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La violencia de la dictadura en La ciudad está triste,
del chileno Ramón Díaz Eterovic

Por Benoît Santini
Université du Littoral Côte d’Opale (Francia)
In Dante Barrientos Tecún (dir.), Escrituras policíacas. La historia, la memoria. América latina, Astraea,
Boloña, vol. 2, 2009, pp. 131-148




Resumen:

La desaparición de una estudiante, que al principio no parece ser sino una fuga, lleva al detective Heredia hacia los servicios de seguridad y de inteligencia de la dictadura del General Pinochet. Lo que, de buenas a primeras, se presentaba como un evento anodino se relaciona rápidamente con hechos políticos y con los actos macabros de los verdugos del régimen. La ciudad está triste, novela escrita en 1985, está inmersa en la realidad chilena de la época, marcada por la intensificación de protestas de oponentes, y por el auge de las desapariciones y ejecuciones. La novela, en su brevedad, propone a pesar de todo un análisis profundizado de esos últimos años de la dictadura. Tras presentar el contexto histórico y político de los años 80 en Chile, nuestro estudio se interesará por las evocaciones de la violencia de la dictadura en la novela, así como por la escritura peculiar de Ramón Díaz Eterovic, que renueva el género policial, introduciendo la Historia reciente en su obra, y denunciando sea implícitamente, sea directamente, la brutalidad del régimen.

* * *

El autor chileno Ramón Díaz Eterovic (Punta Arenas, 1956), empieza su producción literaria con poemas [1]. También es cuentista, fue director de la revista alternativa La Gota Pura, director de la SECh (Sociedad de Escritores de Chile) [2]. Fue recompensado por sus novelas policiales y su reconocimiento internacional se nota con las numerosas traducciones de sus novelas policiales[3]. Ésas no sitúan al lector en una época remota, sino que se centran en la actualidad, las contingencias inmediatas, como la violencia de la sociedad chilena bajo la dictadura de Pinochet. En 1985, con La ciudad está triste, Díaz Eterovic empieza a escribir novelas policiales, dando a luz al detective Heredia[4]. Su concepción del “neopolicial” comienza a germinar en su mente, y esta novela se puede considerar como la de un aprendiz que irá aguzando su escritura policial a lo largo de las aventuras de Heredia[5]. El mismo autor explica que

Al mirar el conjunto de las novelas protagonizadas por Heredia siento que en ellas, consciente o inconscientemente, he trazado una suerte de cronología de la historia chilena de los últimos veinticinco o treinta años[6].

Así, aparece que realidad histórica y política están en el centro de la primera obra del novelista, profundamente marcado por los eventos que vive a diario en su país. Su novela parece ser pues una obra política. En otra entrevista, el autor confiesa:

La ciudad está triste la escribí el año 1985 en medio de la dictadura política más terrible que ha tenido Chile en toda su historia. […] La primera versión la escribí en una semana. Antes, venía pensando en la posibilidad de escribir una novela policial a través de la cual pudiera reflejar la situación social y política que se vivía en el país en esa época[7].

Por tanto, el tema de este coloquio «Novela policial e Historia» cobra sentido ya que, a través de un «neopolicial» cuya anécdota sólo parece ser un pretexto, el novelista le propone a su lector un panorama de los acontecimientos chilenos contemporáneos. Novela e Historia se unen, y el primero se pone al servicio del segundo.

La tradición de la novela policial en Chile es reciente (inicios del siglo XX); conoce un auge a partir de la dictadura, puesto que los autores, según precisa Adriana Castillo de Berchenko, «encuentran en las modalidades expresivas del neopolicial las posibilidades de contar, en la ficción, los eventos y sus experiencias de la Historia nacional reciente»[8]. Para conseguirlo, Díaz Eterovic crea «historias transgresoras y democráticas »[9]. Por un lado, quiere subvertir el género canonizado del «neopolicial», creando a un antihéroe, introduciendo las contingencias político-sociales, la cultura y el idioma populares y valiéndose de humor y, por otro lado, denunciar los crímenes de la dictadura[10]. Es fundamental el contexto y, más que la resolución del enigma, es el deseo de demostración de una realidad histórica cercana lo que prevalece en la novela. El autor explica que «más que la anécdota policial de estos textos, que a uno le puede gustar o no, lo que me ha interesado trabajar ha sido el contexto en que se daba dicha violencia»[11]. Confirma que lo esencial de la obra no es la historia, sino más bien la Historia, en la cual están inmersos a diario los chilenos, y que va a verse revelada mediante una ficción cercana a la realidad, en la cual el héroe, testigo de la violencia, va a jugar el rol de revelador de verdades escondidas por el régimen.

Los autores de novelas negras en el Cono Sur, a partir de las dictaduras recientes, renuevan el género, ya que el detective solitario va en busca de una verdad, sale de su lugar cerrado, forma parte de los grupos subordinados de la sociedad, trabaja en la frontera de la justicia, y la verdad así como el crimen político se convierten en realidad histórica y política. En el neopolicial contemporáneo, el enigma como elemento narrativo pierde de su importancia, y la denuncia política prevalece. Los medios marginales constituyen el cuadro esencial de la trama narrativa, y la cultura popular aparece a lo largo de las páginas. Los autores mezclan lenguaje literario y coloquial, ironía, humor, centrándose así en una realidad actual. Por último, los detectives son marginales, maltratados por la vida, y no son héroes[12]. En La ciudad está triste, Heredia es un hombre desengañado, vive en la precariedad y se enfrenta al mundo exterior de la corrupción y la violencia[13] ; se vale de humor negro y los diálogos de la novela están marcados por cierto coloquialismo. Lo que predomina es la voluntad de restablecer la justicia, y no la encuesta en sí. Para conseguirlo, Heredia frecuenta los bajos fondos de la capital (cabarés, prostíbulos, clínicas clandestinas)[14]. Díaz Eterovic precisa también que «Heredia précise aussi que «Heredia es un personaje que recoge algunas de las características del detective clásico de la novela negra (soledad, escepticismo, ánimo justiciero, cierta marginalidad)»[15] ; familiariza al lector con una escritura de novelas políticas, e instaura una complicidad entre el héroe marginal y el receptor, a través de once novelas en las que aparece dicho antihéroe[16]. El título La ville est triste es evocador: el autor atribuye a la ciudad los sentimientos de sus habitantes y se convierte la urbe en el reflejo exterior de su psicología. De hecho, Díaz Eterovic subraya el malestar en una sociedad en la que la violencia invade cada rincón de la capital.[17] Mediante un desarrollo lineal de la acción y una estructura rigurosa de nueve capítulos, el novelista nos brinda un retrato del Chile de los años 80.

