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El congreso de la última narrativa

Rubí Carreño Bolívar
Taller de Letras Nº47. Segundo Semestre de 2010. Pontificia Universidad Católica de Chile
rcarrenb@uc.cl



-Lo genial del rock es que puedes ser transgresor en letra y música y todo el que te oye te dice que sí con la cabeza. Los tipos tienen algo que decir y lo dicen: "I'm gonna give you my love, I'm gonna give you every inch of my love". En cambio uno se tiene que dar vuelta entre siete y veinticinco páginas para decir a lo más una idea, que por lo general no calienta a nadie ¿no te parece?

-Que andas pesimista, colega. Si hay algunos críticos que rockean, sobre todo cuando andan en congresos, como nosotros, ahora. Te fuckean y bullshitean, te diamelizan o boloñean los minutos que les toca, con un virtuosismo que los confirma, precisamente, como rockstars y bueno, al final, no digamos que los ovacionan, o cabecean sus letras, pero tienen su reconocimiento. Si canto que ha sido valiente...

-Sí claro, sobre todo en Chile, pregúntale cómo le fue a la Violeta Parra o a Rodrigo Lira, si es que no te gusta el punk-folk. Si lo primero que te dicen cuando haces algo nuevo es que le estás copiando a alguien. Pregúntale a gente tan distinta como Zambra, Eltit, o a Fuguet como les ha ido. ¡Qué manera de haber bullying en el gremio!

-Bueno, no en vano cuando en las novelas del dos mil hablan de Chile lo describen como una "casa larga como culebra", poblada de muertos, quemados, suicidas. Los personajes están siempre huyendo de Chile o viniendo obligados, como el personaje de Mauricio Electorat en La burla del tiempo que cuando llega al aeropuerto sus primeras palabras son "país de mierda". De ser un paisaje después de la batalla, postdictadura, postraumático, postcaída del muro, postrealismo, postcrisis de la representación, pasó incluso a ser posapocalíptico, como en Zombi de Mike Wilson.

-Cierto. Obvio que hay una cuestión media programática con la globalización. Entonces es como una adivinanza del desierto llena de camellos. O sea, hay aeropuertos, aviones, correos electrónicos y los personajes ven más tele que Homero Simpson. Pero me parece que hay algo más profundo que la glorificación de la neouniversalidad que podría ofrecer lo global. O sea se prefiere ser sudaca, latino, judío, escritora de un barrio, antes que ser parte de un país a punto de quebrarse en cualquier momento, el que llaman país de la falla, donde se escuchan ráfagas durante el toque de queda, como dice un personaje de Fuguet, y en el que tienes que trabajar como chino, como enano, como negro, si te dedicas a la literatura, perdonando estas expresiones tan literales como políticamente incorrectas. O sea imagínate que hay gente que es editora, escritora, crítico, profesor en varias universidades, con algún cargo de gestión y traductor. Te juro que esto más que con la mafia y la concentración de poder tiene que ver con el multiempleo.

-En ese sentido, querido colega, escribir ficciones, tonterías en una libretita, se convierte en una gran disidencia. Quizás una diferencia de esta generación es que ese lugar sin límites ahora se ve también con ojos de video tape.

-Al fin llegaste, Carlos, nos tenías preocupados. ¿Quieres un café?

-No gracias, bonita. Tomé desayuno. Prefiero que me cuenten cómo han andado las cosas en este día y medio de congreso que me perdí.

-Bueno, lo de siempre; un poco de martirio de veinte en veinte minutos; humor involuntario (todo gracias a Les Luthiers); encuentros varios; la lluvia que no nos ha dejado. Quizá lo único novedoso es que a este congreso de la última narrativa invitaron a escritores. Ayer nos tocó almorzar con un tipo muy divertido que se autodefinía como escritor peruano, japonés, español según fuera el tema del congreso. Otro que era argentino-gallego y con una chica croata-judía-venezolana, que no era española, pero que ponía especial cuidado en su pronunciación de eses y zetas. El último parecía de otro libro entre medio de estos picaros postmodernos, como los definió la escritora neo post feminista de izquierda que nos acompañaba, y que además hizo notar que no habían invitado a ninguna mujer. Los chicos constituían una mesa a la que le pusieron "escritores latinos". Ojalá que en lo que escriban también sean tan multiculturales como en sus tarjetas de presentación para el academic market.

