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Bolañismo: 2005-2008
Juan Miguel López Merino*
Revista Iberoamericana. Vol. 9, Núm. 33 (2009)
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En cuestión de un lustro, la figura y la obra de Roberto Bolaño han cobrado una presencia de proporciones considerables: tres obras suyas han visto la luz póstumamente, así como un volumen que compila sus prosas no narrativas; objeto de simposios y monográficos en universidades y revistas de varios países, sus libros han sido traducidos –y siguen traduciéndose– a prácticamente todas las lenguas occidentales y a algunas orientales; varias de sus ficciones han sido adaptadas al teatro y se tiene intención de llevar pronto al cine Los detectives salvajes; mientras que en Internet circulan libre y gratuitamente ediciones electrónicas de sus obras y numerosas bitácoras –lo que comúnmente se llama blog– que disertan colectivamente sobre su obra y persona; además, sea en formato tradicional o electrónico, cientos de artículos ensayísticos, académicos o periodísticos, de reseñas o semblanzas, de notas biográficas y loas, de fotografías e ilustraciones, etc., ocupan espacios de la prensa internacional; también existen ya varias tesis doctorales sobre él, y las que están en camino; y, finalmente –y esto nos concierne más de cerca–, ya se le ha dedicado cerca de una decena de libros. Y todo, insistimos, en cuestión de un lustro. Parece, pues, lícito hablar del caso o del fenómeno Bolaño, de la creciente sombra de su obra y leyenda, en fin, del nacimiento del bolañismo.
En esta reseña nos vamos a ocupar de siete muestras de este fenómeno. Las siguientes publicaciones, junto a las dos fundacionales editadas por Celina Manzoni (Roberto Bolaño. La escritura como tauromaquia, 2002) y Patricia Espinosa H. (Territorios en fuga. Estudios críticos sobre la obra de Roberto Bolaño, 2003) y un buen número de trabajos aparecidos en publicaciones periódicas, conforman a día de hoy el grueso del creciente corpus de escritos dedicados por la crítica internacional a la vida y obra de Bolaño.
En noviembre de 2002, el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Poitiers convocaba unas “Jornadas Internacionales sobre la obra de Roberto Bolaño”. Meses después el escritor moría. Roberto Bolaño. Una literatura infinita (2005), la compilación de trabajos críticos editada por Fernando Moreno, son las actas de aquel encuentro, más media docena de textos de escritores amigos del difunto anexados a modo de homenaje póstumo. Repasemos el contenido de este volumen de presencia sobria y elegante pero plagado de erratas.
El libro se divide en tres secciones. La primera, más breve y pirotécnica, titulada “El homenaje de los pares”, cuenta con textos –no siempre inéditos– de escritores amigos de Bolaño (Rodrigo Fresán, Roberto Brodsky, Alan Pauls, Horacio Castellanos Moya, Rodrigo Rey Rosa y Enrique Vila-Matas), que hablan más de relaciones personales y afectivas, de talantes y actitudes, que de literatura propiamente dicha. Resultan especialmente interesantes las reflexiones de Pauls sobre los efectos de la emigración y las causas de la propensión a la mitomanía en la obra y la Weltanschauung de Bolaño.
La segunda y la tercera secciones, por lo general menos personales pero más sustanciosas, reúnen siete y ocho trabajos sobre el conjunto de la obra del autor y sobre alguna obra en concreto, respectivamente. Iremos comentado brevemente cada trabajo.
Chris Andrews, que ha traducido parte de la obra de Bolaño al inglés, se ocupa de lo que podríamos llamar “la tensión no suspensiva” en los cuentos –en algunos cuentos– de Bolaño, basándose en concreto en dos piezas de Llamadas telefónicas (“Compañeros de celda”, “Dentista”) y en una de Putas asesinas (“Últimos atardeceres de la tierra”). Adriana Castillo de Berchenko firma dos trabajos. En el primero reflexiona sobre “los vasos comunicantes” en la escritura bolaniana, tanto dentro de cada una de sus obras como entre unas y otras, entre una y todas las demás, lo cual la conduce a lo que denomina sus “figuras” o “imágenes emblemáticas”, entre las que resaltan “el poeta-detective”, “los niños errantes” o las encarnaciones o representaciones “[d]el mal”. En su segunda colaboración, quizás menos enjundiosa, Castillo de Berchenko trata de la voluntaria indeterminación u “oscilación genérica” de Amuleto, achacándola a la búsqueda de una “afectividad entrañable” hacia la narradora por parte de los lectores, a quienes Auxilio Lacouture apela con el diminutivo “amiguitos”.
