Límites y limitaciones de la poesía contestataria
Sobre 0 orden de Rodolfo Hlousek Astudillo: una presentación.
Editorial En el aura del sauce, Buenos Aires, 2010, 72 páginas.
Nicolás Said Vergara
UNO.
Diversas y divergentes son las teorías sobre la poesía política, la poesía “social” o a veces llamada “militante”. En la tradición chilena existen muchos los casos donde se ha apelado de manera explícita a rótulos políticos o de corte contestatario, generando diversificaciones sobre el estrato y a la vez, las “estrategias” del poeta, esto último, en el sentido de observar la dirección de la obra y la “posición” del escritor o del artista en la sociedad. 0 orden no busca apelar hacia esto a partir del mismo título. La estrategia aquí, es soslayar a la palabra y su discurso en tono irónico, herido y personal, pero no por ello derrotado. Quiero destacar aquí la posición del libro independiente como entredicho entre constatación escritural y subjetivación artística, algo que alguna vez mencioné en otra reseña de poesía, queriendo concebir la propuesta poética como dispositivo de intransigencia. Las posibilidades del “libro libre” que circula de mano en mano y que se retroalimente, sin ingenuidad, entre los lectores. Con mayor injerencia si esta retroalimentación tiene un carácter político.
DOS.
Rodolfo Hlousek se aleja del panfleto político a partir de esas premisas, de diversas maneras. Quiero comenzar esta indagación-presentación con algo que me llama la atención en el libro: la ambigüedad con que se abren los primeros textos del orden-desorden. En un sentido visual, el libro abre con palabras, e incluso letras, que en su tipografía se precipitan en mayor tamaño que ciertos versos. Esto se mantiene en el transcurrir de la lectura, sin embargo, desde un comienzo se avisa el desorden o el 0 orden, que a la vez, es una línea invisible donde la exaltación es una reacción sobre la imposición del poema: es decir: lo que obliga y motiva a escribir. En este punto, la poesía sugiere para el hombre pensante, el hombre de acción, una necesidad, muchas veces, y sobre todo en un contexto de denuncia, una imperiosa posición discursiva para subvertir, para hacer del discurso “un arma” (cargada de futuro, como dijo el poeta Gabriel Celaya): un primer paso al accionar. Desde el primer poema asistimos a la precipitación: una “C” enorme que es cuerpo reducido, tránsfugo, balbuceo de la unidad, de las palabras que devienen: copula, fricción, garrapatear, grieta, indicar, fisura, borronear, alcantarilla, rotula, articular, ruleta, fractura.
El cuerpo es un delito es igual a el cuerpo es libertad. La desproporción del cuerpo, del orden establecido a partir de una premisa que en una primera lectura pareciese ser personal (tengo 27 años y lo quiero vivir, es mi derecho y lo voy a exigir) finalmente es un mensaje unívoco de una juventud sesgada, del reclamo por el desajuste social y político adjunto a su imposición. Los poemas se establecen de manera sintomática ante estas premisas, desde donde surge “Casa Nacional” que se establece como una suerte de manifiesto o más bien de eje principal del 0 orden. Cito:
“Vivo en una casa
Donde nada me pertenece
Por eso doy vueltas en ella sin tocar nada
Aquí no Ordeno
Si todo lo que deseo
Se desvanece”
(Poema Casa Nacional, pág. 23)
El poema “Casa Nacional” habla de la despertenencia total. Un aviso y dialogo con los textos anteriores, especialmente con “Yo no pensé en Dios y sin embargo me sacrificaron” El cuerpo inocente, el cuerpo anticuerpo despojado de las fisuras de la realidad se (re)quiere “útil” según la propia realidad de los objetos y su funcionalidad. El cuerpo inocuo que no nace para ser explotado, rememora desde cierta perspectiva a una suerte de “pureza”, anterior a toda prescripción social, política, religiosa, de las palabras para invocar desde su reacción o su conminación la necesidad del poema. Hay textos que se alejan, en cierto modo, en este sentido de pureza, o textos que también se refieren a la ternura y al compromiso, las alusiones a los amigos, a la hija, se muestran en algunos poemas como “Pan Duro”. Me resulta curioso indagar sobre esto