Prólogo al principio caótico
Reflexión acerca de la Lectura de (0) ORDEN de R. Hlousek
Por Marcos Leiva
Conforme al desnucamiento del lenguaje, a su deshecha forma, a un país imaginario y a la suerte de metatexto que va y viene a medida que el libro va agotándose, Hlousek declara su posición frente a los amigos y curiosos de Orden, y nos hace corroborar que más allá de la hoja hay una realidad instalada. Realidad que es fálica, vertical, donde envejece todo y se vuelve inestable, y la dominación amansa y rompe las relaciones humanas. El territorio en estos poemas juega un papel fundamental. Una micro, una provincia, un país largo. Amigos conocidos y por conocer que se instauran en esta verdad/ficción, donde se cita y se evoca a gentes y compadres en un contexto bajo el ensueño del humor y la paradoja.
Me detengo en Casa Nacional, el texto capital de este tópico, que conmemora el temple de extrañeza del hablante lírico, señalando: “Vivo en una casa/ Donde nada me pertenece/ Por eso doy vueltas en ella sin tocar nada”. Es innegable la cuestión virtual en la que vive el hablante, sometido a la lejanía de los objetos y a su carácter ruinoso y decadente, aludiendo este poema en una intertextualidad implícita a Apocalipsis Doméstico, donde también “El cepillo se perdió con la peineta”, donde muchos objetos cansados de lo humano y de su uso, excluyen al visitante y huyen de todo rastro de servicio. No es sino este texto la continuación o el mejoramiento de la palabra de Millán, a decir de una pena contenida, consumada.
El cuerpo como signo y causalidad, en conformación a la ruptura, pretenden lidiar con lo establecido y cortarlo completamente. En no haber determinado ni pensado el destino ni la acción de su propio Yo, el propio sistema lo embute a una ética donde la anulación del individuo es patente. Es así como el hablante se va librando a medida del libro de las ataduras impuestas, con un genuino tratamiento de la estructura y la forma.
Es inocente pensar que la poesía es meramente un ejercicio de autosatisfacción y de alejamiento del plano cotidiano, puesto que al hacer uso del lenguaje, ya el contacto del ser humano es SOCIAL Y POLÍTICO. Un libro como éste, Orden, rompe el mantra poético convencional y gesticula un nuevo espacio, siendo además una declaración de guerra categórica al idioma y a sus Agentes.
Es un libro paradigmático, donde se ven trazados de una u otra forma las distintas huellas que entrecruzan la realidad. Con una ironía suspicaz, revela la relación “orweliana”, a decir del autor, de esta realidad donde “lo videan todo” y existe a través de este tipo de marcas, una constante llamada a esta supervigilancia panóptica, opresora, a decir de Foucault. La territoriedad al margen de todo, al margen de la ciudad y también de la ruralidad, de los oficios y de los marcos de disciplina, la soledad y la autobiografía se entremezcla y aparecen como fantasmas en este páramo de fotografías andantes.
Es entonces este libro, un retrato visual de todos los movimientos, de la nostalgia sureña y rabia contenida, sangre, donde no se niega ni se tacha el paisaje, sino más bien es intervenido en un alcance urbano y rebelde, subversivo. Orgánicamente situado y necesario, parido en el cerco de un sitio como es Chillán, como es Chile, como es en el gobierno de un empresario, antecede al efecto, a este efecto. A Cero Orden, a Hlousek, a esa voz corroída y encumbrada en este tiempo, sólo hay que escucharla, detenerse a oírla y graficar tras la no más inocente posición de lector, la intención de oír la voz de los sudados, de los fragmentados, de los heridos de este país.
Valdivia, 29 de septiembre