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Ramón Díaz Eterovic, Premio Nacional de Literatura 2025:
“Nunca he estado emocionalmente muy alejado de Magallanes”

Por La Prensa Austral, Punta Arenas, 28 de septiembre de 2025


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El pasado lunes, el escritor de novelas negras, oriundo de Punta Arenas, recibió el Premio Nacional de Literatura, un reconocimiento que lo sorprendió en medio de nuevos proyectos. Entre ellos,
una antología con autores magallánicos.


En una tarde en Santiago, Ramón Díaz Eterovic recibe a El Magallanes en una oficina de Ediciones Lom, en pleno centro de la capital. Afuera, el ruido del tránsito se mezcla con una intensa lluvia. Adentro, la calma de los libros y el café que ofrece un colega. Desde ese espacio, el escritor nacido en Punta Arenas conversa sobre su vida y obra, a pocos días de haber sido distinguido con el Premio Nacional de Literatura 2025.

“Estaba trabajando en el computador”, recuerda sobre el instante en que recibió la noticia. Fue la ministra de Cultura quien lo llamó para informarle y, poco después, tuvo que trasladarse al Palacio Pereira, donde se organizó una conferencia de prensa con el jurado y periodistas. 


—¿Esperaba recibir el premio? 
—“Uno nunca tiene seguridad en estas cosas. Pensaba que tenía los méritos suficientes como para obtenerlo, pero que estuviera seguro, no. Había varios candidatos que también tenían sus antecedentes y sus méritos”.

Díaz Eterovic partió de Punta Arenas en 1974, cuando tenía 17 años. “Me vine a estudiar a la universidad. Dejé de vivir allá, pero voy por lo menos una vez al año porque tengo hermanas, sobrinos, sobrinos nietos. Encontré trabajo en Santiago, empecé a armar mi vida familiar y literaria acá”, relata.

Su infancia y adolescencia transcurrieron en el barrio Croata -que en sus años todavía era el barrio Yugoslavo-, en una vida estrechamente vinculada al entorno natural propio de Magallanes. “Vivía cerca del estrecho, del mar. Entonces había muchos juegos en la playa. Recuerdo la nieve, los trineos”, evoca. Cursó los primeros años en el Instituto Don Bosco y luego en el Liceo de Hombres de Punta Arenas. “Como toda la vida magallánica, una vida de mucha casa. El frío hacía que uno pasara mucho tiempo encerrado”, comenta.

—¿De qué forma dejó huella Magallanes en su obra literaria? 
—“Tengo seis novelas ambientadas en Punta Arenas, un libro de cuentos y un libro de poemas. De alguna manera recreo en esos textos ese mundo de la infancia y la adolescencia”. 

De Heredia, su personaje más célebre, tiene dos textos: Nunca enamores a un forastero (1999) y La cola del diablo (2018).

“Nunca he estado emocionalmente muy alejado de Magallanes. Es una forma de enfrentar la vida que siempre me acompaña”, acota.

Heredia: entre novela negra y política

El detective privado Heredia cobró vida en la novela de 1987, La ciudad está triste. Desde entonces, son más de veinte las historias que ha protagonizado.

—¿Cuándo sintió que Heredia pasó de ser un simple recurso narrativo a transformarse en una voz crítica?
—“Yo creo que nació con ese tono, con esa impronta. Lo que pasa es que, tal vez como en la tercera o cuarta novela, decido desarrollar más la historia y empezar a trabajar pensando en un continuo de novelas. Al principio, cuando escribí la primera, la segunda, era eso y nada más. Pero en algún momento sentí que el personaje tenía más posibilidades de desarrollo, de meterlo en otra historia, que era un punto de vista que para mí era cómodo. Era válido escribir de las cosas que a mí me interesaban, que era hacer novelas que estuvieran relacionadas con la historia política, la historia social del país (…) Las primeras son todas de temas que tienen que ver con crímenes de la dictadura”.

—Sus primeros textos los escribió justamente durante la época de dictadura. ¿Cómo fue ese periodo para usted como escritor?
—“Empecé a escribir en los años 80 y los que empezamos ahí siempre nos han llamado la generación del golpe o la generación NN”. Las restricciones eran múltiples: ausencia de autores mayores por el exilio, limitaciones para publicar y un ambiente hostil para la creación. Si tú vives en una dictadura donde los milicos están matando todos los días, torturando, ese es un tema que tarde o temprano llega a tus páginas”.

El género policial en Chile

—¿Piensa que este Premio Nacional podría transformar la recepción del género policial en el medio literario chileno?
—“Creo que este premio es un reconocimiento a mi obra, pero también a la contribución que esa obra hace a reinstalar y desarrollar el género policial en la narrativa chilena”. 

Cuando comenzó a escribir, la oferta de escritores de novelas negras era reducida. “Era, prácticamente, el único, había uno o dos más y nada más. La tradición del género hacia atrás no es muy amplia (…) En cambio hoy, uno puede hacer una lista de cuarenta, cincuenta escritores que están trabajando en ese tipo de forma literaria. 

“La misma academia, la misma crítica, empieza a reconocer que este género, que muchas veces era maltratado, era el que mejor estaba reflejando la realidad social del país de las últimas décadas”.

Ese auge se refleja también en espacios de difusión: festivales como Puerto Negro, organizado por la Universidad Andrés Bello, o Santiago Negro, que en su primera etapa tuvo al propio Díaz Eterovic como organizador. “De ser muy marginal pasó a ser, de alguna manera, un género protagonista dentro de la narrativa actual”, apunta.