Por tanto nos podemos preguntar con qué recursos escriturales consigue Díaz Eterovic en una novela breve (75 páginas) condensar las evocaciones de los abusos del régimen autoritario, y en qué el héroe y cuantos lo rodean se vuelven emblemáticos de la sociedad civil y de las personalidades cercanas al régimen. En resumen, nos parece interesante examinar en qué novela policial e Historia reciente de Chile, en qué Historia y ficción se combinan en La ciudad está triste.

Para contestar estas interrogaciones, examinaremos la irrupción de la Historia (contexto histórico) y de la sociedad chilenas en la novela, presentando primero la Historia de Chile en los años 80 ; luego, nos interesaremos por la novela La ciudad está triste, situada entre compromiso y silencio, y para terminar reflexionaremos en la denuncia y el deber de memoria que propone la novela.

La Historia de Chile en los años 1980

La acción de la primera novela del autor chileno se ubica en Santiagon en torno a 1984-1985, época en la cual se desata una gran violencia y se intensifica a represión en Chile. Desde el principio de la dictadura, se ejerce un fuerte sistema de control : la censura, puesta en marcha por decreto en 1974, se institucionaliza entre 1981-1987. El decreto-ley del 12 de julio de 1974 convierte en delitos contra la Seguridad Interior numerosas conductas de oposición en los medios de comunicación, y reduce la libertad de expresión[18]. En el dominio económico, la doctrina neo-liberal se impone en los años 1970 (se inspira en los economistas chilenos llamados los « Chicago Boys » influenciados por la Escuela de Chicago, y favorables a una privatización de las empresas de Estado en Chile) y se intensifica a inicios de los años 80 s’intensifie au début des années 1980 : el nivel de vida baja, las editoriales tienen que autofinaciarse, se desarrolla el paro. En el ámbito político, la Constitución anti-marxista se promulga en 1980 y se intensifican las torturas contra estudiantes en ese período llamado “guerra interna”. Entre 1982 et 1985, las protestas populares se incrementan en Santiago[19]. Frente a esta oposición de la calle, y a una autodefensa armada, los militares se colocan en puntos estratégicos de la capital, matan a 55 personas (1983-1984) y organizan atropellos en las “poblaciones” pobres de las afueras[20]. Los grupos paramilitares clandestinos, cercanos al gobierno, no dudan en reprimir a los manifestantes y disidentes, como lo hicieron con María Loreto Castillo, matada con dinamita en 1984, Manuel Guerrero, José Manuel Parada et Santiago Nattino, secuestrados y degollados en 1985[21]. Dichos eventos, que ocurren cuando el autor escribe su novela, lo inspiraron sin duda, aunque, como nos lo dijo en una entrevista inédita,

No tengo el recuerdo de haberme basado en un caso en particular para La ciudad está triste, sino que en muchos casos, porque que detuvieran a un universitario, a un dirigente sindical, que lo torturaran , que incluso lo encontraran muerto, era bastante común[22].

La mayoría de las víctimas entre 1973-1989 son miembros del partido socialista, del partido comunista, del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria)[23]. La represión del régimen fue organizada primero por la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional), fundada por decreto en junio de 1974, y disuelta en 1977. Se compone de miembros de las Fuerzas Armadas y de grupos ultra-nacionalistas. Las atribuciones de la DINA eran secretas, pero el secuestro, las torturas y la eliminación física de los detenidos eran sus métodos[24]. Las atribuciones de la DINA fueron publicadas sólo en los anexos del Diario Oficial, de poca difusión. Entonces, el secreto rodeaba las funciones de la DINA.

Disuelta en 1977, se ve sustituida por la CNI (Central Nacional de Informaciones), que tenía las mismas funciones pero dependía del Ministerio de Interior. Los interrogatorios y las torturas ocurrían en la isla Quiriquina (Océano Pacífico), o en el «palacio de las Sonrisas» (antiguo hospital naval de Punta Arenas)[25]. Se utilizaban las clínicas clandestinas como centros de tortura de la DINA, como en la calle Santa Lucía n° 120, en Santiago, donde la DINA escondía a los presos hasta que desaparecieran sus heridas[26]. Los carabineros y los militares organizaban las (perquisitions), las detenciones y los crímenes[27]. En la novela que nos interesa, los criminales pertenecen a estos servicios y obran como lo acabamos de explicar. Uno de los servicios de seguridad es el Servicio de Investigaciones, que tortura y maltrata a los detenidos[28]: eso nos explica la desconfianza de Heredia hacia los policías.

Entre 1983 y 1985, el General Pinochet trata de realizar cierta apertura política: vuelta de intelectuales exiliados (Poli Délano, Antonio Skármeta, José Donoso), intento de diálogo con los Partidos de la Alianza Democrática (unión de partidos de izquierda, creada en 1983), pero enfrentamientos violentos continúan entre manifestantes y poder: son los años de las grandes protestas nacionales (1983-1984) y de la represión[29]. Esta se intensifica en 1986, tras la intentona fracasada de atentado contra el dictador[30]. Esos años son también las del escándalo del descubrimiento de los centros de detención chilenos en la prensa internacional[31]. En 1988, se organiza un plebiscito y vence el “no” : el General dejará el poder en 1990.

Estos eventos históricos recientes y traumáticas encuentran su eco en la novela. El autor, que se queda en el país durante la dictadura, vive de cerca dichos acontecimientos. Su voluntad de privilegiar los hechos históricos chilenos contemporáneos, algunos años antes del fin del régimen autoritario, colocando la intriga en segundo plano, revela un compromiso de su parte que se acompaña, en La ciudad está triste, de una forma de silencio que le permite a Díaz Eterovic evocar de forma más o menos subrepticia la violencia de sistema.

La ciudad está triste: entre silencio y compromiso

El autor, mediante la ficción, narra eventos reales, ocutados por el régimen. La anécdota es la siguiente : una tal Marcela la revela a Heredia la desaparición de Beatriz, su hermana, de 18 años, estudiante en medicina. Beatriz y su padre reñían con frecuencia, y Heredia deduce :

Al final botó la esponja tu hermana y se fue de la casa […].
-Eso pensamos, aunque en verdad no hemos averiguado nada. Le preguntamos a sus amigas del barrio y no la han visto
[32].