Pablo Catalán colabora con un trabajo estilísticamente voluntarioso y conceptualmente difuso en el que, apoyándose mayormente en Nocturno de Chile, toca aspectos varios pero sin afán de exhaustividad, entre los que destaca la sugerencia a examinar la escritura bolaniana como un “devenir otro”, como “metáforas del laberinto” para las que se “busca salidas”. Joaquín Manzi, en una línea discursiva próxima a Catalán, escribe sobre las referencias en la narrativa de Bolaño –y las posibles motivaciones de éstas– a películas, como por ejemplo las de Estrella distante o Rosemary’s Baby de Polanski.
Más sustanciosa resulta la aportación de Nicasio Perera San Martín acerca de lo que denomina el parentesco “filisbertiano” de los narradores de Bolaño. Se resalta e intenta describir la incansable exploración bolaniana de “todas las posibilidades imaginables en torno al sujeto que se narra, retomando la problemática narratológica de la primera persona en el punto exacto en que la dejaron, a mediados de siglo, los creadores del género relato […], pero desdeñando las acrobacias sintácticas que exploraron Cortázar y Vargas Llosa” (pp. 93-94). Insiste Perera también en la importante idea de que “Bolaño se distingue de las tendencias dominantes en el postmodernismo por su discurso político intrínseco, que atraviesa toda su obra” (p. 97).
El trabajo de Dino Plaza Atenas es un rápido e interesante repaso de la recepción de la obra de Bolaño en la prensa chilena, desde la publicación de La literatura nazi en América hasta la muerte del autor. La conclusión a la que llega es rotunda: por una parte, “desconocimiento total” de su obra; por la otra, “admiración casi ciega, demasiado estridente a veces, por los logros que obtuvo en el extranjero” (p. 108). Por su parte, Wilfrido H. Corral reúne buenas reseñas a El gaucho insufrible y a las dos primeras manifestaciones importantes del bolañismo, citadas más arriba y compiladas por Celina Manzoni y Patricia Espinosa.
La tercera sección del volumen consta, como ya hemos dicho, casi exclusivamente de análisis de obras concretas. Stéphanie Decante-Araya, recurriendo en más de una ocasión a una jerga tal vez innecesariamente intrincada, se ocupa de los cinco cuentos agrupados bajo el epígrafe “Llamadas telefónicas” del libro homónimo. Indaga lo que el motivo de la llamada telefónica pueda significar y de qué manera las restricciones que ese canal implica “cobran [...] una capacidad generativa compensatoria” (p. 125), concluyendo que “las llamadas telefónicas, más que un motivo anecdótico, constituyen el lugar desde donde surge la formulación y la efectuación poética” (p. 126), “el escenario de la experiencia de la alteridad” (p. 135).
El texto de Roberto Brodsky, discurso homenaje a Bolaño en la entrega de los premios Rómulo Gallegos el año 1999, habla de Los detectives salvajes desde el punto de vista de un “común escritor chileno” dispuesto “a dialogar con ustedes y con Bolaño” (p. 141). Más enriquecedora resulta la aproximación a esa misma novela de Diego Tréllez Paz, “El lector como detective en la narrativa de Roberto Bolaño”, en la que se postula que “Bolaño logra que su lector se convierta en el sabueso que irá aportando piezas al puzzle” (p. 149) y también “que el lector transit[e] con los narradores testigos sabiendo más que cada uno de ellos, pero siempre desde la carencia y la duda” (p. 156). Un tercer acercamiento a esta novela, también interesante, es llevado a cabo por Ricardo Cuadros bajo el título “La escritura y la muerte de Los detectives salvajes”, volviendo a las ideas ya conocidas de la doble pesquisa o movimiento, de la arborescencia o fractalidad narrativas, del hallazgo como desastre en esta epopeya de poetas. Hay, en cambio, una aportación novedosa. Según Cuadros, Los detectives salvajes es “la narración central de la obra de Bolaño”, “su punto de no retorno”, y “la fuerza de gravedad de esta obra atrae hacia ella toda obra que podamos reconocer como narración ‘de Bolaño’” (p. 161).
Celina Manzoni se ocupa en esta ocasión de Amuleto al hilo de los aspectos más comunes a la totalidad de la narrativa bolaniana: la bohemia, el exilio, el nomadismo. Luis Íñigo Madrigal hace una interesante incursión en Una novelita lumpen, obra hasta ahora poco atendida. El texto se compone de una reseña de urgencia con una coda benefactora añadida tiempo después. Se resalta la calidad de la narración, a juicio de Íñigo Madrigal en absoluto a la zaga del resto de la producción del escritor. Lo más útil tal vez sea el rastreo sobre los posibles modelos reales del personaje Maciste. Fernando Moreno, el editor de los trabajos, se encarga someramente de Nocturno de Chile, detectando una posible “filiación textual” y un hipotético “parentesco genérico-discursivo” (p. 204) con obras habitualmente no señaladas en la tradición personal de Bolaño.