Referentes

—¿Cuáles fueron sus referentes literarios a lo largo de la vida?
—“Cuando empecé a escribir había leído poco del género policial. Mis lecturas iban por otros lados en ese momento. Leía clásicos como Balzac, Dickens, y porque a mi generación le tocó así de lleno, el impacto del boom latinoamericano: Cortázar, Vargas Llosa, Onetti”.

Con el tiempo, llegaron las influencias decisivas del género negro. “Siempre menciono tres autores. Uno es Raymond Chandler, que es como el padre del género en Estados Unidos, con su detective Philip Marlowe. Otro es Georges Simenon, autor belga-francés de más de 70 novelas. Y el último es Osvaldo Soriano, argentino, porque leyendo a él pensé que era posible hacer una novela negra con acento y color latinoamericano”, refiere.

Incluso el nombre del gato de Heredia aparece como homenaje a una de sus influencias. “El gato llega medio hambriento al departamento de Heredia y después de comer se echa a dormir sobre las obras completas de Simenon. Entonces, como lo ve ahí, le pone ese nombre”, explica.

—¿Cómo es su proceso creativo?
—“Siempre, lo primero es la idea, y la idea puede surgir de cosas que uno imagina, de cosas que leo o de cosas que me cuentan. Esa idea la pienso, la redondeo, veo cómo se puede transformar en una trama y voy armando una secuencia tentativa de capítulos, de situaciones. Pero la verdad es que, cuando uno empieza a escribir, la novela cobra vida y muchas veces te lleva a lugares que no habías pensado”.

Díaz Eterovic compara la escritura con un organismo en movimiento. “La siento como una materia viva, que obviamente uno puede controlar, pero que en el proceso de escritura tiene mucho de inconsciente. Personajes secundarios pueden pasar a ser principales, y la novela, en vez de ir para un lado, termina yendo hacia otro”.

—¿Y cómo fue ver a Heredia en la pantalla en la serie de TVN del año 2005?
—“Quedé contento con la serie. Creo que se respetaron las características de las novelas y de los personajes. Además, se hizo un trabajo interesante con la ciudad, que para mí es medular, y eso se reflejó con una buena fotografía. Claudio Arredondo interpretó muy bien a Heredia (…). A pesar de que han pasado quince años, los ocho capítulos se mantienen vigentes, no han envejecido mal”.

El regreso a Magallanes

En el último tramo de la conversación, Ramón Díaz Eterovic vuelve la mirada hacia su tierra natal. Durante el último año ha estado trabajando junto a los escritores Óscar Barrientos y Gonzalo López en una antología que busca reunir la narrativa magallánica de las últimas décadas. Ese ejercicio de lectura lo sorprendió gratamente: “He quedado favorablemente sorprendido con lo que he tenido que leer para esta antología. Porque, bueno, muchos de los autores son gente de menos de treinta o cuarenta años”, explica.

Más allá de las edades, destaca un cambio de foco. “Tradicionalmente, el cuento regional tenía como gran tema el desafío del hombre con la naturaleza y el trabajo de los pioneros. Nosotros quisimos ver si encontrábamos narradores que estuviesen hablando de la vida urbana, de los problemas de la vida urbana. Y eso lo encontramos”, señala. Para Díaz Eterovic, ese hallazgo permite mostrar “una visión más actualizada de los temas que están preocupando a los habitantes de la región”.

—¿Volvería a vivir a Magallanes?
—“No, a vivir es un cuento difícil, pero sí espero volver por motivos personales luego. Tengo unos amigos escritores con los que quiero celebrar el premio”.


Proyectos futuros

El Premio Nacional lo sorprendió en medio de varios proyectos. El más próximo es un libro colectivo donde diecinueve autores chilenos escriben relatos con Heredia como personaje central. La iniciativa, impulsada por Juan Ignacio Colil y Julia Guzmán, se publicará en noviembre. “No conozco nada, no he leído nada, quiero sorprenderme cuando lo vea publicado”, comenta el escritor.

En paralelo, Díaz Eterovic tiene lista una colección de cuentos de Heredia. Reúne quince relatos, algunos ya aparecidos y otros inéditos, escritos en paralelo a sus novelas. El volumen podría publicarse a fines de este año o comienzos del próximo.

El tercer proyecto, que ya lleva un año en preparación, es una antología de cuentos magallánicos. Reunirá a unos 25 autores y busca mostrar la narrativa regional desde los años ochenta hasta hoy, con énfasis en la vida urbana. El libro, adelanta a El Magallanes, debiera salir a mediados del próximo año.


Inteligencia artificial y literatura

El Premio Nacional no es ajeno al debate que se ha tomado los círculos artísticos estos últimos años: el uso de la IA. A Díaz Eterovic no le parece correcto su uso “en la medida que sea para suplantar a la figura del escritor (…) Si yo tengo una herramienta a la cual le digo: ‘Escribe una novela que tenga fantasía, vampiros’ o lo que se me ocurra y la herramienta me entrega un texto, a mí me parece que eso no anda bien”, afirma.

A su juicio, el riesgo es evidente: “Se puede llegar a una suerte de fraude al lector. Yo creo que lo que finalmente se tiene que imponer es la sensibilidad, la perspectiva que puede tener un escritor, y eso no debería ser reemplazable”.

Para graficarlo, recuerda el cuento La novela mecánica, del salvadoreño Hugo Lindo, del año 1962. Allí, un escritor compra una máquina que, con sólo introducir algunos parámetros -amor, violencia, misterio-, le entrega novelas completas listas para publicar. Al principio todo resulta fascinante: los libros se multiplican y el autor goza de prestigio. Pero la ilusión se rompe cuando se descubre que la máquina no crea, sólo recicla lo que ya existe. El escritor le pide a la máquina escribir “la novela más perfecta” y el resultado obtenido inicia con:  “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme…”.




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