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Wild and Crazy
Presentacion libro "Enciclopedia del amor en los tiempos del porno".
Josefa
Ruiz Tagle y Lucía Egaña Egaña Rojas. Editorial Cuarto Propio, 2015
Rubí Carreño Bolívar
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Todavía no lo tengo, lo espero y pienso, si será o no será lo que llamamos un libro de esos que se “leen con una sola mano” como dicen quienes – “ay no es que a mí no, yo no, ni siquiera por acaso o por delante. Sí, bueno, por atrás, siempre por atrás, todo sea por la virginidad”. Cada quien con su goce. Pienso en la lectura y si será un libro “pajero” o solo “pajero” diríamos en chileno popular y deseo que lo sea en ambos sentidos del término. Es decir, un libro especulativo, imaginativo, inútil, no reproductivo y que agite el cuerpo y sus humores en uno o varios tipos de orgasmos.
Pero, ¿Es “El amor en los tiempos del porno” un libro pajero? es la pregunta que más me hacen mis cercanos junto con si las autoras- una rubia y otra morena- lo escribieron juntas o separadas o cuán amigas son. Si le pusieron su nombre a cada texto o están sobrepuestos, indiferenciados, hoja con hoja, mezclados. No sé, digo yo, no sé nada de ellas, sólo que una de las autoras tiene tatuado en el muslo derecho: “Mi cuerpo es un campo de batalla” y si la crítica se trata, finalmente, y como descubrieron las feministas de los ochenta, de poner el cuerpo”, es mi semejante, mi hermana, hipócrita lector.
Imagino que no podría ni siquiera formular la pregunta en algo así como la versión carreñística de ¿puede el sujeto subalterno hablar? ¿puede el sujeto académico hablar del amor y del porno y cómo?. “Pajero” no es ni será una categoría analítica reconocida, aunque le ponga pospajero o pajeroposautónomo y los libros no se miden, todavía, en orgones, como quisiera Reich de toda actividad humana. Pensar en términos de ¿me hace feliz? ¿me da placer? ¿me “educa”? ¿cuántos órgones produce?. Imagino que no existe esa agenda crítica, porque se habla del cuerpo, pero como si una no tuviera cuerpo, se está cerca de la revolución, pero nunca se es la revolución, se escribe de lo popular, pero no te puede gustar ni por acaso lo popular. “Pajero”, aparecería en un diccionario criollista, junto con pollitos pastando, yeguas sueltas, zorras peludas, choros y diucas y un sin fin de animalitos encerrados que se liberan como en discovery channel sexual al abrirse los cierres (la suricata filma). Pero este libro conoce de sobra el fundo chileno y cierra el portón, para adentrarse en salas de chat y de swingers conservando en categoría vintage el cuadro plástico de “El lugar sin límites” y a María Luisa Bombal, la señorita de clase alta que usó un inmenso gomero como dildo ( esto en una interpretación libre de la lectura de Lucia Guerra).
¿Qué pretende usted de mí? Pregunta Coca Sarli maniatada en un frigorífico de carnes de puro argentina que es ella. Así mismo, me pregunto ¿por qué me habrán invitado a presentar el libro a mí? ( me imagino a mi misma humillada consultado Wikipedia o mejor, redtube, para ir a las fuentes, y ver que es fisting, facesitting, flashing, orgasmo, tratando de no citar a Añiñir y el imperio se apodera de tu cama, porque en este libro no aparecen muchas camas y eso del imperio es como de otro libro). Espero, con sinceridad, que no crean que recitaré de Sade a Preciado pasando por Lucía Egaña para cantar el triunfo del cuerpo textual,sexual a que el libro invita, para decir cómo se ríe del amor romántico y de su dudoso paraíso matrimonial, cómo convierte los sudores del porno en inspiración, cómo inventa una masculinidad dildica femenina, que da vuelta los poderes patriarcales, fálicos. No, no lo haré, soy mala, me porto mal, merezco castigo ¿o no?.
Tengo el pdf. perfectamente amarrado en mi escritorio virtual. Lo desato. No es un libro pajero. Es un libro feminista, posfeminista, porno, posporno, estético desde la portada de Felipe Rivas San Martin y Rosana Espino hasta el final, sensual, inteligente, jugoso, divertido, oloroso, lúdico, teórico, político, también, pajero. Quizás es un libro multiorgásmico, eso. Siete órgones para “El amor en los tiempos del porno”. Pero dejemos esta crítica gourmet y leamos un poco más.
