Proyecto Patrimonio - 2009 | index | Marcelo Lillo | Pablo Torche | Rodrigo Hidalgo | Autores |








ACERCA DE “GENTE QUE BAILA SOLA”, DE MARCELO LILLO
y DE “ACQUA ALTA”, DE PABLO TORCHE

Por Rodrigo Hidalgo M.



 

“Gente que baila sola”, de Marcelo Lillo, es como se ha dicho, un libro disparejo de cuentos en los que la influencia de Raymond Carver resulta irritantemente insoslayable, y acaso llegue uno a sospechar si el autor no está intentando con total desparpajo sacar título de “el Carver chileno”, tal como Redolés se mofa de ser el Bob Dylan chileno, o como Fuguet, a quien motejaron como “el Salinger chileno” tras publicar “Sobredosis”.  

Más allá de estas comparaciones, el libro de Lillo ha sido, a mi parecer, injustamente maltratado. Si uno lee con ojos de crítico, por supuesto que termina refunfuñando. Las sorpresas en los finales huelen a fiasco; los tópicos se tornan majaderos; y en cuanto al estilo, casi todo es una mala copia del original, y cuando intenta una voz propia, no carveriana, le sale pésimo. Pero si uno hace una sola concesión, y lee con ojos de consumidor de supermercado, que es el lugar donde me he dedicado a adquirir libros caros (un lujo estúpido), la cosa no va tan mal. “Gente que baila sola” se lee de un viaje, 13 cuentos, 13 idas al baño. Es un libro honesto, tranquilamente recomendable como lectura para un fin de semana en la playa. Entonces pasa como en cierto cuento de Cortázar, que te sientes o un redomado ignorante o un auténtico idiota, porque después de leer y haber encontrado entretenido el libro, todo tu entusiasmo se hace añicos con la crítica especializada, que te hace notar la enorme cantidad de desperfectos.

Marcelo Lillo, tejiendo su propio mito de outsider, parece querer marcar distancia con cualquier famoso escritor de best seller. Pienso en autores pencas convertidos en ídolos por el mercado, integrantes de booms editoriales inventados con astucia, y pongo al lado a Lillo, y me cae bien, aunque forme parte del “excelso” catálogo de Random House Mondadori. ¿Seré ingenuo nuevamente?

Asumiendo que uno al final de cuentas tampoco es un lector completamente lego y que tiene todo el derecho y el deber de equivocarse en el ocioso ejercicio de comentar libros, creo necesario mirar “Gente que baila sola” desde la honestidad a que aludí. En sí mismo no es un pecado seguir las huellas de Carver, para nada. En la práctica, optar por el cuento tradicional, sin pretender redescubrir o inventar nuevas fórmulas dentro del género, eso me parece bastante ya. No hay metaliteratura ni hipertexto. Cuentos comunes y corrientes; y la mayoría de ellos, creíbles, escritos correctamente, centrados por ejemplo en rupturas de parejas o separaciones dolorosas. Eso tendría que entenderse como gesto político, ¿no? Digo, optar por la vieja y querida anécdota, otra vez. Descartar la ambición / el riesgo / el ego del derrotero de “lo novedoso”.

Desde acá me cuelgo entonces para saltar al segundo libro que me convoca en este contrapunto. “Acqua Alta” de Pablo Torche, publicado por Emecé-Cruz del Sur, obra de la cual se ha dicho que es un “ejercicio de práctica estilística” y que “a pesar de todo, resulta no sólo ¨novedoso¨ sino plenamente logrado”.

Ambas aseveraciones me parecen acertadas, aunque quizás la primera es mezquina. La novela se construye a partir de una breve escena de amor en Venecia: Pablo y Chiara se conocen y se enamoran, punto. Esta historia se cuenta a través de distintos recursos y en diferentes estilos, emulando la escritura de una veintena de autores, de Guillermo Blanco a Shakespeare, pasando por Perec, Borges, Bolaño, Fuguet y Cervantes entre muchos otros, de suerte que hay dramaturgia, relato sucio, novela de caballería, puffff, un largo etcétera. La referencia inevitable entonces es el experimental Queneau con sus “Ejercicios de estilo”. Tremendo parangón.

