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        El infierno, el  lugar de la memoria
        Por Luis Valenzuela Prado / La Nación Domingo
        Domingo 28 de septiembre de 2008
        
        
        Recuerdo haber participado a fines de los años noventa en  una "funa" a Werner Zanghelini, médico cómplice de varias torturas  durante la dictadura militar. Hago memoria de este recuerdo a partir de esta  nueva entrega de Ramón Díaz Eterovic y al momento de leer el nombre de Werner  Ginelli, un médico al cual se le hace una "funa" en la que participa  Germán Reyes. Heredia obtiene ese dato después de estar unos meses cesante y  aceptar el caso de la extraña muerte de Reyes en un supuesto asalto. La hermana  del hombre asesinado, Virginia, contrata a Heredia, quien comprenderá que  detrás de esa muerte se esconde algo más. Así, el asesinato de Reyes tendrá  relación con algunos resabios que ha dejado la dictadura. Como en todas las  novelas de Díaz Eterovic, Heredia tomará la investigación y la justicia con sus  propias manos.
          
          Al leer unas cuantas novelas de Díaz Eterovic se puede  reconocer una clara estructura narrativa: el hastío de Heredia; un caso de  muerte o desaparición para el cual es contratado; la aceptación del caso a  regañadientes por parte del detective, y el desarrollo de la investigación a  partir de un engranaje compuesto por una serie de "amigos" que le van  ayudando: el quiosquero Anselmo, el periodista de crónica roja Campbell y el  oficial Bernales. A ellos se agregan en esta novela nuevos amigos: Carvilio, un  ex carabinero que presencia el asesinato de Germán, y Montegón, un detective  privado con una moral distinta a la de Heredia.
          
          Otras constantes que se manifiestan en la obra de Díaz  Eterovic son la ciudad y la literatura. La ciudad, como una escena que forma  parte de un evidente realismo de los bajos fondos, de un lado B con sujetos ad  hoc. Por su parte, lo literario se expresa en las lecturas de novelas  policiales y poesía: "Alguien tiene que leer a nuestros poetas", o  cuando responde a la pregunta de Montegón de para qué lee: "Se lee para  vivir más y mejor". El cruce entre lo citadino y lo literario se aprecia  cuando Heredia expone retóricamente la poética de Díaz Eterovic: "Lee  prensa, entra a un bar, camina por las calles. Te aseguro que a toda hora y en  cualquier punto de la ciudad ocurre algo digno de relatar".  Acontecimientos que recorren unos tras otros en "La oscura memoria de las  armas".
          
          Para el escritor argentino Ricardo Piglia, la clave de la  narrativa policial es la causalidad, "en un sentido a la vez literario y  moral". Tal definición funciona en la obra de Díaz Eterovic. Las causas  que rodean a los hechos centrales permiten a Heredia reconstruir o hacerse una  idea del caso y, a la vez, hacen que la novela vaya tomando forma a partir de  esa reconstrucción y de la moral del deber que mueve a Heredia a luchar contra  el olvido, algo que se aprecia en la mayoría de las novelas que protagoniza. En  "La oscura memoria de las armas" él le dice a un personaje:  "Sólo la muerte permite borrar los ecos de la memoria", a lo que éste  responde: "Espero que así sea. Hay quienes piensan que el infierno es un  lugar donde a uno lo obligan a recordar eternamente". Heredia cumple con  esa finalidad: recordar; es decir, transitar en ese infierno, el lugar de la  memoria.