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RAÚL HERNÁNDEZ

Por Ernesto González Barnert

 



 


Raúl es uno de los buenos poetas que hay que leer dentro del mapa apenas esbozado de autores menores de treinta años. Un autor elegante (limpio), postal, conciso, en la que verdad y belleza se dan la mano en un Santiago más verdadero que el de la gran maqueta neoliberal con sus moles-iglesias consumistas, proliferación de colegios nombre inglés, mega supermercados. Y por supuesto, calles empalmeradas, barrios cercados, casas uniformadas y meras construcciones edilicias. Todo de pared removible (tabique, panel, terciado, cholguan). En definitiva, esa gran maqueta donde nos quieren vendiendo o consumiendo. No más. Ciudad de folletos y endeudamiento de por vida que busca parecer nuestro leiv motiv, el norte, la única ciudad posible, el gran proyecto bicentenario. Frente a eso, Raúl Hernández se nos presenta con ojo clínico pero afectivo en el discurrir cotidiano por esta metrópoli dura, tan provinciana, pero -repito- muy dura, difícil, esquiza, camuflada o lisa y llanamente negada, siendo que es realmente -la capital de no sé qué- como diría Gonzalo Rojas de la gran mayoría de nosotros; un casco viejo resistiéndose apenas, descascarándose, cayendo a pedazos, pero vivo. Por donde corre sangre. Corren nuestros niños, se juntan entre ellos, hacen sus primeras armas. Y están los parroquianos, los pingüinos metiendo bulla, los cesantes, el miedo, el dolor, esa pobreza nacional que es camuflada con dignidad estoica y austeridad perra, quiltra, bastarda, pero también donde pervive la única alegría posible, la espera de cada veraneo común en playas aledañas o la vuelta al sur en la vejez o una vida en los cerros de Valpo donde aún el sistema no tiene a la vida tan agarrada del cogote, en fin, el empuje instintivo por sobrevivir frente al desatado machaca de los medios comunicacionales donde todo es cahuin, comprar o vender, utilidad inmediata, belleza física rebajada al morbo. Estupidez como la varita de acceso a una vida mejor. Un payaso maquillaje de la muerte, una industria hacedora de zombies. También ahí, entre eso, contra eso, instala su poética Raúl. Y aunque su versar esta impregnado de una temática donde es muy fácil caer al pastiche, quedarse en la pura anécdota o el puro malestar, logra imprimirle cierta elegancia, belleza, precisión que lo salva de muchos de los trabajos de contemporáneos. Así como Gladys González salva de caer en lo mismo erizando su poesía de ternura. Por citar a otro Calabaza. Bien por ellos y por nosotros, seguidores de la gran poesía chilena a la intemperie, desde el siglo pasado, que sigue haciéndose, sobreviviendo en una sana multiplicidad, pluralidad de cánones, a la orilla de un acantilado, alzándose como la gran disciplina intelectual del país. Raúl Hernández, esta ahí, sin duda, dueño de una voz civil que se acerca en muchos textos más a la verdad que mucha cháchara grandilocuente, sagrada, impostada y efectista a la hora de ser crítica, presentar una simple verdad, tanto en los actuales estudios sociales, como en los poetas que solo hacen gárgaras de ojo clínico, o un revival surrea(chi)lista (que no alcanza a respirar un segundo tras el corte de tijera o de un golpe de vino espumoso contra la cubierta), o una poética folletinesca marginal que no tiene mas fuerza que la capacidad de cada autor de alzar más la voz que otro en un recital o que no es más que un acercarse fríamente a un muerto (objeto de estudio) olvidándose que la sangre que corre por debajo de todos los muertos en Chile es tibia. En fin toda esa poesía que podemos meter en el mote de realista sucia pero que es como si lo único que comentaran de una casa fuera el baño.


- ¿Cómo llegaste a la poesía?
-
Comencé a escribir en el año 1997 siendo estudiante de enseñanza media. Tuve un profesor de castellano que era fanático de Osvaldo Soriano, el que nos hizo leer algunos libros interesantes para mí en ese tiempo. Uno de ellos fue El guardián entre el centeno de J.D. Salinger.

Cuando ya me di cuenta de que me gustaba leer, comencé a frecuentar la biblioteca de mi liceo, en donde encontré varias joyitas. Entre tanto buscar, encontré antologías donde leí a William Blake, Vicente Huidobro y una novela que me haría cambiar el rumbo: Los Vagabundos del Dharma, de Jack Kerouac, una edición muy antigua de editorial Losada. Es en ese momento donde comienzo a escribir, influenciado por el espíritu zen de ese libro, pseudos haykus que aún guardo por ahí. De ahí comienzo a investigar a los compadres de Kerouac y consigo una fotocopia del "Aullido" de Allen Ginsberg (traducido por Fernando Alegría con dibujos de Nemesio Antúnez) y otras fotocopias con poemas de Lawrence Ferlinghetti, Gregory Corso y Gary Snyder. Ah, y también encuentro por ahí "Escritos de un viejo indecente" de Charles Bukowsky.