Es una enciclopedia del amor y del porno que coquetea con los saberes ilustrados: se lanza por Cuarto Propio -la niña bonita y deseada por toda feminista o académico pro- y que también se introduce en las categorías más que populares, espúreas, que van desde Anal a Zoofilia, pasando por Wild and Crazy. ¿Cuál es el nexo entre feminismo, pornografía, saberes letrados y literatura? Sin duda, las miradas de nuestras narratrices capaces de convertir una orgía en una escena matrimonial, isla de espanto o de tedio: “ Yo, sentada de lo más digna, agarrada como lapa al brazo del Gordo, cagada de susto en el fondo, hasta que a este huevón se le ocurrió que quería que una de esas chulas se lo chupara y, claro, la cosa era pasando y pasando. Un enano entero transpirado, hediondo a poto. Le dije al Gordo que lo olvidara, que ni cagando, y el huevón, caliente con la pendeja, que seguro era puta, me mando a la cresta, que pa’ qué había ido entonces, que mejor me hubiera quedado en la casa viendo tele” (Swingers).
Pero también, convierten la escritura en gesto pornográfico que exhibe lo más íntimo, lo que no se representa -páginas abiertas- hasta convertir la relación exhibicionista-voyeur, la escritura y la lectura, en regalo, en don, en amor. Pero nada es gratis, dice el saber popular. El poeta y la prostituta tienen una tradición literaria muy larga. Ambos venden su cuerpo o lo que se hace por amor. La mejor no-pareja del poeta, sería la puta; me amaron las doncellas, pasé mi tiempo con las putas, Tellier dixit y Héctor Hernádez dice que No a las respetables putas de la belleza. Y el dinero tiene acá un lugar, el sexo, como la literatura, puede ser una pequeña empresa, una pyme, dice una de las enciclopedistas. Las prácticas pueden traducirse en dinero, las tetas operadas significan dinero, el sexo puede cobrarse y luego, no, la orgía a lo ojos bien cerrados desfallece con Phil Collyns y los sanguches de huevo, se es la mas rica, porque se puede tener silicona, comprarse un cuerpo, que compra un marido, que compra una casa, dice una de las narratrices, mientras come chocolate en la única cama de todo el libro. Pero las enciclopedistas, no acumulan el dinero, lo gastan. Estas enciclopedistas despilfarran, como los humores corporales durante el sexo.
Las borrachas, las calientes, las gordas, las putas, las maracas, las mandonas, las cerdas, las brujas, las demandantes, las carentes todas, todos, tenemos una fiesta gozosa en “El amor en los tiempos del porno”. Sobran orgasmos, sobra comprensión, sobra belleza y una lucidez cómplice que incluso puede preferir la amistad y la escritura al sexo. Son narratrices divertidas, libertinas, sabias, que envuelven en una lucidez cómplice: “Príncipe: Y ahora vienes tú a despertarme a besos, a decirme que me quieres como esposa. Déjame en paz, cabrón. No esperes de mí gratitud. Estoy feliz acá trapeando el piso. No pondré un pie en tu reino despreciable”.
Pensé que si era de verdad porno, me aburría en la M y si era de verdad Amor, en la N. Pero llegué a la Zeta, con bastante alegría diría yo. Tengo de la A a la Z. Saber es poder, dijo el abuelo campesino de Foucault y el que sabe de amor, de sexo y de porno sabe tres veces, sabe y huele mejor. La parafilia nos hace volver una y otra vez a la misma letra, al mismo tipo de cuerpo ( times new roman, dicen las revistas académicas) a las mismas y gastadas maneras, aun mucho mas mecánicas que el porno). Si las feministas de los ochenta enseñaron a poner el cuerpo, lo pusieron por todas nosotras, cosa no menor, las del dos mil proponen disfrutarlo. Convierto este libro en una de mis más recientes parafilias volveré una y otra vez a él, porque a diferencia del porno y de la paja, después de la lectura, y acá me voy a poner romántica: It s very clear, our love it s to stay, queda el siempre concreto e inasible amor.