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Rafael Farías Becerra | Autores |


 






Acerca de Los paisajes de la crisis o la crisis de los paisajes, del poeta Rafael Farías Becerra,
texto presentado el 21 de abril, en librería Kalimera.
(RIL editores, Aérea/Carmenere. Santiago - Barcelona, 2022).

Por Andrea Kottow


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1
¿Dónde empieza un cuerpo? ¿Dónde termina? ¿Cómo operan las líneas que dividen un cuerpo de otro? ¿Una materia de otra? Cuando mi mano toca una mesa, ¿no es también la mesa la que toca mi mano? La piel, ese extraño órgano del tacto, funciona como una membrana entre un adentro y un afuera; es semipermeable. Sudamos, sangramos, lloramos lágrimas, secretamos líquidos a través de nuestra piel. Al mismo tiempo ella nos protege de que el afuera no se nos haga excesivamente hostil. Pero en continuidad con él. Tiritamos cuando sentimos frío, se nos paran los pelos de punta ante el horror. Somos materia, quizás más que cuerpo, pues esta entra en conexiones múltiples con otras materias, mezclándose. Así pensado, el cuerpo no empieza, sino que siempre está empezando y no termina, sino está continuamente terminándose.

2
Una confesión: nunca había presentado un libro de poesía, hasta ahora. Una segunda confesión o quizás más bien una aclaración: nunca me ha interesado en demasía el asunto de los géneros literarios. Son modelos para leer, y pueden operar de forma pragmática (para ordenar libros, por ejemplo, o para promocionarlos o para hablar de ellos en determinadas circunstancias), pero poco dicen sobre las maneras, muchas veces complejas y múltiples, en que la escritura se despliega por las páginas, y más allá de ellas, de un libro. ¿Es el libro de Rafael un libro de poesía? No sabría responder esa pregunta. Más bien creo que podría ser eso y más, o ser otra cosa o varias otras cosas. ¿El libro habla, como parece decirnos su título, de los paisajes de la crisis y la crisis de los paisajes?

3
La palabra crisis viene del griego Krisis, y es utilizada con frecuencia en el ámbito médico. La raíz proviene del verbo griego krinein, que significa separar, dividir. La crisis de un organismo implica el momento en que se decide algo con relación a él; en su extremo, si vivirá o morirá. Es un momento, o tiempo si se prolonga, intermedio, de un estado frágil, en el que pueden ocurrir muchas cosas, en que la balanza no ha decidido su inclinación:

“De pronto, aparecí en ese campo de destellos violetas, donde los cardos se agitan y estallan en esporas. Presentí nuevos temblores, pero eran los paisajes del cielo los que comenzaban a desplazarse. Yo comenzaba a desvanecerse. Quizás caía por grietas insospechadas abriéndose hacia otros sueños”.

4
La palabra paisaje tiene el significado de “campo abierto que se ve desde un lugar” y viene del sufijo aje –conjunto–, que se une a la palabra francesa pays: campo, distrito. La palabra francesa pays, a su vez, proviene del latín pagus, región, distrito, pueblo que se vincula al indoeuropeo pak, fijar, atar, ensamblar, asegurar. Algo se ensambla en un lugar, conformando un paisaje, lo que lo vuelve reconocible como tal, diferenciándose así, por ejemplo, de una noción como la de territorio. En un paisaje las cosas parecen tener su lugar y significar algo en ellos. Cuando los paisajes entran en crisis nada está en su lugar. Y es eso, justamente, lo que ocurre una y otra vez en el texto de Rafael. La tierra deviene agua, “en un mareo incesante”.

5
La crisis, ese estado en el que todo está suspendido entre la vida y la muerte, todo lo disloca. El adentro se vuelve afuera y el afuera adentro. Los paisajes no son los que el hablante ve, sino los que toman posesión de él, volviendo cualquier intento de separación, de diferenciación, de limitación vano. Aquella contraposición que ocupa un lugar tan privilegiado en nuestra cultura occidental -la de cuerpo y mente- pierde asidero. La crisis hace temblar al ser entero, lo revuelve, lo hace poroso. Una materia que se topa y toca con otras materias.

“Cuerpo oxímoron polimorfo: adentro/afuera, materia/forma, homo/heterología, auto/alonomía, crecimiento/excrecencia, mío/nada”, escribe Jean-Luc Nancy en sus 58 indicios sobre el cuerpo.

“Las medusas nuevamente vienen por mí, pero esta vez sólo me dejaré llevar. Que revuelvan mi pelo, que se lleven el aliento, que me saquen del cuerpo. Que llenen de voces anónimas el mar, que lo energicen. Que lo recojan y tensionen en corrientes. Que las olas vuelvan a ser reversibles y eleven ese canto hacia un cielo que debería estar en el cuerpo de nosotros.” Escribe Rafael en Los paisajes de la crisis o la crisis de los paisajes.

6
Retazos de historia emergen entre los escombros de la crisis. El horizonte que se vislumbra es el Sur de Chile: vete de Dawson, se escucha, isla del archipiélago de Magallanes, que se convirtiera en un lugar para el horror dictatorial. Se habla del Riñihuazo, nombre con el que se conoce el bloqueo del río San Pedro, que como consecuencia del terremoto de Valdivia el año 1960, hizo subir el nivel del agua generando un lago de terremoto que destruyó todos los pueblos de la ribera del río en menos de 5 horas: “La polis vibrando bajo el mar”.  

“Toda historia no es otra cosa que una infinita catástrofe de la cual intentamos salir lo mejor posible”, escribe Ítalo Calvino.