-Ahora que lo dices, pienso que actualmente no es tan extraño ver a escritores en congresos de literatura. La mayoría tienen una doble identidad: se ponen los lentes y son académicos, se los sacan y son escritores. El tipo tecleando la underwood en el periódico es una especie extraña y el que vive de los talleres, más todavía. La chica mantenida por el marido viejo que le da la espalda para dormir se ahogó en el siglo XX en el fondo de un vaso o de un río y no se ha vuelto a reencarnar, que yo sepa. Sobrevivieron, como desde los tiempos de la Mistral, los agregados culturales y los profesionales globalizados de la literatura. La academia se ha convertido en la madrastra o mamastra, no lo tengo claro, de los artistas de la letra.

-Tú dices algo así como ¿a dónde van a morir los elefantes?

-No, para nada. Si esto más que Donoso es Parra: "peor es mascar lauchas". Ojalá que en una de esas se la jueguen y en vez de normalizarse como nosotros -bueno, eso obviamente, es un decir- transformen un poco el cuento. Vamos a ver qué pasa.

-¿No será mucho pedir? Me contaron que en algunas facultades de letras es como una especie de tara secreta ser escritor. Es tiempo robado a la producción en serie, en serio, quise decir. Además que las escuelas de literatura se están transformando en escuelas de servicios y un escritor entre las filas siempre va a estar recordando el origen de tu deseo y ya sabemos qué se hace con el deseo en casi todas partes. Además, ¿cómo reconviertes a un escritor en un curriculum profesionalizante? Así que cuando salen al mercado "don t ask, don t tell". Ser escritor está dentro de las cosas que no se cuentan y que no cuentan, así como los textos escolares y cualquier cosa que tenga que ver con lectores reales y concretos.

-No sé, yo creo que le estás poniendo mucho a este cuento. En mi facultad sigue siendo un prestigio y un privilegio contar con profesores que escriben. Pero en lo que estaría de acuerdo contigo es que la escritura está un poco sancionada. Hay mucho congreso y mucho libro sobre la hibridez, lo popular y la subalternidad. Puedes escribir hasta sobre la cumbia villera, si se te da la gana, pero anda a ponerle un meneíto para arriba, para abajo, meneando la cola, a un artículo académico y te cuesta una teta. El sustento, porque te quedas excluido, excluida, de todos los puntos, índices y premios.

-Yo creo que es cosa de hacerlo no más. Siempre vas a encontrar a alguien que quiera bailar contigo la cueca punk de la escritura, alguien que te aliente y te publique, por lo menos eso me ha pasado a mí.

-Yo quiero ser una chica de la academia, como la Butler, la Spivac y como seguro serás tú. Ir con Silvia Molloy en una limusine. Y no parar de viajar del invierno al verano, de postrauma a la postdictadura, del postmodernismo al postcolonialismo, pasar de todo y no pasar de moda, y al mismo tiempo, escribir algo que se pudiera leer en el metro. Algo que te haga subir las escaleras mecánicas con cierta alegría. Llevar al extremo el proyecto de Quimantú.

-Oye, pero acuérdate que esa ideíta de la biblioteca popular y para la clase obrera llevó a Jaime Concha al exilio.

-Bueno, según me contaron en Concepción fueron los militares. Pero la cuestión es que también lo llevó a Los Ángeles. Mi vuelta de tuerca sería... creo que se me está despertando mi faceta arltiana y me voy a poner a inventar negocios delirantes como el "paper villero". A ver, lo digo de otra manera, o sea, yo puedo escribir el paper más fome esta tarde, escribir por ejemplo, el objetivo general del trabajo es o escribir por ejemplo, que yo me sé tres papers de memoria que se clonan casi solos, pero también puedes mezclar con toda propiedad la crítica con la ficción, cosa que los novelistas hacen desde hace siglos, correr algunos riesgos. Lo que quiero decir es que la escritura académica no solo debería dar de comer, también tendría que alimentar.