Ahora, la gracia de “Acqua alta” estriba en que llega un momento en que el autor dice que va a dejar de lado su demostración de versatilidad literaria y va contar “la verdad” de lo que pasó entre Pablo y Chiara. Y claro, te toma el pelo. “La verdad” no existe. En su lugar hay más literatura.

Llegado a este punto en que no hay verdad, debo consignar que lo que sí me parece cierto es que para cualquier lector el libro se hace largo. O bueno, no. Mi amigo, el lector más bien lego, tiene poca paciencia y de seguro no llegará a la mitad del libro, se aburrirá mucho antes, apenas se de cuenta que la historia es la misma y se repite con pocas variaciones. En este sentido tienen razón quienes han sostenido que “Acqua alta” es una novela para estudiantes de literatura. Yo complementaría: para estudiantes, para críticos, para profesores y para escritores. Es para lectores en teoría más atentos. Claro, los estudiantes se entretendrán detectando a qué autor se está emulando o citando en cada parte. Identificarán estilos y contextos, etc. Todos llegarán al final a reflexionar sobre la situación posmoderna del arte, donde cualquier posibilidad de crear una obra supone enfrentar la tensión entre la imposibilidad de lo original y la constatación de que todo es copia, cita, referencia. O sea, misión cumplida. Con este libro, Pablo Torche se acerca a los escritores que tras Bolaño andan tanteando terreno para extender los límites formales de lo que entendemos por narrativa actual. La dificultad del riesgo asumido, y el resultado a que arriba, hace que uno finalmente reconozca que lo hizo con destreza, no queda duda.  

Ahora, respecto de Lillo, para seguir el contrapunto, estamos en la vereda opuesta. Hablamos de caminos completamente divergentes, ambos válidos por igual, respecto de lo que es, en términos políticos, escribir. La pregunta clave, como yo lo veo, es desde dónde y para quién se escribe. No dudo de la honestidad de ninguno de los autores. Diré que a su favor Torche tiene un perfil mucho más bajo que Lillo, quizás porque no ha ventilado ningún revólver en el velador ni ninguna intención de resentido suicida. Sin embargo, si el libro de Torche está mejor resuelto y es más arriesgado e interesante como propuesta que el de Lillo; el de Lillo tiene más litros sangre, sus cuentos se parecen más a la vida, y por eso tiene más lectores cerca, gente de carne y hueso común y corriente. Y a mí lo que me pasa es que puedo devorar un buen libro, pero prefiero un buen pernil. Usted lector, era que no, sacará sus propias conclusiones.

Me hago, antes de terminar con este par de libros, la pregunta de rigor que me he hecho en esta saga de comentarios. Tanto “Acqua alta” como “Gente que baila sola” andan en precio alrededor de los $10.000 pesos. ¿Vale la pena el gasto? Y respondo, con pena, que no. 10 lucas es mucha plata. Por un tercio de eso me compro en la calle una copia pirata de cualquier Bolaño. Aunque arriesgue una página al revés.

* Este comentario se emitirá el sábado 24 de octubre por Radio USACH, 94.5 FM, 
en el programa ACCESO LIBERADO (de 14:00 a 15:00 hrs.)

* * *

Referencias:

de Marcelo Lillo:
http://www.latercera.com/contenido/727_144403_9.shtml
http://60watts.net/?p=1282

de Pablo Torche:
http://3w.lun.com/modulos/catalogo/paginas/2009/06/05/LUCPRCU54LU0506.htm
http://www.mer.cl/modulos/catalogo/Paginas/2009/07/12/MERSTLB017OO1207.htm


 





Proyecto Patrimonio— Año 2009 
A Página Principal
| A Archivo Marcelo Lillo | A Archivo Pablo Torche | A Archivo Rodrigo Hidalgo | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
ACERCA DE “GENTE QUE BAILA SOLA”, DE MARCELO LILLO
y DE “ACQUA ALTA”, DE PABLO TORCHE.
Por Rodrigo Hidalgo M.