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Sendas perdidas y encontradas
Ricardo Herrera Alarcón, ediciones Kultrún, Valdivia, 2007.

Por Luis Riffo
El Mercurio de Valparaíso. Semana del 22 al 28 de Febrero de 2008

 

Desde los territorios nada bucólicos del sur, desde las inquietas provincias de la lluvia pero también de las violentas contradicciones, ha llegado este libro de poesía caudalosa, llena de sospechas en torno a las palabras y el oficio poético. Sin embargo, la reflexión acerca del lenguaje no es el único objeto de la escritura de Herrera. El poeta dice al comienzo de la segunda parte del libro: “En el centro de los metapoemas intercalé / algunos poemas sobre el suicidio / (…) / algunos poemas sobre el amor / algunos poemas que exudan alcohol / y las infaltables frases para el bronce que en el terreno de la pasión se solazan”. Semejante conciencia del trabajo propio da cuenta de una apropiación de los recursos que le permite al autor hacer confluir la diversidad de datos aportados por la intensidad evidente de sus lecturas y bagaje literario, por un lado, y la fuerza emocional de sus experiencias vitales, por el otro.

En Delirium Tremens, su anterior libro, Ricardo Herrera (1969) había abordado el tema del alcoholismo y su relación con la vida y la escritura. Es preciso decir que con respecto a ese trabajo, Sendas perdidas… constituye una continuación y una superación impresionante, por la poderosa asunción de un lenguaje que convierte el fracaso en un rabioso alegato contra la impostura y la autocomplacencia, con una voz refractaria a cualquier falso consuelo y la dignidad de quien convierte la derrota en el fundamento de su contemplación de la realidad.

Heredero aventajado del último Enrique Lihn, el del Diario de muerte, se percibe la voracidad de sus lecturas previas, una especie de dolorosa digestión de la poesía universal, cuyo procesamiento pasa por el tamiz de la propia vida llevada a la página en blanco, lugar desde el cual el hablante toma distancia y relativiza la importancia de la poesía al tiempo que expresa la voluntad empecinada de su ejercicio, como lo señala en el poema “A Rilke”, a modo de respuesta a la Carta a un joven poeta: “¿Podría vivir sin escribir? / Sí, podría. / Pero no quiero”. Decisión que, sin embargo, entraña los riesgos del sufrimiento, de la autoflagelación: “cada palabra escrita es una navaja cortando la piel”.

El amor, pero sobre todo la muerte, transitan por los poemas de Herrera con una carga de nostalgia y melancolía que jamás caen en la cándida contemplación de un supuesto paraíso perdido. Lo que se ha perdido para siempre es la inocencia, porque para el hablante, tristemente lúcido, aquella remota felicidad sólo se vislumbra en forma fugaz sólo en “la misericordia del amor y la misericordia del alcohol”. Lo que predomina es la imagen de la propia mortalidad, “este no morirme todavía, que es una pequeña muerte que me ausculta tras el follaje del lenguaje”.

Ricardo Herrera, o el sujeto poético de sus textos, parece haber caído en el vértigo de las mejores lecturas y de las peores pesadillas, pero viene de vuelta con una poesía contundente, asciendiendo como ese Sísifo de Camus que cita en un poema. Sólo que con ese lastre que arrastra y el rictus de dolor en el rostro, no es posible imaginarlo dichoso.

 

* * *

 

Selección de poemas

Ricardo Herrera: Poemas de Sendas perdidas y encontradas

Premio Mejor Obra Literaria, mención Poesía, 2008, entregada por el
Consejo Nacional del Libro y la Lectura del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes

 

A la nueva Lou de Apollinaire

Ojitos de candelilla, te quiero
volantín de mi hilo curado, te elevo al cielo
grado alcohólico y espuma de mi cerveza, mis roqueríos, te espero esta noche en el mar
bajón de hambre de mi marihuana, volemos juntos
única fogata encendida en la playa, me hago la sombra a tu alrededor para que dibujes
                                                                                                                      mis orillas
tesoro mío encontrado en la cama después de cavar
toda la noche la oscuridad con un pájaro, te quiero
novicia rebelde arranco la cruz de tu pecho rasgo los hábitos y te doy de comer la
                                                                                                                      hostia
prostituta ducha en el arte del viejo mete-saca, me embriago en tu burdel
Leda sentada a la orilla del fogón te miro como extendiendo las alas y te quiero
sonido azul de mi trompe que te llama desde la sidrería donde don Arturo Hidalgo
                                   sueña que el Imperial es un río de chicha, te quiero
nenúfar en mi pulmón, sol de mis lotos suspendidos
en el aire, risa de mi Buda cazuelero y a su pesar esclavo de este deseo, te deseo
arcangélica mía con un ala embarrada y la otra con una manchita de vino, te quiero
Ella aullando en la casa en la colina con la trompeta de Miles
enfurecida de pena, improvisemos este amor sincopado

fondera dibujándote dos palomas dos trompos en los pechos
mientras “allá arriba los ángeles chilenos bailan cueca”,
cantemos la internacional
bote de mis remos desesperados al entrar en tus aguas, navégame
sed de mi resaca en la mañana, dispénsame el alcohol mañanero
cigarrillo que se enciende en la oscuridad, ilumíname los labios
machi mía subiendo al rehue con música de Violeta y Luca Prodán en el viento,
                                                                                                          te quiero
flor de cardo entrando a mi casa en pleno verano, te quiero.