El volumen Jornadas Homenaje Roberto Bolaño (1953-2003) (2005) recoge –parcialmente– las actas del homenaje a Bolaño organizado en octubre de 2004 por el director de la revista Lateral, Mihály Dés, y por José María Mico, de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Consta de siete artículos más una de las primeras entrevistas largas a Bolaño.
Abre fuego Roberto Brodsky con un trabajo cuyo título, “Bolaño antes de Bolaño”, apunta ya su contenido. En él encontramos un recorrido por algunos de los hitos de la vida del Bolaño anterior a la publicación de sus obras en editoriales fuertes, junto a algunas apreciaciones sobre las narraciones de ese periodo “antebolaniano”, todo ello aderezado con algunas anécdotas personales compartidas por ambos Robertos. Le sigue Celina Manzoni, que se ocupa de la “Ficción de futuro y la lucha por el canon en la narrativa de Roberto Bolaño”, de la tradición en la que bucea Bolaño (y que retroactivamente parece ser su prehistoria), de sus vaticinios “canonizantes”, de su posible descendencia y sus epígonos, de la permanencia o el radio de acción temporal de ciertas obras; es decir, de un tema recurrente en el escritor: la posteridad literaria.
Por su parte, Dunia Gras lleva a cabo un excelente repaso, con aspiraciones panorá- micas, de cada una de las obras de Bolaño, y lo hace con comentarios esclarecedores que vienen a mostrar hasta qué punto detrás de todas ellas, independientemente del género al que se adscriban (limitación cuyas costuras Bolaño se empeñó y logró ensanchar hasta dejar más que holgadas) hay un solo proyecto literario de una deslumbrante unidad. Utilizando algunas de las expresiones de Gras, cabría decir que estamos ante una “obra en marcha” que, manteniéndose fiel a una poética y ramificándose mediante ejercicios de “literatura fractal”, alcanza la categoría de “obra total”; una obra en la que al final “el juego de relaciones se hace plenamente evidente y aparece como una telaraña de interconexiones que revela la figura en la alfombra (si es que existe tal cosa, si es que puede haber figura o siquiera alfombra)” (p. 64).
A continuación Helena Usandizaga realiza una aproximación al “reverso poético en la prosa” de Bolaño ateniéndose casi exclusivamente a la presencia o referencia, velada o clara, a poetas chilenos (Nicanor Parra, Jorge Teillier, Enrique Lihn, Raúl Zurita) en sus ficciones. Después el poeta Bruno Montané Krebs (compañero de viaje, a ambos lados del Atlántico, de Bolaño) aporta una breve reflexión, fundada en un conocimiento directo y presencial, sobre la simbiosis o “las largas y veladas relaciones entre la poesía y la prosa” (p. 97) de su amigo, limo o légamo aquélla del jardín que llegaría a ser ésta.
Acto seguido nos encontramos con un emotivo artículo de Frederic Santa-Olalla, periodista y vecino de Blanes, que aporta datos interesantes sobre la cotidianidad del escritor. Se trata del homenaje póstumo a un homenajeado por Bolaño: Joseph Ponsdomènech, el poeta local o “rapsoda de Blanes” –como lo llama el propio Bolaño en un artículo dedicado a él–, ejemplo perfecto y entrañable de esos poetas anónimos engullidos por la vorágine de la historia, y por los que Bolaño expresó tanto afecto. (Del último artículo, “Vida editorial de Roberto Bolaño”, también incluido en Para Roberto Bolaño de Jorge Herralde, hablaremos acto seguido, cuando nos ocupemos de esa publicación.)
Cierra el volumen la ya citada “Entrevista a Roberto Bolaño” a cargo de Mihály Dés, una versión abreviada de la cual había sido publicada en Lateral en abril de 1998. Se trata, por tanto, de una entrevista anterior a la publicación de Los detectives salvajes. Quizás fuera ésta una de las primeras veces que Bolaño habló largo y tendido sobre su vida y su entonces emergente trayectoria editorial.
Tal y como nos aclara la nota previa, en el conciso volumen Para Roberto Bolaño (2005) se reúnen textos de Jorge Herralde dedicados a Bolaño (en su funeral, en un homenaje póstumo) y a su vida editorial, además de tres pequeñas entrevistas (“cuestionarios”, las llama el editor) sobre el escritor y un “Diccionario Bolaño” –de bolsillo, cabe apostillar– compuesto de recortes de sus declaraciones. Herralde aporta más información –siempre relevante– que opinión, interpretación o emoción. Son también de agradecer su prosa equilibrada y clara, concisa y práctica, y su no afán de protagonismo.
