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El mundo poético de Cárdenas
El viajero de las lluvias. Antología de Rolando Cárdenas
Edición de C. Almonte y J. C. Villavicencio,  Descontexto Editores,  Santiago, 2015

Por Pedro Gandolfo
Revista de Libros de El Mercurio. Sábado 30 de Abril de 2016

 


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La visión del mundo que el poeta Rolando Cárdenas elabora reclama una compresión no solo intelectual sino que, además, se apoye en emociones, resonancias de otros poetas y cierto acervo común de experiencias. Si el lector se aproxima a la consideración de las formas de expresión, más directamente, al lenguaje que emplea Cárdenas, su dificultad se acrecienta. Esta paradoja surge de que la poética de Cárdenas se construye por la vía de una alta densidad de imágenes que apelan a una lectura que se aleja por completo de lo anecdótico y de un “figurativismo” descriptivo en el cual los versos siguen el perfil más exterior de la realidad. El lector de El viajero de las lluvias tiene, pues, que abrir su mente a un uso del lenguaje que se aparta de su empleo cotidiano y utilitario; tiene, en consecuencia, que enfrentar una gramática interna que exige de él aguzar su sensibilidad más que su intelecto si desea entrar en contacto con el nudo concentrado de emociones y recuerdos que, a su vez, son la tensa y secreta trama que Cárdenas sitúa en el principio de su poesía. Podría decirse que, si bien en una entrevista el autor señala que aquella es “de factura sencilla y palabras accesibles”, su poesía escapa a la simple dialéctica de lo sencillo y difícil o es de modo simultáneo ambas cosas.

El poeta Rolando Cárdenas posee una memoria sensorial vasta, rica y concreta a partir de la cual elabora sus versos. Esa memoria tiene que ver con su biografía, sobre todo, con su infancia y juventud vividas en Chiloé y Magallanes, y su vida adulta en Santiago. Uno y otro polo son las canteras de las cuales el poeta va extrayendo las imágenes que emplea al momento de poetizar, poetizar en el que construye un “Sur” que menos rememora que ofrenda y entrega en custodia al lector de sus versos. La riqueza y singularidad de esa memoria sensorial, fuera del alcance de la del lector común, es un elemento que de modo coetáneo aproxima y separa de su poesía, ya que pone a ese “Sur” más allá de la geografía real en un lugar poético, mítico, “metafísico”, dijo Teillier al respecto.

La poesía de Cárdenas es altamente simbólica, en el sentido de que pesquisa imágenes —más bien redes, sistemas o núcleos que combinan de modo sólido varias imágenes— a las que el poeta recurre para crear en el texto un equivalente a la emoción —también, en el caso de Cárdenas, un complejo denso y ambivalente de emociones—. Sería simplificador, por consiguiente, sostener que la poesía de Cárdenas es traspasada tan solo por un sentimiento de soledad, nostalgia o melancolía, las que naturalmente corresponden a un sujeto exiliado que evoca su “lar” desde un destierro en medio de la megápolis moderna. Los hay, pero esos sentimientos tristes se hayan apareados de modo inconsútil con alegría, gratitud, comunión, belleza. La complejidad de esa red de emociones tiene, en El viajero de las lluvias, pues, su correlación con la complejidad de las imágenes empleadas en una coherencia interna en la cual ningún símbolo sobra o se percibe como extraño. Este carácter simbólico acerca más su poética a Barquero o Trakl que a Teillier, para indicar referentes que él mismo menciona, si bien con este, más secundariamente, lo hermana “lo lárico”, aunque en ese “hogar”, como se viene diciendo, suelen estar ausentes casi por entero lo datos fácticos, las marcas más visibles de la geografía humana y natural del Sur, borrados por esa nieve, esa nieblas y esos vientos poderosos que difuminan el perfil de las cosas, una metáfora reiterada en estos versos.

En “Pesas sobre mi corazón”, un hermoso poema póstumo en que ensaya un verso más corto que el habitual, Cárdenas dice: “La quemadura está en tus mares/ sobre sus curvas modelado/ que pesan sobre mi corazón/ todas las noches/ de bajeles, aparejos y extravíos./ No eres la dócil ola en su poder./ Armadura de luminosas redes/ brebaje de ofrendas ocultas y oceanías”. El mar, el mar del extremo sur, un componente esencial del paisaje poético de Cárdenas, un mar “de bajeles, aparejos y extravíos”, pero, a la vez, “armadura de luminosas redes” y “brebaje de ofrendas ocultas y oceanías”, versos que conjugan, cada uno, tríadas de imágenes. El poeta, quien es el “tú” implícito, aparece como “modelado” sobre las curvas de ese mar, pero otra vez, ese modelar (modo, en el sentido de manera, medida y ritmo) no lo convierte en “dócil ola en su poder”. En esa fisura de pertenencia y lejanía, de peso u opresión sobre el corazón y ofrendas ocultas, de luminosidad y nocturnidad, yace “la quemadura”, es decir, la yaga o herida ambigua que Rolando Cárdenas sostiene en todo su poetizar. 

Una excelente y necesaria antología.



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Rolando Cárdenas (Punta Arenas, 1933 - Santiago, 1990). Poeta chileno. A los 22 años se estableció en Santiago, donde estudió la carrera de Construcción Civil en la Universidad Técnica del Estado, época en la que hizo amistad con el poeta Jorge Teillier. En vida, Rolando Cárdenas publicó cinco libros: Tránsito breve (1961), En el invierno de la provincia (1963), Personajes de mi ciudad (1964), Poemas migratorios (1974) y Qué, tras esos muros (1986). Su Obra completa, en la que se incluyó el poemario inédito Vastos imperios, fue publicada en 1993.




 

 

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