7
El Sur se convierte en un paisaje dislocado, removido por movimientos telúricos que confunden los elementos. No solo tierra y mar se mezclan, sino afuera y adentro, una vez más, se hacen indistinguibles. Porque ese sur destruido, desarticulado y rearticulado en tanteos, se vuelve sudconsciente. Esa “d” que reemplaza la “b”, de subconsciente, insiste en la instalación de un paisaje que está dentro del hablante, o que recorre en un infinito loop del afuera al adentro. El terremoto se vuelve remezón que sacude la materia completa, que atraviesa el ser en su totalidad, amenazando con su disolución.

“-¿Es posible que te hayas convertido en un extraño naturalista?

-Sí, pero de esas especies evanescentes que se desplazan de un sueño a otro. De algo así como una flora aleatoria en intensidades. Quizás, de una fauna que hace gritar la geografía.”

8
En su Historia de la locura, Foucault revisa las maneras en que la locura se convirtió en el reverso negativo de la razón en la modernidad. Una locura que no genera ni curiosidad ni miedo ni interés, sino es a partir del intento de recuperarla para la salud y razón. Como se trata de una genealogía foucaultiana, no hay un origen único ni claro, y los tiempos se entretejen en líneas superpuestas. Foucault plantea que esta forma moderna de ver la locura estaría marcada por una conciencia crítica de la locura, que reemplaza y desplaza lo que predominaba antes de la modernidad; la conciencia trágica de la locura. En esta última la locura es un lenguaje y tiene un sentido, aunque muchas veces, a los seres humanos, se nos escape. La locura puede provocar terror, pero también fascinación; puede hace pensar en otras hablas, que no tienen que ver con la linealidad ni la causalidad. No se descarta como insignificante e inútil. La locura puede ser profética como en Casandra; puede ser un habla velada que dice las verdades que el poder no puede decir ni quiere escuchar, como en las hablas tramposas de los bufones. O una forma de fuga, donde la ilusión se vuelve refugio, como en las andanzas de Don Quijote. Puede ser también expresión de un mundo dislocado y enloquecido, como “En el jardín de las delicias”, de El Bosco.

Foucault reconoce que la desaparición de la conciencia trágica no es total y piensa que quedan restos y residuos de ella, que resisten la racionalización de la locura que va de la mano de su medicalización. Un lugar donde emerge es el arte.

Los paisajes de la crisis o la crisis de los paisajes están colmados, a mi parecer, de una conciencia trágica de la locura. El delirio está omnipresente, pero no solo tiene efectos disolutivos, sino también se abren nuevos caminos, nuevas formas en que aparecen las cosas: “Soy alguien que se quedó ciego y comenzó a armarse de nuevo esto en la cabeza”.
 
9
El estallido y de este modo la idea de revolución se asoma entre las líneas de este especie de diario de la crisis: “Me escribiste para que viéramos estas crisis / porque eran el gesto de una oleada de cuerpos conmovidos / Haciendo de este territorio un nuevo paisaje orgánico.”

Se vislumbra la posibilidad de nuevas conformaciones, si bien no alcanza a armarse el mapa de aquel nuevo país. Son los temblores que hacen removerse todo lo que da sustento y seguridad; las grietas invitan a ser llenadas, pero también amenazan con convertirse en un abismo insalvable. Consternación y curiosidad parecieran imperar en el hablante. Que mira y registra lo que sucede con los paisajes que lo rodean que se convierten en los suyos propios que se extienden sobre su cuerpo, ingresan a su mente y pueblan sus sueños.

10
Todos los sentidos se erizan en esta crisis, produciendo efectos sinestésticos varios, confundiendo y potenciando los sentidos: “los manantiales acústicos emigran; las medusas se escuchan; los peces cantan”. La crisis de los paisajes o los paisajes de la crisis se sienten, se ven, se escuchan, se piensan, se dicen, se escriben. Se vuelven efectos del lenguaje que la nombra, pero también afectos que infectan.

“Este sentimiento estético de los paisajes / Estas relecturas corporales en el espacio / Esta expansión acuática del pensamiento / Esta intensidad en distintas temperaturas / Esta quietud en los acantilados del delirio / Este asombro que cae como llovizna entre los bosques / Esta sensibilidad floreciendo en un terreno eriazo / Estos fantasmas geográficos que aún deambulan por el desierto”

11
Dos imágenes abren y cierran el libro. Lo enmarcan más que ilustrarlo, si bien se reconoce en ellos esa materia de la que está hecho el libro en sus continuos entretejidos. La imagen que está al inicio: ser humano, pez, medusa, mantarraya, tierra, agua, alga. La imagen del final: roturas, delirio, fragmentos. Bellas, elocuentes y terribles al mismo tiempo son esas imágenes que se suman a lo que es este libro, desplegándose en múltiples direcciones y con pulsiones diversas: tanto de vida como de muerte.

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No me resta más que invitarlos a leer y entregarse a la aventura que es la lectura de este libro; de este diario de locura, donde emerge la posibilidad de la reinvención constante y de pensar en las variadas maneras en que los cuerpos devienen, articulándose y desarticulándose con otras materialidades, y fundiéndose con ellas. Una y otra vez.

 

 

 

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Acerca de "Los paisajes de la crisis o la crisis de los paisajes", del poeta Rafael Farías Becerra.
(RIL editores, Aérea/Carmenere. Santiago - Barcelona, 2022)
Presentación de Andrea Kottow.
Librería Kalimera. 21 de abril 2023.