-Mira, avísame cuando te salga el paper villero y me pongo una faldita y lo traduzco al lenguaje sordomudo como bailarina de Antonio Ríos. A mí me parece que al final todos estamos en pedagogía básica, aprendiendo a leer, aprendiendo a escribir y cada uno lo hace como le gusta y puede. Lo importante es que te funcione el sound machine. Este lugarcito en el último piso tiene re buena vista. Qué pena la lluvia, capaz que no venga nadie.

-Pero cómo corre el agua. Te inscribiste ¿ya? Mira por la ventana la media cola que hay. Si están los periodistas, abogados, ingenieros reciclados. La maestra feminista, el que era de Caballito y ahora le dicen el gringo. Intelectuales sesenteras con vestidos de arpilleras y latinamerican style. La que no sabe dónde queda su hotel, la que sabe todo lo que hay que hacer. El gay recién casado, la que siempre es la madrina, la que trajo a su única hija. El que cita a Lacan hasta en la micro, el que no sabe ni cómo citar. El ayudante sicario, la lolita especialista. Los amantes de congreso en congreso, tienen una relación tan profesional. La que quiere matar al comité de tenure, el coleccionista de libros, potencial asesino serial. Los que tienen tendinitis, herpangina, fibromialgia o alta la presión arterial. El genio desconocido y el chanta vitalicio, todos están esperando entrar. Y nosotros acá, salvados de las aguas por Retamal que en dos o tres pasos y aduciendo excelentes razones, nos excluyó de la fila ¿cierto?

¿Qué es ese ruido? Está temblando. No, son bombas. Un atentado. Es el viento. Un huracán. Se cortó la luz. Córranse de las ventanas. Quedémonos acá. Dame la mano. Ya va a pasar, ya va a pasar, ya va a pasar. Es agua, el primer piso está inundado, por eso todos están subiendo tan rápido, abran la puerta. Mira, no queda nada afuera.

. .. .. * * *

Te escribo cortito porque me estoy quedando sin batería. Te cuento que hoy hemos jugado a que todo está normal, aunque llevamos tres días sin agua potable y sin poder salir del edificio porque el agua, o lo que sea, todavía no baja. Cuando cruzo el salón para fingir que me muevo, las palabras que más escucho son shock, mucho miedo, máximo rigor, le tuve que pegar, ravotrilito, catástrofe, que les corran balas a todos, no puedo más, agua, pena, mucha pena, ley marcial, que pare por favor, apaguen la tele, me enferma, algunos llantos y alusiones a los que no pudieron entrar. Mc Ondo se funó por un rato, o sea no había ni un celular funcionando, quedó una especie de Cómala de mala muerte, una hojasca de papers que no se alcanzaron a leer y creo que nos están matando los murmullos. L. se pasea aferrado a la corrección maníaca de su ponencia que se ha convertido en su única tabla de salvación. Nos reiríamos de él, como siempre, pero todo da pena y casi nada da risa. La Cami organiza una olla común con lecturas poéticas, Retamal está con toda su bondad vuelta impotencia. Habría que hacer una reconstrucción de las palabras, de las relaciones, de los edificios, sin duda, con otras bases, pero tengo la palabra siniestrada. En la tele piden médicos, constructores, arquitectos. Y como siempre me deprimo. Lo único que sé hacer es interpretar sueños.

Pienso mucho en el lujo de una fuente, en tomar agua de la llave, en un baño de tina. En ir al cine, en escribir, placeres cotidianos de los que más de la mitad del planeta no goza. También pienso en la luz, la eléctrica y en la otra. Y en algunas canciones: "somos hijos de la tierra, somos hijos de la tierra", que funciona como mantra cuando empiezan con la original hipótesis del castigo o la culpa.

Ahora no tengo un espejo, ni me sirve un laberinto, tampoco una casa verde, ni me ha tragado la selva, todavía. Me aferró a mi pobre antena que me transmite música marciana en coa-coya y a un libro pequeño como un bonsái, pero que cuando lo abres le ves las hojitas y ramas moverse entre el agua y el viento. Cada hoja susurra que el amor y la ficción, el amor por la ficción, lo resignifican todo. Incluso al país de mierda con todas sus letras. Así que como L. me abrazo a los libros, a las canciones y a las películas de mi vida. También a ti. Con amor, tu coleguita.


 

 

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