Persistencia del alba
Poesía de Rodolfo Hlousek A. (Ediciones Ripio, colección nada se escurre).
Por Ernesto González Barnert
Trabaja poéticamente un discurso desheredado, mal resuelto técnicamente a ratos, medianamente cohesionado, pero que casi siempre pellizca, no pocas veces emociona y cuando esta afinado alcanza una altura que te la encargo lector, es fascinante. Quizás no pueda ser de otra manera, Hlousek, es un poeta que proyecta en este libro una justa verbal adolescente, rural. Y como tal escribe con el corazón en la mano, suda incorrección y ardor, se entrega y apasiona a toda prueba. Tercia a flor de piel. Rabia. Nos conversa par, insta, excita, camina nuestro sur, canta, sufre, escucha, recuerda. Sobrevive con la utopía mortecina a cuestas, pulsa con el pecho caliente y a veces consigue dar con más de una docena de magníficos poemas –itinerante y a la intemperie- con espontaneidad, con el buqué del pan duro de la realidad y el vino de los sueños.
Con respecto al trabajo plástico creo que está bien. Pero muchas cosas están bien ¿Y qué más? Siento que a Alejandro Wagner le faltó “duende”. Pero no seamos mezquinos, es un buen trabajo, no suma a mi parecer, pero tampoco estorba. Y tal como dijo Jorge Teillier –uno de los fuertes referentes de Rodolfo Hlousek- “Un libro sin dibujos no es un libro.”
Por otra parte, celebro a Ripio Ediciones, su atrevimiento en poesía, la imperiosa necesidad de hilar nuevamente la plástica y la poesía en un sencillo pero bien trabajado formato, armar una colección variada en estilo y gustos, pero donde ninguno de los autores elegidos hasta el momento sobra. Sin duda, un catalogo imprescindible –como el de Ediciones del Temple, Calabaza del diablo, Fuga, Contrabando del bando en contra, Mantra, Casa de barro, Alquimia, Tácitas, Fde, Altazor, entre otras- para tantear parte de la poesía joven chilena ebullendo.
La Muerte De La Oveja En El Río Huaqui
La primera mañana del año nuevo amarramos con alambre sus pies.
Ella miraba con ojos de luna llena, adivinando nuestro apetito ritual.
En el río, cabeza abajo, colgada desde un árbol se enfrentó a la muerte.
Debo agregar que dio dos gemidos antes del corte.
Nosotros éramos cuatro que abrimos el cuero;
Los intestinos, la cabeza y el corazón la dimos como ofrenda al Huaqui
Dentro de un saco de feria naranjo.
La sangre mojó el río y nuestros pies.
Luego cortamos su sangre caliente con sal para embeber nuestras gargantas.
Su carne asamos al aire libre y en comunidad.