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ÚLTIMO PASEO

Javier García, La Calabaza del Diablo, diciembre de 2008. 52 págs.

Por Roberto Contreras

 

Hay poesía que se escribe bajo el influjo de la desesperación tanto como de la lucidez, para decir lo que se cree, por miedo a quedar retenida en forma de pensamientos y sensaciones, sin jamás ver la luz. Último paseo de Javier García (1977), publicado a fines del 2008, fue escrito bajo esa premisa, con la misma pretensión de un viajero, intentando convencernos de que es el trayecto y no el destino, el propósito de su partida.

¿Por qué iniciar este paseo? Digamos, porque todo viaje es una huida, y este libro debería ser leído desde esa condición de escritura, como el ejercicio de asumir su precariedad posmoderna, con la voluntad/decisión de recoger los materiales cotidianos de un hombre, que pasado los 30 años, descubre en el muelle de los días, aquella experiencia irremplazable de sus proyectos inútiles, las dignas victorias, tanto como el porvenir anclado/cruzado por la infancia, la adolescencia y adultez de esos que, sindicados por Vila-Matas, se huelen y saben enfermos de literatura.

Esta compilación de poemas, demuestran cómo la poesía puede alcanzar un alto vuelo narrativo, al sintetizar, los momentos de un momento, de los que hablaba Lihn; haciendo de la poesía un artículo de uso cotidiano, al igual que mucha de la que se escribe en estos días, pronta a confirmar lo saludable de pensar en un estado muy propicio de producción, por fuera de los pretenciosos cortes generacionales que a nada conducen, aparte de desviar el foco esencial de sugerentes proyectos literarios como éste.

Digamos así, que Último paseo, se inscribe en esa escuela de escritura, verosímil, cercana, sin abandonar su propia naturaleza e intimidad (“el monólogo de la cabeza/ colecciona espejos de habitaciones desocupadas”; “El rompeolas de Cartagena/ Hermoso/ Sin escritura”). Algo ya esbozado como proyecto por Millán, en instantes también por Bertoni y algo nada inconsciente, tomando como antecedente esa poesía a la deriva, que describió Bolaño, en libros fundamentales como Los perros románticos y Tres, que suponemos García leyó con la punta de los dedos, por temor a que esas letras rodaran a sus pies una noche de insomnio y delirio, como deja ver en la última sección: “Ahora la risa es mi soledad/ y tú el espejo donde me pierdo”.

La tradición que aventura esta primera muestra de García tiene mucho de poesía epigrámica y la fractura mediatizada de los beat. Y aun cuando no se lo haya propuesto, también reconoce sus influencias en la música popular, ciertos ribetes pop y algo que esperamos consiga delinearse, la configuración de personajes. Destacable es el instante donde consigue encarnar a Leopoldo María Panero, a Clara, Lihn, Sade, a Rimbaud, tanto como algunos de los suicidas ejemplares inmolados en nuestra poesía.

Es de esperar que, una obra como la de Javier García encuentre su tono y centro, para poder mostrarnos de qué modo, la honestidad, la perseverancia y no el simple hecho de ser publicado, hace de la poesía civil el mejor golpe de mesa, a los grupos y camarillas que definen sus manifiestos con escuálidas obras personales, sin saber que sólo es el trabajo infatigable, de lectores voraces el que con decisión y valentía entra como un buzo en el ojo de Dios, siendo esa su última épica.

 



EN EL CAMINO DE LOS PERROS
entre el sudor del verano nos besamos
en el camino de los perros
la calentura
la hediondez de perros abatidos por los autos
son nuestro paraíso.

 


ME DEJARÉ MORIR
se me caerán los dientes
como la muerte entra en la vida que agoniza
la barba las uñas
crecerán como árbol viejo
que ha quedado solo después del incendio

Me dejaré vivir
con muletas en mi boca y mi aspecto
espantapájaros de la derrota

 


SÍNDROME DE ABSTINENCIA
Tengo las venas inflamadas
                el corazón
               
                Podrías venir a la hora del té
                para no estar solo
                frente al televisor

Sueño que la policía me viene a buscar
                o que converso con ella en la esquina
                mientras le leo a Enrique Lihn en hojas arrugadas.
Sugiero que no entres en mi vida a patadas
                como si mis costillas
                fueran la entrada
                de una cantina del Far West.

II.
Insistes en que olvide sus suaves mejillas
tu carne
y que caiga sin remedio al fondo del vacío
donde ya estoy
querida bestia de la dulzura
la poesía sirve para nada
y como tu nombre indescifrable
eres sólo parte de la huida
sangre caliente que fluye en nuestras cabezas
conformando imágenes
cuadros falsos
historias irreales
un montón de pelos encanecidos
donde se juntan los días de tu vida
que se arrastran amargos por el suelo.

VI.
Como un clavadista entro en tu cuerpo
dormido en tu clavícula
que arropas suavemente con las sábanas
el horizonte son tus venas
la miel de los muertos.

Hueles a un parque de otoño.


ÚLTIMO PASEO
Se insiste en escribir como en respirar
porfiar hasta la ceguera la torpeza

Último paseo
aunque sea con la cabeza al revés
como las gallinas
colgadas en la puerta de la cocina
que por un hilo de sangre
no separan el cuello de su cuerpo.

 

 

 

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Poesía de Javier García, La Calabaza del Diablo, diciembre de 2008. 52 págs.
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