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EL OJO MARCADO EN  TEATRO DE LA CRUELDAD, DE
RAUL HERAUD

Por Alfredo Nicolás Lorenzo- Cuba
(Poeta y Ensayista)
La Habana, 20 de Marzo del 2009


Admito que estas cuartillas tienen la intención de saldar una deuda contraída en este 2009, cuando el poemario Teatro de la Crueldad, de Raúl Heraud Alcázar, me impresionó de manera muy grata, sin que inexplicablemente decidiera dejar constancia escrita.

Para no reprocharme el silencio, tenía la justificación del necesario distanciamiento , imprescindible para un juicio de valor que pudiera hacerme superar un análisis meramente impresionista, o en cualquier caso, utilizar el pretexto de la entrañable amistad que me une al autor, y el obligado temor a no ser por ello estrictamente imparcial al hacer publicas mis impresiones sobre este libro.

Por esas o por otras razones, me convertí en acreedor de mí mismo. Así, haciendo firme propósito de enmienda, asumo hoy todos los riesgos que en ocasiones esgrimí como las causas fundamentales de mi silencio, y me referiré al último texto de Raúl Heraud Alcázar que acaba de irrumpir a la vida,  bajo el sugestivo titulo de Teatro de la Crueldad, convencido ahora, como lo estuve entonces, de estar en presencia de un libro ante el cual volver a callar vendría a ser algo así como imperdonable.

Estructurado en seis grandes bloques: Primer acto, Segundo acto, Tercer acto, Intermezzo, Acto Final y Epilogo, que abarcan 16 poemas, se remite el autor a las eternas y por ello constantes preocupaciones e indagaciones del hombre.

La primera sección agrupa tres poemas y alcanza a mi juicio su momento más feliz con: La maquina del tiempo, uno de esos textos capaces de hacernos imaginar los más bellos planos y secuencias del teatro a todos los que nos resulta imposible separar la poética literaria de la teatrologia.

Raúl Heraud, que también padece de ese irremediable mal, lo anuncia y comparte con nosotros cuando en el poema que inicia el libro nos dice:

Tu creíste que el mundo era sólo vértigo anquilosado en la piel
música liquida
pabellón psiquiátrico donde todavía destruyen las
enredaderas
de tu mente
el grito desgarrado de tu carne

tu creíste remar hacia un infinito océano de esferas
y solo muertos has encontrado…

Pero volvamos a La maquina del tiempo, a sus evocaciones y aciertos, a esa atmósfera idílica y a un mismo tiempo real que se consigue combinando de manera armónica los elementos de la cotidianeidad, de la vida en común y esos hilos mágicos que aporta el poeta al concebir imágenes susceptibles de ser vistas y hasta parpadas.

que esperabas del acto final
acaso la redención del hombre
o tal vez el clásico desenlace
de los torturados sueños infantiles
donde interpretabas humanamente
tu trágico arcano

dime quien le confino a esta parricida celda
al deletéreo amor
al precario niño que aún sueña
con las caricias de su madre

de quien al Gólgota
al cepo
a la extraña criatura de olas quebradas y no feliz

nada es real
excepto el llanto mudo
en la penúltima butaca.

Como es fácil de apreciar, el autor acepta en este poema el desafío que supone el tratamiento de situaciones y entornos ampliamente utilizados como referentes en las bellas letras por poetas de todas las épocas, estilos y tendencias. Solo que a mi juicio lo hace con el cuidado de dejar en el lector la impresión de nuevas sensaciones , como la percepción de fragancias, reminiscencias y destellos de la memoria, ruidos y sabores que de algún modo habitan y logran sobrevivir en un mundo , y que de manera tan solemne, llamamos la vivencia personal.

Momentos también memorables de esta primera sección son: El ilusionista y Orange ode. El primero expresa con imágenes precisas lo inconmensurable de ciertos momentos de intimidad, únicamente posibles de ser plasmados renunciando al lenguaje pragmático, como cuando lo afirma:

Puedo encontrar en tu piel el signo suplicante de un moribundo
cayendo desde el cielo al estruendo persecutorio de tus días
recordando rostros huecos       flores muertas
olvidando papeles incontables donde confundes,
el significado de tu palabra insana

puedo entender el caos
el ojo vigilante
la tribu panóptica de la que te escondes a diario
el diván donde a gritos suplicas cordura
está plagado de trampas y cobayos
microchips con incisiones edificas
tanáticas como las ideas que gobiernan tu mente.

