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        Rosamel del Valle, buscando las luces de la ciudad
          Reedición de “País blanco y negro". Ediciones  Biblioteca Nacional. 80 páginas 
        
          Por Amelia Carvallo
          Publicado en SuplementoKu. 7 de Julio de 2019
            
        
        
          
            
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Rosamel del Valle (1901- 1965), autor de "País blanco y  negro", poema largo publicado por primera vez en 1929 y reeditado recién  en Chile por La Pollera, fue un poeta leve y casi desconocido en su tiempo.  Comparable con figuras tutelares de la poesía chilena como Neruda, Huidobro y  de Rokha, nació en Curacaví en el seno de una familia campesina que lo bautizó  como Moisés Filadelfia nombre que cambió por el más lírico de Rosamel  contrayendo el nombre de un amor de juventud: la obrera textil Rosa Amelia del  Valle, a quien conoció en Santiago mientras trabajaba como linotipista, un  oficio liberal que pronto lo llevó a reportear y ejercitar su pluma para vivir.
         Amigo entrañable de Humberto Díaz Casanueva, otro poeta contemporáneo. Con él  compartió largas veladas, bibliotecas y una correspondencia que deja entrever  las obsesiones de estos muchachos del siglo XX. En la década del 40 trabajó en  Nueva York como corrector de pruebas de la de la ONU y recorrió esa bullente  ciudad dejando numerosas crónicas de ello. Allí se casó en 1948 con la  francocanadiense Thérése Dulac, que lo acompañó hasta su muerte en septiembre  de 1965. Algunas de sus obras fundamentales son "Los poemas lunados"  (1920), "Orfeo" (1944), "Las llaves imposibles" (1946),  "Eva y la fuga" (1970) y "Elina aroma terrestre" (1983).
         La  reedición de "País Blanco Negro" incluye un prólogo de la  investigadora y poeta Macarena Urzúa, licenciada en letras y doctorada en  Literatura Hispánica de la Universidad de Rutgers en New Jersey. Macarena describe  la escritura del poeta así: "Fue interesante y extraño leer esta especie  de 'Nadja' de Breton sudamericana que Rosamel empieza a escribir a fines de los  años 20, corrige durante todos los años 30 y no se publica sino hasta el año 70  cuando él ya estaba muerto. Es un libro póstumo que gracias a su viuda Thérése  Dulac, y a la gestión de Humberto Díaz Casanueva, se publica en Venezuela bajo  el sello de la editorial Monteávila. Me llamó la atención que no teníamos idea  de la existencia de este texto-novela-prosa poética, un híbrido formalmente que  nos habla de una ciudad de Santiago bajo un recorrido medio cinematográfico,  medio nostálgico", describe la investigadora y prologuista. En el libro de  Rosamel del Valle está además la idea de una mujer que va a conectar con otro  mundo, con el mundo de los sueños. También hay una persecución de la belleza.  Va tras ella por el mundo. 
        
           PASEO Y MEMORIA 
         En el archivo Andrés Bello de la colección Neruda hay un  pequeño aviso de 1929, de papel color de rosa, que define a "País blanco y  negro" como "un paseo alrededor de la memoria" y anuncia su  precio de 4 pesos. 
         Para Urzúa este poema es "un manifiesto poético, diario  de recorrido no solo al estilo de un fláneur o un wanderer, sino también al  modo que miraría un ojo cinematográfico, un transeúnte citadino que hace  también una crónica de este andar a la búsqueda del azar".
         "Creo que hay un ojo muy cinematográfico que nos  muestra esta simultaneidad del paseo, no solo del poeta, sino que también de  alguien que anda por la ciudad que se va modernizando, que tiene carteles,  luces de colores, neón, electricidad. Describe un espacio público con anuncios  de cine, por ejemplo, que se ven con distintas tipografías que incluso  atraviesan la página  e incorporan  códigos de la ciudad modernizada. Algo que viene de la poesía simbolista  francesa, probablemente una influencia de Mallarmé", cuenta 
        
           RESONANCIA Y AFINIDADES 
         El poema en su momento fue comentado en la revista peruana  Amauta y recibido cálidamente por toda la vanguardia poética de ese país. En  cuanto a Chile, Humberto Díaz Casanueva reseñó el poema en la revista Letras,  publicación que llevaban adelante poetas imaginistas chilenos como Luis Enrique  Délano y Ángel Cruchaga Santa María. 
        
           —¿Cómo es el Rosamel del Valle que escribe en 1929 este  poema?
          —Es alguien que sabe que no solamente se  puede escribir con palabras. Déjame leer algo de la página 56: "Siento  cierta alegría al darme cuenta que alguna vez he tenido un pensamiento que no  he logrado traducir en palabras e interpretarlo en el temblor de una imagen,  sino que lo he sentido vivir en una zona un poco distinta a la mía". O  sea, se da cuenta de que las palabras, o la imagen, no van a ser solamente  traducibles en el texto sino que las palabras son también imágenes. Hay una  intuición poética en cuanto a que el formato libro no sostiene todos los  micromundos que está viendo.
         —¿Qué poetas influyeron en su escritura?
          —De todas maneras Poe, Rimbaud, Baudelaire, Mallarmé. Rosamel siempre está leyendo  y traduciendo. Su amigo Díaz Casanueva le facilitaba su biblioteca. Eso se ve  harto en sus cartas.
        —¿Cuál es  el lugar de Rosamel del Valle en la poesía chilena y latino-americana?
          —Siempre ha tenido lectores, un público  fiel. Podríamos decir que es un autor un poco de nicho, de culto, pero que  también con el tiempo se ha ido difundiendo un poco más su poesía y literatura.  La gente más joven tiene interés en su poética. Es un autor en el que arte y vida  se vuelven una sola cosa. En sus crónicas de Nueva York hay una mirada como de  niño, por ejemplo, cuando va a las bambalinas de un estudio de televisión. Ese  asombro es genuino.