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La Narrativa de los Bajos fondos

Por Ramón Díaz Eterovic

Publicado en La Calabaza del Diablo, N°19, noviembre de 2002



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Habitualmente, cuando se analiza la narrativa policial chilena, se tiende a considerar en ella sólo los relatos protagonizados por detectives o policías, y que tienen como eje discursivo la descripción de una investigación criminal. Sin embargo, y con una perspectiva más amplia, como es la que ofrece la narrativa criminal a través de su desarrollo en el último medio siglo, también cabe considerar entre sus expresiones las novelas y cuentos que describen o presentan el mundo de la delincuencia desde el ámbito de la marginalidad y con el protagonismo centrado en los delincuentes o habitantes del mundo del hampa, del lumpen urbano. En este sentido, la narrativa chilena tiene una rica tradición de novelas centradas en la figura del delincuente ("El roto" de Joaquín Edwards Bello, "Hijo de ladrón" de Manuel Rojas), y casi como un subgénero subterráneo no siempre bien apreciado por la crítica especializada y en el que congojan la influencia de novelas como las mencionadas y la ficción policíaca, se han dado algunas expresiones que es necesario rescatar y valorar.

Siguiendo el razonamiento expuesto por Enrique Gomáriz en su artículo "La otra marginalidad" —publicado el año 1990, en el Suplemento Literatura y Libros N° 126, del diario La Epoca— esta narrativa se caracterizaría por los siguientes 3 elementos: Sus autores conocen íntimamente la marginalidad, porque proceden directamente de ella o la han tratado al ejercer oficios policíacos; su acceso a la literatura es básicamente a través de relatos que son autobiográficos; y la mayor parte de su producción surge al margen de la editoriales establecidas, siendo sus ediciones mayoritariamente artesanales y limitadas. De este último elemento, son especialmente representativos los casos de Luis Cornejo, obrero de la construcción y actor que vendía sus libros autoeditados en la Plaza de Armas de Santiago, y el de Luis Rivano, que en parte de sus obras recogió sus experiencias de miembro del Cuerpo de Carabineros de Chile y que, posteriormente, para dar cauce a sus obras, a partir de su actividad de librero, creó un sello editorial propio. Según Gomáriz, los rasgos que marcan la literatura de estos autores son: "La fuerza dramática y narrativa de sus textos y el esfuerzo —que alguna vez resulta agónico— por adquirir lenguaje y técnica; la frescura narrativa y el uso del lenguaje real —coa— de la marginalidad que se mezclan adecuadamente porque parten de un conocimiento del medio"; y por último, el hecho de que, en general, estos autores "son autodidactas forzosos. Fueron leyendo las cosas más dispares, mientras aprendían a escribir, y desde los lugares más diversos, prostíbulos y cárceles con frecuencia". Esta es una narrativa de gran realismo, que muchas veces ha sido mal mirada por no ajustarse a los canones académicos, pero que tiene una fuerza y autenticidad que nace de la recreación de experiencias vitales, sin adornos ni acomodos a las modas ni reglas literarias, que no busca interpretar ideológicamente la realidad, sino que simplemente mostrarla en toda su crudeza, a través de los hechos, los personajes y el lenguaje que emplea.

En el ámbito de esta narrativa, el primer caso a mencionar es el de Alfredo Gómez Morel (1916-?), con sus novelas "la ciudad", "El río", "El mundo" y "El regreso". Textos que tienen un carácter autobiográfico y que recrean pasajes de su vida de delincuente, ahondando en los hechos y circunstancias que lo llevaron al delito y, finalmente, a la cárcel, lugar donde escribe sus novelas. "El río", posiblemente su novela más destacada, según comentario de Darío Oses publicado en la revista Rocinante N° 26 de diciembre de 2000, "es el testimonio directo de un niño, hijo de una prostituta, que huye de su casa y es acogido en las pandillas que viven en el río Mapocho. Allí lo someten a brutales ritos de iniciación; luego es degradado por un acto de sodomización, estigma que más tarde logra superar". Esta novela, de gran impacto en su momento, Pablo Neruda se la lleva a Francia y consigue que sea publicada por la prestigiosa editorial Gallimard.

Luis Cornejo es autor de "Barrio Bravo", "Los amantes del London", "El último lunes", "Show continuado", "Tal vez mañana", "La silla iluminada" e "Ir por lana". "Barrio Bravo", su primera publicación, realizada cuando Cornejo contaba con 25 años de edad y se desempeñaba como obrero de la construcción, es un libro de cuentos en los que sobresale una amplia colección de seres que, a despecho de sus infortunios, luchan contra la vida para lograr algunos instantes de felicidad. Lavanderas, bailarines de fin de semana, allegados en sucios conventillos, una pareja de jóvenes enamorados que no pueden huir de la violencia que los rodea, entre otros personajes, configuran una galería de seres marginales, de vidas sórdidas, mediante las cuales Luis Cornejo refleja la existencia de un sector social que a diario se desplaza y sobrevive en las barriadas de la gran ciudad.