Mención aparte merece el texto que Bolaño redactó en 1996 con el fin de solicitar una beca Guggenheim para la redacción de Los detectives salvajes. Aunque breve –como todo en este librito–, este texto es importante por los apuntes biobibliográficos que Bolaño hace de sí mismo y por “El proyecto de trabajo” inicial de su primera novela gigante.
El volumen incluye fotografías del escritor (con amigos, editores, críticos y escritores) y de las portadas de primeras ediciones de sus obras, entre otras, así como un índice onomástico, no por breve menos útil.
Pasemos al volumen elegantemente editado por Andrés Braithwaite, Bolaño por sí mismo. Entrevistas escogidas (2006). De entre las numerosas entrevistas hechas a Bolaño durante los últimos años de su vida, Braithwaite selecciona una docena de las más valiosas, editándolas eficazmente para evitar repeticiones superfluas. La otra mitad del libro se reparte entre un atinado florilegio de citas extraídas de otras entrevistas, dos diálogos mantenidos digitalmente por Bolaño con Rodrigo Fresán y Ricardo Piglia, dieciocho fotografías de casi todos los periodos de su vida, bien reproducidas y en su mayoría poco conocidas hasta entonces, y un excelente prólogo firmado por Juan Villoro que versa, con la amenidad y la claridad características del escritor mexicano, sobre la actitud de Bolaño hacia las entrevistas, la importancia de éstas para explicar sus últimos años y su poética final: “equivalen a la caja negra de los aviones. Las palabras antes del accidente. No se trata de un calculado testamento, sino de la voz que atraviesa turbulencias con una última entereza” (p. 10).
Se trata de un libro necesario, útil y de lectura adictiva, que refleja la pasión por el diálogo y la cara más humorística y polemista de Bolaño. Aunque hay muchas entrevistas no recogidas o citadas –que tarde o temprano serán también reunidas–, todo lo esencial y relevante de la literatura “oral” bolaniana está ya aquí. Dos pequeños reparos, el primero en cierto modo comprensible. Más de la mitad de las entrevistas reproducidas en su totalidad son de entrevistadores chilenos. Y su orden de aparición, inexplicadamente, no es cronológico.
La siguiente publicación, Bolaño antes de Bolaño. Diario de una residencia en México (1971-1972) (2007), obra del chileno Jaime Quezada, está a camino entre el testimonio personal y el tributo interesado, entre el diario “público” y la prosa pseudopoética (“este diario mío en mí”, p. 10). Tal y como el subtítulo apunta, estas páginas asientan el día a día del tiempo que su autor pasó en el domicilio de los Bolaño en la Ciudad de México durante la adolescencia de Roberto. Aunque aporta algunos datos interesantes para la construcción de una posible biografía que debe de estar al llegar, la sensación final que dejan estas páginas es la de que no estamos tanto ante una obra sobre Bolaño sino gracias a Bolaño. En ella su autor habla más de sí mismo y de sus encuentros con escritores reconocidos (Octavio Paz, Juan Rulfo, etc.) que de quien figura en el título y en la fotografía de portada del volumen.
“Me conozco el caso Bolaño –porque es un caso– desde sus orígenes” (p. 7), afirma Quezada de sopetón en los preliminares. Y añade que estas páginas están escritas in situ y al vuelo de lo que testimonian: “En ese México vivencial del 71, del 72, y con la siempre viva emotividad de un Chile muy actual y muy presente, y en todo su suceder y circunstancia de lo contingente-ciudadano, se escribieron cotidianamente estas verosímiles y nada de inventivas páginas [sic]” (p. 10). Después, sin embargo, nos encontraremos con sintagmas y hasta párrafos que hacen sospechar de la entereza de esa afirmación: “En este año de 1971 llego yo a esta casa” (p. 16) o “Algunos años después, la ensayista [...], que desde 1975 vive en Francia” (p. 62).
Para terminar con este libro en cierto modo útil y de todo modo parasitario, algunos datos extratextuales. Esta obra fue distinguida por el Consejo Nacional del Libro y de la Lectura de Chile un año antes de su publicación. Un año y medio antes de la muerte de Bolaño, Quezada y él se habían distanciado definitivamente –y no sin revuelo mediático– por motivos de “política literaria”. El título Bolaño antes de Bolaño, por cierto, también lo es de un ensayo de Roberto Brodsky (leído en público en 2004 y publicado en 2005 en Jornadas Homenaje. Roberto Bolaño), del que nos hemos ocupado más arriba. Allí Brodsky, tras relatar un par de anécdotas compartidas con Bolaño, confiesa: “Sí, podría llenar un libro de seguir por esta cuerda. Pero mejor que no. Me acusarían de oportunista fúnebre, de deudo ansioso por un lugar en la foto, ahora que Bolaño amenaza con convertirse en un comodity literario […]” (pp. 17-18).
