Polaroid
Lanzallamas Libros, 2009.
Ed. Bilingüe: español – alemán. 31 páginas
"Polaroid" de Raúl Hernández
Por Roberto Contreras
Polaroid de Raúl Hernández es una selección de su trabajo realizado en Poemas Cesantes (2005) y una serie de nuevos poemas, avances de su proyecto de libro Huérfanos. En este zine –folleto de material ligero, fotocopiado con corchetes– Hernández domina con soltura el poema objetivista, situado, capaz de registrar con escasos recursos la mejor imagen de un instante, algo que ya había conseguido confirmar en su última muestra Paraderos iniciales (2009).
No es antojadizo el título bajo el que recoge estos trabajos dispares –pero a la vez unitarios– en tanto dibuja/describe una atmósfera y situación que la denominada joven poesía parecía haber olvidado: la restitución de un espacio lírico. En la obra de Hernández esas coordenadas definen una poética, que se debate entre el lugar interior, las calles de una capital, su periferia, la posibilidad de visibilizar un hablante urgente por medio de un lenguaje parco, pero preciso.
La voz que ensaya Hernández es la de un sujeto que pasea, incluso hallándose dentro, por los márgenes de la ciudad, vista a partir de sus avenidas, bares, vitrinas de almacenes y multitiendas, fiestas de trasnoche, ferias libres, bibliotecas públicas, micros, taxis, graffitis, baños patibularios, zonas rurales. Una especie de espacio que tensiona la dicotomía de ocio y trabajo. Una suerte de flâneur que con valentía apunta al ritmo de su andar, aquellos bocetos que al morir el día cuajarán –como revelación– en una película congelada, acaso las fotografías de una catástrofe cotidiana, devenidas en álbum de colección, fijando las muecas de una desesperación posmoderna compartida e insalvable.
Polaroid, como describe el poema que da nombre al compendio, es la apuesta a continuar cierto realismo sucio que en la narrativa cobró más vuelo, pero que desde la tradición anglosajona también supo llenar el vacío donde poesía y crónica juegan sus mejores cartas. Creemos, de ese modo, que lo que ha venido haciendo Raúl Hernández es justificar que el pulso de escritura siempre será definido por la perspectiva desfigurada de la vista, fijada sin azar, sin sombras ni dobleces. A ratos como se habla, en otros, como decidimos callar.