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Entrevista al escritor chileno Ramón Díaz Eterovic.
El neopolicial latinoamericano: del cuarto cerrado a las calles de la gran ciudad latinoamericana


Por Freddy O. Vilches
Lewis & Clark College
Publicado en Caravelle, N°87, Toulouse, 2006




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Ramón Díaz Eterovic (Punta Arenas, 1956), uno de los principales exponentes del neopolicial latinoamericano, es además una de las figuras más destacadas de la generación del ochenta en Chile —también conocida como la Generación del Golpe o los Ν. Ν.—. Tras pasar sus primeros años de vida en Punta Arenas, en 1974 se traslada a Santiago para entrar a estudiar en la Universidad de Chile. Es ahí donde inicia su extensa y nutrida actividad literaria. En 1975 forma el grupo literario «Estravagario» y dirige la revista Luz Verde para el Arte, una de las primeras revistas literarias nacidas después del golpe militar. Entre 1980 y 1995 fue director de la revista de poesía La Gota Pura, y entre 1991 y 1993 fue presidente de la Sociedad de Escritores de Chile. En abril de 2002 organizó el primer Encuentro de Narrativa Policial Latinoamericana en Chile.

Sus relatos han sido recogidos en varias antologías y traducidos a varios idiomas. Su obra ha sido publicada en diversos países como Croacia, Francia, Portugal, España, Grecia, Holanda, Alemania, Argentina e Italia. En Francia, la editorial Métailié publico sus novelas La Mort se lève tôt y Les sept Fils de Simenon, y en febrero del año 2007 aparecerá la traducción de su tercera novela, El ojo del alma.

Entre sus numerosas publicaciones se encuentran los libros de poesía El poeta derribado (1980) y Pasajero de la ausencia (1982). En 1994 Diaz Eterovic publico la antología Crímenes criollos: antología del cuento policial chileno. En colaboración con el escritor Diego Muñoz Valenzuela, ha publicado las antologías Contando el cuento: joven narrativa chilena (1986), Andar con cuentos: nueva narrativa chilena, 1948-1962 (1992) y Cuentos en dictadura (2003). Entre sus colecciones de cuentos se encuentran Cualquier día (1981), Obsesión de año nuevo (1983), Atrás sin golpe (1985), Ese viejo cuento de amar (1990) y Muchos gatos para un solo crimen (2005). La saga del detective Heredia cuenta ya con once novelas: La ciudad esta triste (1987), Solo en la oscuridad (1992), Νadie sabe mas que los muertos (1993), Ángeles y solitarios (1995), Nunca enamores a un forastero (1999), Los siete hijos de Simenon (2000), El ojo del alma (2001), El hombre que pregunta (2002), El color de la piel (2003), A la sombra del dinero (2005) y El segundo deseo (2006). Es también autor de la novela histórica Correr tras el viento (1997) y de la novela policial infantil R y M investigadores (2000). El año 2005 el canal nacional chileno, TVN, exhibió la serie «Heredia & Asociados», basada en las aventuras del detective Heredia.

La siguiente entrevista fue realizada entre septiembre y noviembre del 2006 e incluye extractos de algunas declaraciones previamente emitidas por el autor en distintos medios de comunicación.


FV: En el año 1974 dejas Punta Arenas y te trasladas a Santiago para estudiar la carrera de Ciencias Políticas y Administrativas en la Universidad de Chile. Antes de publicar tu primera novela escribiste poesía, cuentos y participaste en algunos grupos literarios de la época post-golpe. ¿Cuáles fueron tus primeras actividades literarias en Santiago?
RDE: En el año 1974, cuando me vengo a estudiar a Santiago a la Universidad de Chile, gané un par de concursos de poesía y encontré a otra gente que tenía afinidades similares. Así creamos un grupo literario que se llamó «Estravagario» y junto con esto sacamos una revista que se llamaba Luz Verde para el Arte. Esta publicación fue la primera o la segunda revista cultural post golpe militar en la Universidad de Chile. Sin embargo, al quinto número la censuraron porque el cuarto estuvo dedicado a Pablo Neruda. Una vez que terminé mis estudios en 1980, publico mi libro de poemas: El poeta derribado. A este primer libro le suceden otros: Pasajero de la ausencia (poemas), y los libros de cuentos: Atrás sin golpe y Ese viejo cuento de amar. Entre los años 1982 y 1985 publico y dirijo la revista de poesía La gota pura que jugó un rol reconocido en la difusión de la joven poesía chilena de esos años.