 

 

Seguramente en algún lugar está dejando de llover a esta hora

Escríbeme un poema antes de acostarte, por favor
antes que cierres tus ojos y yo abra los míos en tu sueño
un poema donde te llames la nueva Lou de Apollinaire
y cantes sacudiendo un nogal.
Que ninguna palabra haga nacer la tristeza en tu bello poema
que todos los que se quieran matar lo lean y se enamoren de golpe de ti
porque cada palabra es una estrella fugaz cayendo en el corazón del lector
y uno sabe al tiro al leerlo que eres tú misma a la orilla de un río
tú misma que llenas una hoja entera de cuaderno con mi nombre
y le dices a tu mejor amiga que en algún lugar deja de llover si no puedes verme.
Que tu poema lo lean en Argelia o Codegua y el alma del oyente quede temblando
pequeña diosa criolla
que le dé bronca al silencio y se tape las orejas con algodón untado con tus lágrimas
y se diga que hay una nueva estrella en el firmamento de la poesía chilena
léeme tu poema al oído despacito y cada cinco palabras introduce tu lengua en mi oreja
quiero escucharte mientras tocas tu piano en medio del bosque
mientras un duende baila con un pasaje de ida a Puchuncaví en la mano
y en mitad del poema saca el cintillo o el cole de tu mano y hazte un moño para que el
                                                                         auditorio desfallezca
o sujétalo en tu boca mientras te ordenas el pelo y pides perdón al respetable público
que a esa hora es una lágrima tatuada en tu mejilla
que por primera vez la oscuridad quiera abrir los ojos y contemplar el sonido de tu voz
dulce como el canto de una pequeña ocarina en forma de chinita o tortuga
seguramente en algún lugar está dejando de llover a esta hora
tú terminas de escribir este poema y te duermes feliz
hace días que a la tristeza le había dado firme contigo
pero ahora escribiste el poema y cierras los ojos
no sabes siquiera si me quieres pero te diste el trabajo de escribirlo
aun cuando tu madre preguntaba “¿hija le pasa algo? No piense tanto hija”
y yo sólo puedo darte las gracias porque gracias a ti
el amor es una madeja que el gato persigue por el cielo ahora.

 

 

La zona                                     

Un lugar se constituye en la medida que alguien llega o se aleja
Que alguien ama o deja de amar
Que alguien cuelga la ropa o se cuelga.

 

Un sitio en el mapa donde llegan barcos
y el único puerto son tus ojos
tus abrazos

 

 

El lago

Qué opinas tú, querida, de la desnudez
del aguardiente en las venas
de la imagen absurda de un cuerpo entrando en otro
un cuerpo que prodiga al otro la eternidad, el vacío
pero por sobre todo la trizadura
la piedra que se detiene en el aire, el orgasmo
la calentura del vidrio o del lago
qué me dices tú de esas ondas que se forman
en el agua
esas ondas entre un alma y la otra
que arrastran algas hacia la orilla
botellas
restos de muñecas o frutas (vestigios del amor y la soledad)
el amor: el viaje por el espacio que desaloja un cuerpo
el viaje por el espacio vacío de ese cuerpo: lo que cierta retórica llama la ausencia.
el lago se vacía ahora
la piedra cae y rompe el vidrio
escucha

 

 

Teoría del texto narrativo

Te voy a decir ahora cuál es la medida del tiempo
algo parecido a contar un cuento: no en primera ni tercera persona
sino dentro de una persona
dentro de alguien que te llama
que te pide que la nombres que la manches y luego se abanica frente al mar
la medida del tiempo es el suicidio
cada voluntario de esta cofradía es un reloj menos
un otoño menos
una hoja suspendida en el aire
¿Quieres pisar o escribir la hoja?
hace calor en esta pieza
las niñas para solaz de la tristeza empiezan a beber anís y enamorarse
empiezan a asumir su palidez y su belleza
fotografían una mariposa en sus labios
el tiempo luego hace de sus besos una oruga
así se cuenta una historia: abandonando un cuerpo
tras la paletada

 

 

El amor el amor

El frío y el ardor se alzan sobre el fuego y la nieve
enrojecen y palidecen las mejillas
algo así como las cuitas del joven werther
en este caso las miserias de un fulano de provincia
que arrastra en una mano un ganso herido y en la otra un corazón herido
formando en el camino del verano
dos líneas oscuras de sangre sobre el polvo.

 

 

Dunas

No logro vislumbrar nada
veo manchas donde otros ven cordilleras o trenes

la situación es clara y yo escucho caer la lluvia

veo manchas donde otros vacas o girasoles
o telas de dimensiones enormes
veo manchas donde otros ven mantas de castilla o jeans o guadañas
o machas en un plato
llenándose de arena en la playa

mi mamá me advirtió que no escribiera más
que me estoy enfermando

así que veo manchas y escucho caer la lluvia
como choca contra los techos y los vidrios
con una belleza sólo comparable
a esas dunas frente al mar en Nehuentúe city

había un bosque de eucaliptos o pinos frente al río.
no recuerdo bien
allí se reunían a besarse y beber los amantes

hace muchos años de eso

supongamos que siento nostalgia al recordar todo esto
que lo escribo con el corazón
que alguna vez regresaré allí y seré las hojas
sobre las cuales se recuestan los cuerpos.

todas las tardes iba al muelle y fumaba mientras el sol
se escondía tras las dunas, en el mar.
la gente decía que iba a fumar marihuana

puedes imaginar que las cosas han cambiado un poco o bastante desde entonces:
ahora veo manchas en vez de dunas
manchas en vez de un bosque de eucaliptos o de pinos
manchas y no el humo de la marihuana subiendo por mi cara
manchas y no la lengua de la muchacha moviéndose en el aire como medusa

la belleza de las manchas
como la lluvia golpeando contra los techos y los vidrios
o como machas en un plato
llenándose de arena en la playa
detrás de las dunas.


 

 

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