Les astres noirs de Roberto Bolaño (2007), editado por Karim Benmiloud y Raphaël Estève, son las actas del coloquio que un grupo de hispanistas franceses dedicó en noviembre de 2006 a la narrativa de Bolaño. El conjunto, que gira en torno a aspectos como la literatura y la dictadura, el duelo y la memoria o la poesía y el mal, se divide en tres partes: siete trabajos cuyo núcleo de análisis es Nocturno de Chile; tres estudios dedicados a otras obras o aspectos de la narrativa bolaniana; y, como colofón, las útiles y entretenidas anécdotas del principal traductor de Bolaño al francés, Robert Amutio.
Repasemos primero los trabajos dedicados a Nocturno de Chile. Stéphanie Decante-Araya se pregunta sobre las circunstancias bajo las que aparece la melancolía en esta nouvelle y sobre sus funciones; su conclusión viene a ser que la melancolía, motivo recurrente en la obra, deviene lugar de exploración “d’une pratique artistique (d’une poé- tique) porteé, traverseé, par une éthique responsable face à la mémoire” (p. 31). Milagros Ezquerro se interesa por la genealogía (en todos los sentidos de la palabra) de Urrutia Lacroix, especialmente por sus orígenes vascos, reconocibles tanto en su nombre como en su pseudónimo. Elvire Gómez-Vidal examina las distintas formas de aproximarse a la relación entre los poetas y el poder llevadas a cabo en Soldados de Salamina de Javier Cercas y en la novela de Bolaño. El trabajo de Caroline Lepage pone en perspectiva la relación entre literatura y dictadura en tres ficciones: Estrella distante, Amuleto y Nocturno de Chile. Joaquín Manzi muestra cómo las palabras “fascista” y “faccioso”, anatemizadas en el texto, funcionan en Nocturno de Chile como tabúes (es decir: como “significantes ausentes”) con el fin de “condensa[r] oscuramente la carga del trauma” (p. 108). Karim Benmiloud se ocupa de repasar las distintas representaciones y funciones de la melancolía en la novela. Y Raphaël Estève, a propósito del cameo de Ernst Jünger, aborda la dimensión ideológica de la presencia del escritor alemán (otorgando especial importancia a su ensayo El trabajador) en el subtexto de la narración.
Aunque estas distintas aproximaciones a una misma obra son dispares en enfoque, en método y en objetivos, los resultados que obtienen no desmerecen flagrantemente unos respecto de otros. Por otra parte, ante las frecuentes dispersión y vaporosidad discursivas de tantos acercamientos críticos, son muy de agradecer la delimitación del objeto de estudio y la concreción de objetivos que en general caracterizan a estos estudios.
La segunda sección del volumen reúne tres trabajos: un artículo de Florence Olivier que, partiendo del análisis del capítulo 23 de Los detectives salvajes, se ocupa de una preocupación típicamente bolaniana: el honor y el deshonor de los poetas; otro de Érich Fisbach sobre La pista de hielo y la subversión de los códigos de la novela negra; y, por último, uno de Antoine Ventura sobre la poética de lo fragmentario en Bolaño y su inserción en el panorama de los postulados metafísicos de la literatura contemporánea.
La tercera parte la ocupa Roberto Amutio, el traductor al francés de prácticamente toda la narrativa de Bolaño, que aporta unas interesantes “Paroles de traducteur”. Relata en ellas su primer contacto, como lector, con el chileno; sus insistentes e infructuosos intentos, durante años, de convencer a numerosos editores franceses para traducirlo; los encuentros y la comunicación epistolar con Bolaño; y, finalmente, en 2002, la publicación en francés de Estrella distante y Nocturno de Chile. Lo más significativo de estas páginas quizás sea la información acerca de las contestaciones de Bolaño a las dudas sobre la traducción que Amutio le iba planteando. (Aunque Bolaño, afirma Amutio, evitara hablar francés en público, entendía muy bien el francés escrito.) Por ejemplo, ante las preguntas del traductor sobre quién era “el joven envejecido” de Nocturno de Chile y cómo traducir mejor ese sintagma al francés, Bolaño rehusaba obstinadamente responder a cuestiones de interpretación. “Je lui ai posé une ou deux fois des questions à ce propos et il a absolument refusé de me dire qui était ce joven envejecido: était-ce le narrateur? Était-ce quelqu’un d’autre? Ce n’était absolument pas la peine. Il me laissait la liberté et la responsabilité de faire ce que je croyais être le mieux pour l’œuvre” (p. 223). Bolaño, en lugar de dar respuestas concretas, prefería contar: “Quand je lui demandais une précision sur quelque chose, la machine s’emballait, et il se mettait à raconter, sûrement à partir d’un détail. Il commençait à digresser et à inventer une autre histoire, une petite histoire qu’il inventait” (p. 225).
