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Una selección latinoamericana del relato criminal
El crimen tiene quien le escriba. Ramón Díaz Eterovic, (compilador) Lom Ediciones, Santiago, 2016. 270 págs.
Por Pedro Pablo Guerrero
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio. Domingo 12 de junio de 2016
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Hugo intenta escribir un cuento policial de Dashiell Hammett. Bueno, en realidad, inventarlo. "Han gustado más algunos de los falsos que los verdaderos", como le explica a su mujer. Teclea una historia de hampones de la época de la Prohibición. Los personajes tienen nombres italianos o irlandeses y se tratan de "nene" o "chico". La hija de su pareja lo interrumpe con una pregunta: "¿Qué son las bragas, Hugo?". Le explica que es lo mismo que una bombacha, pero que no puede decirlo así porque la historia se la encargaron de España. Corre 1983. Él, su mujer y la niña han retornado a Buenos Aires, donde todas las semanas se realizan marchas por los desaparecidos... a las que cada vez asiste menos gente. "Tendríamos que habernos quedado en Barcelona", dice Hugo mirando la hoja de papel sobre el rodillo de la máquina de escribir.
"Versión de un relato de Hammett", del argentino Juan Sasturain -nacido en 1945 y autor de las novelas Manual de perdedores y Arena en los zapatos, entre otras-, es uno de los últimos textos incluidos por Ramón Díaz Eterovic en El crimen tiene quien le escriba. Cuentos negros y policíacos latinoamericanos (Lom, 2016). El relato simboliza inmejorablemente el anacronismo que ya implicaba, hace 30 años, seguir practicando una narrativa criminal meramente imitativa, anclada en los modelos clásicos del género, sin considerar los nuevos contextos de producción.
Qué impostados, qué añejos suenan estos remedos, ya sea en la vertiente norteamericana hard-boiled (Hammett, James M. Cain, Raymond Chandler) o en la más antigua del enigma, llevada a su máxima expresión por los británicos Arthur Conan Doyle, Agatha Christie y G. K. Chesterton. Transplantarlas sin más a estas latitudes equivale a pergeñar las traducciones falsificadas de las que se burla Sasturain. "Copias fraudulentas de los modelos originales, versiones acartonadas de historias dúctiles, tics más que gestos", como llama el historiador Manuel Vicuña a los primeros imitadores chilenos de Sherlock Holmes en su ensayo inédito Reconstitución de escena, que Hueders publicará en los próximos meses.
Por el contrario, en las últimas cuatro décadas, la literatura criminal -según escribe Díaz Eterovic en el prólogo de El crimen tiene quien le escriba - "ha encontrado sus particularidades y se ha convertido en una expresión destacada dentro del panorama de la narrativa latinoamericana". Consultado por los cambios que percibe en el género, el autor añade:
-La narrativa criminal deja de lado su apego casi exclusivo al planteamiento de un enigma, y se abre a mostrar las razones y las condiciones en la que se desarrolla la criminalidad en Latinoamérica. Es una narrativa que expresa el pulso político y social de los lugares en los que se origina; que vincula el crimen con el poder político o económico. Y la causa está en la apropiación de lo policial o criminal como un punto de vista para mostrar, analizar, explorar la realidad latinoamericana, las huellas de las dictaduras militares, la fragilidad de la democracia, el efecto de fenómenos como el narcotráfico, y el desarrollo de una creciente marginalidad producto de sistemas económicos que generan desigualdades.
"No pretendo establecer ningún canon"
Nacido en Punta Arenas en 1956, Ramón Díaz Eterovic cumplirá sesenta años el 15 de julio. En los meses que vienen publicará la decimosexta novela protagonizada por el detective Heredia, La muerte bajo el volcán, y una novela infantil: Misterio en la Cueva del Milodón. Sus libros, que han recibido importantes premios en Chile y el extranjero, se publican en varias lenguas e ingresan a prestigiosas colecciones. En Francia se está traduciendo La música de la soledad (2014) y hay conversaciones para editar en inglés La oscura memoria de las armas (2008).
Díaz Eterovic tiene fama de ser un autor generoso, que se interesa por difundir la obra de colegas extranjeros y las nuevas voces chilenas que incursionan en el género negro, incluidas en otras dos recopilaciones de su autoría: Crímenes criollos (1994) y Letras rojas (2009). El crimen tiene quien le escriba nació de este mismo deseo. Explica por qué prefiere hablar de compilación:
-Una antología responde a un trabajo más amplio de investigación, y esta compilación la siento más como gesto de querer compartir ciertas lecturas del género que he realizado en los últimos años; ciertos cuentos y autores que son destacados en sus respectivos países, sin ser los únicos desde luego. Me parece importante destacar que no pretendo establecer ningún canon con esta recopilación. Sólo compartir un puñado de relatos, inéditos y publicados, que me parecen valiosos para sentir el pulso de la narrativa criminal en Latinoamérica.
Algunos de los cuentos reunidos en el volumen han alcanzado premios importantes, advierte Díaz Eterovic. Es el caso de "Terribles ojos verdes", del uruguayo Mario Delgado Aparaín (Premio Juan Rulfo 2001 de Radio Francia Internacional) y "Los cautivos del Fuerte Apache", del colombiano Julio Balcázar (Concurso Medellín Negro 2012). Por una cuestión de orden alfabético, este último inaugura El crimen tiene quien le escriba. Una coincidencia afortunada, porque Balcázar aborda con un estilo muy personal fenómenos tan actuales como el de los desplazados por la guerra, que terminan viviendo en la periferia de las grandes ciudades para luego incursionar en la delincuencia o integrarse a oficios tenebrosos de la seguridad del Estado.
