El creador de Heredia
        Díaz Eterovic y los traumas del pasado        
        Por Pedro Pablo Guerrero
           Revista de Libros de El Mercurio / Domingo 5 de Octubre de 2008 
        
         Que veinte años no es nada lo   desmiente el detective Heredia en la duodécima novela de la saga que publica   Ramón Díaz Eterovic: La oscura memoria de las armas (Lom). Dos décadas cumple   este personaje literario desde su primera aparición, en La ciudad está triste   (1987), una novela corta, de acciones rápidas, en la que apenas estaba esbozado   el carácter de Heredia, hoy casi una persona de carne y hueso, que habla con su   gato  Simenon, filosofa de la vida junto a Anselmo, el amigo quiosquero, y, entre   pesquisa y pesquisa, recibe a la deseable Griseta en su departamento repleto de   libros en la calle Aillavilú, en el sector de Bandera.
Simenon, filosofa de la vida junto a Anselmo, el amigo quiosquero, y, entre   pesquisa y pesquisa, recibe a la deseable Griseta en su departamento repleto de   libros en la calle Aillavilú, en el sector de Bandera.
           
          Un barrio que   también cambia a paso rápido, con la llegada de nuevos edificios y la pérdida de   rincones entrañables, como el bar City. Estos son, una vez más, los escenarios   de la nueva aventura de Heredia, en la que va tras la pista de los asesinos de   un ex preso político, torturado en Villa Grimaldi y muerto tras el retorno de la   democracia en circunstancias más que sospechosas.
           
          Sin la misma energía,   pero con igual resolución que antaño, el detective va juntando las piezas que lo   llevan a un mundo donde se mezclan hombres oscuros, delincuentes de poca monta y   criminales francamente peligrosos.
           
           - ¿Crees que, en comparación con tus   primeros libros, la acción del relato se ha hecho más lenta en proporción   directa a un mayor trabajo descriptivo del personaje? 
          - Heredia está   concebido como un personaje que envejece, con todo lo que ello involucra en   términos de desgaste físico y de la madurez que experimenta una persona con el   paso de los años. Se ha hecho un personaje más reflexivo, con mayor complejidad,   que se apoya más en sus sentimientos e intuición que en su fuerza. Está más   pausado, intenta ahondar más en los hechos y en las personas, pero todo ello no   significa un cambio en su manera de observar la vida ni de comportarse frente a   los problemas que investiga. Lo anterior influye desde luego en que la narración   privilegie los momentos de reflexión sobre la acción.
           
           - Imagino que has   ido a Villa Grimaldi más de una vez, ¿pero qué sentiste ahora que la fuiste a   visitar para describirla en la novela? 
          - He ido un par de veces y siempre   he experimentado un enorme sobrecogimiento y una tristeza, igual a la que sentí   cuando visité Sachsenhausen, un campo de exterminio nazi en Alemania donde   murieron miles de judíos. Sentí que el dolor era parte del aire que respiraba e   intuí cierta presencia difícil de describir que me recordaba que en ese sitio   habían sufrido muchas personas y que es imposible sentirse ajeno a ese dolor y,   sobre todo, olvidarlo.
           
           - Hay muchas citas literarias en tu novela. Desde   Marco Aurelio a Henning Mankell, pasando por John Berger, Juan Gelman y   Pronzini. ¿Son datos para tus lectores a la manera de los que Anselmo le entrega   a Heredia para las carreras? 
          - Las citas literarias son un recurso que   emplea Heredia para explicarse ciertas cosas que vive o siente. Son también un   sello de identidad del personaje. Son guiños que le presto a Heredia, que voy   recogiendo en mis lecturas y que pienso también pueden interesarle al personaje.   Ahora, si esas citas sirven para que los lectores se interesen en los autores   que menciono, bien me parece. Es una manera de compartir lecturas. No sé si   sucede con las citas, pero sé que mis menciones de cantantes o músicos han   llevado a algunos lectores a escucharlos. Algo parecido a lo que ocurre con los   lugares nombrados en las novelas y que hay gente que los visita con la esperanza   de encontrar a Heredia.
           
