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          Presentación  de Estética de la lluvia (2012) de Raúl Hernández
        Úrsula  Starke
         
        
          
        
         
        
 
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         La  lluvia es para todos el mismo fenómeno, pero trae consigo cierto aparataje,  determinados ritos, una atmósfera específica que se torna sobre las personas y  las cosas y que es evidenciada en este libro. Es posible que esta Estética  de la lluvia sea más que un título exacto, es posible que esta lluvia sea,  a través de los poemas de Raúl Hernández, una obra de arte. 
        Y  la obra de arte deviene en poética, en poética de la lluvia, un constructo  inferible de principios y efectos para lograr, a través de los textos,  proponernos la lluvia como obra de arte. Esa poética ha sido expuesta por Raúl  Hernández desde Poemas Cesantes, Paraderos Iniciales, Polaroid, incluso  en la fantasía intertextual Caligari. En efecto, esta poética de la  lluvia puede ser considerada la poética de Raúl Hernández. 
        Es  así como su poesía se va develando a la manera de la lluvia que se desea y se  busca, en una ciudad que es una fotografía constante de sí misma, donde  pareciera que la acción nunca se desata, nunca se completa, a pesar que, al  igual que la insistencia de la lluvia sobre la vereda, nunca son las mismas  gotas las que caen sobre ella. Esa ilusión de estaticidad que Raúl Hernández  logra en sus poemas es, definitivamente, el motivo de su belleza.
        Raúl  Hernández confecciona un tramado posible para experienciar el fenómeno como  obra de arte, develando su materialidad y andamiaje, ambos tan precarios como  interminables “Siempre cae la lluvia. Cae/ Como el reloj del velador/ en el  oscuro cuarto de las inclemencias.”
        La  estética de la lluvia es más bien lluvia fina, pausa, reflexión, el resplandor  sutil de un momento delimitado, fijado en el poema como fotografía que  transita [1] 
        Adoquines/  Caminando por la plaza/ miras la tarde con tus lentes oscuros/ tu canción/  tiene melodías somnolientas/ tibias sombras/ que se esconden bajo los asientos/  La neblina hace juego con tus ojos/ Todas las tardes como estas/ todos los  adoquines en desazón
        La  poética revela una lluvia que debe ser vivenciada como una atmósfera que se  impregna en los pasajes de la ciudad de Raúl Hernández, una ciudad construida a  retazos, flashes, capturas, poesía como memoria y lente [2] 
        Novedades/  Te vi/ cuando venías/ por el Teatro Novedades./ Te saludé a lo lejos/ y tú  alzaste la mano./ Nadie vio este encuentro./ Solo volaron/ las bolsas plásticas  del atardecer.
        Este  es un libro necesario dentro de la bibliografía que ha desarrollado con tanto  trabajo poético Raúl Hernández. Necesario, digo, porque viene a reafirmar la  vocación de lluvia de su autor, la vocación de la melancolía rescatada como  argumento sólido para entender y aprehender aquello que le inquieta, sin caer en  la parsimonia insufrible ni en la autoflagelación.
        Raúl  Hernández es un poeta que juega con la frágil anatomía del poema corto de tal  manera, que el cuerpo del texto se extiende más allá de la palabra misma,  porque evoca sensaciones que transgreden la mera intimidad del autor para  encajar la intimidad de todo lector posible. 
        Esto  es, poesía que nunca deja de caer.
        Julio de 2012
         
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                NOTAS
                
                   [1] Hernández, Raúl. Entrevista por Roxana Chiappa, 2009.  Desde http://letras.s5.com/rh140709.html
                  [2]  Hernández,  Raúl. Entrevista por Roxana Chiappa, 2009. Desde  http://letras.s5.com/rh140709.html