A través de veinte novelas del género negro Díaz Eterovic da cuenta del devenir de Chile, indagando en la memoria reciente, los derechos humanos y la búsqueda de los detenidos desaparecidos, los abusos y corruptelas políticas, el saqueo medioambiental, y los feminicidios, entre otras temáticas totalmente contemporáneas. Así, a través de una extensa saga de narrativa criminal ha instalado un tema clave con el que pone el dedo en la llaga en nuestra historia reciente: la falta de justicia.
Desde hace algunos años Ramón Díaz Eterovic (Punta Arenas, 1956) ya no debe batírselas en el doble rol de funcionario público y escritor, como ofició durante mucho tiempo. Eso no le impidió asistir a diario a la “Universidad de Nueva York”, el mítico bar Unión Chica en los años ochenta, para compartir con Jorge e Iván Teillier, Rolando Cárdenas, Stella Díaz Varín, Álvaro Ruiz y Leonora Vicuña, entre otros. Su trabajo en el INP tampoco fue obstáculo para que lograra meterse en la piel de un detective al que le gusta pelearse con el poder, desarrollar sus historias y lograr que poco a poco fuera volviéndose entrañable.
Díaz Eterovic ha hecho algo casi imposible: despertar la pasión por la lectura en estudiantes que antes no leían un solo libro, según cuenta el escritor y profesor Roberto Contreras, quien varias veces lo ha invitado a conversar con sus alumnos. La saga de Heredia, atractiva por las aventuras y desventuras del detective, pero, más aún, por los problemas que desentraña mientras recorre las calles y los antros de Santiago y otras ciudades del país, es accesible para cualquier lector sin importar clase social o nivel cultural. Quizás por eso ha logrado perdurar, internacionalizarse y llegar al cómic y a la televisión (Heredia y Asociados, transmitida por TVN el 2005).
Su nombre suena este 2022 para el Premio Nacional de Literatura, al que lo postula Editorial LOM. Es uno de los pocos premios que le falta obtener, pues ya obtuvo el Premio Anna Seghers de la Academia de Arte de Alemania (1987), el Municipal de Santiago (1996, 2002 y 2007), el del Consejo Nacional del Libro y la Lectura (1995), el que entrega el Salón del Libro Iberoamericano de Gijón (2000) y el Premio Mejores Obras Literarias (2009 y 2011). Conversamos con él sobre este recorrido literario de más de tres décadas.
A puro instinto
Me acerqué a la literatura como un lector curioso que leía cuanto papel impreso llegaba a mis manos. Leer, se sabe, es el primer eslabón de la cadena de aprendizaje que lleva a escribir. A los doce o trece años, escribí unos cuantos cuentos y poemas. Quería escribir historias relacionadas con mi entorno o para decirlo de otra manera, escribir de lo que veía a través de la ventana. Solo, a puro instinto, sin guía de profesores o escritores. Desde entonces tengo claro que escribir es un asunto solitario y que la persistencia en el oficio es necesaria y sirve para desarrollar una voz propia.
De la ACU a La gota pura
Cuando viajé a Santiago a estudiar en la carrera de Ciencias Políticas y Administrativas de la Universidad de Chile, conocí a compañeros que tenían inquietudes literarias similares a las mías. Nos hicimos amigos, formamos un taller literario, editamos la revista Luz verde para el arte, que debió ser la primera o segunda revista literaria en la Universidad de Chile después del golpe. El taller y encontrar a otros interesados en escribir fue estimulante en una época en que la escritura era un ejercicio que las autoridades veían desde la ignorancia y la sospecha.
Todo lo anterior fue importante para acentuar mi interés por la creación literaria. Por ahí fui premiado en concursos de la Agrupación Cultural Universitaria (ACU), y de la Unión de Escritores Jóvenes. Al inicio de los años ochenta publiqué dos libros de poemas y otros tantos de cuentos. Todas ediciones autogestionadas y a pulso. Y con Leonora Vicuña y Aristóteles España creamos la revista de poesía La gota pura, que llegó a ser un importante punto de encuentro y difusión para los poetas de mi generación.
Nace Heredia
En algún momento pensé en escribir una novela policial que sirviera para abordar la relación entre el poder, el crimen, la justicia y la verdad. Se trataba de escribir sobre la dictadura desde una perspectiva distinta a las conocidas hasta entonces.