El excelente volumen Bolaño salvaje (2008), editado y presentado por Edmundo Paz Soldán y Gustavo Faverón Patriau, reúne los siguientes materiales: la ya conocida conferencia de aceptación del Rómulo Gallegos que Bolaño leyó en Caracas; una breve encuesta/entrevista, hasta ahora inédita, efectuada en 1998 por Sonia Hernández y Marta Puig; más de veinte textos de muy distinta índole –muchos de ellos ya publicados– dedicados a la obra y figura del escritor; y un DVD con un documental de 40 minutos de Erik Haasnoot, que contiene conversaciones con y entre algunos de sus familiares (Carolina López y Lautaro Bolaño) y amigos escritores (Fresán, García Porta, Vila-Matas y Villoro) y que parece más apresurado y sentimental que bien planificado.
Edmundo Paz Soldán se encarga en la introducción de repasar el conjunto de la obra de Bolaño desde el binomio “literatura y apocalipsis”, afiliando al escritor a la tradición de quienes asumen que “no hay otra opción que dar cuenta del horror y del mal” (p. 13) y que hay que buscar una salida al hecho de que “la literatura [...] ahora [sea] un instrumento para la barbarie” (p. 16). Resalta también Paz Soldán una idea ya plenamente asentada: “Bolaño reactivó para la literatura el imaginario del escritor como un romántico en lucha constante contra el mundo”, un romántico contemporáneo que considera “el arte como una aventura vitalista” (p. 25).
Los trabajos críticos se estructuran un tanto aleatoriamente en cuatro secciones dedicadas a “su percepción del mundo”, “su política”, “su estética” y “sus otras genealogí- as”. La primera parte reproduce los textos de Vila-Matas y Villoro de los que ya nos hemos ocupado, más otros cuatro. Un magnífico trabajo del ya citado Chris Andrews –que continúa la línea del otro suyo ya comentado– sobre el carácter episódico o lo que podríamos también llamar “la permanencia en el tránsito” de muchos de los personajes de Bolaño, perfectamente ejemplificado mediante el caso de la protagonista de “Vida de Anne Moore”. La controvertida participación de Matías Ayala se ocupa brevemente del aspecto menos atendido hasta ahora de la obra de Bolaño: su poesía; en concreto, hace hincapié en su carácter de preparativo para la prosa, a la vez que le niega un valor relevante en sí misma: “Bolaño –leemos– deja de escribir poesía para escribir sobre poetas […]. Bolaño se sabe un mal poeta, y publica para demostrar y atestiguar que ha fracasado.” La también controvertida colaboración de Carlos Franz, que también tuvo sus más y sus menos con Bolaño el día que los tuvo Jaime Quezada, trata de los efectos positivos del resentimiento en una obra como la de Bolaño, que “pudo elevar el chismorreo literario a la condición de épica” (p. 108); también arremete contra los “bolañitos” y el uso que se hace del escritor para “practicar nuestra vieja y descorazonadora capacidad para el maniqueísmo, para el absolutismo intelectual hispano” (p. 111); terminando con una valiosa e irónica invitación a su relectura. Cierra esta sección una brevísima reseña de Fernando Iwasaki a Monsieur Pain.
La sección titulada “Bolaño: su política” se abre con un trabajo de Paula Aguilar dedicado a Nocturno de Chile –quizás la obra de Bolaño más veces diseccionada y mejor entendida hasta el momento– y “a la literatura y la melancolía en el contexto de la postdictadura” (p. 127); y a continuación nos encontramos con la participación de María Luisa Fischer, una aproximación, en términos muy similares a los de Aguilar, a Estrella distante, otra de sus obras más estudiadas. Ambos textos aportan ideas y alumbran sombras.
El trabajo de Andrea Cobas Corral y Verónica Garibotto lleva a cabo una lectura formidable de Los detectives salvajes, y no de Bolaño en –es decir, del Bolaño oculto en– Los detectives salvajes, a lo largo de la cual señalan las distintas etapas y posibilidades de lo que denominan “Poesía y revolución”. La conclusión de la novela, en este sentido, es doble, por un lado afirmativa y por otro interrogativa: “detrás de la ventana se encuentra la historia del fracaso del realismo visceral” (p. 187) y “¿cuál es el lugar de la literatura después de Los detectives salvajes?” (p. 186). Lástima que en ocasiones esta buena aportación esté aderezada con expresiones innecesarias como “la novela historiza” (p. 163) o “la práctica escrituraria” (p. 167). Cierra esta sección un buen ensayo de Jorge Volpi en donde rinde pleitesía, no interesada y oportunista sino sentida y bien entendida, a quien considera “el último [escritor] latinoamericano” (p. 191).
