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Barro de Angélica Panes
Por Raúl Hernández
Texto de presentación, 15 de noviembre de 2014, FILSA 2014
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Es para mí un placer poder presentar esta segunda publicación de Angélica Panes, poeta con quien pudimos trabajar juntos en su primera publicación llamada Barro (H)otel que publicamos con los Cuadernos de Poesía de la Biblioteca de Santiago. De su primera publicación hasta hoy han pasado un par de años y es justo decir que su estilo y calidad literaria ya ha dejado de ser una promesa. Esto, pues es innegable el buen manejo de la pluma por parte de Angélica y la destreza admirable con la cual va dando forma a sus poemas, versos, imágenes. A partir de esta claridad escritural es que tengo la certeza de encontrarnos frente a una gran autora, y es ahí también donde radica el honor de poder estar aquí hoy presentando su nuevo libro: los poemas de Angélica, los cuales he tenido la fortuna de conocer siempre en sus primeras maquetas, ya son parte de un gusto personal en donde poco a poco me ido transformando en un seguidor de sus poemas y sus libros. Y es genial poder presentar a una autora que te deslumbra.
En esta ocasión, su nuevo libro Barro es el que sale a escena, libro que se publica al alero de Balmaceda Arte Joven Ediciones con la dirección del incansable Rodrigo Hidalgo. Este sello poco a poco ha ido dando ruta y señal en la obra de una camada de nuevas y nuevos poetas salidos de los talleres de Balmaceda Arte Joven, los cuales han ido armando un escenario poético vital en estos últimos años, inmiscuyéndose con seguridad y con el aire juvenil de los primeros libros de poesía.
Pues bien, entrar en el libro Barro de Angélica Panes, es entrar a los pasajes de la periferia citadina en los cuales se vivencia el día a día de la forma más esencial posible: viviéndola a concho y con el afán claro de la supervivencia. Es así como en estos poemas podemos ir de un lado para otro, recopilando lo maravilloso de lo simple, mientras vemos colillas sucias al borde del portón, como una síntesis de los detalles únicos de cada vida: junto a la familia, los vecinos, amigos y familiares. Esa vida que es la única que hay que vivir.
Y es entonces que nos encontramos con fotos de una ciudad mal escrita / en cuadernos de hojas no cuadriculadas, versos que parecieran señalar la precariedad en los días cotidianos, pero que no son ausentes de momentos esenciales y propios: la vida, el té, un pansito amasado, el pleno verano / sin más que hacer, quizás esperando que tus recuerdos / toquen la puerta o entren no más como Pedro por su casa. Y van apareciendo así, en estos poemas, los niños que corren por el patio. Niños y niñas, abuelas, personas del barrio que junto a un olor a pasto mojado constante, cercano siempre al barro, permanecen en las aceras y son parte de esta escritura que por un lado puede ser un acto biográfico o también un acto fotográfico, que además bordea los albores de nuestra propia identidad: sucesos que siempre son genuinos por que no se planifican: como niños que juegan y se mojan / delante de un grifo abierto a eso de las tres de la tarde / para pasar el hambre, el calor, dice Angélica Panes.
Fuentes de soda, canchas de futbol y un barcito de barrio, son el escenario que complementa todo este racconto de vivencias que podrían estar sucediendo hoy mismo y que se van repitiendo como en una máquina de diapositivas. Van sucediendo estos momentos al mismo tiempo que sobreviven al calor y se refrescan con el viento de la tarde, en donde un hombre duerme todo el día el turno de noche mientras a lo lejos se escucha una cumbia triste.
Las calles y sus árboles, la familia, una casa, las personas del barrio y las cervezas que se van desvaneciendo al pasar el día. Todo esto va dando forma a un entramado vital que se sitúa como un escenario preciso, geográfico y claro del momento que acontece: una vida en la ciudad de Santiago, en los barrios más reales, esos lugares en donde la vida se juega y se dispersa como un montón de bolitas de cristal que se caen de repente.
Angélica Panes logra con su libro Barro un álbum personal de la vida clara que nos toca vivir: la valoración de los constantes hechos que nos hacen ser parte de una historia, sin impostaciones y con la señal inequívoca de quien sabe abrir una cerveza en la plaza, a como de lugar.