FV: Tu primera novela policial la escribes en 1985, pero debiste esperar hasta 1987 para su publicación. ¿Bajo qué condiciones nace esa primera novela del detective Heredia?
RDE: La ciudad está triste la escribí el año 1985 en medio de la dictadura política más terrible que ha tenido Chile en toda su historia. Una dictadura que me tocó padecer cuando recién salía de la adolescencia y que durante muchos años condicionó mi entorno vital, mi educación, mis afectos, el desarrollo de mi trabajo literario, el modo de sentir y observar la vida. La primera versión la escribí en una semana. Antes, venía pensando en la posibilidad de escribir una novela policial a través de la cual pudiera reflejar la situación social y política que se vivía en el país en esa época. Heredia nace como un justiciero y un testigo. La novela se publicó dos años más tarde y tuvo una buena acogida entre sus lectores, lo que de alguna manera me motivó a escribir una segunda historia. Además, al terminar La ciudad está triste tuve la sensación de que Heredia era un personaje que pedía más desarrollo, y de algún modo intuí que en la novela negra había encontrado un punto de vista para mirar la sociedad chilena.

FV: ¿Qué características del género policial te motivaron a adoptarlo como un vehículo de expresión en tus novelas?
RDE: Al buscar un derrotero para mi trabajo literario llegó un momento en que pensé que esa situación de terror y crímenes sistemáticos provenientes del poder tenía características abordables desde la novela negra, por todos los elementos de pérdida de credibilidad en la justicia y abusos que se reconocían. En la novela negra encontré los códigos para explorar la relación crimen-política-violencia, tan brutal y tristemente común en los países latinoamericanos. Se trata en definitiva de abordar una literatura con acento realista, a través de un género que, como decía Raymond Chandler, se caracteriza por hurgar en la mugre que suele esconderse bajo las alfombras del poder. Un género que también implica lograr verosimilitud en la historia que se cuenta, permitiendo que el lector reconozca en ella su entorno, los mecanismos que lo mueven, de modo tal que el mundo ficticio que se le propone lo vea como algo cierto, a lo menos posible. Todo ello sin abandonar el desafío de la creación literaria a través de la palabra y del uso de un tipo de narrativa que siempre me resultó apasionante y lleno de posibilidades desde el punto de vista del oficio de inventar historias y lograr que otros la compartan.

FV: ¿Cuáles fueron tus primeros contactos con la literatura policial? ¿Cómo has ido adquiriendo y desarrollando los «trucos del oficio»?
RDE: Siendo adolescente comencé a leer las novelas de Georges Simenon —junto con las obras de Alejandro Dumas, Charles Dickens, Ernest Hemingway, Jack London y Francisco Coloane— cuando en las largas tardes invernales de mi ciudad natal, Punta Arenas, ubicada junto al Estrecho de Magallanes, iniciaba mi aprendizaje en el oficio que más me gusta: el de lector a tiempo completo. He leído los clásicos y procuro estar al día con los nuevos autores que aparecen. Pero en general he leído menos narrativa policial de lo que se pueda pensar. Para acceder a los trucos del oficio he leído libros de criminología, revistas de armas, medicina forense, etc. Pero no soy un experto en el tema, como puede serlo un policía o detective profesional. Y bueno, Heredia tampoco es un investigador profesional, y por eso, para las cosas más técnicas del oficio policial, se apoya en amigos que son periodistas, policías o abogados. Heredia es un aficionado que confía en el olfato para resolver sus casos y cuya fórmula de éxito es un poco de sudor (trabajo) y suerte.