Esta desaparición se presenta como la fuga de una aolescente, en conflicto con su padre. A partir de entonces se derrollan las 8 etapas claves de la intriga: el encuentro de Heredia con Teresa, amiga estudiante de Beatriz, y luego con Francisco (Pancho) Valverde, un estudiante enamorado de Beatriz ; la entrevista con la Secretaria de Estudios de la Universidad ; la conversación entre el padre de Fernando Leppe –amigo de Beatriz, desaparecido– y compañeros del joven ; las informaciones dadas por Pony Herrera, un amigo de Heredia ; el descubrimiento de una nota redactada por Pony antes de que lo asesinaran ; el encuentro con Lavinia, prostituta, y la entrevista agitada con el médico Beltrán. Dichos elementos llevan al detective sobre la pista de los servicios de seguridad de la dictadura[33].

Heredia va descubriendo trozos del puzzle que le permiten a Díaz Eterovic aludir implícitamente a los eventos de los años 1980, en Chile, y denunciar discretamente los actos de los servicios de inteligencia del régimen[34]. Nos enteramos también de que Leppe y Beatriz pertenecían a grupos disidentes, que Díaz Eterovic no inventa y que encuentra en los acontecimientos políticos chilenos recientes[35]. En efecto, Teresa informa a Heredia de que « Beatriz le había pedido que se deshiciera de algunos papeles dejados en la habitación que ocupara”, “documentos políticos”[36]. Pancho se lo confirmará a Heredia :

Empezó a hablar de cosas como democracia, justicia, derechos humanos, y se metió en asuntos no bien vistos en este tiempo. Onda roja, usted entiende[37].

Mediante estas alusiones imprecisas, el lector consigue asociar militantismo político (comunista o de extrema izquierda) y represión del régimen. Este combate que llevan a cabo los estudiantes les llevará a la muerte[38]. La Secretaria de Estudios explicará a cerca de Leppe que «lo secuestraron anteanoche. […] Primero se habló de detención por parte de la policía, pero ésta negó tenerlo en sus dependencias »[39]. Heredia se da cuenta de que esta encuesta toma un cariz político. Al respecto, Carlos, amigo de Leppe, le dirá a Heredia que el activismo de su compañero en «la agitación de algunos problemas» le fue fatal, subrayando con un eufemismo la violencia de la dictadura[40].

A partir de ahí, el lector asiste a un desencadenamiento de crueldad verbal y física de los culpables, y se multiplican los indicios. Eso le lleva a Heredia a formular una crítica del poder, que acepta dichos crímenes:

Quienes dirigían la ciudad se reservaban el juego sucio entre las manos y no se necesita mucha imaginación para saber de dónde provenía la violencia. El poder avasallaba la verdad[41].

A través de la voz de su héroe, Díaz Eterovic denuncia el papel de las autoridades que esconden los hechos y son cómplices de los crímenes cometidos contra los oponentes políticos.

Cuando se encuentra el cuerpo de Fernando Leppe, el lector, mediante descripciones minuciosas del estado del cadáver, entiende el horror de los crímenes cometidos por los servicios de seguridad : el cuerpo está cubierto de «múltiples heridas», y «desde el vientre hasta el final del cuello lo atravesaba un tajo profundo, acompañado de otros más cortos que se perdían tras la espalda». Heredia le explica al policía Solís: «Lo degollaron»[42]. Este crimen se vuelve emblemático de las actuaciones de los servicios de inteligencia, y Leppe se convierte en un mártir, asesinado por defender sus ideales. El horror continúa cuando se descubre el cuerpo de Beatriz a orillas de un río: unos niños tropezaron con «el tronco y una pierna que se estimaba pertenecían al cuerpo de una mujer joven»[43]. El narrador hace hincapié en los actos de tortura, como cuando descubre el cuerpo de Pony que acababa de obtener informaciones de parte de agentes borrachos[44]: explica que «le habían clavado un cuchillo en medio del vientre»[45]. Mediante la evocación de estas muertes, el narrador alude a las diferentes formas de crímenes usadas por los servicios de seguridad: degollación, mutilación, acuchillamiento[46].

A pesar de todo, esta violencia aparece a menudo en su mismo desarrollo en la novela; cuando unos individuos agreden a Heredia, y cuando lucha con Carmona, un agente de los servicios de seguridad, o con los hombres de Maragaño, el propietario de la clínica clandestina donde brutalizaron a Beatriz, el narrador recibe «un golpe en la espalda», «un interminable recibir de golpes y puntapiés » durante su primer enfrentamiento[47]. Carmona amenaza también verbalmente a Heredia al pedirle que deje de « meter la nariz en lo que no me incumbía»[48]. En su entrevista con Lavinia, ésta, que conoce las actuaciones de Maragaño, comenta las escenas de tortura de que fue testigo en la clínica adonde había acudido para que la abortaran:

Me llevó a una clínica […]. Oí los gritos de una muchacha a la que, al parecer, unos hombres estaban golpeando en la pieza vecina. Le preguntaban cosas que ella se negaba a contestar […]. Comenzaron a hablar de cómo se iban a deshacer de ella[49].

Luego, Beltrán, el médico cómplice, le contará hechos similares a Heredia:

Primero estuvo lo de una muchacha que murió en la tortura y que para hacerla desaparecer la llenaron de explosivos […]. Después vino lo del muchachpo con el que perdieron los estribos y como no hablaba le tajearon todo el cuerpo con hojas de afeitar.[50]

En la novela, Beltrán cuenta que Maragaño lo hacía participar en los interrogatorios, y tenía que «aplicar inyecciones a los detenidos o comprobar si podían seguir recibiendo más castigo»[51]. La clínica clandestina, centro de detención, corresponde a una realidad: está incluida en la ficción y le es útil a Heredia en su encuesta. Ejecutarán al médico unos minutos después ya que Carmona «descargó una bala en la boca de Beltrán»[52]. Por último, en el enfrentamiento final con Maragaño y sus hombres, en el cabaré “Cuatro Dedos”, Heredia y Solís aniquilan a Maragaño e incendian el lugar, utilizado también como centro de detención.

