Proyecto Patrimonio - 2021 | index |
Roberto Bolaño | Autores |




 








La bestia domesticada
Roberto Bolaño: Entre paréntesis, Anagrama, España, 2004, 366 pp.

Por Rodolfo Mendoza Rosendo

Publicado en La Palabra y el Hombre, N°132, octubre-diciembre 2004



.. .. .. .. ..

En 1998, a partir de la publicación de Los detectives salvajes, el nombre de Roberto Bolaño se volvió tema recurrente de pláticas, reseñas y ensayos que este autor chileno provocó en todo el mundo de habla hispana. Sin embargo, para esa fecha, ya había publicado libros notorios: Historia de la literatura nazi en América y Estrella distante en 1996, además de Llamadas telefónicas en 1997. Este último de buena aceptación de crítica, pero no así de ventas, cosa curiosa, pues Llamadas telefónicas es la concreción de toda la estética de Roberto Bolaño. En cada uno de los cuentos de este volumen se transparentan los temas, las obsesiones, las estructuras de toda la obra del chileno.

Aunque Los detectives salvajes obnubile la mirada del lector y le impida ver el fondo del resto de la obra de Bolaño, al paso de los años Llamadas telefónicas será considerada una de las obras mayores del también poeta. Ocurrirá lo que le pasó a García Márquez con El coronel no tiene quien le escriba, o a Vargas Llosa con Los cachorros, o a Cortázar con casi cualquiera de sus cuentos; es decir, las obras citadas de esos autores son ahora consideradas fundacionales de su obra, casi por encima de Cien años de soledad, La casa verde o Rayuela, respectivamente. Aunque no se trata aquí de hacer apuestas vanas, ni de medir y encajonar. Se trata, sí, de hablar de Roberto Bolaño, uno de los autores latinoamericanos —junto a Piglia, Aira, Fresán y Bayly— más importante.

***

Como se sabe, en el 2003 murió, esperando un transplante de hígado, Roberto Bolaño, en España, país al que adoptó como patria, como en otro momento había adoptado a México. Y como en su infancia lo había sido Chile, país al que sólo regresó después de 25 años de exilio, y regresó sólo para darse cuenta de que lo odiaba, de que aborrecía a los chilenos (excepto a unos pocos, sus amigos), pero que al final era su patria. Murió alejado ya del alcohol, superada su terapia para abandonar la heroína. Murió felizmente casado, con dos hijos y en la cima de un éxito que aceptó como quien acepta la muerte. Roberto Bolaño (outsider, heroinómano, borracho, intolerante...) es, qué duda cabe, pariente directo de Isidore Ducasse, Fitzgerald, Burroughs. Es un autor de límites, de aquellos que olvidan la delgada línea roja y la brincan sin apenas percatarse, habitando mundos negados para los hombres, salvo para aquellos inconformes que se envisten como semidioses. Sin embargo, Bolaño, a diferencia de muchos otros, tuvo boleto de vuelta. No salió ileso, lo vemos en su obra, pero regresó para seguir escribiendo y llevar una vida "normal" (¿la bestia domesticada?). Pero la realidad, que pocas cosas perdona, le pasó la cuenta y desde 1992 tuvo padecimientos graves en su salud. Padecimientos que dieron fin a la vida de una de las, ahora, glorias chilenas.

Este 2004 aparece Entre paréntesis, una recopilación de ensayos, artículos y discursos que preparó Ignacio Echevarría, a petición del propio Bolaño. La intención de este volumen ni es total ni mucho menos definitiva, pues a pesar de que Echevarría tuvo acceso a todos los archivos del escritor, éste no fue precisamente todo lo ordenado que se esperaría. Y muchos de esos ensayos o artículos, si bien cumplían con columnas semanales en periódicos de España y Chile, también es cierto que Bolaño los enviaba a diferentes países como colaboraciones que no siempre respetaba él mismo, sino que las modificaba, las rescribía o, de plano, escribía algo y lo mandaba sin dejarse una copia para su archivo. Por eso Echevarría apunta en su "Presentación" y sus notas que este volumen se irá complementando a través de los años, cuando vayan apareciendo los textos de Bolaño regados aquí y allá.


1

El volumen obligadamente inicia con una presentación de Ignacio Echevarría en la que se nos da cuenta de la conformación del libro. Inmediatamente empieza el viaje a través del propio Bolaño, ya no sólo a través de su obra; pues quien lea Entre paréntesis, sabrá no sólo la cuestión anecdótica que tanto morbo puede provocar, sino todo eso que podríamos llamar una autobiografía involuntaria. Una autobiografía que el lector seguidor de Bolaño podrá leer entre líneas, a veces casi a pesar del mismo Bolaño, como se podrá ver en el apartado 3. Pero en lo que toca al 1, se podrá leer una autobiografía mínima, de apenas página y media, en donde Bolaño nos ofrece un retrato de él mismo y de su obra. Aparecen, también en este apartado, los "Tres discursos insufribles" que son, al mismo tiempo, una autobiografía intelectual o literaria, en donde vemos al Bolaño más sincero, más cruel, casi despiadado contra todo, hasta contra él mismo. Aquí Bolaño no se cuida las espaldas y suelta sus opiniones "como van": cuando habla de su admirado Osvaldo Lamborghini, quien murió en 1985 dice: "dejó como albacea literario a su discípulo más querido, César Aira, que viene a ser lo mismo que si una rata deja como albacea testamentario a un gato con hambre". Pero es más duro consigo mismo: "Mi única riqueza es mi honra. Lo leo y no lo creo. Yo hablando de honra (...) Me siento como pinocho".