FV: A partir de los setenta y ochenta se produce una verdadera revaloración y adaptación del género policial a la realidad latinoamericana. ¿A qué circunstancias socio-políticas obedece este fenómeno?
RDE: Considero que uno de los fenómenos interesantes en la narrativa latinoamericana de los últimos años dice relación con la instalación del género policíaco como una forma literaria que es revisitada o transgredida, y que de una u otra manera, reflexiona en torno a la realidad socio-política latinoamericana, sobre situaciones donde la criminalidad, en la mayoría de casos, proviene del poder político y económico. Una realidad condicionada por los antivalores que se imponen en la sociedad, y por la vivencia y sobrevivencia a regímenes dictatoriales, la caída de las certezas ideológicas con su secuela de desencanto y falta de referentes, y la instalación de un modelo social neoliberal que se traduce en inseguridad, incremento delictivo y miedo para la mayoría de las personas. Una realidad también vinculada al crecimiento de las ciudades, la concentración de sus habitantes y al desconcierto y soledad en que éstos se desenvuelven.

FV: ¿Cuáles son algunos de los rasgos característicos del neopolicial latinoamericano? ¿Cómo describirías la evolución del género en Latinoamérica?
RDE: Los hechos criminales y los enigmas no son de cuarto cerrado, al estilo clásico, ni la aclaración del enigma lleva a encontrarse en las últimas páginas con mayordomos criminales o venenos rebuscados. El crimen y el enigma que lo rodea están en las calles y en los centros de poder, visibles u ocultos, que rigen la sociedad. Por ello, y aun reconociendo que el enigma y su resolución siguen siendo el elemento que dinamiza la trama policial, aprecio que el interés de los autores policíacos latinoamericanos no se centra en crear enigmas que funcionen como perfectos mecanismos de relojería, ni someter a sus lectores a pruebas de intuición o inteligencia. Les importa más el entorno en que se desarrollan los crímenes y las reflexiones que la descripción de ese entorno provoca en los personajes, de modo tal que la investigación del delito asume la condición de pretexto para explorar en las carencias de la sociedad, en la incertidumbre del ciudadano y en la fragilidad de sus sueños más básicos.

FV: En uno de tus artículos has declarado que «el mayordomo ya no es el asesino ni los detectives o protagonistas de las novelas son caballeros distinguidos, ingeniosos, sabihondos y muchas veces arrogantes del policial clásico». ¿Cómo describirlas al nuevo protagonista del neopolicial latinoamericano?
RDE: El investigador —detective privado, policía, periodista, abogado, o cualquiera sea el oficio que ejerza— que encontramos en la mayoría de las novelas policíacas latinoamericanas son seres de carne y hueso que arrastran dudas, culpas y pesares, pero que aún conservan su honor y las energías suficientes como para convenirse en antihéroes provistos de una reserva ética para sacar la basura que se esconde en los callejones. Cada andanza que asumen nuestros antihéroes es un gesto ético que apunta a develar las injusticias. Sus investigaciones no siempre responden a una lógica, a un pensamiento racional, sino que de preferencia están orientadas por elementos más precarios como la intuición, los sentimientos o una racha de fortuna. Investigaciones que, por otra parte, suelen no terminar con el castigo de los culpables, por cuanto el funcionamiento de los aparatos de justicia tiende a favorecer a los victimarios, y por lo tanto la justicia buscada por el investigador termina siendo parcial, limitada a un sentimiento de deber cumplido. Al mismo tiempo, y pese a desenvolverse en una época caracterizada por una sensibilidad postmoderna, el discurso de estos antihéroes es contrario a todos aquellos aspectos más vulgares que caracterizan al ser postmoderno. Sus dardos suelen dar con certeza en contra de la banalidad, el exitismo como fin de todos los esfuerzos, lo desechable, el consumismo, la frivolidad y la corrupción de los actores políticos. Este discurso dice relación con la realidad en que nacen y se desenvuelven estos antihéroes, y que no es otra que la de países donde convive el subdesarrollo más feroz con las manifestaciones más perversas del neoliberalismo.