Viene también un cuento inédito de Élmer Mendoza, "hoy en día el autor más importante del género en México", según el compilador. Mendoza es el autor de El amante de Janis Joplin (2001), novela sobre un beisbolista acosado por los traficantes, la guerrilla y la policía, que inauguró la narcoliteratura en su país. Curiosamente, en esta compilación el escritor aporta un relato ("La hermana") más cercano al misterio policial. Hasta el detective contratado para aclarar el crimen tiene un nombre clásico: Poirot.
Una de las revelaciones del libro es el boliviano Gonzalo Lema (1959). Su cuento "Elena Roth" es la historia de un ex policía que recibe el encargo de localizar a uno de los últimos nazis que se refugiaron en Cochabamba después de la Segunda Guerra Mundial. Escrito con un sentido del humor que no excluye la nostalgia ni el color local, el relato describe la impúdica corrupción de la policía -que se apropia de los autos robados en países vecinos- y el racismo que persiste en una sociedad donde los inmigrantes europeos tratan a la mayoría mestiza con desprecio evidente. Otro policía retirado protagoniza el cuento "Crimen en el puerto", del venezolano Eloi Yagüe (1957). Los sucesos ocurren en La Guaira, al final de la dictadura de Pérez Jiménez (1958). El asesinato de un adolescente homosexual en un prostíbulo conduce al inspector Meneses hasta un destructor de la Armada de Estados Unidos anclado en un muelle.
Milton Fornaro (Uruguay), Daniel Quirós (Costa Rica) y Sergio Ramírez (Nicaragua) ambientan sus crímenes en rincones de la provincia de sus respectivos países. Investigadores y autoridades judiciales deben esclarecer homicidios que perturban la monotonía del pueblo y dan pie a una fiebre de rumores. Por habilidad inquisitiva o confesión espontánea, las pesquisas descartan a los sospechosos más evidentes, pero a diferencia de las ficciones deductivas inglesas, el castigo no recae siempre en el verdadero culpable, pues todos saben que la justicia por esos lados no es ciega.
Confirman su oficio los argentinos Mempo Giardinelli ("El paseo de Andrés López"), Guillermo Orsi ("Sospechas de lo eterno"), Claudia Piñeiro ("Samantha Dubois"), Fernando López ("Tormenta en Ginebra") y el ya mencionado Sasturain. El cuento de Giardinelli es una pieza clásica de chorros porteños, que hablan empleando términos del lunfardo y respetan los viejos códigos del hampa. Orsi pone en escena a un sicario; Piñeiro al acosador de una escritora, y López a un trío de personajes esperpénticos que pretenden robar el cadáver de Borges para cobrar rescate.
-Me parece que Argentina es un foco importante que cobró nuevas fuerzas en los últimos años -dice Ramón Díaz Eterovic-. Es un país con tradición de narrativa policial, con pilares relevantes en su desarrollo y principales manifestaciones, como Borges, Rodolfo Walsh y Osvaldo Soriano.
Ajuste de cuentas
Entre los chilenos incluidos en El crimen tiene quien le escriba hay nombres familiares y otros no tanto. Se echa de menos el de Ramón Díaz Eterovic. "En esta ocasión me pareció prudente tener cierto pudor y mantener distancias con la compilación", explica.
Lo que más destaca es la recurrencia del ajuste de cuentas como leitmotiv de casi todos los relatos. El más joven de los autores chilenos, Juan Ignacio Colil (1966), narra en "Intercambio" un encuentro de dos hombres en un solitario caserío de la costa: hay una muerte que explicar y falta parte de un botín. Coincidentemente, el relato de Poli Délano ("Adivinanzas") también enfrenta, cara a cara, a los protagonistas de un brutal episodio del pasado. Lo mismo José Gai, en "El mejor puntero izquierdo del mundo": otro ajuste, esta vez por una quitada de drogas que involucra a un futbolista en decadencia. "Vicente Pastor debe morir", de Sergio Gómez, reúne a tres viejos amigos, uno de ellos recién salido de la cárcel, que les exige venganza. Por último, una conspiración, que se salta al sistema judicial, pretende castigar la violación de una menor de edad, en el perturbador relato "Esfuerzos colectivos", de la abogada y escritora Sonia González Valdenegro.
Solo "Muerte en el campus", de Bartolomé Leal, escapa a esta tendencia, planteando, en cambio, un suicidio dudoso en una universidad privada de Chicureo. Singular es el caso de "El cansancio de Ferrada". Aunque su autor nació en Bolivia (1968), Yuri Soria-Galvarro vive en Puerto Montt desde los ocho años. Ambienta su cuento en Santiago. El protagonista es un policía que recuerda su niñez en Coyhaique mientras se dirige, con sus compañeros de antinarcóticos, a practicar un allanamiento.
El crimen tiene quien le escriba es una buena aproximación a los nuevos autores policiales de la región, pues si bien no están todos los que son, no cabe duda de que son todos los que están.