La novela negra habla del poder criminal y de la búsqueda de justicia y sus claves, por lo tanto, estaban relacionadas con la situación política que vivíamos en Chile. Fue un riesgo, tanto por los temas abordados, como por escribir desde un formato que era ignorado y marginal. Al hacerlo creo haber contribuido a generar el inicio de la reinstalación de la narrativa criminal en la literatura chilena. De tres o cuatro que escribíamos novela policial en la década de los 80, pasamos a los más de cincuenta autores y autoras que lo están haciendo en estos momentos. En 1985 escribo La ciudad está triste y con esa novela nace Heredia, y nace también una saga literaria que a la fecha va en las veinte novelas, la más extensa en Chile y tal vez en Latinoamérica. En estas novelas desarrollé un punto de vista que me acomoda para escribir, una suerte de crónica de la sociedad chilena vista desde la criminalidad y sus distintas formas de expresión. La historia de Chile, desde la dictadura a nuestros días, está reflejada en las novelas del detective Heredia.
Gastando el tiempo en la Unión Chica
De página en página, en mis novelas se filtran, a ratos, los ecos del tiempo que compartí en la Unión Chica con poetas como Rolando Cárdenas, Jorge Teillier, Álvaro Ruiz, Carlos Olivárez y otros escritores con los que construimos un espacio de amistad en una época de censuras, desconfianzas y crímenes. El tiempo que gastamos en los mesones fue en muchos sentidos una escuela literaria y de vida. Escuchando a mis compañeros de mesa llegué a lecturas necesarias y aprendí que la auténtica literatura estaba lejos de las estridencias publicitarias y de los salones del poder; y que a fin de cuentas lo que importa son los textos que se impulsan para que viajen por el tiempo como esos mensajes que lanzan los náufragos con la esperanza de que alguien los lea.
Ediciones independientes: solidarias, políticas y participativas
Salvo tres libros que publiqué con la editorial Planeta y la mayoría de los más de veinte que he publicado en el extranjero, todo el resto han aparecido en editoriales independientes. Uno de mis primeros libros lo publiqué con Mosquito Editores, que dirigía Cristian Cottet; la primera novela de Heredia la publica Sinfronteras. Otra novela de la serie Heredia, nació bajo el sello de La Calabaza del Diablo. Mi padre peinaba a lo Gardel salió por Lolita Editores. En España he sido publicado por Meninas Cartoneras y la editorial vasca Txalaparta.
Desde el 2000 a la fecha, los libros de la serie Heredia han sido publicados por LOM, con la que también he publicado varias antologías y libros para niños y jóvenes. Conmigo han hecho algo que pocas editoriales hacen con sus autores: mantienen vivos mis libros a través de sucesivas reimpresiones o reediciones, de modo que si un lector quiere algunos de mis primeros libros puede encontrarlos.
Para mí y otros autores de mi generación, las editoriales independientes son muy importantes porque nacieron como medios destinados a romper con el silencio y la censura editorial impuesta por la dictadura, y actualmente contra la imposición de diversos cánones y tendencias por parte de las editoriales transnacionales. Hoy en día mucho de lo más atractivo e innovador que pasa en la literatura chilena está en el trabajo realizado por editores independientes. Generalmente son proyectos participativos, solidarios, políticos y altamente creativos que permiten entregar calidad, diversidad y nuevos aires al medio literario.
Stella Díaz Varín citada por Boric
Conocí a Stella Díaz y compartí con ella en distintas oportunidades, en la SECH, en casas de amigos y en actividades literarias. Una gran poeta y una mujer independiente, luchadora, fuerte y tierna a la vez. No sólo su poesía, toda su vida está asociada a la dignidad. Tuvo una existencia dura, sacrificada, solitaria, pero nunca claudicó en sus ideas y en su manera de pensar y pararse frente a la vida. Me gusta, y me parece necesario, que se hable y que se escriba sobre ella, resaltando la calidad de su poesía y no quedándose en las anécdotas de la poeta que pegó unos cuantos combos. Hay que ir a lo sustancial y relevante dentro de su vida y obra, y me parece que a eso apuntan algunas publicaciones que se han conocido en los últimos tiempos.
Un presidente magallánico
Con Heredia llegamos al acuerdo que entre votar por Gabriel Boric o Kast no había dónde perderse. Y además, se trataba de apoyar a un magallánico. Me parece muy bueno tener un presidente joven y magallánico que, entre otras cosas, mire al país desde una región que históricamente ha estado aislada y lejos del poder capitalino.