La violencia va creciendo: ésta empieza por golpes que recibe Heredia, y acaba por una matanza. El relato de Díaz Eterovic alcanza a un clímax en las escenas finales, el autor analiza en sus pormenores los actos de barbarie y sus resultados, y los testimonios de la diégesis se parecen a los verdaderos relatos de los torturados. Los cuerpos mutilados de los oponentes se convierten en el símbolo de la fractura de la nación, inmersa en las restricciones y la violencia.

Al lado de la violencia horrenda, el autor integra como opción estética el silencio, acorde a la autocensura que se imponene los creadores para contornear la vigilancia del sistema. Así, no menciona ninguna fecha precisa y no cita explícitamente la ciudad de Santiago donde transcurren los hechos ; sólo elementos dispersos permiten identificarla. La alternancia de diálogos y de narración en primera persona, el juego discursivo basado en los registros de lengua (lenguaje coloquial o formal, descrpciones casi periodísticas, humor, ironía) son procedimientos que se ponen al servicio de la denuncia. El uso del implícito es eficaz ya que invita a que el lector haga su propia encuesta, instaurando así un pacto de lectura[53]. Este implícito se observa en tres ámbitos : linguístico, topográfico y cultural.

El léxico típico de Chile y de Santiago se ve en los modismos o chilenismos; Heredia invita a Marcela Rojas «al boliche de la esquina»[54], nombre dado a los bares de la capital. El detective se vale del término pololo (novio) cuando le pregunta a Marcela «¿Y la idea de una fuga con algún pololo?»[55]. Llama a su amigo Pony compadre[56], y cuando Pancho le explica a Herrera el compromiso político de Leppe y Beatriz, alude a los « cahuines políticos »[57], que en la lengua coloquial son agitaciones.

Surgen también alusiones a las ciudades reales de ; la oficina de Heredia está «en las esquinas de las calles Bandera y Aillavillú», situadas cerca del centro[58]. Se usa la palabra cuadras que designa las manzanas (grupos de casas); la lluvia y el smog recuerdan también el clima de la capital chilena[59].

Por último, la afición de Pony Herrera a las apuestas hípicas, tradición santiaguina, las alusiones a los pesos, a los centavos (monedas chilenas), a una « librería de viejo ») o a las bebidas y comida chilenas (piscola, cóctel, y los « completos », que son perritos calientes) confirman, mediante lo implícito, el arraigo de la novela en las realidades culturales chilenas contemporáneas[60].

Pese a todo, el autor quiere despistar a lector y recordar que la novela es una ficción, al inventar un nombre de calle, la calle Montilles[61], donde se encuentra la clínica clandestina. Estamos a medio camino entre realidad e invención, y dichas referencias le permiten a Díaz Eterovic quedar lo suficiente claro para un lector conocedor de las costumbres chilenas.

La denuncia o el deber de memoria

Mediante su ficción, Ramón Díaz Eterovic pone en marcha una denuncia discreta o directa, y recuerda la importancia del deber de memoria, que salvaguarda los acontecimientos escondidos por el régimen, con la presencia del trío crimen, víctima y verdugo. La lluvia omnipresente en la capital es alegórica y simbólica, y es polisemántica : la novela empieza por la evocación de «la tristeza de la ciudad» y de la «humedad comiendo [los] pies» de Heredia ; se concluye por las explicaciones siguientes del detective : «la ciudad estaba triste» y «comenzaba a llover en la ciudad»[62]. La estructura cíclica reproduce la repetición de los hechos, y Heredia denuncia implícitamente la atrofia del sistema, invadido por la corrupción, la mentira y la violencia. Este diluvio imita además los dramas que ahogan al país a lo largo de los 17 años de dictadura. El desengaño de Heredia nace de esta toma de conciencia a la cual se añade la miseria económica y la rutina del día a día. La estructura refleja, a la vez, la situación colectiva chilena e individual del detective., que se convierte en le representante de una población angustiada. Esta lluvia abundante simbolizará talbién el anhelo del detective de purificar la capital y el país de todas sus plagas y de sus males[63].

A su vez, los personajes se ponen al servicio de la denuncia. Díaz Eterovic crea a un protaginista deseoso de restablecer la justicia, aniquilada por la Junta militar. Así, se vuelve testigo y actor en medio de la represión, y atraviesa el período de la dictadura «sin otra pretensión que ir tesimoniando lo que nos toca vivir»[64]. El novelista crea entonces a un detective cuyos rasgos psicológicos quedan claramente dibujados. Se trata primero de un ser valeroso, que corre peligro para restablecer la justicia, ausente de las instancias del gobierno. Tras sufrir una primera agresión en plena calle, piensa : «la advertencia, más que asustarme, me hizo desear encontrar a cada uno de ellos por separado, en algún callejón oscuro»[65]. Acude a la clínica clandestina, arriesgando su vida, con el fin de obtener datos a cerca de la desaparicón de Beatriz. Con el policía Dagoberto Solís, se enfrenta a los verdugos al fin de la novela, y los aniquila de buen grado : « Con Solís disparamos con entusiasmo hacia los blancos móviles »[66]. El mismo Díaz Eterovic lo explica:

Me parecía interesante tener la figura de un personaje que pudiera actuar como una suerte de justiciero, alguien capaz de hacer la justicia que la sociedad no hacía en ese momento, alguien que fuera capaz de hablar el lenguaje de la verdad[67].

Luego, este personaje echa una mirada acerada sobre la sociedad chilena de los 80, y formula críticas a cerca de los actos de la policía. Heredia le repocha a su amigo Solís, en tanto que policía, que no se comprometa bastante en el tratamiento de los asuntos criminales, al decirle: «¿O acaso ustedes los tiras esperan que aparezcan los cadáveres para preocuparse de los secuestros de unas personas?»[68]. El héroe menosprecia a continuación los Servicios de Seguridad policiales, al pregunarle a Dagoberto: «Sólo quiero que hagas un par de preguntas a tus amigos del Servicio de Seguridad» ; estas palabras le escandalizan al policía que exclama: «¡ No son mis amigos !»[69].

Después, al revelar la existencia oficiosa de los Servicios de Seguridad, Heredia denuncia también la colboración de algunos civiles en los actos de tortura y de represión, puesto que le explica a Pony Herrera que dichos servicios « aunque nadie lo había dejado por escritp, existían dedicados a investigar y reprimir a los adversarios políticos ». Añade que dichos poetas «usaban a un buen número de profesionales fanáticos y a otros tipos capaces de vender a sus madres por un par de billetes»[70].