Este juego con el tiempo, esta sensación de éxtasis que desdibuja las fronteras entre el inicio y la conclusión de la caricia y por si fuera poco, el agradable desorden que significa no tener la seguridad del momento en que es particularmente tierna o sugerente esta forma de mirar a la condición humana, alcanza un momento de maestría expresiva en los versos siguientes:

puedo verte huyendo con traje de demonio
mascara acorde con tu paranoia
con los fantasmas que cobran vida tras tus infinitos desvaríos
siempre habrán ojos delirantes    delusivos
carcajadas huecas en la soledad de tus noches
pánico nocturno de luces encendidas
ilusionistas de olas rotas
conspirando contra tu loca idea de cambiar el mundo
todo concuerda dramáticamente ángel caído
grito de voces calladas
aguardan a que comience el show

Utilizando del mismo modo recursos expresivos muy sencillos en cuanto a lenguaje y estructura, evitando malabarismos inútiles y por ellos riesgosos, el poeta nos regala en El ilusionista una paradoja, exorciza una bella historia en la que el poeta se desplaza se revuelca en la escena teatral.

En esta cuerda íntima por decir de algún modo se mueven en general los versos que integran este libro, con soluciones formales o de lenguaje que evitan las estridencias y las dilaciones inexcusables, y destacándose así, el brillo natural de las imágenes elaborada a golpe de ingeniosidad y buen gusto.

La maquina del tiempo, El Ilusionista, Orange ode, son poemas en general resueltos con una gran economía de recursos e ingenio y una capacidad asombrosa de síntesis, pero que no obstante resultan agudas reflexiones criticas sobre aspectos y zonas de conflicto que inquieta y ocupan al autor.

Como el ejemplo más fehaciente de lograda síntesis, cito el siguiente texto:

Frágil Dios,
cuando la parábola del niño y su madre muerta te alcanzaron
tras esa nube psicotrópica
de sueños obsesivos
tu vida discurría sobre una especie de danza mortecina
lejana
como la destructiva música que fluye por mis venas.

Había un cielo
y un infierno también
para ocultarte de los presdijitadores
del horror que te significo haber nacido
el cadáver gótico detrás de los cristales
fue tu adfinitum
sombra que convirtió lo real en reverberación constante
maquina mesiánica de suicidios colectivos
art voyeur desde otro lado del mundo
observando la ambigua otredad
el grito primal del no nacido
el mar anverso donde Artaud
agoniza aún en el manicomio de los vivos:
"TODO CUANTO ACTUA ES CRUELDAD"
y mi memoria coagulada por choques eléctricos
así lo revela…

 por eso nada existe
excepto la precariedad de tus sentidos
aferrados al espejo
leves y vigilantes
como tus ojos locos sobre el vacuo mundo
como tus manos abruptas y disímiles
desde la abisal orilla…

ahora, dime Raúl
quién
eres
tu…?

Ejemplos de esta línea temática que podríamos definir como la complicidad en el ejercicio de la escritura. En ellos el poeta desprejuiciado se desnuda y nos señala con luminosa certidumbre el camino justo para acceder al mismo centro de la especificad creativa de Raúl Heraud.

Estos poemas se mueven en el mismo aspecto de comunicación que creo advertir en Cielo sobre Paris, El vuelo de Icaro, Los equilibristas, Good morning cruel World, Blind mind. Es decir, planteamientos y situaciones expresados en un lenguaje muy a tono con esa gran capacidad para hilvanar una sonrisa, utilizando como aguja la situación más extrema, la facilidad para la fabulación, la imprescindible exageración a la hora de pasar revista a los esfuerzos personales, etcétera; o también la publica y notoria cualidad para improvisar y acuñar frases en las que se caracteriza un acontecimiento, se fustiga determinada actitud, o simplemente se hace burla de algo aparentemente respetable o innecesariamente sofisticado. Muchos de estos poemas han trascendido las fronteras de la palabra y se van convirtiendo en historia.

Me agrada pensar en estos textos como un intento deliberado del autor para proporcionar una tregua necesaria, tras los constantes deslumbramientos a que nos inicia la lectura de los poemas del Teatro de la Crueldad. Con toda seguridad el sobresalto permanente, resultado de la identificación personal o la propia búsqueda en la alacena de la memoria, al recorrer el inventario de pasados espejismos, olvidados naufragios, ensoñaciones inextinguibles a que nos obligan los poemas de este libro, hacen sentir la necesidad de ese remanso que ya en forma de diatriba o provocativa sentencia nos llegan con minimalia y sus breves e intensos reflejos.

Nada deja el poeta en esta ocasión a la casualidad y recorre sin tropiezos el amplio espectro de sus preocupaciones, no sólo abriendo las puertas, sino también indicando los caminos. Que cada quien los vislumbre y los siga, dependerá del alcance de su vista o del rumbo, que en definitiva, imprima a sus pasos, si se deja guiar o no por ese eterno amante de la poesía que es el corazón.

Trato así de poner en orden todas estas impresiones y me disculpo por las ni siquiera esbozadas. Felicito a la Editorial A.FA. Editores Importadores S.A. por este poemario, y los exhortos a ser un mejor trabajo en cuanto a calidad y composición editorial para nuevos empeños, ya que la calidad respectiva de este volumen de Teatro de la Crueldad ha sido pésima y deja mucho que desear, un abrazo a Raúl Heraud Alcázar y le agradezco por darme siempre esta alegría de saber que andamos vivos.

 

 


 

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