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La cola del diablo, de Ramón Díaz Eterovic: Verdades que se develan
Novela. 293 páginas. Lom Ediciones, 2018
Por Cristián Brito Villalobos
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No cabe duda que uno de los personajes más entrañables de la literatura chilena contemporánea es el detective Heredia. Desde el debut de la saga con la publicación de La ciudad está triste, en 1987, el investigador creado por Ramón Díaz Eterovic ha protagonizado 17 libros, el último La cola del diablo. El asunto del volumen gira en torno a la desaparición de una joven en Punta Arenas. Heredia es contactado por una amiga para investigar el hecho, es así como regresa a la ciudad luego de más de 20 años. Durante la búsqueda Heredia se reencuentra con Yazna, un viejo amor que le brinda hospedaje en su hostal y que le develará uno de los secretos más importante que ha recibido y con el que se intuye que todo cambiará en las futuras entregas. El trabajo no es fácil, hay muchos poderes involucrados, factores que a Heredia no lo detienen en su afán por llegar a la verdad. La maldad se hace presente en esta oportunidad en la iglesia donde Heredia desempolvará sucesos que incluyen una serie de abusos además del crimen central de la obra. El tiempo ha pasado, Heredia ya no es el mismo, sin embargo, su olfato detectivesco sigue igual de fino. En La cola del diablo nos encontramos con un hombre que ha crecido y madurado pero que en el fondo sigue siendo el mismo de siempre, con mañas y una soledad que parece nunca se alterará pero que luego de este libro se abren nuevas expectativas. Tal como nos ha acostumbrado, la prosa del autor conserva esas características que configuran la personalidad de Heredia, con sus mundos interiores y la presencia de su gato Simenon siempre presente, sus cavilaciones y sus constantes citas y refranes. Estamos frente a un libro escritor de manera ágil y envolvente. Se trata de un volumen sumamente entretenido donde el suspenso y el arrojo acostumbrado de Heredia cobran nuevos bríos. Acá la mayor virtud es constatar lo saludable que se mantiene una saga que muchos deseamos que nunca acabe. Larga vida a Heredia.