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PRESENTACIÓN DE“PARADEROS INICIALES” DE RAÚL HERNÁNDEZ
(La Calabaza del Diablo, 2008)
Por Soledad Fariña
Alguien se aleja y degusta la extrañeza: una parada suave en el tiempo desde un espacio calmo por descubrir, sin aspavientos.
La voz, cercana, nos habla mientras tantea con los ojos el paisaje, pero el paisaje es amplio y puede ser un perro, un almacén, un borracho con chupalla. Otras voces arremeten suavemente y lo invitan a su adentro. Pequeños acontecimientos adquieren una vida calma. Poco sucede pero sucede mucho.
Acontecen las cosas, las palabras, los caminos de polvo, las montañas, los sentires suceden como un temblor pequeño. Llegan la oscuridad y el frío. Llega la lluvia y como ellos llega el amor sin pronunciar palabra.
Hay algo, hay una cercanía que se atrapa y diluye en la palabra niña, niña, niña haz esto, haz lo otro.
El tiempo detenido se transforma en instantes desplegados sin hilván en el Cajón cordillerano donde los nombres importan: La obra Las vizcachas San Gabriel El ingenio Las vertientes.
El silencio, cómplice de los lugares y sus nombres, no es total y se transforma en sed. ¿Sed de palabras? ¿De transcripción en palabras de este espacio tan íntimo y ajeno?
Algo -inasible en palabras- silba sobre los árboles y el ojo se detiene en la reja humedecida.
Leve brisa.
La otra voz -en cursiva- nuevamente arremete y anuncia despedida, saludo silencioso a los árboles montes, mientras la voz apura: vuelta al tiempo lineal desde este Paradero de tiempo detenido, espacio calmo, Inicial, aún sin descubrir.