y pensar en los poetas en plena guerra civil española, por ejemplo; en las indagaciones de Juan Ramón Jiménez, planteando su obra como un constructo abstracto, o de “pureza”, desligada mayormente de una problemática social o política, pero no por ello menos pendiente del acontecer de su país; escritura que influyera diversamente en la generación del 27 y en poetas tan comprometidos como un Rafael Alberti, que concibió su lado más político desde una carencia personal, existencial y económica circunscrita a su incesante trabajo poético. En cierto punto, la “pureza” no admitía la poesía política en el sentido de una ulterioridad y trascendencia que tenía que ver con un supuesto poético mas allá de lo humano. Desde cierta paradoja, se puede significar a la vez que la poesía comprometida sentía la “pureza” en la victoria de los oprimidos y en una fraternidad marxista a la que hacía alusión Alberti y otros poetas comprometidos, por lo que, de uno u otro modo, y en la particularidad de la historia de España, no muy lejana en contextos dictatoriales o de denuncia a la chilena, las influencias de Juan Ramón Jiménez ayudaron a esto como antecedente directo de una liberación que tiene que ver más allá de una realidad inmediata, tanto para él como para los poetas de la generación del 27`, con una liberación obtenida únicamente con la herramienta poética de la escritura y la palabra. Rodolfo Hlousek trabaja sus poemas sobre una línea de la pureza y la impureza en el contexto social, anidado en el orden-desorden de este libro. Algunos textos parecieran ser intervención sobre esto y otros se desplazan en el dialogo e incluso en la puesta en escena, como en el poema “Primer bando” o en otros sin titulación sugerente, sino, influjos o “respiros” de la principal línea política del libro.
TRES
A Rodolfo lo conozco desde hace ya varios años, por allá en el 2007, en Valdivia, coincidimos en un encuentro de poesía donde hicimos muy buena amistad. Menciono esto, además, porque quiero utilizar una metáfora para referirme a la poesía política y social como denuncia o exaltación dentro de la misma metáfora del texto. Todo esto, circunscrito entre nuestra complicidad de sabernos poetas que denuncian o que delimitan su escritura con una necesidad: la necesidad en este caso, quiero llamarla “doblegación”. Desde esta palabra, me refiero a algo que llamo “metáfora del doblez” o del “pliegue”: el hombre sentado (plegado en su cuerpo), como testigo y como ejecutor que escribe y observa para luego admitir la acción que se ve necesaria al verse a sí mismo doblegado: sentenciado en las circunstancias sobre la carencia de un país que se va perdiendo así mismo, a nivel cultural y de igualdad. La necesidad del poeta aquí, es denotar tales coyunturas, destrancar la cloaca desde la propia vivencialidad. La “doblegación” es la limitación y el comienzo de un límite entre la acción que da origen al poeta y al ciudadano de un país y del mundo. El libro libre es su escudo y su dirección.
CUATRO
Quiero cerrar esta presentación, pensando en aquella “metáfora del doblez”. Releyendo el libro antes de terminar este texto, me encuentro con los siguientes versos de un poema sin título que se abre solo con una cita de la comunera mapuche Patricia Troncoso, cerrando y como el poema, a la vez, abriendo, dejando a la palestra, la urgencia. Los versos son los siguientes:
“Plegado ladro por las calles/ me refiero a que sino aúllo, me armo”.
No es casualidad que a 53 días de la huelga de hambre deliberada por los 32 mapuches que demandan la modificación de la ley antiterrorista instaurada en la dictadura militar sea citada Patricia Troncoso y que las demandas sociales se intensifiquen y se develen con mayor fuerza en un país que está pronto a celebrar 200 años de vida inmerso en diversidad de problemas pendientes. Creo que aquí en estos versos se concentra algo muy sutil del libro y a la vez lo más decidor con la totalidad de la obra. El individuo plegado, doblado, obligado, ladra por las calles: protesta. Si esto no sucede, se arma. Se ordena. No hay poesía y no hay juventud, realidad ni deseo.
Puerto Montt, 2 de septiembre del 2010