           - Tus novelas circulan en el extranjero y cada año   merecen nuevas traducciones y reconocimientos. Sin embargo, en Chile no son   precisamente best sellers. ¿A qué lo atribuyes? 
          - Que un libro sea best   seller, en la mayoría de los casos es algo que está fuera del campo de lo   estrictamente literario, y no es tema que me preocupe. Como ocurre con la   mayoría de los escritores chilenos, mis libros no recorren ningún circuito   publicitario de especial envergadura y también he optado por mantenerme en un   bajo perfil, centrado en la escritura, que es lo que me interesa. Tengo una   buena cantidad de lectores que siguen mis novelas. Además, ellas están en planes   de lecturas escolares, generalmente gozan de buena crítica, se estudian en   universidades chilenas y en el extranjero, han merecido los premios más   importantes que se otorgan en el país, se traducen y se leen en otros lugares, y   todo eso me hace pensar que lo que escribo tiene eco en mucha más gente de la   que nunca imaginé cuando comencé a escribir.
           
           - ¿Qué crees que le diría   Heredia a Cayetano Brulé, el detective creado por Roberto Ampuero? 
          - Que   le vaya bien en sus próximas pesquisas.
           
           - En tu novela, el futuro se   revela para Heredia como algo que va perdiendo consistencia en relación con el   pasado o lo anticipa como algo repetitivo y sin esperanzas. ¿Lo es para ti   también?
          - No, en absoluto. Aunque el futuro es una apuesta que nadie   tiene ganada, es también un desafío de vida y la posibilidad de concretar   proyectos personales y colectivos. Si algo he aprendido en mi vida es a no   perder la esperanza ni los sueños, sobre todo cuando se trabaja en lo que uno   quiere y los frutos, personales y de la gente que uno ama, se hacen   realidad.
           
          Díaz Eterovic trabaja por estos días en varios proyectos a la   vez. Uno de ellos es "El gordo de los boleros", un conjunto de cuentos   policíacos en los que no participa Heredia; historias que el escritor ha ido   reuniendo con el paso de los años y que serán parte de la Colección Crímenes   Criollos que está publicando la Editorial Mosquito. También prepara un volumen   que se llama "Chumangos" y reúne cuentos ambientados en su natal Punta Arenas.   Historias de infancia y otras inventadas; narraciones que en su mayoría han sido   publicadas en antologías y revistas, pero nunca en un volumen de autor. También   hay otros relatos inéditos que no forman parte de los libros mencionados, y una   novela breve que guarda desde hace tiempo.
           
          Pero no todo son libros   propios. Desde hace varios años, Díaz Eterovic arma una antología del cuento   policial chileno para la que ha reunido a casi 50 autores, desde Alberto Edwards   hasta los más recientes. "Incluso, como curiosidad, incluye un cuento de Vicente   Huidobro que admite una lectura desde la literatura policial",   advierte.
           
          Paralelamente, el autor intenta avanzar en una novela   ambientada en Puerto Natales, de carácter histórico, y que se relaciona con otro   de sus proyectos literarios, vinculado a Magallanes, "un territorio donde han   pasado cientos de historias dignas de convertir en novelas o cuentos",   señala.
           
          Recientemente terminó otra novela de Heredia, ambientada en el   medio hípico y el mundo de las sucursales de apuestas: "Es algo que le debía al   personaje, que, como sabemos, es un aficionado a los caballos".
           
           - ¿Cómo   afectan a Heredia las transformaciones de su entorno? ¿Se cambiará de barrio o   morirá junto con él? 
          - El barrio de Heredia es un personaje más de mis   novelas, y, al igual que Heredia, envejece y cambia. Contra eso no es mucho lo   que se puede hacer, salvo seguir registrando sus características, como parte del   trabajo con la memoria urbana que hago en mis novelas. Heredia es sólo un   testigo de esos cambios. Y respecto al futuro, confío en que algo de barrio y   ciudad quedará de aquí a que concluya la tres o cuatro novelas que pueden llegar   a completar la serie. Y si no es así, será el testigo de su   desaparición.
           
           La oscura memoria de las armas
           
           Ramón Díaz   Eterovic 
           Lom Ediciones, Santiago, 2008, 289 páginas.