FV: ¿A qué atribuyes la revalorización que ha tenido el género policial en países como Argentina, México y en particular Chile? ¿Cuál es la actitud de sus principales cultores en Latinoamérica?
RDE: El género negro habla de un mundo corrupto, en el que los ladrones y asesinos son los que tienen el poder de las armas o el dinero. Un mundo donde la justicia no tiene credibilidad y la policía baila al ritmo del que le paga. Un mundo donde la verdad se oculta. Ese es el mundo que se describe en la novela negra clásica y desde luego, y como de sobra se sabe, se parece al mundo de la dictadura militar en Chile. Creo que desde que se produce la explosión del policial en América Latina, en los años 70 y 80 y hasta hoy, la actitud de sus creadores ha sido la de utilizar el género con fines sociales más que con propósitos de simple entretenimiento inteligente. Desde los primeros libros de Rubem Fonseca, el padre de este movimiento, hasta los que luego fueron escribiendo Paco Ignacio Taibo II o Rafael Ramírez Heredia, o los que hemos escrito después Santiago Gamboa en Colombia, Díaz Eterovic en Chile, Leonardo Padura en Cuba, Roberto Bolaño en su refugio catalán, o yo mismo, la búsqueda de un sentido más profundo de la realidad ha sido el propósito de los creadores.

FV: A pesar de ser un detective «a la chilena», Heredia posee una serie de características que lo vinculan a una gran familia de detectives y otros personajes de la literatura como Marlowe o el Quijote. ¿Cómo nace el detective Heredia? ¿Quiénes lo anteceden literariamente?
RDE: Heredia es un personaje que recoge algunas de las características del detective clásico de la novela negra (soledad, escepticismo, ánimo justiciero, cierta marginalidad), que han sido desarrolladas en función de crear un personaje chileno. Heredia pertenece a la matriz de Marlowe o de Lew Archer, más el idealismo y la «locura» lectora de Don Quijote. Sobre esa base construí el personaje y lo fui dotando de otras características propias, más cercanas a lo que puede ser un detective privado que vive en una realidad como la chilena y que responde también a algunas características que puede tener un chileno medio. Novela a novela he ido creando el entorno afectivo de Heredia; sus amigos, sus esporádicas compañeras; también sus afectos por la literatura, el fútbol y las carreras de caballos. Y bueno, como es natural, le transmití algunas características personales que tienen que ver con su humor y cierta dosis de pesimismo para enfrentar su vida cotidiana.

FV: El desencanto, la desilusión y la nostalgia son emociones presentes en la mayoría de los detectives del neopolicial —pienso en el teniente Mario Conde de Leonardo Padura y el detective Héctor Belascoarán de Paco Ignacio Taibo 11, por ejemplo. Heredia también es un «recordador» afectado de nostalgia por una época de utopías que parece haber quedado atrás.
RDE: Sí, es bastante nostálgico. Tiene nostalgia de una época en que todo parecía un poco más transparente, donde había tal vez más posibilidades de creer en utopías, de pensar que el mundo podía cambiar. Yo creo que refleja el sentido de una generación, por lo menos de la mía. Yo tenía 15 o 16 años en los 70 y estábamos recogiendo toda esa cosa maravillosa de la década de los 60. Pensábamos que de ahí en adelante íbamos a ser protagonistas de una época de muchos cambios, no sólo políticos, sino también en la manera de relacionarse, en la música, en la literatura y todo eso se nos cortó de repente. Empezamos a vivir otra realidad bastante diferente. Entonces creo que la nostalgia de Heredia es aferrarse a ese sueño, a esa posibilidad de poder participar en una sociedad más viva y alegre. Heredia, de esa época, recoge algunas cosas centrales, entre ellas, las ideas de justicia, solidaridad y verdad.