Desgraciadamente le ha tocado un momento económico difícil para gobernar. Los desafíos del gobierno son muchos y la oposición es un caniche rabioso que salió a morder y a hacer daño desde el primer día. A ratos las campañas de prensa de la derecha o los insultos a través de las redes sociales que hacen sus partidarios, me recuerdan los ataques que recibía el presidente Salvador Allende. Espero que Boric pueda realizar buena parte de su programa, y también espero que el pueblo chileno apruebe la nueva Constitución. Necesitamos un mejor país. Más libre, justo y solidario con su gente. Y la Constitución es una puerta para llegar a eso.
Heredia al Nacional
Con sus brillos y sombras, el Premio Nacional de Literatura sigue siendo un estímulo significativo en nuestro medio, tan escaso por lo demás en reconocimientos a los poetas, escritores y artistas en general. Eso explica las polémicas, las cartas a los diarios, las declaraciones públicas y los comentarios que se producen cada dos años.
La editorial LOM junto a algunos escritores han considerado postularme este año. Agradezco el gesto y desde luego creo tener los antecedentes para merecerlo. He hecho de todo en el ámbito literario: escribir más de veinte libros publicados en Chile y en diez idiomas en el extranjero; dirigí y colaboré en revistas literarias que fueron importantes en nuestro medio; participé en la organización de numerosos encuentros nacionales e internacionales de escritores; he publicado seis antologías destinadas a difundir la literatura chilena y latinoamericana; he ganado más de treinta premios en Chile y el extranjero; y he colaborado en distintos medios como comentarista literario. El resto, supongo, será el trabajo del jurado y la adecuada ponderación de los méritos de cada candidato. No sé quiénes serán este año. Suenan algunos nombres, pero hay que esperar la fecha de cierre de las postulaciones para conocer la lista definitiva.
Más escritores en el jurado
Siento que la creación literaria chilena pasa y no pasa por el Premio Nacional. Muchos autores fueron premiados con absoluto merecimiento y justicia. Por otro lado, la lista de los autores que lo merecían y no lo recibieron es larga, aunque afortunadamente varios de los omitidos, como Enrique Lihn, Jorge Teillier, Rolando Cárdenas, Gonzalo Millán, Poli Délano o Alfonso Alcalde, por nombrar a unos pocos que ya han muerto, siguen presentes y vivos en el interés de los lectores. Y al final de todo, el mejor premio es la fidelidad e interés de los lectores.
Me gustaría que el premio fuera anual, que se entregara a poetas y narradores al mismo tiempo, y ver más escritores en el jurado. Ello no asegura necesariamente la imparcialidad o el mayor conocimiento que algunos reclaman. También es necesario que participen más académicos y críticos literarios. Y como ocurre en otros países, sería interesante que el premio considerara la publicación de algún libro del premiado, a repartir entre estudiantes y otros lectores.
Heredia y sus lectores
Suelo visitar liceos, colegios, municipios y universidades que me invitan a conversar con sus alumnos. En algunos casos las visitas se repiten de un año a otro. El trabajo de los profesores/as y bibliotecarios/as facilita y hace más interesante el diálogo entre alumnos y escritor. También ayuda la personalidad de Heredia y el hecho de que sus investigaciones estén asociadas a situaciones sociopolíticas que a los alumnos les interesa conocer.
No deja de sorprenderme la relación de los libros de Heredia con sus lectores. No solo está el interés que despiertan en estudiantes de distintas edades; también están los lectores que han leído la saga completa, los que salen a recorrer las picadas de Heredia, los que dicen leer sus historias en lugares remotos de Chile o el extranjero; y no pocos que culpan a Heredia de estar pasando por un renovado o creciente interés por leer. Como autor tengo la alegría de haber creado un personaje que está en el imaginario de muchos lectores que esperan que sus aventuras nunca terminen. Se ha dado eso en lo cual confiaban los viejos editores y libreros: el boca a boca; el comentario entre lectores que termina siendo más permanente y contagioso que los apoyos mediáticos o publicitarios con los que cuentan unos pocos autores.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
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Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Ramón Díaz Eterovic:
treinta y cinco años narrando contra la impunidad
Por Elisa Montesinos
Publicado en La Palabra Quebrada, 23 de julio de 2022