No es muy arriesgado afirmar, leyendo los cuentos y novelas del chileno Roberto Bolaño (1933), que era el narrador hispanoamericano más importante de su generación, tanto por lo que ya había realizado como por la promesa que lo publicado representaba para el futuro inmediato de nuestras letras. Esa promesa acaba de esfumarse: Bolaño murió en Barcelona a mediados de julio, mientras esperaba un transplante de hígado; su vida terminó a los 50 años de edad.
Tenía las virtudes básicas del buen narrador: una visión personal que cautivaba de inmediato al lector, una febril intensidad para tejer enredos y peripecias, y una prosa que, siendo esencialmente funcional y directa, ocultaba repliegues y niveles de sutil complejidad. Eso hacía que su mundo imaginario y su estilo fuesen reconocibles a pesar de los diversos asuntos, formas y ambientes que incorporó a su obra creadora. Bolaño vivió en México, Estados Unidos y España, como uno más entre los miles de chilenos exiliados durante la dictadura de Pinochet. Quizá por eso su narrativa fue también un poco nómada, pues podía ocurrir en esos y otros lugares y con personajes cuyos respectivos acentos orales captaba con un fino oído.
Por ejemplo, Los detectives salvajes (1998), que recibió el Premio Rómulo Gallegos, ocurre en México y es una vasta summa de su arte narrativo (se la ha calificado como «una Rayuela de fin de siglo») protagonizada por personajes ficticios o reales, como el escritor Carlos Monsiváis. La novela breve Monsieur Pain (1999) es completamente distinta: narra la historia de un hipnotizador profesional en el París de los años treinta, cuyo paciente peruano resulta ser nada menos que César Vallejo. Y Nocturno de Chile (2000) es una novela política sobre la era de Pinochet, pero escrita como una fantasmagoría, no como un relato documental o «de protesta» aunque sus personajes apenas si disimulan su carácter histórico. Y quien quiera apreciar sus cualidades de cuentista puede revisar Llamadas telefónicas (1997) y encontrará relatos como el notable «Sensini», que es una muestra de su humor paródico y autoburlón sobre su época de escritor desconocido.
A Bolaño le gustaba mezclar, astutamente, experiencias vividas con otras imaginarias que tienen un sesgo delirante, obsesivo o tragicómico. Se advierte en él la huella de la novela detectivesca y otras formas de la literatura popular, pero sometidas a una distorsión que puede darle un aire cínico, perverso o lírico. Era un escritor que podía ser entretenido sin dejar de tener una profundidad existencial.
Es de lamentar que su temprana muerte le impidiese tener tiempo de corregir su mayor proyecto novelístico: un original de mil páginas que iba a titularse 2666 y cuyo tema era la serie de asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, México. Quizá nadie como Bolaño estaba dotado para escribir esa novela. Todo quedó interrumpido a medio camino, cuando aún cabía esperar mucho más de él. Nuestra literatura ha sufrido, sin duda, una pérdida significativa.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com El temprano fin de Roberto Bolaño
Por
José Miguel Oviedo
Publicado en Cuadernos Hispanoamericanos, N° 640, octubre de 2003