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Ricardo Herrera Alarcón, poeta:
“Evadir es quizás una manera de decir que necesitamos re inventar el mundo”
«Carahue es China», [Reedición, Edit. APARTE, 2023, 74 paginas]

Por Ricardo Olave Montecinos


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Ocho años han pasado desde que “Carahue es China” apareciera por primera vez en las librerías de Temuco. Publicada por editorial Bogavantes en 2015, es la quinta obra del poeta regional, Ricardo Herrera Alarcón, quien la define brevemente como un texto “antihomenaje al comunismo y un fomenaje a la posmodernidad”, a este ejercicio extraño que transforma a la comuna costera en un pueblo perdido en Oriente, con hilarantes y posesivos homenajes, intertextualidad y una búsqueda por transformar un lugar que se acostumbró a observar hasta el hastío de vivir donde ya no sentía arraigo posible.

”En ese tiempo cualquier lugar podía ser cualquier otro”, resume su autor frente a la primera reedición de su trabajo, que reaparece en la escena literaria chilena de la mano de la editorial Aparte, ubicada en Arica, con quien Herrera vuelve a trabajar luego de publicar en 2020 su primera antología poética “Todo lo que duerme en nuestro corazón desembocará un día en el mar”.

Un libro que propone un homenaje a la imaginación, y que en su germen aparece para enfrentar la realidad, como siempre ha buscado la poesía en momentos convulsos, días rutinarios, para desde ahí explicarse el presente. Consultado por esta reedición, Ricardo Herrera respondió un cuestionario enviado vía mail en el que repasa los pormenores del poemario, de la literatura y del trabajo silencioso de escritura.

—¿Qué sensaciones te produce que Carahue es China se reedite 8 años después de su publicación?
Es primera vez que se reedita un libro mío y eso me produce alegría. Creo que Carahue es China se ha ido ganando algunos pocos pero fieles lectores que han visto en él una posible ampliación de las poéticas del sur y, por qué no, una relectura del canon desde la parodia y el juego. Cuando fue publicado el año 2015 recuerdo que ejercí sobre el archivo/borrador una poda de la cual nunca estuve seguro: el texto original era de una extensión mucho mayor a lo que fue finalmente publicado. Ahora me siento más seguro, creo que pude corregir algunas cosas, mínimas quizás, pero que a mis ojos entregan una versión ya definitiva.

—De Carahue es China siempre has dicho que intentaste huir del concepto de aldea que te rodeaba, ¿Cómo fue concretar este ejercicio de reimaginar paisajes a los que estabas acostumbrados? ¿Qué lecturas, situaciones o poetas ayudaron a formarlo?
Siempre le he dado un papel importante a la imaginación en mi escritura, las vanguardias han sido para mí una fuente donde beber, también todas las literaturas que buscan reordenar la realidad o cuestionan la lógica racional, desde el barroco a la sci fi. Carahue es China es la suma de varias situaciones entre las que se cuentan el proceso de separación de mi mujer de entonces, el hastío de vivir en un lugar donde sentía que ya no tenía arraigo posible, o los cuestionamientos a los espacios geográficos como formas de construcción identitaria. En ese tiempo cualquier lugar podía ser cualquier otro y de ese malestar -o ese no pertenecer a sitio alguno- creo que nace la idea de este libro.

También está como un sustrato, quizás más evidente, la crítica a las sociedades totalitarias que tanto daño le hicieron a la ideología marxiana. Los intertextos que dialogan con Ajmátova, con el arte como reflejo, con Lihn, con el culto a la personalidad de los líderes ortodoxos, constituyen una visión que se radicalizará en mis libros posteriores, principalmente en Adicciones y fobias y su mirada hacia la experiencia chilena de la Unidad Popular.

—Bajo esta misma idea del hartazgo o de evadir la realidad, ¿crees que la poesía desempeña un papel para enfrentar la realidad?
Evadir es quizás una manera de decir que necesitamos re inventar el mundo, algo así planteaba Matta: reoxigenar la vida. Maquieira expresa que los poetas deberían buscar en lo invisible, o que en la Nasa se estaría haciendo la verdadera poesía. Puede ser que irse de este mundo por un rato no haga mal, para luego volver y leer a un poeta como Sergio Sarmiento, que trabaja con los materiales de lo cotidiano, sumergido absolutamente en su contexto y cuya poesía me parece notable. Que lo visible no se vuelva invisible, dice en una entrevista por ahí. La poesía es, ha sido, desde siempre una manera de enfrentar la realidad, de explicarse el presente e intentar vencer el desgaste de lo cotidiano. Es una de sus funciones cardinales, que a veces los mismos escritores olvidamos, sumidos en nuestras pequeñas miserias personales.