2

El segundo apartado está dedicado a todo lo relacionado con Chile, su país natal. Recuerda, por supuesto, sus años de infancia, sus primeros libros, su familia, sus amigos. Pero escribe, ante todo, de su regreso después de 25 años de exilio, de ese regreso que a partes lamenta y a partes disfruta. Se pega contra las paredes que son todo Chile: su gente, sus funcionarios, sus escritores. Pero disfruta a mares toda la literatura que él considera fundamental: Pedro Lemebel en la poesía y Rodrigo Pinto en la crítica.

Pero los años le niegan otras cosas, el vino, por ejemplo: lamenta no poder probarlo, a causa, claro, de los toneles que se había tomado muchos años atrás.


3

El grueso del volumen está conformado por tres apartados que recogen casi todas las columnas que Bolaño publicó en periódicos como Diario de Girona de España y Las últimas noticias de Chile.

En una obra tan redonda como ésta —Entre paréntesis— se vuelve complicado decir: "este apartado es mejor que aquel por...", pues cada una de las secciones del libro tiene su carácter, su fin, su estructura y orden. Pero "Entre paréntesis", la parte que recoge las columnas publicadas semanalmente es, aunque Bolaño no lo hubiera pensado así (quizá), una suerte de autobiografía. Un retrato que tal vez el propio Bolaño, de haberlo intentado, hubiese titulado "La bestia domesticada" o algo por el estilo.

Bolaño, lo sabrán aquellos lectores que lo hayan seguido, fue toda su vida un iconoclasta, un heterodoxo. Un hombre que, llegado el éxito, mudó su piel y terminó domesticado. Tal vez por eso, constantemente menciona a su gran amigo, el poeta mexicano Mario Santiago, porque él, Santiago, vivió la vida justo hasta el límite en que según ellos había que vivirla. Y Bolaño no, para bien de la literatura. Pero en el fondo se nota en Bolaño una decepción hacia sí mismo. Como si hubiera traicionado algo, como si hubiera traicionado a Santiago. Como si un juramento se hubiese roto. Como si se disculpara. Y ahora vemos a un Bolaño que si en otro momento llamaba "gato hambriento" a Aira, ahora dice que es uno de los mejores narradores latinoamericanos, cosa que, por otro lado, es cierto.

Este apartado se vuelve el otro lado de la moneda que vivió Bolaño después de la fama. El lector puede estar o no de acuerdo con los juicios de Bolaño, pero eso sí, se nota una complacencia hacia todos. Como si el buen dios tuviera que dar su venia al resto de los escritores (sobre todo de lengua española). Y el escritor que antes prefería la estética y escritura de Lemebel o Mario Santiago ahora dice que una de las mejores poetas es Carmen Boullosa. El poeta que hablaba más de la vida que de libros, ahora al mencionar a cualquier escritor, ya catalán, ya chileno, mexicano, peruano, etcétera, se ve obligado a decir "uno de los mejores escritores de Latinoamérica". Ni hablar, parece que nadie está exento del mareillo que causa la fama.

En alguna parte del libro Bolaño apunta: "Qué término más extraño y feo: líder de opinión. Supongo que significará lo mismo que pastor de rebaño, o guía espiritual de los esclavos, o poeta nacional, o padre de la patria, o madre de la patria, o tío político de la patria". Quién diría que al paso de los años, el resto del mundo convertiría a Bolaño precisamente en un "líder de opinión".

Por otro lado, de lo que puede estar seguro el lector es de encontrarse con páginas gozosas, escritas con el hígado, con mala leche, con lucidez. El lector deberá estar preparado para otro de los grandes libros de Bolaño. Otro de esos libros que no deja impávida el alma, que obliga a la reflexión, que hace llorar de risa.

***

El libro se cierra con una entrevista divertidísima que Mónica Maristain le hace a nuestro autor. Entrevista en la que se pueden leer cosas como éstas:

"—¿Antonio Skármeta lo invitó a su programa?
"—Una secretaria suya, tal vez su mucama (...) Le dije que estaba demasiado ocupado".
"—¿Le gustan lo perros o los gatos?"
"— Las perras".

Con esa entrevista termina Entre paréntesis, y yo termino citando al propio Bolaño, en un texto publicado en 1980, en Le Prosa (revista que dirigía el también infrarrealista Orlando Guillén):

Aquí yacen los despojos del muy ilustre Miguel Nostradamus [el lector puede sustituir este nombre por el de Roberto Bolaño], el único, a juicio de muchos mortales, digno de transmitir los acontecimientos futuros del mundo entero, con una pluma casi divina y en plena relación con las influencias de las estrellas.



 



 

 

Proyecto Patrimonio Año 2021
A Página Principal
| A Archivo Roberto Bolaño | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
La bestia domesticada
Roberto Bolaño: Entre paréntesis, Anagrama, España, 2004, 366 pp.
Por Rodolfo Mendoza Rosendo
Publicado en La Palabra y el Hombre, N°132, octubre-diciembre 2004