Si quisiéramos pensar que algo positivo ha aportado la pandemia, sería que la sociedad ha comprendido que la muerte es innegable, incansable y siempre al acecho, especialmente en una cultura que niega a la naturaleza donde ella es la prima donna.
En este libro, Castillo aborda la muerte desde una perspectiva literaria armando un conjunto de relatos/crónicas/obituarios en los que se narra una serie de episodios y existencias donde, por supuesto, la muerte es el momento estelar cuando cada cual ha de salir de escena.
Castillo es un autor que, probablemente por vivir fuera de Chile desde hace más de cuarenta años, no suele estar en la primera línea de nuestro canon literario. Sin embargo, la novela Muriendo por lo dulce patria mía (2017) posee una estructura interna y una capacidad narrativa que no pueden definirla sino como notable. Y sus crónicas Antípodas (2014) son quizás unas de las pinceladas más certeras y brillantes que se han escrito respecto de nuestra idiosincrasia, con esa indispensable dosis de humor, capacidad de observación desde nuevos ángulos e inteligencia para interpretar; textos que, cuando así de logrados, construyen un mundo que el tiempo no consigue derrumbar.
Es destacable la imaginación del autor y su capacidad para concebir escenarios y personalidades creíbles. Parecería que todas estas historias son reales y que él
las hubiera recopilado minuciosamente, presentándolas en forma de entrevista, de diálogo, de testimonio o de relato biográfico. Homenajes a la vida desde un ángulo especial y una reconstrucción del oleaje de hechos que constituyen la existencia de quien ha muerto.
Y aunque en cada relato hace guiños a distintas personas existentes, a veces de manera explícita, no se ciñe a la exactitud de ellas sino a un fragmento de verdad que pudo ser. Y qué importa si hubiera podido ser de tal o cuál modo, al final la muerte lo barre todo y no queda más que lo que quienes permanecen desean o pueden recordar.
Desfilan entonces por estas páginas el elegante y talentoso heredero de una compleja familia, finalmente suicida; un buscador de serpientes muerto por el veneno de una de ellas; el artista ignorado y su talento desbordante ninguneado hasta su muerte; el torturador informante y su misteriosa relación con un libro; el boxeador derrotado por sí mismo... y las muertes, tempranas, tardías, pandémicas o no, siempre triunfantes. Pues la muerte recompone la vida y la pone en otro lugar, hace ver lo que fue la existencia desde un rincón y reducirla a nada más que una historia vista por alguien que no quiere, que no puede permitir que se la olvide.
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MUERTES IMAGINARIAS
Roberto Castillo Sandoval. Laurel, Santiago, 2020, 128 páginas.
Por Beatriz García-Huidobro
Publicado en revista Mensaje, N°696, enero-febrero de 2021
