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Natalicio de Gonzalo Drago

Por Ramón Díaz Eterovic
Punto Final. 15 de diciembre de 2006


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El 31 de diciembre próximo se cumplen cien años del nacimiento, en San Fernando, del escritor Gonzalo Drago Gac, nombre clave en la llamada Generación del 38 y autor de algunos textos clásicos en la narrativa chilena, como El Purgatorio y “Mister Jara”.

Tuve el privilegio de conocer a Gonzalo Drago en la Sociedad de Escritores. Era un hombre que nunca abandonó su manera de ser reservada y generosa. Cuando se piensa en su obra, inevitablemente viene a la memoria su cuento “Mister Jara”. Lo leí a comienzos de los años setenta y como a tantos, me impactó la imagen de ese personaje hundido en el abandono a causa de su arribismo y deseo enfermizo de aparentar lo que no es. Un personaje que refleja la esencia de ciertas conductas que hoy –más que nunca- siguen vigentes en una sociedad dominada por las apariencias.  Ese cuento forma parte del libro Cobre, en el que Drago recrea la vida de los mineros de Sewell a través de retratos que tienen la universalidad que sólo alcanzan los buenos cuentos. Con este libro publicado en 1941, Drago debutó como escritor, sumando con el correr del tiempo Una casa junto al río, Surcos, El purgatorio, La esperanza no se extingue, Los muros perforados.

Un par de años antes de que muriera, tuve oportunidad de conversar con él para la que, probablemente, fue la última entrevista que se le publicara. La charla tuvo lugar en su casa próxima a la Plaza Egaña. Junto a su escritorio rodeado de libros y recuerdos de su trayectoria literaria. “El hecho de ser escritor creo que me ha llenado toda la vida –me dijo-. Aun en los momentos más duros, la literatura fue una defensa. Me refugiaba en los libros y la literatura. No le pongo término a mi escritura. Se me ocurre una idea y me pongo a escribir. Siempre estoy haciendo algo, y lo que siempre hago es corregir. El escritor muere y todavía está corrigiendo su obra. No doy por terminada mi tarea, a pesar de que tengo 86 años”.

Junto con esta vital lección acerca de su oficio, Drago recordó en esa conversación sus orígenes como escritor y habló de su pertenencia a la notable Generación del 38, integrada, entre otros, por narradores como Diego Muñoz, Daniel Belmar, Nicomédes Guzmán, Carlos Droguett, Volodia Teitelboim y Francisco Coloane. “Todos los escritores de mi generación nos formamos solos. Cada uno fue autodidacta. Creo que toda la Generación del 38, y posiblemente la que le siguió, se formó sola, intercambiando ideas y apoyándose en la lectura de los libros. Eramos grandes lectores de la literatura rusa y de algunos autores franceses. En general, los escritores de ese tiempo comenzamos a publicar con el advenimiento del Frente Popular, en el gobierno de Pedro Aguirre Cerda. De ahí nació la Generación del 38, que yo considero de lo más valiosa y numerosa. Nunca nos planteamos un postulado, sino que fue algo espontáneo. La Generación había sufrido desde el año 30 en adelante, por persecuciones políticas o gremiales. Yo fui expulsado de la Braden Copper. Por eso escribí Cobre. Francisco Coloane había visto muchas injusticias en el sur del país, entonces ya tenía su tema. En el extremo norte estaba Andrés Sabella viendo la injusticia en la pampa salitrera. Espontáneamente denunciamos las injusticias que estaban ocurriendo en esa época”.

Otro hito importante en la vida de Drago fue su amistad con Oscar Castro y su participación en el afamado grupo literario Los Inútiles, de Rancagua. Drago llegó a Rancagua el año 1928 y comenzó a colaborar en el periódico La Semana. En 1929 conoció a Oscar Castro, de quien recordaba: “Oscar era un gran lector, tenía unos años menos que yo y tenía la gran ventaja de trabajar en una biblioteca. Había leído mucho y su vida era más bien sedentaria. Nos hicimos amigos y Oscar me recomendaba libros. Tuvo ese bonito gesto que siempre se lo agradecí: el encausarme en la buena literatura. En 1934, un periodista peruano, Luis Fernández, comenzó a publicar en La Semana unas notas donde decía que era necesario que los escritores se unieran y formaran un grupo. En noviembre de 1934 nos juntamos y se formó Los Inútiles. El nombre a veces es lo más difícil de obtener para una institución. Se barajaron nombres y fue una discusión larga, que duró varias horas. Se propusieron varios nombres. Hasta que Luis Fernández, que como muchos peruanos era muy efusivo y verboso, dijo un pequeño discurso: “Si en esta ciudad minera todo se vuelve plata, dinero, y no hay espacio para la cultura, quiere decir que toda nuestra labor va a ser inútil”. Entonces, alguien, creo que Oscar Vila, dijo: “Que se llame Los Inútiles”. Y fue un acierto”.

Sin duda fue un acierto y ese grupo es hoy un nombre clave en la historia de los grupos y asociaciones que han dado vida a la literatura chilena. También fue un acierto la aparición de su novela El Purgatorio, en la que se adelantó a muchas denuncias que hoy se formulan sobre los rigores del servicio militar a que son sometidos los jóvenes chilenos, sobre todo los de orígenes más humildes. Sobre el nacimiento de esta novela, Gonzalo Drago recordaba que “era una novela fragmentaria, que comenzó como un diario de vida que no pude llevar, porque no había tiempo y sí mucha vigilancia como para estar escribiendo. Quedó todo en la memoria y luego lo escribí”. La novela se publicó en 1951, luego de ser premiada en el concurso de la Sociedad de Escritores de Chile, por un jurado que la calificó de “una obra recia, con sensibilidad y agudeza de observación. Bellas descripciones, a ratos alucinantes, ponen una nota de color y poesía en estos crueles relatos trazados por mano maestra”.

Los muros perforados fue la última novela que publicó Gonzalo Drago. Lo hizo en 1981 con la ayuda de unos amigos, años después que gran parte de la edición de “Mister Jara” que publicara la ex editorial Quimantú cayera en la hoguera de los militares golpistas. Los muros perforados recrea el mundo de la burocracia estatal, que bien conocía Gonzalo Drago desde su paso por el servicio público. Un mundo donde convive la necesidad de sobrevivir con las envidias y mezquindades de los que en ocasiones no tienen muchos horizontes para soñar. Desde luego, no es una novela plácida ni complaciente, como no lo es el conjunto de la narrativa de Drago, realista, descarnada y certera para describir al hombre en sus infinitas glorias y miserias.

Para recordar los cien años del nacimiento de Gonzalo Drago (1906 – 1994), el Centro Cultural del Liceo Neandro Schilling, de San Fernando, convocó a un acto que contó con la participación de los escritores Luis Alberto Mansilla, Lorenzo González Cabrera, Manuel López Osorio, Bernardo Rebolledo y Ramón Díaz Eterovic, más otros miembros del grupo que leyeron cuentos y poemas de Drago e interpretaron algunas piezas musicales. Un homenaje oportuno y necesario, en una época donde el pasado suele enterrarse bajo varias capas de olvido y la única literatura válida parece ser la que se ha escrito en el último cuarto de hora, con evidente menosprecio a muchos autores que han contribuido al desarrollo de nuestra literatura. Recordar a Gonzalo Drago no sólo fue un gesto que permitió invocar sentimientos en torno a su personalidad, sino que también una oportunidad para revivir su valiosa obra literaria que, a despecho de los años transcurridos, conserva sus resonancias.



 



 

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