FV: Similar a otros protagonistas del neopolicial latinoamericano, Heredia es un buen lector y recurre con frecuencia a citas literarias. ¿Qué función cumplen estas citas dentro de tus novelas? ¿Existe una correspondencia entre las lecturas de Heredia y las tuyas?
RDE: Las lecturas de Heredia son mis lecturas. Yo soy un buen lector de poesía y a medida que voy leyendo voy encontrando versos que reflejan los sentimientos de Heredia. Entonces los guardo y utilizo, porque las citas que hace Heredia son un ordenamiento de su pensamiento. De pronto hay cosas que por sí mismo no las puede explicar, pero encuentra un verso que sintetiza su pensamiento frente a determinada situación o estado de ánimo. Desde un comienzo me interesó vincular a Heredia con el mundo de los libros, porque también los libros y la poesía son parte de un mundo que vive en la marginalidad Cada vez menos gente lee, cada vez se lee menos poesía. También hay un rescate de algo que nos pertenece pero que va cayendo en el olvido, como ciertos sectores de la ciudad que van desapareciendo y que son rescatados en las novelas de Heredia. Eso contribuye a la identificación con el personaje y con sus historias.

FV: ¿Es Heredia una suerte de alter-ego de Ramón Díaz Eterovic?
RDE: Después de una decena de novelas protagonizadas por Heredia, he llegado a la conclusión de que mi alter ego es el gato Simenon. Por el humor que se gasta y porque es un tipo que siempre anda con impertinencias, por lo menos contra Heredia y porque me encantaría, si existiera la reencarnación en la que creen algunos, ser un gato que pasara todo el día echado frente a la ventana viendo pasar la vida, sin muchas inquietudes. Heredia al comienzo puede haber tenido ciertas cosas del autor, como la ironía, cierto humor negro, desde luego la mirada de las cosas, pero en la novela ha ido adquiriendo una personalidad propia y termina siendo diferente al autor. Una vez me decía un amigo muy querido, el fallecido crítico Mariano Aguirre: «Se ve que inventaste a Heredia para hacer las cosas que tú no eres capaz de hacer» y puede que haya tenido razón. Heredia también responde a una visión de mundo del autor y a mí desde siempre me ha inquietado el tema de la injusticia, de la desigualdad, de la falta de oportunidades, y de la existencia de lo que ya no se habla: las distintas clases sociales. Y escribo de eso, porque son temas que duelen y sobre los cuales no es posible quedarse al margen.

FV: ¿Cómo surgió el personaje del gato Simenon que a poco andar se transformaría en el mejor amigo de Heredia?
RDE: El gato Simenon nació en la segunda novela de Heredia —Solo en la oscuridad publicada en Buenos Aires, el año 1992— y su nombre se debe al hecho que al llegar por primera vez el gato a la oficina de Heredia, se instaló a dormir sobre los ejemplares de las obras completas de Georges Simenon que el detective mantiene entre sus lecturas habituales, y en un rincón de su desordenada biblioteca. En las primeras novelas donde aparece Simenon, el gato no habla, o mejor dicho, Heredia no imagina que puede hablar con su gato, pero a partir de Nadie sabe más que los muertos los diálogos se incrementan y constituyen una parre significativa en el desarrollo de las novelas, y un ingrediente que algunos lectores buscan de modo especial, por el despliegue de humor e ironía que en ellos se hacen y porque también contienen muchas de las reflexiones que configuran el perfil psicológico de Heredia.

FV: ¿Cuál ha sido la influencia de Georges Simenon y otros escritores del género policial en tus novelas?
RDE: Georges Simenon es uno de los autores fundamentales de la novela criminal. El, junto a Raymond Chandler y Osvaldo Soriano, son los autores que he tenido más presente en mi oficio de escritor. De Chandler aprendí el sentido ético de la novela policial; de Soriano la posibilidad de transgredir los códigos del género para hacer literatura policíaca con acento y sabor latinoamericano; y de Simenon aprendí que la esencia de la novela policial no está en el enigma sino en crear personajes convincentes y en evocar ambientes que den color local y verosimilitud a las historias.

