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          A propósito de Caligari de Raúl Hernández
        Caligari, Raúl Hernández. Ripio Ediciones, Santiago,  2010. 
        Úrsula  Starke
          2011
              
            
        
        
        
           
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        “La  balada amarga de mi voz”
          Impresiones de Caligari
        Un libro basado en una película es  una obra anormal, una creación sonámbula, maravillosa y extraña como Césare en  la feria de Holstenwall. Despierta  sonámbulo / abre los ojos ocultos. El decorado de la producción, cumbre del  expresionismo alemán, es un artificio que evidencia el universo desarticulado  del enfermo mental, su destino, su padecimiento, esa imposibilidad del yo. Recopilando recuerdos / saludando a los  chicos de la clínica. Césare y Caligari, como una dupla monstruosa, a la  manera de Shelley, se pasean en el blanco y negro de un libro nocturno, que, de  pronto, ya no parece situarse en la serranía ni en el manicomio, si no a la  vuelta de cualquier esquina. Estoy  mirando / una ciudad ajena. Los versos se apoderan de la visualidad  atormentada del filme, de su ritmo de muerte, para otorgarle voz al sonámbulo,  presa indefensa de la inconsciencia onírica, quien por primera vez nos puede hablar. Yo no mato / no mato / no admiro sigilo  /aún antes de matar / yo no mato / no mato / aún antes / de matar. El autor  se ha tornado Césare y no nos parece forzado. Desde mucho antes, Poemas cesantes o Paraderos iniciales, ya lo insinuaba. Pero también es Caligari, el  doctor, el manipulador, el perturbado. Paso  a paso, día tras día, he formado alianza con los muertos, los desquiciados, los  alienados, los débiles de alma, los raros y sucios animales nocturnos. Y he  sabido del sacrificio de los circos. La palabra se proyecta como un cartel  de película muda.
              ¿Hasta cuando viviré? Pregunta Alan. 
          Esta es una historia circular.