Heredia denuncia por último, de forma feroz, la protección de los criminales por la justicia bajo el régimen pinochetista[71]. Afirmará que «en esta ciudad la justicia tiene doble venda sobre los ojos […]. Los criminales tienen santos en la corte»[72]. La expresión familiar, «tener santos en la corte» (que significa beneficiarse de un enchufe), casi proverbial, basada en un juego de palabras (la corte es el Palacio de Justicia), le permite al lector identificar el lugar de la acción, poniendo de relieve la protección de la cual se benefician los asesinos bajo la dictadura. A Heredia le saca de quicio la actitud de estos criminales cuando, al fin de la novela, le explica a Dagoberto, a cerca del cabaré «Cuatro dedos», que «los cabrones usan este sitio para interrogar a sus víctimas»[73].

Heredia es igualmente un ser paradójico, lleno de contradicciones: en primer lugar, es melancólico y desengañado, por la precariedad de su oficio. Lo explica así : «A menudo siento que estoy en una profesión sin futuro, mas iempre hay una copa a mano que ayuda a espantar esas ideas»[74]. En segundo lugar, esta desilusión forma un contraste con el humor y la ironía, de los que se vale a menudo el personaje, con el fin de quitarle el dramatismo a una situación, o de no perder la calma frente a sus agresores. Durante una conversación telefónica con Dagoberto, Heredia, para agradecerle la posible ayuda que le pueda brindar su amigo policía en la encuesta, le contesta: «Si no fueras tan feo te llevaría un ramo de flores y te daría un beso»[75]. Las relaciones entre Heredia y el policía son ambiguas, y se sitúan entre afecto y rechazo, por la desconfianza del detective hacia la policía. En otras situaciones mucho más críticas, la ironía de Heredia fortalece su valor ya que, durante el encuentro con Beltrán, se entabla un diálogo: «-Voy a un congreso en Brasil », dice el médico, y Heredia le contesta: «¡ Mentira! ¿ No leyó su horóscopo de hoy? Dice que no podrá viajar porque llegan visitas inesperadas »[76]. Delante de Maragaño, en el cabaré «Cuatro dedos», Heredia explica: «Andaba paseando por el zoológico y encontré a estos gorilas amigos suyos», aludiendo a los guardaespaladas y ayudantes del propietario de la clínica. Así, incluso en situaciones tensas, al detective le agrada soltar alguna gracia.

A continuación, Heredia es a la vez un ser violento y sensible. En efecto, como pudimos decirlo antes, no duda en enfrentarse con armas a los cómplices de Maragaño[77]. No obstante, eso no le impide emocionar al lector y dar muestras de gran sensibilidad, sobretodo en sus relaciones afectivas. Por ejemplo, es muy atento con la joven prostituta Lavinia ; en este momento preciso, el narrador es intradiegético-homodiegético, se vuelve lírico y comparte con nosotros sus pensamientos: «era la mujer cansada más hermosa que jamás había conocido [...]. Si los ángeles existían se le parecerían, pensé cuando se tendió a mi lado y sentí el cálido contacto de sus pechos»[78]. Esta evocación, que no carece de cierto erotismo, revela las ansias de amor y de contacto carnal del detective, a menudo brutal y harto, pero a veces sentimental.

Por último, el héroe es solitario, pero le da gusto también verse rodeado de sus amigos. Por eso, al encontrarse con Andrea, confiesa: «La miré a los ojos y supe que ella estaba tan sola como yo»[79]. Esta soledad se opone al placer que siente Heredia al reunirse con sus amigos, Solís y Pony Herrera. En efecto, tiene un sólido sentido de la amistad y de la fidelidad. La solidaridad que manifestarán sus compañeros hacia Heredia acarreará el asesinato de Pony por los agentes de seguridad.

El policía Dagoberto, a su vez, desempeñará un papel denunciador y de revelador de verdades; es él quien informa a Heredia sobre la deformación de la verdadera historia por el régimen y la prensa:

Inventaron una historia y mañana saldrá publicada en las primeras planas de todos los diarios. La muchacha necesitaba hacerse un aborto, ubicó a Beltrán y a éste le salió mal su intervención. El médico decidió hacerla desaparecer. Por su parte, la policía averiguó lo sucedido y al ir a detenrlo el doctor puso resistencia y mató a tres funcionarios antes de morir. ¡ Bonita historia![80].

Además, Dagoberto no siempre manifiesta mucha valentía, como cuando dice : «Me agrada mi profesión y pretendo llegar con mi pellejo intacto hasta los ochenta años», y en otra ocasión le aconseja a Heredia : «Si estuviera en tu pellejo, de inmediato tomo unas largas vacaciones en el Polo Norte», inmediatamente después del altercado con Beltrán[81].

Para terminar, las víctimas se vuelven también actores de la novela a pesar suyo y, sin pronunciar ni una palabra a lo largo de la novela, son, sin duda, los más reveladores de la situación represiva: se vuelven emblemáticos de los oponentes torturados, desaparecidos, y eliminados por la Junta militar, como Leppe y Beatriz, maártires del sistema represivo. Por consiguiente, los actos hablan más que las palabras que estas personas reprimidas y eliminadas ya no pueden pronunciar. Por lo tanto, los actos hablan aún más que las palabras que estas personas reprimidas y destruidas no pueden pronunciar más. Cabe añadir que Beatriz, a quien el padre de Leppe y los amigos del joven apodan «América», lleva un seudónimo simbólico: encarna, en tanto que individuo, el espacio histórico latino-americano, traumatizado por las dictaduras.