—¿Cómo trabajas elementos como la intertextualidad -hablar sobre la poesía o tu relación con la poesía- o el humor dentro de esta obra? Muy presentes en este libro.
Yo creo que lo hago en esa misma línea del juego, de expandir imaginarios, de transformar mi entorno. Vengo de una familia numerosa, pero al mismo tiempo fui criado en una casa inmensa, que eran dos casas unidas por un pasillo oscuro, donde mis bisabuelos. Allí había mucho espacio para estar solo, para que no te encontraran. Ese espacio estimulaba la imaginación ligada a lo fantasmal, el terror, pero también la lectura. Mis padres se daban el tiempo de comprar libros, no muchos, pero compraban, también revistas. Entendí tempranamente que existía una realidad palpable, muchas veces opresiva, familiar y socialmente, pero que la literatura era una forma de comprender mejor, de cuestionar y transformar esa misma realidad.

El trabajo con la intertextualidad o el diálogo con otros autores/as es fundamental para entender lo que hago, desde la poesía social latinoamericana presente en mis primeros libros, pasando por toda la poesía chilena del siglo veinte, o  la tradición francesa y en lengua inglesa, entre otras.

—En la práctica, Arica y Temuco no tienen nada en común, sin embargo, editorial Aparte vuelve a publicar tu trabajo, mientras que también publicaron a Dafne Mezs su primera obra. ¿Cómo valoras el trabajo de la editorial en encontrar una nueva vida en este título? Cuéntanos los detalles que llevaron a la reedición.
Aparte se ha armado de un buen catálogo, tiene un equipo editorial que busca autores y no solo apuesta por lo ya conocido. En mi caso se preocuparon de hacer mi primera antología Todo lo que duerme en nuestro corazón desembocará un día en el mar, el año 2020. Y ahora la reedición de este libro. Y que se fijen en Dafne solo reafirma ese afán del que te hablaba: ella era una poeta extrañamente inédita todavía, pero que ahora sale a luz pública con un libro que conozco y que celebro.

En la reedición de Carahue es China he trabajado con el poeta Rodrigo Rojas Terán, al que conocía por emails, toda vez que hace algunos años publicamos en revista Elipsis de Temuco una selección con poemas de su libro Cumbia ácida, junto a una pequeña nota introductoria mía. En ese tiempo empezamos a buscar y publicar en la revista a poetas del norte y encontrarnos con la poesía de Rodrigo fue una verdadera alegría. Luego llegué al libro que hizo sobre Ribeyro, extracto de citas del gran autor peruano, que tiene un excelente prólogo de Rodrigo. Así que trabajar con él en esta nueva edición fue muy grato. La verdad es que los cambios entre una edición y otra no fueron muchos, entonces la conversación fue natural y fluida.

—A propósito de la hegemonía mundial, ¿qué lecturas recomiendas para acercarse a la poesía china? Ya sean autores locales o poetas chilenos que hayan visitado el país.
Los poetas chinos que más he leído desde joven son Li Po y Tu Fu. Cuando escribía Carahue es China, entre otras lecturas, tenía una antología de poesía China de Visor, que luego perdí cuando llegué a Temuco. De allí salen los nombres de muchos poetas que nombro y cito en el libro: Su Tong-Po, Kuo Mo Jo, Emi Siao, Huang Chien Chu. En el libro también aparece Barquero, que tiene un libro notable titulado El viento de los reinos, que es el resultado de su estadía en el país asiático. Alguna vez tuve la tentación de copiar la dedicatoria de ese libro y trasladarla al mío como un gesto de homenaje. Luego me pareció una gestualidad innecesaria. La dedicatoria dice así: “A Eduardo Molina Ventura por su espíritu poético. A mis antecesores en la ruta interior a la China primordial: Paul Claudel, Víctor Segalen, Saint-John Perse, André Malraux y Marcel Granet”.

Yo pensaba agregar a esta dedicatoria el nombre de Efraín y listo. Y el que entendiera el guiño que entendiera.



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