FV: Uno de los rasgos distintivos del neopolicial latinoamericano ha sido la presencia de la ciudad como una verdadera protagonista de la historia —pienso en la ciudad de México de Belascoarán, La Habana de Conde y el Santiago de Heredia. ¿Qué papel desempeña la ciudad en tus novelas?
RDE: El tema de la ciudad lo he trabajado en mis novelas yo diría con bastante conciencia. Cuando empecé con ellas, pensé que en general Santiago era una ciudad que no estaba muy tratada en la literatura chilena, y me preocupé de localizar al personaje, Heredia, en un barrio con mucha personalidad, mucha vida y colorido, con muchos espacios relacionados con la vida de la ciudad y sus tradiciones, como bares antiguos. O sea. una ciudad con historia detrás. Vivimos en medios urbanos en los que la violencia, la degradación del individuo, las fuerzas del poder son realidades que nos acechan y nos agreden todos los días y a las cuales sería un poco cínico volverle las espaldas.

FV: En tus novelas hay una clara intención de recuperar la memoria y de mantener vigentes ciertos espacios y modos de convivencia que en Santiago, como en otras ciudades latinoamericanas, han ido desapareciendo.
RDE: A mí me interesa dejar testimonio de una época y un espacio. Yo siempre he hablado del escritor y del personaje como testigos de época y, en ese sentido, no sé si consciente o inconscientemente, he ido tomando algunos temas gravitantes de la sociedad chilena en los últimos veinte años. Pero por otro lado me he preocupado de hacer presencia de Santiago como ciudad, de algunos espacios de Santiago, de registrarlos, de anotarlos, de decir que existieron. Porque hay un montón de espacios que están nombrados en mis primeras novelas y si tú vas a verlos ahora ya no existen. De alguna manera es como una suerte de registro urbano, de nombrar espacios que hoy están siendo destruidos y que tienen que ver no sólo con una ciudad o un país de otra época, sino también con otras formas de convivencia. Ese contrapunto que siempre está entre los McDonald y el bar tradicional no es sólo visual o de modernidad. Al hacer ese contrapunto también se está hablando de dos formas distintas de convivencia. Tiene que ver con el tema de la memoria, tan presente en las novelas de Heredia. Memoria, recuerdo, de una ciudad que se transforma y en la que se destruyen muchos rincones tradicionales. Lo que hago es una suerte de poesía lírica urbana que me permite ir dejando registro de una ciudad que muta y pierde muchos de sus elementos de identidad. En Chile hay un deseo de borrar el pasado y eso también pasa por borrar los espacios. Entonces se echan abajo construcciones, espacios que tenían una atmósfera especial. Hay en general en Chile —no sé si será herencia de la dictadura— una suerte de antimemoria en todo. Pasa también en la literatura. De repente se trata de creer que la literatura chilena empieza en los años 80. Falso. Hay todo un siglo de grandes escritores. De alguna manera estas novelas pueden ser también un pretexto. un reclamo contra esa antimemoria que se impone en nuestro país.

FV: ¿Cómo describirlas la ciudad que habita tu protagonista? ¿Por qué elegiste el barrio Mapocho como centro de operaciones de Heredia?
RDE: Es otra ciudad, no es el Santiago de los malls, de las grandes calles, de los comercios, sino una ciudad a escala más humana, y hasta más provinciana. Viví en ese barrio durante algunos años y siempre me llamó la atención su colorido y vitalidad. Es un espacio donde se conservan algunos aspectos de una ciudad que tiende a desaparecer y es un barrio donde se respira cierta marginalidad. Por eso, cuando nació Heredia, pensé que era el lugar más apropiado para él. Heredia vive en un departamento-oficina ubicado en un viejo barrio de Santiago, el de las proximidades del Mapocho, río que cruza la ciudad y que está rodeado de mercados, tiendas, bares, cabarets de mala muerte y oficinas públicas. Un barrio que tradicionalmente ha sido llamado el «barrio bravo» de Santiago, que obviamente no figura en los folletos de promoción turística, pero que en otra época —en los años 20 y 30 del siglo pasado—fue el alero bajo el cual se cobijó la bohemia literaria santiaguina, en bares y tabernas a las que concurrían Pablo Neruda, Juvencio Valle, Diego Muñoz, entre muchos escritores que más tarde fueron referencias obligadas dentro de la literatura chilena. O sea, el espacio que habita Heredia es arrabalero, y está lleno de atractivos, tanto por las historias que han acontecido y acontecen entre sus calles, como por los personajes que alberga. Su deambular por su barrio le permite desarrollar una visión muy particular sobre los espacios marginales de una ciudad como Santiago. Heredia, a pesar de los pesares, ama Santiago, sus tumultos, su gente y sus rincones.