Conclusión :

A lo largo de este estudio, intentamos mostrar en qué el contexto histórico inmediato y la ficción quedaban vinculados ; también hicimos hincapié en el compromiso y los procedimientos narrativos que le permiten al autor desvelar los crímenes de la época, valiéndose de un no dicho y un implícito eficaces. La novela La ciudad está triste saca a la luz las verdades que el sistema autoritario calló. La ficción tiene como objetivo aportar un testimonio lúcido y objetivo sobre los crímenes cometidos por la Junta militar, bajo el prisma de un antihéroe, de personajes marginales y víctimas de la dictadura. Mediante esta denuncia subrepticiaDíaz Eterovic aplica la definición que él mismo da en su «Editorial» de la revista El Gato sin botas, de la que fue director : « la literatura será siempre vida y queremos comunicar esa vida. La libertad que necesitamos »[82]. A la postre, esta novela, breve y a veces imprecisa en sus descripciones, abre la vía a las novelas de la misma serie que seguirán : éstos le permitirán al autor darle más cuerpo a su protagonista, y ser más explícito en los detalles evocados (como, por ejemplo, los nombres de las calles de la ciudad). Fernando Moreno resumió muy bien el objetivo que se impone y alcanza el autor en su primera novela:

Las obras de Díaz Eterovic, conjugan un respeto singular de los códigos de la novela policial y un deseo de memoria y de testimonio de este contexto político y social específico[83].

El objetivo de La ciudad está triste es aún más ancho, y si la intriga de la novela está anclada en la realidad chilena de los años 80, el libro evoca, de una manera más general, a través de la figura del detective Heredia, la desesperanza y las desilusiones del ser humano, del que Heredia es el arquetipo y el digno representante.

 

