"Ciudad mutable" de Reynaldo Cruz Zapata
VIAJE EN TORNO A LA CIUDAD QUE NO CONOCIMOS
Roger Santiváñez
26 de mayo de 2008, Memorial Day, U.S.A.
Hubo un tiempo primordial en que los seres humanos disfrutaron de una absoluta inocencia. El mundo estaba colmado de belleza y las personas también. A ese remoto tiempo de claror y pureza nos remiten los versos iniciales del poemario de Reynaldo Cruz Zapata Ciudad mutable cuando afirma: Y el cielo tenía / El color del pecado original /Que entonces / No era conocido. Hay una entraña de todos modos contradictoria en este reconocimiento y a la vez negación del pecado. Y es que la cuestión religiosa siempre está como un telón de fondo en la visión de Cruz, quien desde su apellido nos los está haciendo explícito. Pero la cosa es que el poeta reivindica un estado de inocencia que sería anterior a toda concepción religiosa. Algo así como que el ser humano es puro por naturaleza, previo a cualquier preceptiva moral o doctrinaria. Desde esta perspectiva, el pecado sería un constructo social -producto de la colectividad humana y desarrollado con ella- frente a lo cual Cruz Zapata reclama una edad primigenia en la que el hombre vivió una especie de paraíso (pero ojo que no es el edén bíblico) sino un estado poético, ajeno por completo a la idea de la culpa.
Sin embargo, una vez que el poeta está instalado en este mundo –tal cual es- empieza su preocupación social: El camión de la basura / Se mezcla con olor a pan, / La seguridad privada / Se desvela en las aceras. Cruz Zapata percibe la realidad en todas sus facetas y toma nota de su tormento personal ante una situación con la que no está de acuerdo. Recuperando una imagen ultraísta nos dice: La ciudad sonríe al despertar en momentos en que las tahonas de Piura despliegan el perfume del prístino alimento fusionándose con el hedor de los desperdicios y la contemplación crítica de los guachimanes en las veredas tomadas por asalto por las compañías privadas. Hay un anticapitalismo desde el punto de vista espiritual y humano que asume el poeta. Quizá ese rechazo a la sociedad es lo que lo lleva a afirmar: No veo los telediarios. Es decir, el sujeto poético niega el sensacionalismo de muchos noticieros y además desea ponerse a buen resguardo: separarse de la podredumbre del entorno social. Mantenerse aparte de lo detestable que ocurre a su alrededor. Por eso vuelve los ojos hacia la naturaleza y entonces nos demuestra su talento de lírico artífice: El sol se mece a la ribera del río.
Como todo joven poeta que se respete Cruz Zapata está empeñado en la utopía del amor. Aun Sabiendo que el mundo / No nos aceptaría confiesa. En cierto modo, el verdadero amor siempre es una rebelión y esa es la experiencia que nos procuran estos versos. Aparece el unicornio como símbolo de aquella pasión desplazada –difícil de existir- pero que persiste de todos modos con la delicada fuerza del deseo y la proyección utópica: Nos queríamos tanto / Que debimos / Tener una casita blanca / Junto-al-mar. En la aparente sencillez de su estilo, Cruz Zapata es capaz de transmitir toda la profundidad de su angustia, la que puede llevarlo a entregarnos una excelente definición astral no exenta de ironía: Después de todo / La luna no es más / Que una roca / Maquillada con la luz del sol.
Por otro lado, su búsqueda poética se afinca muchas veces en un logrado coloquialismo, otorgándole frescura y sinceridad a la expresión: Un juguito en la cafeta / Tardes en la rotonda pero que súbitamente es poseído por la dimensión metafísica de la poesía, cuando dice de sí mismo: Solía no ser nadie . He aquí la verdad de su propuesta. Post-modernidad de un ser que se fragmenta hasta casi desaparecer y para el caso del amor cruza las fronteras de los convencionalismos, para ahondar en los vericuetos del corazón humano. Y así es capaz de escribir: Te amo / Porque te aborrezco. Es el Amor Loco que aprendimos desde los días de Nadja de Andre Breton. Muy cerca de aquella canción subte, anárquica, Sin patria / Sin bandera que reinará cuando el hombre y la tierra sean uno solo y una sola y para todos, como lo anunció John Lennon en Imagine.
La poesía es subversión: Nos prohibieron / Con decreto supremo / Escribir poesía leemos en el poema 11. Claro, porque la conciencia poética es crítica y ella socava las bases del sistema convirtiéndose al toque en algo inquietante y subversivo. Ese es el aporte siempre nuevo que ofrece la mirada del poeta. En este caso, Cruz Zapata nos lleva por la ciudad de Piura – extraño paraje donde él mora- en su viaje alucinante, acompañado de su musa –la poesía y una muchacha- contemplando la antigua ciudad de los abuelos y su reemplazo por la modernidad (un vidrio ligero / Y una armazón de metal) sin olvidar los pespunteos expresionistas (El río apestando a orina /…/ Los desagües jodiendo la nariz ) que puede resolverse en un conflicto entre modernidad y belleza, como en esta cuarteta:
La ciudad nueva es una cloaca,
Con sus luces
Opacando la diminuta piel
De las niñas
Todo parece conducirnos a un apocalípsis post-moderno en esta poesía, intoxicados respiramos aerosol pero en esa hecatombe lo salva su musa y compañera: Eras demasiado bella / Para ser real. La belleza adquiere los contornos de una ideal irrealidad en un mundo que se despedaza por todos lados: Es Piura, es la ciudad que se va transformando, que va mutando, como los seres del futuro. En la ciudad solitaria con sus madrugadas azules, Reynaldo Cruz Zapata parece decirnos que la poesía todavía es posible en una realidad que se destruye, porque el amor ha de salvarnos y definitivamente en las formas femeninas. Como el poeta lo afirma es uno de sus mejores versos:
En tus curvas recorro la ciudad
Sumémonos entonces a este raid al que nos convoca su primer poemario. La ciudad muta. Esta Piura que nos vio nacer. Aunque misteriosamente sepamos que Sólo nos quedó / El miedo / A ser la ciudad / Que no conocimos. Arcano que desentrañaremos junto a Reynaldo Cruz Zapata y su nueva poesía.