La siguiente sección del libro se centra más en aspectos estéticos que ideológicos, aunque, como sus mismas páginas muestran, unos y otros son en Bolaño las dos caras de una misma moneda. Jeremías Gamboa Cárdenas, desde esa perspectiva, examina Estrella distante. Se propone este estudioso un valioso intento de “leer la obra de Roberto Bolaño desde el punto de vista de la representación literaria y/o de la apropiación de ciertas formas discursivas de esos dos grandes estadios de la crítica al arte modernista –la vanguardia, el postmodernismo– que parecen haber planteado con él una relación que osciló entre las figuras de los siameses y las de los dobles opuestos” (p. 213). Por un lado estarían los “escritores vanguardistas asociados a proyectos fascistas o nazis” (p. 214), que terminan derivando hacia el dandismo, y por el otro tendríamos al “artista asociado al activismo socialista” (p. 214), que se ve abocado a la bohemia; ambos casos serían “puntos de fuga de dos recorridos biográficos cuyo origen o punto referencial es un hecho político” (p. 215).
La hipótesis subyacente del muy buen artículo de Valeria de los Ríos es “que la obra de Bolaño no se cifra ya en la figura del archivo –como la literatura que surge a partir del así llamado boom latinoamericano–, sino en la del mapa” (p. 240). “Es por eso que su literatura se propone performativamente como la construcción de un mapa cognitivo en el que se inscriben espacios e identidades de manera móvil (la relación Norte-Sur, el lugar del escritor latinoamericano y el europeo, la barbarie metropolitana y la civilización periférica, el arte y el mercado, la política y la poesía, etc.)” (p. 255).
Peter Elmore se ocupa solventemente del planteamiento que 2666 hace del problema de la autoría. Aunque fragmentaria, proliferante y abierta, esta novela no carece de unidad. Para Elmore esa unidad procede de dos preguntas centrales (¿quién es en realidad Archimboldi y quién o quiénes son los asesinos de Santa Teresa?) que “convergen, misteriosa y turbadoramente, hacia la cuestión de la autoría: el Escritor y el Homicida” (p. 259). A pesar de que estas dos figuras, al final de la novela, hipotéticamente, se encuentran, el misterio queda sin resolver. Pero Bolaño –afirma Elmore– apunta la dirección donde poder hacerlo: “en esa tierra incógnita que está al otro lado de la Ley y donde [...] queda el dominio de lo trágico” (p. 290).
La colaboración de Rodrigo Fresán es una reseña no inédita a El secreto del mal y La Universidad Desconocida, a la vez que un somero repaso del estado del “caso Bolaño”, de su leyenda y recepción internacional. Y de Juan Antonio Masoliver Ródenas se reúnen aquí sendas reseñas a Los detectives salvajes y a 2666. Alan Pauls participa con un suculento casi relato, al igual que hiciera con su aportación ya mencionada, de la cual, de hecho, parece ser continuación. Señala Pauls que Los detectives salvajes (“un tratado de etnografía poética”, p. 328) es una obra capaz de inocular en el lector el “virus masivo” (p. 324) de “la Vida Artística”, que “según Bolaño no es un medio, no es un pretexto: no se vive artísticamente para producir una obra ni para ser alguien [...]. La Vida Artística es un principio de inmanencia, una especie de campo informe, anti jerárquico, sin más allá, que lo procesa todo –política, sexualidad, socialidad, territorio– y se define menos por lo que son las cosas que por lo que pueden, menos por los valores que por potencias” (p. 329).
De Celina Manzoni, que abre el siguiente apartado del volumen (“Bolaño: sus otras genealogías”), se reproduce el texto que ya hemos comentado (“Ficción de futuro y la lucha por el canon en la narrativa de Roberto Bolaño”) a propósito de Jornadas Homenaje. Roberto Bolaño. Jorge Carrión aporta un repaso ágil, dividido en partes más o menos autónomas, de toda la narrativa de Bolaño y de los aspectos más importantes de su poética. La primera parte es un original y fundado intento de deconstrucción del modus operandi de las muchas biografías de escritores que Bolaño escribió. Su originalidad reside en un ir señalando la posibilidad de hacer con la vida de Bolaño lo que éste hizo con aquéllos, proponiendo una posible teoría al respecto a la vez que esbozando un hipotetico intento de praxis. La segunda parte se ocupa rápidamente de la dimensión autobiográfica de la obra bolaniana y del carácter retroactivamente positivo que ésta tiene en las obras primerizas del escritor. En la tercera parte encontramos una idea desafiante: el lector ideal o apropiado para esta literatura tan autobiográfica debe haber vivido y leído tanto como su autor. La cuarta parte reflexiona, a partir de 2666, sobre una constante bolaniana: la escritura como viaje, es decir, “como deseo de avanzar en la propia escritura” (p. 367). En la última parte se pisan tierras más personales y anecdóticas pero sin dejar de lado el hilo conductor de todo el texto: “la pérdida, y la memoria y la escritura que tratan de recuperar, como si se tratara de una quimera” (p. 365).