Luis Rivano (1933), es autor de los libros "Esto no es el paraíso", "El cuaderno de Víctor Hidalgo", "El signo de Espartaco", "El apuntamiento", "El rucio de los cuchillos", "Tirar a matar" y "La Yira", además de una larga lista de obras de teatro —entre las que destacan "Te llamabas Rosicler" y "Los matarifes"— que le han dado un lugar reconocible en la dramaturgia chilena. En "Tirar a matar", Rivano descubre la personalidad atormentada de Roberto Placilla: "matón a sueldo, distribuidor de drogas, huérfano de nacimiento y sin domicilio conocido" que se enfrenta a sí mismo y al mundo marginal que lo rodea, desconfiando de todo, embriagado por un odio que no tiene fin. La descripción de este personaje y de los alcances de su novela, parece darla el mismo Rivano, cuando hace decir a Roberto Placilla: "Yo quería leer de un delincuente chileno que realmente fuera choro y que sus hazañas estuvieran revestidas de heroísmo, de fuerza y valentía. Que fuera un héroe en el que todos los del ambiente pudiéramos reconocernos. Pero, después de todo, en un medio tan pobre como el nuestro, absolutamente todo guarda la proporción debida". Placilla es un delincuente que lucha contra sus aprehensiones morales, de una psicología básica, incapaz, incluso a través del amor que le ofrece una mujer, de sobreponerse al odio que lo corroe. La novela posee abundantes descripciones del accionar del hampa chileno y ofrece la personalidad de un delincuente desnudada desde su propia voz. A su vez, "La Yira" narra la historia de una prostituta callejera, y aunque en la historia no están presentes los elementos de una intriga policiaca, el ambiente que describe y los hechos que acontecen en él, recrean una realidad donde la marginalidad y el delito se expresan con un especial y crudo acento. Como en la mayoría de sus obras, Rivano procura rescatar los valores que sostienen a los seres marginales y fustiga la hipócrita moral que, a su juicio, impera en la sociedad chilena.

Dentro de esta tendencia narrativa, especial importancia tiene Armando Méndez Carrasco (1915-?), autor de una media docena de libros, entre los que destacan: "Chicago chico" y "Juan Firula". Al referirse a los textos de Méndez Carrasco, el destacado escritor chileno Daniel de la Vega, señala: "Claro que hay un crudo realismo en las novelas de Armando Méndez Carrasco. Pero es un realismo honrado que presenta desembozadamente la vida de cierto bajo fondo. No trata de amontonar miserias, sino de decirnos el dolor de los que fracasan y delinquen, de los que se dejan arrastrar por las pasiones y se pierden. Sus escenarios están en las tabernas, en los prostíbulos y en las calles con charcas y murallas ruinosas". Agreguemos a ésto que Méndez Carrasco se destaca por incorporar a la narrativa el lenguaje del hampa chileno (coa), el que usa con conocinúento y profundidad. Al respecto, recordamos que Méndez Carrasco es también autor de un "Diccionario del Coa", publicado por la Editorial Nascimento.

Dentro de este mismo ámbito, aunque con un estilo más depurado y una temática que recoge el sentir y las vivencias de la época de la dictadura y sus años siguientes, destaca el volumen de cuentos "Perros agónicos" de Francisco Miranda. Este libro es un aporte a la narrativa policial producida en los últimos años en Chile, por la incorporación de historias y personajes que recrean el mundo de los jóvenes marginales de hoy, el de las barriadas santiaguinas donde el oropel de la mentada modernidad sólo es una sombra. Miranda ha hecho de la marginalidad juvenil su tema y en sus textos permite aquilatar una mirada atenta para captar las condiciones de su medio y narrar con la proximidad de un testigo interesado en sus personajes, y en recrear sus vivencias con un lenguaje directo y convincente. Sus cuentos son duros, como esa historia cotidiana de neoprén y desamparo que se recrea a diario en cualquier esquina de nuestras poblaciones. Sus personajes viven en el límite, sin posibilidad de salir de la marginalidad en la que sobreviven. Ni siquiera el amor o los sueños son capaces de redimirlos. La perspectiva elegida por Francisco Miranda es de un realismo sin concesiones que de no mediar el oficio narrativo, en nada distanciarían sus cuentos de la crónica roja. Llama la atención el mundo juvenil y degradado que presenta en cuentos como "Malandras en TV" y "Urgentes y rabiosos", unidos ambos por las imágenes de jóvenes que llegan a la delincuencia como última posibilidad de dar sentido a sus vidas. Jóvenes reventados, cesantes, drogadictos, alcóholicos y en situaciones delictivas a las que los personajes llegan como cumpliendo con un destino inevitable.



 



 

 

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