mario Santiago, el Ulises Lima de Los detectives salvajes (Anagrama, 1998), el mejor testimonio de lo que fueron estos años, sus cien mejores páginas. Entonces leyó toda la poesía chilena que cayó en sus manos. Se fue formando un criterio que ya no le iba a abandonar toda la vida. En el cuento Detectives nos relata algo que ocurrió en su retorno a Chile en 1973, cuando fue detenido e ingresado en prisión como terrorista. Pensaba que iba a morir. Estaba convencido de ello, aunque no sabía por qué. Lo cierto es que el azar, en forma de dos compañeros de los años del colegio que eran detectives en la prisión, logró su casi milagrosa salvación. Una muestra más del absurdo que se vivía entonces. Aparece el personaje B, que no es directamente Bolaño, sino Arturo Belano, su alter ego en Los detectives salvajes y a lo largo de toda su carrera. La historia es absolutamente verídica. La tercera parte es Vida de Anne Moore. Se trata de cuatro historias de mujeres, también de las mejores del libro. Compañeros de celda y Carla están muy relacionados con su vida. Joanna Silvestri es una de sus incursiones en el mundo de la industria del porno que disecciona desde dentro, mostrándonos regiones ocultas y sombrías de una historia sin glamour. Y Vida de Anne Moore es un cuento con el que uno no puede evitar desear más. Siempre pensé que podría terminar dando pie a una novela.
Bolaño tomaba y retomaba sus historias. Llevar un cuento a una novela no es nada negativo para el cuento. Probablemente preferiría este último. Se ha hablado del laberinto Bolaño. Lo mismo ocurría con la poesía, su lado más íntimo. Los detectives salvajes está desperdigado a lo largo de no menos de diez cuentos de este libro.
Putas asesinas es su segundo libro de cuentos. Ya la historia es diferente. Los cuentos de Llamadas telefónicas están escritos en años de mucha penuria e incertidumbre. Ahora el autor ya sabe muchas cosas. Sabe que es uno de los autores más premiados y valorados por la crítica. Sabe que tiene un editor que confía en él. Ya ni Anagrama, ni Seix Barral, ni El Acantilado ni Mondadori le rechazan sus libros. Sabe también que está enfermo y que la situación no es fácil. Eso explica también la necesidad de escribir sin pausa. Con prisa pero sin pausa. La necesidad de reelaborar una obra que ya estaba en marcha desde los años de México. Y que luego en Barcelona, en Gerona y finalmente en Rosas no iba a parar. En estos años se enmarca la historia de El ojo Silva, donde en la figura de este chileno exiliado trata de plasmarnos lo que es para él la Hispanoamérica de este último cuarto de siglo. No es difícil encontrar huellas de Borges cuando escribe: “…siempre intentó escapar de la violencia aun a riesgo de ser considerado un cobarde, pero de la violencia, de la verdadera violencia, no se puede escapar, al menos no nosotros, los nacidos en Latinoamérica en la década de los 50, los que rondábamos los veinte cuando murió Allende.” Ese “Al fin me encuentro con mi destino sudamericano” de Borges, se reproduce en estas palabras. Bolaño es, ante todo, testigo especial y privilegiado de todo lo que ocurre en este último cuarto de siglo. A veces es testigo, a veces no. Pero siempre nos impone su mirada sobre los hechos. Opiniones que sabe arriesgadas y que no siempre van a sentar bien. Como él mismo cita: “Si vas a decir lo que quieres, también vas a oír lo que no quieres.” Concluye El ojo Silva con unas palabras que van a ser en síntesis su vida: “Pasaron los años. Muchos años. Algunos amigos murieron. Yo me casé, tuve un hijo, publiqué algunos libros.”
Putas asesinas retoma sus años mexicanos, pero una vez más prefiero los relatos de Barcelona. En Días de 1978 nos cuenta la historia de un grupo de chilenos exiliados, sus encuentros y desencuentros con U y su mujer. Personajes por los que siente repulsión y cierta fascinación, quizás porque se sabe como ellos. Se mira en el espejo de sus semejantes. Y cuando llegan cosas que no puede controlar ni entender, se siente aturdido. Escribimos para explicarnos lo que no entendemos, podría querer decirnos Bolaño. Él no entendía su vida. Tampoco entendía a U, ni por qué hizo lo que hizo.
Hay tres cuentos en Putas asesinas que me fascinan: Vagabundo en Francia y Bélgica, Fotos y Carnet de baile. El primero es la historia de un viaje que hace a ambos países. Lo más interesante es que compra una revista antigua con un monográfico sobre poetas franceses y sus grafismos, y a partir de ahí va enlazando sus ideas sobre la vida y la poesía. Aparece una de sus poetas favoritas: “Sophie Podolsky fue una poeta a la que él y su amigo L apreciaron (e incluso se puede decir que amaron) ya desde México, cuando B y L vivían en México y tenían algo más de veinte años.” Pero lo que le preocupa es un autor que desconoce, Henrie Lefebvre, y su relación con la literatura, la relación entre su vida y la literatura. En Fotos nos encontramos a Arturo Belano en un poblado perdido en el África subsahariana. Allí se encuentra un libro, La poésie contemporaine de langue francaise depuis 1945, y va diseccionando las fotos de poetas francófonos de todo el mundo, imaginando historias, enamorándose y odiando. Es arrebatador, fascinante, impresionante. En Carnet de baile nos cuenta en cambio su relación con la poesía, desde que su madre le leía poemas de Neruda. Es una auténtica autobiografía sentimental. Son textos breves, fragmentos numerados: parte de su aportación al Postmodernismo. Posteriormente Modiano daría las claves de su vida y su obra en Un pedigrí. Carnet de baile es el pedigrí de Bolaño.
Su tercer libro, El gaucho insufrible, se publicó en 2003, con él ya fallecido. Sus relatos tienen mucho del conocimiento de la enfermedad. Son personajes que abandonan una vida más o menos cómoda, para salir a buscar el conocimiento, o la felicidad. En Jim, el primer cuento del libro, encontramos una definición de la poesía: “Léxico, elocuencia, búsqueda de la verdad. Epifania.” Yo creo que esto es aplicable también al cuento. Y también a la novela. “Ahora soy poeta y busco lo extraordinario con palabras comunes y corrientes.”
Al final de El gaucho insufrible tenemos dos ensayos que en su origen fueron conferencias que el autor dictó o no. Literatura + Enfermedad = Enfermedad analiza desde la perspectiva de un autor enfermo, que sabe de lo difícil que le va a ser seguir vivo, las aportaciones de los poetas franceses, Mallarmé especialmente sobre el tema. Estas observaciones siempre salpicadas con su humor negro y violeta. En Los mitos de Cthulhu analiza lo que según muchos autores es el éxito: la novela clara. La filosofía clara. Incluso la poesía clara. Y nos va mostrando sus opiniones contundentes sobre el tema. Son dos textos que todo buen lector debiera conocer. ¿He dicho dos textos? Cualquier aficionado a la buena literatura debería tener este libro entre los suyos de cabecera.
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«Cuentos», Roberto Bolaño. Anagrama, 2010, 548 págs.
Por Rafael Suárez Plácido
Publicado en Clarín, Revista de nueva literatura, 8 noviembre de 2010