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Notas

[1] Sus poemarios son El poeta derribado (1980) y Pasajero de la ausencia (1982)
[2] Muchos poetas, durante la dictadura de Pinochet, se expresan en la SECh : Para reconstruir fielmente la expresión literaria de esos años, se debe o deberá recurrir a ese sinfín de publicaciones artesanales que se editaron ». Leer : R. DÍAZ ETEROVIC, «SECH : Escribir y vivir en Chile», in Ó. AGUILERA, J. ANTIVILO, Historia de la Sociedad de escritores de Chile. Los diez primeros años de la SECh y visión general 1931-2001, SECh, Santiago de Chile, diciembre de 2002, p. 94. La SECh se convierte en una verdadera tribuna de expresión durante la dictadura, y Díaz Eterovic explica : La historia de la SECh, en especial durante la dictadura vivida en Chile a partir de septiembre de 1973, no es otra que la historia de los escritores chilenos obligados a crear y expresarse de espalda al miedo, desafiando a censores anónimos y militares de rostros pintados que veían con recelo la literatura, en cuanto ella significaba un referente democrático [...]. La SECh se constituyó en 1973 en un espacio de rebeldía intelectual ». Consultar : R. DÍAZ ETEROVIC, «SECH : Escribir y vivir en Chile», op.cit., p. 92.
[3] El autor chileno recibe, en 1995, el Premio del Consejo Nacional del Libro y de la Lectura, así como el Premio Municipal de Santiago, otorgado por el alcalde de la capital tres veces al novelista (1982, 1994 y 1996). El Salón del Libro Iberoamericano, organizado en Gijón, le concede el Premio «Las Dos Orillas». Se traducen sus novelas al inglés, al alemán, al italiano e incluso al croata. Sus obras se publican en Grecia, Francia, Italia y Portugal.
[4] Heredia es también el héroe de algunos cuentos contenidos en la obra Muchos gatos para un solo crimen, publicada en 2005 ; se convierte el mismo año en protagonista de una serie televisiva. Leer : A. MUGA, «Claudio Arredondo, Heredia en TVN», El Siglo, Santiago de Chile, 11de marzo de 2005, pp. 15-16
[5] El autor chileno, a mediados de los ochenta, participa en los talleres de escritura narrativa del autor Poli Délano, que será Presidente de la SECh a partir de 1987. Exiliado a México hasta 1984, desempeñará un papel fundamental en la formación literaria de Ramón Díaz Eterovic
[6] R. DÍAZ ETEROVIC, « A propósito de Heredia y su mundo », in G. GARCÍA-CORALES, M. PINO, Poder y crimen en la narrativa chilena contemporánea (Las novelas de Heredia), Santiago de Chile, Mosquito Editores, agosto de 2002, col. « Biblioteca Setenta &3 », p. 13
[7] F. O. VILCHES, « Entrevista al escritor chileno Ramón Díaz Eterovic. El neopolicial latinoamericano : del cuarto cerrado a las calles de la gran ciudad latinoamericana », Caravelle, Tolosa, n° 87, 2006, pp. 96-97.
[8] (La traducción es nuestra). Entre los autores contemporáneos de novelas policiales en Chile, cabe citar a Roberto Ampuero, Luis Sepúlveda, Roberto Bolaño, Jaime Collyer o incluso a Marco Antonio de la Parra. Es preciso notar que entre dichos autores, algunos huyen al exilio, otros se quedan en Chile. Díaz Eterovic et Collyer no dejan su país durante esos años. A. CASTILLO DE BERCHENKO, «Hot line de Luis Sepúlveda et la transition chilienne à la démocratie», Cahiers d’études romanes, Equipe d’accueil Etudes Romanes Université de Provence (Aix-Marseille 1), n° 15/2, 2006, « Roman policier et Histoire. Amérique latine », p. 146.
[9] L. SEPÚLVEDA, « La novela transgresora y democrática », in Google//A : Luis Sepúlveda-novela transgresora y democrática.htm 10.05.2004
[10] Eddie Morales Piña, Profesor en la Universidad chilena de Playa Ancha, y crítico literario, escribe que «se debe señalar que tanto Ramón Díaz Eterovic como Roberto Ampuero se han constituido en los escritores epónimos de esta corriente literaria». Ver : E. MORALES PIÑA, «Aproximación a la novela neopolicial de Ramón Díaz Eterovic (El hombre que pregunta)», artículo escrito bajo el marco del Proyecto DIGI HUMI 05-0304: Diccionario de autores de la literatura chilena del siglo XIX al XX, p. 5
[11] G. GARCÍA CORALES, «Diálogo a toda tinta con Ramón Díaz Eterovic», Pluma y pincel, Santiago de Chile, mayo de 1993, pp. 38-39
[12] J.A. EPPLE, «Leonardo Padura Fuentes», Hispamérica. Revista de Literatura, Gaithersburg, n° 71, agosto de 1995, p. 60.
[13] G. GARCÍA-CORALES, M. PINO, op.cit., p. 48
[14] Recordemos la filiación de Díaz Eterovic con los modelos norteamricanos Dashiell Hammet (1894-1961) y Raymond Chandler (1888-1959) que establecen las bases de la novela negra, como la lucha entre el bien y el mal, el cuidado de los enredes, la ambición, el poder, la gloria, el dinero. Hammet crea un detective privado, marginal, pobre y cínico. Leer : G. GARCÍA-CORALES, M. PINO, Poder y crimen en la narrativa chilena contemporánea (Las novelas de Heredia), op.cit., pp. 47 et 63
[15] F. O. VILCHES, op.cit., pp. 100 et 102
[16] Esta primera novela de la serie plantea las bases de los volúmenes siguientes; en efecto, Heredia todavía no tiene su gato Simenon, que aparece en el segundo tomo, y sus compañeros y amigos cambiarón en las obras posteriores. Además, la ciudad de Santiago, y la ubicación precisa de su despacho (el barrio Mapocho) no figuran de forma explícita en La ciudad está triste. Todo eso no es fortuito, y lo explicaremos en nuestro estudio.
[17] En el poema «Tarde de Lluvia», el Yo poético canta: «Cielos grises / la tristeza alada / como mariposa trunca [...]. (Paso mirando desvergonzadas ventanas, / en voz alta canto versos tristes. / Me voy reconociendo y sufro ». Consultar : R. DÍAZ ETEROVIC, El poeta derribado, Santiago de Chile, julio de 1980, edición de 200 ejemplares, 42 p., p. 18
[18] Voir : L. BALTRA MONTANER, Atentados a la libertad de información y a los medios de comunicación en Chile 1973-1987, Santiago du Chili, CENECA, abril de 1988, p. 13
[19] A. CASTILLO DE BERCHENKO, «Hot line de Luis Sepúlveda et la transition chilienne à la démocratie», op.cit., pp. 143-151
[20] «Los compañeros de la resistencia interior [socialistas, comunistas, cristianos de izquierda, del MIR y del Frente patriótico Manuel Rodríguez] no le dejaron ni un día de descanso a la dictadura”. El dictador aceptó «una vuelta a la normalidad democrática, […] cuando, a pesar de los asesinatos y desapariciones sistemáticas, se vio debilitado frente a un pueblo que iba resistiendo” (esta traducción es nuestra). Leer : L. SEPÚLVEDA, La folie de Pinochet, Paris, Editions Metailié, 2003, diffusion Seuil, p. 10 y M.E. ROJAS, La represión política en Chile : los hechos, Madrid, IEPALA Editorial, 1988, p. 15.
[21] Ibidem, p. 15.
[22] Se trata de una entrevista inédita.
[23] Se cuentan unos 748 casos de desapariciones, o sea más de 62 %. Son grupos marxistas. Leer : E. PADILLA BALLESTEROS, La memoria y el olvido. Detenidos Desaparecidos en Chile, Santiago de Chile, Ediciones Orígenes, octubre de 1995, p. 60.
[24] Leer : S. ZAMORA, Sept heures entre les mains de la DINA, París, Editions Florent Massot, 1993, p.48
[25] M. E. ROJAS, op.cit., pp. 12-13 et p. 46.
[26] J. FORTON, 20 ans de résistance et de lutte contre l’impunité au Chili. 1973-1993, Ginebra, Editions du CETIM, septiembre de 1993, p. 41.
[27] P. ORREGO STANDEN, A. RIQUELME SEGOVIA, Los reflejos de un espejo : Chile y el mundo entre los años 1976 y 1989, a través de la revista APSI, Santiago du Chili, Pontificia Universidad Católica de Chile, Tesis para optar el grado de Licenciado en Historia, 2002, p. 202
[28] M.E. ROJAS, op.cit., p. 28.
[29] Para más datos, consultar : P. RIADO, L’Amérique latine de 1945 à nos jours, Paris, Masson Histoire, 1992, col. «Un siècle d’histoire», pp. 298-306