Luego de salir del liceo me entero de los talleres de Balmaceda 1215 y me inscribo en el taller de poesía de Sergio Parra (1999). Yo llegaba imbuido por las lecturas beatniks y es en ese taller donde conozco a otros poetas jóvenes actuales, y leo a Alejandra Pizarnik, William Carlos William, Anne Sexton y poetas chilenos como Malú Urriola (Piedras Rodantes) y Alexis Figueroa (Vírgenes del Sol Inn Cabaret). De ahí salí adicto a la poesía. Luego asistiría a más talleres en Balmaceda 1215, con Gonzalo Millán, Carmen Berenguer y Mauricio Redolés.

- ¿Qué ha significado para ti la Poesía?
-
Ha significado un soporte vital y esencial durante estos años. Leerla y escribirla. Además, ha sido una mascarilla protectora entre tanto smog citadino.

- ¿Para quién escribes?
- Para mí y para él que me quiera leer. No aspiro a difundir descontroladamente mi obra ni ser el promotor de ella. "Me gustaría tener 20 lectores fieles" como dice mi amigo el poeta Iván Maureira.

- ¿Cuándo escribes necesitas algo a tu alrededor, alguna cosa, haces algo en particular, etc?
-
Mira, cuando escribía con lápiz y papel, me gustaba poner música, jazz, be bop de preferencia y tomarme una caña de vino. Ahora, en estos tiempos de escritura en computador y trabajo acumulado, sólo necesito un gran y suculento rato de silencio.

- ¿Cómo es tu proceso escritural? ¿Cómo trabajas hasta concretar un poema?
-
Tengo claro que me interesa el poema breve. Normalmente éste nace de repente, algún suceso cotidiano lo desencadena. Luego trato de filtrar la idea que tengo en mi mente hasta llegar a la forma escrita. Después de escrito el poema, comienzo un trabajo de relojero, en donde junto piezas, aplico soldadura y luego examino el resultado. En mi primer libro, Poemas Cesantes, trabajé la simpleza diaria de un transeúnte sin trabajo aplicando mi propia experiencia como cesante. Lo más importante para mí es la nula pretensión del poema a ser "el gran poema". Me interesa revelar la fotografía de las cosas simples y dedicarme a la artesanía invisible del poema.

- ¿Qué poetas, escritores, artistas o experiencias han marcado tu cocina literaria y también la propia vida?
-
Como ya dije, los poetas de la generación Beat me marcaron en el comienzo. También William Carlos William, Alejandra Pizarnik y los poetas profesores de mis talleres: Sergio Parra y Gonzalo Millán. Luego Arthur Rimbaud, Charles Baudelaire y Antonin Artaud. También pasé por una etapa lárica en donde leí mucho a Jorge Teillier y Rolando Cárdenas. Pasé por Juan Luis Martínez, Claudio Bertoni, Cesare Pavese, Li Po, Joaquín Gianuzzi y narradores como Paul Auster, Pablo Azocar y Roberto Bolaño, entre muchos otros. En la actualidad, leo lo que mi amigo poeta y librero Víctor López me recomienda, junto a lo que va llegando a la Biblioteca de Santiago en donde trabajo.

- ¿Cómo ves la poesía actual chilena? ¿Y en ella a tu generación con respecto a las anteriores?
-
Pienso que es muy pronto para hablar de una generación, ya que esa perspectiva se da con el paso del tiempo y abarcando una mirada general del país. Lo que puedo decir es que hay varios grupos de poetas jóvenes que están armando sus primeros libros y buscando una identidad escritural. Ante esto, pienso que la madurez de un poeta emergente pasa por anular el ánimo de "utilizar" la poesía como un medio y no como un fin. Esas ansias por lograr algún beneficio con la poesía cuando sólo el acto de escribir debiera serlo. Por mi parte, siento simpatía por la imagen velada del poeta de la cual hablaba Juan Luis Martínez. Es por eso que prefiero transitar por la vereda menos iluminada. Nuestra obra debiera hablar por sí sola, lo demás es farándula. Y como la obra es lo que importa, celebro que aparezcan editoriales nuevas, antologías y sitios web de difusión poética. De ahí, a leernos. Y después, a formarnos una opinión. Ahí tenemos un ambiente literario.

- ¿De qué forma los talleres de poesía han sido un aporte en tu escritura?
-
El taller sirve ya que funciona como escuela en la cual todos tus compañeros quieren aprender. Cada uno saca su propia enseñanza y lo bueno es que siempre queda algo. En ese sentido, el taller literario es generoso, siempre.

