La Casa del Escritor
Reinaldo Edmundo Marchant
Escritor - Director Sech
Días atrás se publicó un artículo
bastante visceral llamado "El Drama de la Sech", -opinión que se parece
mucho a un correo electrónico anónimo que circuló hace algún tiempo- donde
el autor no dejó títere con cabeza, y de paso hizo trizas a todos quienes
trabajamos gratuitamente en algún cargo en el directorio, como es mi
caso.
Hay dos aspectos que de plano rechazo en el comentarista
aludido: la caricatura que hace del partido comunista -¡eso me recuerda
a los peores difamadores en la oscura época de la dictadura!-, y la
banal descripción de Fernando Quilodrán, Presidente de la Sech, destacado
periodista, escritor y ensayista, de una vasta trayectoria intelectual y
política. En lo personal, he trabajado estos últimos años con él y resalto
con fuerza su entereza, y enorme aporte brindado a La Casa del Escritor.
He vivido desde adentro los últimos dos años la realidad de la Sech.
Para entenderla, no basta ver sus murallas y falta de luz, y quedarse
con esa fácil impresión. Es cierto que la casa no tiene la actividad y la
presencia de notables vates y literatos de hace décadas atrás, y lo es
porque la realidad cultural no es la misma, tampoco es el país, y, además,
los escritores que han surgido por estos años desgraciadamente no tienen
ese espíritu de agrupación gremial, de trabajo en conjunto. Uno advierte
una peligrosa individualidad, que a veces raya en el olvido de la historia
y de los grandes escritores.
No quiero con lo anterior justificar
el estancamiento y presencia más visual de la Sech en los diversos
círculos culturales: esto es verdad y precisa una modificación. Mas no
una modificación de vida o muerte, sino la que los propios poetas y
literatos, de renombres e incipientes, deseen darle: muchas actividades
excelentes realizadas el 2004 estuvieron encaminadas a ese objetivo.
Lamentablemente no contaron con la difusión o el conocimiento masivo.
Del mismo modo, y lo he conversado donde corresponde, me parece que un
lugar institucional con la historia de la Sech, debe contar con Directores
de reconocida labor literaria: los mejores tiempos de esta casa fueron
precisamente cuando hubo una representatividad que, con su sola
presencia, convocaba a nuevos talentos, al público y al reconocimiento
de las autoridades. Quizás, y sólo quizás, este debe ser el trabajo que
podría contribuir a reinstalar la Casa del Escritor en el corazón de la
sociedad.
Para nadie es un misterio que uno de los últimos mejores
momentos de la Sech se dieron cuando estaba Díaz Eterovic, Poli Délano,
Diego Muñoz, Fernando Jerez, y tantos otros escritores. Pues bien, a ese
tipo de intelectuales habría que apuntar, sin menoscabar a otra gente que
con más bajo perfil han entregado un excelente aporte.
Con todo, soy de la idea que la Sech sigue siendo un lugar mágico y
maravilloso. Sobre todo para escritores que empiezan y buscan un sitio
que los acerque a sus hermanos mayores, para leer sus creaciones y entender
un poco más este oficio que no tiene paz ni siquiera en una organización
gremial.
Noto carencias -como muchas cosas en la vida- en la Sech, pero no "Drama",
ni ocaso a la vuelta de la esquina. Es más, estoy seguro que podría vivir
otros cincuenta años de la misma forma. Sin embargo, si un intelectual o
artista quiere mejorarla, bien, lo que resulta inadmisible es la
descalificación al montón: ese camino es fácil. Y no tiene fundamentos
cuando pierde la serenidad de la tolerancia.