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Un estado de ánimo político: sobre Propiedad, de Roberto Bustamante
Por Juan José Podestá
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La poesía siempre es política. Sin embargo, hay textos que asumen ésta como una filiación irrenunciable (sin caer en el panfleto; hay que señalar la obviedad), como un leitmotiv marcado a fuego. Es el caso de Propiedad (Editorial Navaja, Iquique 2018) de Roberto Bustamante (Iquique 1978).
El libro de Bustamante está divido en dos partes: Propiedad y Barretín. En la primera, el autor pone en escena a una serie de personajes –Greg Bamba el más reconocible- que establecen un sugerente juego de diálogos que aluden a sucesos cotidianos teñidos por la extrañeza y la decepción, y que remiten finalmente a un relato general epocal, a saber, la ominosa década de los noventa, donde la transa política choca de frente con los postrimeros intentos revolucionarios:
Ghretel Bamba se estrella estrepitosamente
contra los hombres de un país: los asesinos confesos
siempre culpan al pasado
(El barrio Industrial suma un historial de asesinatos
que no conmueven a la policía a cargo de la propiedad)
La primera parte del poemario es ante todo un sistema de referencias político, donde prima un intento por dar vida a un texto operático que es a la vez crítica y archivo. Así, el lector reconocerá un sonado hecho: la ocupación en 1996 de la residencia del embajador japonés en Lima por parte de un comando de 14 miembros del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA), que tomó más de setenta rehenes y acabó en la trágica muerte de los guerrilleros.
Desde ese tiempo y lugar, el hablante estructura una serie de textos que desarticulan la mirada pasiva y lejana del comentarista político, para convertirse en el ejecutor de un escenario poético donde caben conversaciones, referencias a hechos concretos y profundamente latinoamericanos:
cuerpos al revés
desparramados en un juego de fuerzas,
un panfleto en clave escrito desde lejos
por Lori Berenson
La toma de la embajada japonesa opera en Propiedad como la metonimia de gran parte de la historia de la izquierda latinoamericana, pero también es el posicionamiento de un hablante que de la mano de Greg Bamba (un Kafka hechizo, un sujeto cuya identidad es y no reconocible, un tránsfuga generacional) escribe en clave poética un retablo trágico de estos pagos.
La segunda parte del libro, Barretín, viene a ser una especie de ajuste de cuentas del hablante con su pasado (¿el pasado de todo Chile?) y sus circunstancias. El texto es atravesado por una serie de imágenes en sordina, que dan cuenta de un amor, de una política personal y de un país cercado por la soledad y la lógica bursátil:
Este contrabando,
como el acumular puntos Cencosud,
se ha vuelto un ejercicio de matemática liviana
puesto que la soledad
no se requisa en ninguna aduana
Esta segunda parte agudiza el tono menor del texto, sin embargo cala hondo su intenso compromiso por una poética que revienta desde un estado de ánimo político, que es lo que singulariza a este texto.
En Barretín, hay un mirar de frente y sin miedo a todo ese cajón de sastre que fue la transa cívico-militar del Chile noventero:
.. . . . . . . . . CASINO DE SUBOFICIALES
Entonces, la patria de ojos azules,
pedía un bife a lo pobre
Las balas chilenas estaban en el cinto
y ellas eran las más aburridas
esas tardes de familia
mi madre sonreía a su precipicio
lugar que no se vuelve a recordar
como tus primeros poemas
cada padre portaba un arma
algunos quizás dos:
cuestiones de personalidad o abastecimiento
¿El autor nos remite a su infancia o a una imagen presente en la memoria de muchos? Da lo mismo, puesto que este libro transita entre lo personal y lo histórico-social sin distingo.
La poesía de Bustamante es una poesía de versos calmos y sugerentes, que empero cobijan significados potentes y nada complacientes. Es una poética que opera por oposición: nos transmite una crítica brutal al estado de cosas mediante una versificación contenida y dada al silencio, muy al estilo de algunos poetas norteamericanos (el libro abre con una cita de William Carlos Williams). Sin embargo, se diferencia de ellos porque hace suya de forma radical la historia de Latinoamérica.
Propiedad es un texto eminentemente político (político en sus procedimientos y objetivos), ataviado de referencias a la historia y a la literatura. Es deudor en su afán crítico del mejor Pablo de Rokha y del más agudo Miguel Hernández, así como de la poética de Gonzalo Millán y Bertoni.
Propiedad es un libro urgente, que hace de lo político su versátil y heterodoxo domicilio.
Otoño 2020
Año de la Pandemia