En cuanto a mi escritura, me sirvió para percibir qué es lo que quería lograr al escribir y también el haber aprendido "el asunto" de la autocrítica. Yo recomiendo pasar por un taller literario y que de preferencia sea gratuito. No me gusta el taller como consulta médica. El profesor del taller debe ser subvencionado de alguna forma.

- ¿De tu obra si tuvieses que elegir un poema o fragmento...cuál?
-
(Sin respuesta)

- ¿Qué libros nunca has podido terminar de leer?
-
Los libros rojos de la editorial Ercilla.

- ¿Si no fueras escritor...qué serías?
-
Ejercería algún oficio de barrio: zapatero, arreglador de bicicletas, vendedor de cabritas o afilador de cuchillos. Aunque de todos, el que más me gusta es el oficio de organillero.

- ¿Qué poeta chileno no volverás a leer jamás?
-
No creo que no lea "jamás" a algún poeta chileno. Por lo demás, siempre leo poesía chilena mientras ordeno los libros de la biblioteca. De la A hasta la Z.

- ¿Cuál es para ti el gran libro olvidado de la poesía chilena?
-
Yo creo que la obra fantasmal de Teresa Willms Montt.

- ¿Cuál fue el último libro de poesía chilena que leíste?
-
Mama Marx
, de Carmen Berenguer

- ¿Qué libro estás leyendo ahora?
-
Estoy leyendo a tres bandas: Obras completas & algo + de Nicanor Parra, El oficio: un escritor, sus colegas y sus obras de Philiph Roth y Experiencia de Martin Amis.

- ¿Qué piensas de los Premios literarios?
-
Que son necesarios, pero no hay que desesperarse. El "lobby feroz" últimamente los anda rondando.

- ¿Qué te parece este Chile ad portas del Bicentenario? ¿Su política cultural para con la Poesía?
-
Deja mucho que desear. En cuanto a difusión, no se ha logrado que la poesía sea leída por el común de las personas y no sólo por los poetas. Divulgando la escritura país se puede lograr un ciudadano instruido y atento a la poesía nacional.

- ¿Qué palabras le dirías a alguien que está comenzando en esto de la poesía, alguien que ha decidido ser poeta?
-
Que por broma diga que es poeta.

- ¿Cuáles son los 10 libros que recomiendas leer?
-
El Último Lector (Ricardo Piglia), La Nueva Novela (Juan Luis Martinez), El Palacio de la Luna (Paul Auster), Claroscuro (Gonzalo Millán), Obra Completa (Carlos León), Los Vagabundos del Dharma (Jack Kerouac), Obra Poética (Joaquín Gianuzzi), Natalia (Pablo Azocar), Los Dominios Perdidos (Jorge Teillier), Poesía Completa (Alejandra Pizarnik).

- ¿Qué te escandaliza?
-
La fatalidad y el descuido de Valparaíso.

- Y por último ¿A qué le tienes miedo?
-
A que me despierten cuando estoy sonámbulo.

 

 

 

- de POEMAS CESANTES -
(La Calabaza del Diablo, 2005)

Compras el diario donde se anuncian los empleos.

Tomas el lápiz
y subrayas uno.

Es un trabajo sucio
pero alguien tiene que hacerlo.

……

Corriges por enésima vez
el poema que te obsesiona

pero en el fondo
frustradamente
admites la nostalgia
por la pureza del descuido.

……

Cuentas los 500 pesos
que tienes en el bolsillo
para comprar la pilsen de la tarde
con el organillero en la plaza
y los cabros en el pool.

……

En el paradero 12 de Santa Rosa
hay un perro muerto en la calle.

Sus ojos reflejan
el anuncio de Copec.

 


- de COSAS SIMPLES -
(Inédito)


PERFECT DAY

Bebo whisky
escuchando a Lou Reed.

Él debe haber tomado
cien de estos mismos
-pienso-

Mientras diviso una araña
al costado de la radio.


……


CARTAGENA

Esta playa
recuerda mis mejores momentos
de conchitas recogidas
por la orilla

Eran los tiempos de temblores.

Y en los roqueríos
aparecían desérticas

pequeñas.

 

 

PASTIZALES

Te perseguía
jadeando / riendo
te iba a alcanzar
lanzando a tu chaleco
esas flechas de pastizales.

Luego me perseguías
y yo corría hasta que me alcanzabas
tirándome esas flechitas puntudas.

Así
todas las tardes de la primavera.


……

 

PLAZA MADECO

Tendidos en el pasto
con las bicicletas
apoyadas en los árboles.

El viento que llega
como cerveza única
de primavera.

Los presos gritan
lo que nadie escucha
desde la Cárcel de San Miguel.

Mientras tanto
la belleza de las cosas
se invoca con luna nueva
y los chicos suben la reja de la cancha
tirando la pelota.

 

 

 

 

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Raúl Hernández.
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