[30] Dos oponentes, Rodrigo Rojas et Gloria Quintana, fueron quemados vivos en julio de 1986. Leer : J. FORTON, 20 ans de résistance et de lutte contre l’impunité au Chili. 1973-1993, op.cit., p. 220
[31] Así, durante un viaje del buque-escuela Esmeralda, el consejo de Nueva York recuerda los eventos que se produjeron en dicho barco: torturas, abusos sexuales, simulacros de ejecuciones. Leer: AMESTY INTERNATIONAL, «Chili. L’Esmeralda, navire-école et centre de détention et de torture», París, Amnesty International, 23 de junio de 2003, p. 15
[32] R. DÍAZ ETEROVIC, La ciudad está triste, Santiago de Chile, LOM Ediciones, 2000, col. «Narrativa», Editorial Sin Fronteras, 1987, p. 12
[33] M.E. ROJAS, La represión política en Chile : los hechos, Madrid, IEPALA Editorial, 1988, p. 15.
[34] Guillermo García-Corales et Mirian Pino dicen que «el creador de Heredia escribió dicha obra [La ciudad está triste] en 1985, motivado por la necesidad de desarrollar un lenguaje literario que le permitiera abordar, bajo una mirada crítica, algunos temas de carácter social, vinculados a la historia chilena cercana». Leer: G. GARCÍA-CORALES, M. PINO, op.cit., p. 56 y M.E. ROJAS, op.cit., p. 15.
[35] Andrés Pascal Allende precisa a cerca del MIR que se crearon comités clandestinos de resistencia popular que querían desarrollar cordones de resistencia por comunas con el fin de armonizar las luchas contra la dictadura. Beatriz y Fernando formarían parte de estos comités. Consultar : A.P. ALLENDE, El MIR chileno. Una experiencia revolucionaria. A los 36 años de surgimiento del MIR, Rosario, Cucaña Ediciones, enero de 2003, p. 97
[36] R. DÍAZ ETEROVIC, La ciudad está triste, op.cit., p. 24
[37] Ibidem, p. 30
[38] El militantismo estudiantil en Chile, durante los años de la dictadura, es una realidad. El MIR, creado en 1965, antes de la dictadura, se compone de estudiantes, habitantes de zonas marginales, y no formaba parte del gobierno de Unidad Popular de Salvador Allende ; el MAPU (Movimiento de Acción Popular Unitaria), creado también en 1965, se componía de jóvenes y estudiantes. Leer : E. PADILLA BALLESTEROS, op.cit., p. 60
[39] R. DÍAZ ETEROVIC, La ciudad está triste, op.cit., p. 31
[40] Ibidem, p. 33
[41] R. DÍAZ ETEROVIC, La ciudad está triste, op.cit., p. 37
[42] Ibidem, pp. 38-39
[43] Ibidem, p. 55
[44] Pony es famoso en el mundo de las apuestas hípicas. Tiene numerosos contactos gracias a sus actividades, incluso entre los hombres de los servicios de inteligencia del régimen. Eso lo llevará a la muerte.
[45] R. DÍAZ ETEROVIC, La ciudad está triste, op.cit., p. 49
[46] Estos servicios « existían dedicados a investigar y reprimir a los adversarios políticos. Los que mandaban en la ciudad no escatimaban recursos para proteger a la vaca de ubres enormes de la que mamaban complacidos ». Heredia pone en evidencia una realidad escondida por los medios de comunicación, e insiste en la procedencia diversa de las personas que componen los servicios de seguridad (profesionales o gente del pueblo). Leer : R. DÍAZ ETEROVIC, La ciudad está triste, op.cit., pp. 43-44
[47] R. DÍAZ ETEROVIC, La ciudad está triste, op.cit., p. 46
[48] Ibidem
[49] Ibidem, p. 53
[50] Los eventos de 1984 et 1985, citados más arriba, inspiraron a Díaz Eterovic ; al narrarlos de forma casi periodística, y mediante la ficción, denuncia hechos que se produjeron de verdad, y que fueron enmascarados a menudo o transformados en accidentes por el gobierno y los medios de comunicación. Leer: Ibidem, p. 59
[51] Lire : R. DÍAZ ETEROVIC, La ciudad está triste, op.cit., p. 59
[52] Ibidem, p. 61
[53] Mariano Aguirre escribe: «Se ha señalado, y con razón, que la novela negra es básicamente una alegoría. La ciudad está triste no es una excepción. No lo es porque va, intencionalmente, más allá de lo que dice, y es el lector quien debe encontrar las significaciones ocultas del texto». Ver : M. AGUIRRE, «Ciudad triste», La Epoca, Santiago de Chile, 6 de noviembre de 1987, p. 24
[54] R. DÍAZ ETEROVIC, La ciudad está triste, op.cit., p. 10
[55] Ibidem, p. 12
[56] Ibidem, pp. 12 et 19
[57] Ibidem, p. 30
[58] Ibidem, p. 43
[59] Ibidem, pp. 67 et 75
[60] Ces références apparaissent dans: Ibidem, pp. 9, 10, 11, 28
[61] Ibidem, p. 54
[62] Ibidem, pp. 9 et 75
[63] Díaz Eterovic en la entrevista inédita que nos dio en julio de 2007 explica : «Me gusta Santiago cuando llueve. […] Hablas de la lluvia, son elementos que contribuyen a reforzar la soledad, la melancolía de Heredia […]. De pronto, parece tan natural que se sienta dispuesto a describir o a pensar en un ambiente más bien lluvioso».
[64] F. O. VILCHES (F.), op.cit., p. 105
[65] R. DÍAZ ETEROVIC, La ciudad está triste, op.cit., p. 46
[66] Ibidem, p. 74
[67] Ces propos sont tirés d’une interview inédite que le poète nous a accordée en juillet 2007, comme nous l’avons dit plus haut
[68] R. DÍAZ ETEROVIC, La ciudad está triste, op.cit., p. 39
[69] Ibidem, p. 40.
[70] Ibidem, p. 44.
[71] Esta protección de los criminales por la justicia es una realidad puesto que, como lo denunciará algunos años después, la Comisión Rettig lanzada por el Presidente Patricio Aylwin, en abril de 1990, con el fin de aclarar los crímenes de la dictadura, « «el poder judicial no respetó su deber de hacer que se respetaran los derechos de la persona[…]. La actitud adoptada durante el régimen militar por el poder judicial produjo, en una medida importante e involuntaria, una agravación del proceso de violación sistemática de los derechos humanos […] al no dar protección a los prisioneros y al conceder a los agentes de la represión una certidumbre creciente de impunidad ». J. FORTON, 20 ans de résistance et de lutte contre l’impunité au Chili. 1973-1993, op.cit., p. 121
[72] R. DÍAZ ETEROVIC, La ciudad está triste, op.cit., p. 66
[73] Ibidem, p. 73
[74] Ibidem, p. 13
[75] Ibidem, p. 21
[76] Ibidem, p. 58
[77] El novelista, en la entrevista que nos dio, precisa que «En La ciudad está triste, [Heredia] es bastante violento, y luego va dejando su violencia en las novelas siguientes. […] En La ciudad está triste, tendrá unos 30 ó 35 años, y en la última novela pasó los 50. Entonces, ya no tiene tanta energía».
[78] R. DÍAZ ETEROVIC, La ciudad está triste, op.cit., p. 35
[79] Ibidem, p. 28
[80] Ibidem, p. 67. El narrador evoca la mentira de los medios de comunicación durante el régimen autoritario cuando explica que « transmitieron un extra informativo sobre la muerte de Beltrán y el tiroteo en su departamento, atribuido a una banda de ladrones sorprendidos por el médico cuando robaban en el lugar ». Consultar : Ibidem, p. 63. Según María Eugenia Rojas, con la aparición de la CNI, se suele decir que los oponentes y el personal de seguridad suelen enfrentarse, y esto permite la eliminación de las personas consideradas indeseables por el régimen, sin que éste sea castigado. La prensa desempeña un papel decisivo en estos métodos de asesinatos enmascarados y da credibilidad a las versiones oficiales que aluden a los enfrentamientos que acabamos de citar. Leer : M.E. ROJAS, op.cit., p. 35
[81] R. DÍAZ ETEROVIC, La ciudad está triste, op.cit., pp. 42 et 64
[82] R. DIAZ ETEROVIC, S. GONZALEZ, « Editorial », El Gato sin botas, Santiago du Chili, n°1, octubre de 1986, p. 1
[83] (La traducción es nuestra). Ver : F. MORENO « Novelar y revelar la Historia », L’ordinaire latino-américain, Tolosa, IPEALT, n° 193, julio-septiembre de 2003, p. 9


 

 

 

 

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La violencia de la dictadura en "La ciudad está triste", del chileno Ramón Díaz Eterovic.
Por Benoît Santini.
Université du Littoral Côte d’Opale (Francia)
In Dante Barrientos Tecún (dir.), Escrituras policíacas. La historia, la memoria. América latina, Astraea,
Boloña, vol. 2, 2009, pp. 131-148.