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Nuestro Nunca Jamás
“Dancing Queen, 5 años de la Carnicería Punk”

Por Rodrigo Hidalgo

 

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Quizás el momento más bello que tengo de la Carnicería Punk en la memoria, es aquella tarde de invierno en que, oscuro ya el firmamento, llegué a sus puertas para encontrarme con 2 niñas, vecinas de algún departamento del condominio, que fisgoneaban curiosas ante sus enormes vitrinas, una de las cuales estaba entonces adornada con una preciosa virgen María de neón. Mientras me acercaba pude oír cómo la más pequeña (tendría 5 o 6 años) preguntó “¿qué hacen?” aludiendo a las personas que adentro se reunían. “Brujería” respondió la mayor (tendría 7 u 8), justo en el momento en que yo me detenía a sus espaldas. “¿Me dan permiso?” las interrumpí, y espantadas salieron corriendo.

Siempre que pienso en esa anécdota, viene a mi mente la “Bruja del 61”, doña Clotilde. Cómo los niños, ante lo desconocido, ante aquello que sale mínimamente de lo normal (una mujer mayor sola, una solterona), son rápidamente llevados a pensar en una presencia maléfica. Y digo “son llevados a pensar” porque en esa vecindad del Chavo, son los adultos quienes avalan ese mote, y de hecho también la llaman Bruja a sus espaldas. No es que los niños de manera natural o espontánea teman de lo nuevo o de lo exótico. Ya el nombrar y señalar lo raro o lo freak como tal, forma parte de una mentalidad en la que estamos cómodamente instalados hace miles de años, cuya razón es la que vigila y castiga, dijera Foucault.

Es probable que esas niñas hayan estado y estén aún acostumbradas a ver llegar a ese lugar a jóvenes con pelos de color, aros y piercings hasta en las pestañas, disfrazados o vestidos como para integrar un ballet de Lady Gaga. “Gente rara”. Pero por lo mismo, quizás lo verdaderamente anormal es que también llegáramos a ese local sujetos “normales”, con pinta de oficinistas, salidos de la pega. Quizás eso fue lo que las espantó. ¿Qué es entonces lo freak, lo raro, lo anormal?

¿Fuera de lo normal es que se reúnan decenas de chicos y chicas, hombres y mujeres de distintas edades y proveniencias, en torno a la poesía, en torno a la literatura, que se hagan amigos, que compartan, que sientan la libertad para expresarse que en sus casas, colegios o trabajos no tienen? Sí, claro que es raro, claro que es fuera de lo normal cuando la normalidad es un panóptico triste y mediocre. Por eso nada más, que esas niñas hayan percibido la brujería, es un hermoso signo. Porque esas niñas, en unos pocos años más, sabrán lo inevitable. Sabrán, porque algo hemos aprendido de los cuentos de hadas y dragones, que no todas las brujas son malas, que en las apariencias más normales se esconden a veces las peores perversiones, que los jorobados no son siempre lacayos del diablo, y que muchas veces hasta el freak más monstruoso no es sino un bondadoso ser de alma bella, cuando no el héroe o su más importante Sancho.

Creo que algo así es lo que precisamente hace tan atractivo e interesante el proyecto de la Carnicería Punk. Tiene algo de cueva del Milodón, algo del laberinto del Minotauro, algo del país de nunca jamás. Un misterioso lugar donde algo fuera de lo normal tiene suceso, donde habita lo mitológico, lo ancestral, donde a la vez se puede conservar la magia, la imaginación, el duende, donde crecer no es sinónimo de matar al niño interior. Sueño hecho realidad, corazón hecho política.

Porque hay evidentemente un correlato no grato, adulto, en esa mirada de temor y desconfianza de aquellas niñas. Son los vecinos y vecinas que han intentado acabar con la Carnicería Punk. Del mismo modo que han intentado cerrar el Galpón Víctor Jara, del mismo modo que se intentan borrar del mapa la memoria, la sangre y la historia del país. Recuerdo que pocos días después de oír a esas niñas en la entrada de la Carnicería Punk, fui invitado a una mesa de conversación sobre Juventud y Rebeldía, en la UNIACC. Compartí la mesa con 3 personajes del The Clinic, que como expositores se limitaron a repetir una sola idea, la línea editorial del The Clinic: ser rebelde es una pose juvenil. Mi intervención se centró en la Carnicería Punk. El público asistente, de un fenotipo ABC1 intimidante, no podía entender lo que yo decía, para nada. Y es tan simple, es cambiar ligeramente los binomios. Para ellos

juventud = rebeldes sin causa
arte = belleza clásica

y para uno es

juventud = belleza clásica  a secas
arte = rebeldía sin con causa y que causa

Así, en esa dimensión política, esta iniciativa entra como una piedra en el zapato, habla otra lengua, cambia el paradigma. Por eso les da miedo. Por eso la Carnicería sigue y seguirá en pie. Y habrá por cierto un día, llegará el momento, en que lo normal será otra cosa menos gris y amarga, más amable. Mientras tanto, será un lugar Punk para las consignas de la belleza, para la moda y el pueblo, para el arte de la resistencia.

Brindo por eso.

 

Rodrigo Hidalgo M.
Palabras para la presentación de “Dancing Queen, 5 años de la Carnicería Punk”,
de Editorial Moda y Pueblo.

Santiago, diciembre 2012



 


 

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Presentación de “Dancing Queen, 5 años de la Carnicería Punk”.
Por Rodrigo Hidalgo