FV: Tu labor literaria ha sido instrumental en la investigación, desarrollo y promoción del género policial. ¿Cuál es el estado actual del género en Chile?
RDE: Hay adeptos y seguidores del género, pero no son tan masivos como ocurre en países de mayor tradición en el ámbito de la literatura policial, como la Argentina o Cuba. Muchos lectores tienen prejuicios hacia los textos policíacos y, además, hay un gran desconocimiento sobre el género, entre lectores y críticos que piensan que la novela policial sigue siendo lo que hacían Conan Doyle o Agatha Christie. La falta de adhesión también se nota en la poca venta que tienen algunos autores policíacos que en otros países son muy populares. Ahora bien, no obstante lo anterior, creo que desde 1990 a esta parte, en Chile se ha producido una revalorización del género, tanto por autores, críticos y lectores. Acabo de hacer un recuento de autores para una posible antología del género, y los autores que han incursionado en el género desde 1980 a la fecha, son muchos más que los que se pueden destacar desde 1900 a 1980. Eso habla bien de la revalorización que han hecho los autores del género. También es interesante constatar que la narrativa policial es acogida en los planes editoriales, y que el género comienza a ser estudiado en universidades y que incluso se incorpora como tema en textos escolares.

FV: En tu última novela, El segundo deseo, para cumplir con el último deseo de su madre, Heredia sigue las huellas de su padre, a quien nunca conoció. Con esta búsqueda por su propio pasado, ¿estamos llegando al final de Heredia como personaje?
RDE: No, de ninguna manera. Sin perjuicio de que más adelante escriba sobre otros temas, Heredia es un personaje que me acompañará, espero, por mucho tiempo más. Siempre me he visto escribiendo una última novela de Heredia, en una época en que los dos estemos más viejos. Sólo espero tener la oportunidad de hacerlo. Además, ya tengo lista la próxima novela de Heredia que se llama Cita con la memoria, y que espero se publique el año 2007.

FV: Para terminar, a más de veinte años desde que escribiste tu primera novela, ¿cómo resumirías este recorrido por la historia acompañado de Heredia y su gato Simenon?
RDE: Si hay algún mérito en lo que he escrito pienso que va por el lado de haber creado un personaje con el cual muchos lectores se identifican, un antihéroe que gana afectos, que a pesar de su matriz literaria es verosímil y dan ganas de ayudar en sus pesquisas. Con más de veinte años de vida, Heredia es un personaje con existencia propia, más allá de los deseos de su autor. Me gusta la complicidad que ha generado con algunos lectores que siguen sus aventuras, visitan los bares donde él bebe y a veces me llaman para contarme anécdotas que consideran posibles de incorporar en alguna novela. Existe incluso un «clan herediano» formado por algunos de los lectores de mis novelas. Al mirar el conjunto de las novelas protagonizadas por Heredia siento que en ellas, consciente o inconscientemente, he trazado una suerte de cronología de la historia chilena de los últimos veinticinco o treinta años, y que en tal sentido Heredia ha cumplido un rol de testigo de esa historia, de aguijón que ha punzado en algunos temas especialmente sensibles en la realidad social chilena, como la represión política, el drama de los detenidos desaparecidos y la guerra sucia, el narcotráfico, el contrabando de armas, la traición política y los negociados ecológicos. Después de veinte años de complicidad, con Heredia seguimos observando nuestro entorno, sin otra pretensión que ir testimoniando lo que nos toca vivir.





 



 

 

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El neopolicial latinoamericano: del cuarto cerrado a las calles de la gran ciudad latinoamericana
Por Freddy O. Vilches
Publicado en Caravelle, N°87, Toulouse, 2006