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JUEGOS POPULARES DE LA ELECTRÓNICA
(UNA MANERA DE DIVERTIRSE,
PARA LOS JÓVENES DE 80’)
Rodolfo Hlousek
Ya que la alegría no llegó, debemos recordarla, sobre todo cuando se trata de provincia.
EL BARCO PIRATA
Este armatoste de fibra funcionó muy bien como réplica de los corsarios. Era aquello un invento que hacía sentir en el aire a grandes y chicos en este escenario aún no virtual. La finalidad era la diversión, asimismo una hilaridad desprejuiciada en divertilandia. Por lo menos eso nos haCIAn sentir, además de la amenaza.
Es interesante aquella imaginería. Mientras sonaban y suenan las emisoras piratas en las poblaciones amenazadas de exterminio.
CASA FANTASMA
Es el ingrediente del terror. Heterogéneas figuras fantasmagóricas que objetan a la razón se constatan en esta casa. La casa puede representar nuestro país, desde donde desaparecemos y asomamos. Esto es propio de la pasión.
La industria también tiene sus fantasmas: la explotación del hombre por el hombre, la plusvalía, el maltrato implícito de la voz del jefe o mando, la huelga.
Una manera de ingresar era por la puerta, evitando que un personaje que bebía incansablemente cerveza te chorreara con su orín, o por una entrada giratoria donde arrasaba el viento.
Al interior, el corazón sabrá soportar las pérfidas sorpresas.
LOS AUTITOS CHOCADORES
De todos colores se charolaban los autitos chocadores, a toda velocidad, con la certeza de golpear al otro. Sobre una pista se deslizaban 15 autos del mismo tamaño. Es como la delincuencia hoy, si no estás presto y te pillan desprevenidos, cooperaste no más. Así es la velocidad del mundo industrial.
EL COHETE
Ese fue mi juguete favorito. De la mano de mi madre ingresaba atónito de la ilusión que iba a vivir dentro de ese rectángulo ovalado de color celeste. Era un máquina sorprendente, un sala de cine animado con un relato fenomenal del cual sólo poseo algunas lagunillas: 1…,2…,3…, 4…, 5…, 6…, 7… y despegue; yo y mi madre también despegamos –esa sensación era real-; nos vimos próximos a la luna, luego cruzando todo lo que se pueda llamar sistema solar chileno. En esa odisea éramos felices, acompañados de una voz en off opacada –me imagino-, por falta de oxígeno, por la dictadura. Hasta que de pronto, ese tubito parecido a un sobre de pasta dental sufría un vahído incontrolable. Desde la altura, a una caja sin fondo, era atisbarse en tierras Sudacas. Desde la profundidad del mar al interior de una ballena, traspasando sus amígdalas, conocíamos sus costillas, verdaderos marfiles como discoteca de campo. Toda agua, la oscuridad marina, el animal profundo nos escupió. De ahí no recuerdo más. Unos giros más en el Cohete y luego zangoloteados. La vuelta a la realidad cubierta de aserrín.
TAGADA
Carnes al disco, al giro del temita del momento: Llámame SÍ Lo Necesitas, o Asesíname. En ese barullo nos deslizábamos incontrolablemente, cuerpos sobre otros, a carcajadas y terror bailable, en esa moda en que si nos soltáramos las manos caímos al medio del disco y nos freíamos, expuestos a la infamia de todos. Al ritmo y la sospecha en el plato destartalado, concordiecita.
LA MONGA MONGA
Una mujer árabe travestizada a orangután de la DINA. Fina ironía –me imagino- que quiso convertir a este escenario virtual pobre, triste erotismo local; arriesgar los esbeltos cuerpos de mujeres. Nadie sabe bien de qué procedencia urbana inmigraban buscando sortear la vida. Pero era impresionante el larvario público. Crisálida de terror. Aprovechando alguna tecno (lógica) incipiente, exponiéndose incluso antes de Rivadeneira y Paulina Urrutia, al genio de una proyección un poco más que casera; y que según dicen los anónimos espectadores, cayó en una de esas en desgracia luego de verse inflamado el plató hosco, por temperaturas eléctricas en esos campos de opiolandia.
La ceremonia era una rutina. Entre el yambo y detrás de las rejas las mujer bailaba en trance cautivador, mientras una voz como baliza en off relataba el ideario de esa novísima locura térrea. Mientras la joven y por ende bella actriz se iba haciendo de un sueldo corpóreo espeluznante. Paralelamente iba sintiendo que su identidad se trastocaba y trocaba a un ser fuera de sí y de nosotros. Iba, iba transitoriamente. Movilizando las rejas vuelta mono, más bien ya hecha la Monga Monga, hasta que se apagaban las luces y la multitud arrancaba buscando irremediablemente la salida. En tanto, el calor y la fobia se apoderaban de la opinión pública, logrando traspasar la transpiración feroz hacia unas manos peludas de la sujeta liberal que volvía a cazar con gestos y maúllos de antropofagia.
Todo lentamente volvía a su equilibrio cáustico.