Gustavo Faverón Patriau rastrea minuciosa y sesudamente “El gaucho insufrible” a lo largo de cuarenta y cuatro páginas (casi el doble de pulsaciones que su objeto de estudio) en busca de la chispa generadora de los motivos de este cuento, de su “arqueología”, consiguiendo señalar los textos “exactos” de los que proceden, que vienen a ser siempre de autores reconocidamente admirados o queridos por Bolaño: Dabove, Borges, Di Benedetto, Cortázar, Wilcock y Fresán. Carmen Boullosa ofrece una entretenida narración del tipo “yo y Bolaño in illo tempore” con algunas anécdotas iluminadoras del periodo mexicano del escritor. De Ignacio Echevarría se recoge un texto de 2002 que es una breve presentación al conjunto de la obra del chileno y que no añade nada ni a lo ya escrito por este crítico sobre el escritor ni a lo que se nos ofrece en este volumen, aunque sí la firma del albacea y de un gran conocedor de Bolaño.
Luis Bagué Quílez y Luis Martín-Escudillo titulan su artículo “Hacia la literatura híbrida: Roberto Bolaño y la narrativa española contemporánea”. Primero se ocupan del desencuentro de “la narrativa híbrida y la novela fusión”; después, del punto que se encuentra “entre la historia personal y la historia colectiva”, para lo cual echan mano de La literatura nazi en América y Soldados de Salamina; y finalmente se despachan con ese otro punto en que convergen “la literatura y la crítica literaria” tomando como ejemplos Los detectives salvajes y El mal de Montano. Insisten estos estudiosos en la simultaneidad de las similitudes entre el chileno y los escritores españoles, sin llegar a anotar la posibilidad de que éstos hayan bebido de aquél, lo cual ha sido reconocido tanto por Cercas como por Vila-Matas.
Tanto ésta como las anteriores gavillas de textos a, para, de, sobre, desde, etcétera Bolaño son valiosas por su carácter fundador –tras las de Manzoni y Espinosa– de los estudios sobre un escritor importantísimo. Como es inevitable –¿es inevitable?– que ocurra, las aportaciones son desiguales y de muy distinta índole, a veces pecando de asépticas o poco legibles, en otras cayendo en un mero “aventurar –y son palabras del propio Rodrigo Fresán en Bolaño salvaje– teorías más líricas que exactas” (p. 294) y, también, en bastantes ocasiones legando textos que ayudan a leer mejor y a desentrañar las obras de Bolaño, que al fin y al cabo es de lo que se trata.
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Bibliografía
-Benmiloud, Karim/Estève, Raphaël (eds.): Les astres noirs de Roberto Bolaño. Bordeaux: Presses Universitaires de Bordeaux (Collection de la Maison des Pays Ibériques et Ibéro-américains) 2007. 235 páginas.
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Braithwaite, Andrés (ed.): Bolaño por sí mismo. Entrevistas escogidas. Prólogo de Juan Villoro. Santiago de Chile: Ediciones Universidad Diego Portales (Col. Huellas) 2006. 145 páginas.
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Herralde, Jorge: Para Roberto Bolaño. Barcelona: Acantilado 2005. 95 páginas.
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Jornadas Homenaje Roberto Bolaño (1953-2003). Simposio Internacional. Barcelona: ICCI/Casa Amèrica a Catalunya 2005. 157 páginas.
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Moreno, Fernando (ed.): Roberto Bolaño. Una literatura infinita. Poitiers: Centre de Recherches Latino-américaines/Archivos (Université de Poitiers-CNRS) 2005. 211 páginas.
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Paz Soldán, Edmundo/Faverón Patriau, Gustavo (eds.): Bolaño salvaje. Canet de Mar (Barcelona): Candaya (Candaya Ensayo, 2) 2008. 502 páginas + CDRom.
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Quezada, Jaime: Bolaño antes de Bolaño. Diario de una residencia en México (1971-1972). Santiago de Chile: Catalonia 2007. 127 páginas.
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Juan Miguel López Merino es profesor asistente del Instituto de Español de la Universidad de Berna. Hasta la fecha, sus principales campos de investigación han sido: los mecanismos de la crítica y la historiografía literarias; la literatura española de la transición; y la poesía hispánica del siglo XX.. Ha publicado Roger Wolfe y el neorrealismo español de finales del siglo XX (2006), y está por salir Sobre poesía posfranquista (Hacer historia y otras cuestiones) (2009). Correo electrónico: lopezmerino.jm@gmail.com