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Mujeres ante el mundo despiadado
Sobre «Usted está aquí» de Margarita García Robayo y
«Cosas que nunca te dije» de María José Viera-Gallo
Por Rodrigo Hidalgo
Publicado en El Guillatún, 3 de agosto de 2015
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Estos dos volúmenes de cuentos contienen distintas formas de presentar el desamor, la crueldad, la soledad, la enervante tristeza del borde del abismo, de las últimas palabras. Ahora que lo pienso, sus títulos apuntan tan en el mismo sentido, que hasta sus apellidos riman.
Si bien María José Viera-Gallo abre un abanico que muestra los colores de la dictadura y el exilio chileno, y Margarita García Robayo adquiere en algunos cuentos tonalidades propias de su subtropical Colombia nativa; ambas coinciden en la mirada al lado duro de la intimidad, con un telón de fondo de mundo globalizado. Los viajes por distintas latitudes, los aeropuertos, son parte del paisaje común. Y ambas nos muestran, ora con descarnada frialdad, ora con dolorosa compasión, algunas escenas de los cotidianos fracasos a que sobrevivimos enfrentados a las experiencias de la maternidad, a las conflictivas relaciones filiales y parentales, y por supuesto al misterio tortuoso y a veces extremo de las relaciones conyugales. Una pléyade de personajes al borde del abismo, de sus últimas palabras.
Cosas que nunca te dije (Tajamar Editores, 2013) es el primer volumen de cuentos de María José Viera-Gallo, y le ha valido a su autora una consolidación merecidamente indiscutida en la escena narrativa. De los siete relatos que integran el libro, hay dos que nos llevan de plano al exilio y a la dictadura. «Zurich» y «Lee cada palabra que escribo por encima de mi hombro derecho», más acá o más allá del sustrato verídico o de la autobiografía, son dos excelentes composiciones sobre el horror, el dolor, la rabia, el miedo y hasta el desconcierto que nos signa como generación a quienes nacimos alrededor del año 73. Uno se levantaba sabiendo que al otro día tus papás podían morir, que podías tener que seguir tu vida con tus abuelos, o con tus padrinos, sean quienes fueran éstos, te llevaran donde te llevaran. O peor: podía ser —y puede ser aún hoy— que te enteraras de quién era en realidad tu padre. La delgada línea entre la chapa y el nombre real. Las cosas que nunca se dijeron. Que se callaron por seguridad, por temor, por vergüenza. A la luz de los últimos acontecimientos, de la contingencia política y su inacabable noticia de criminales impunes y pactos de silencio, los relatos de Viera-Gallo nos humedecen los ojos por su vigencia.
Esas postales y su sepia violento se sienten, reverberan, son como tangentes, líneas oblicuas o diagonales que en otros dos relatos asoman como si se descolgaran desde un personaje secundario. Pero no son secundarios. Son los protagonistas quienes lo iluminan, rincón oscuro. Hablo de «Just María» y «Composición», donde el tema es el desarraigo o algo así, la intuición, la decisión, la sensación estomacal de no querer volver a Chile, aquello que se reveló síntoma generacional cuando volver fue sinónimo de la decepción y el fraude. ¿Cuántos prefirieron no volver? ¿Cuántos no pudieron, y terminaron acá igual, padeciendo desde la pobreza y la miseria (que no son lo mismo) hasta el analfabetismo y la ignorancia (que tampoco)? Volvimos a un Chile para resignarnos a aprender el nuevo idioma, a camuflarnos con los zombies. Los personajes de estos dos cuentos transitan de Nueva York a Santiago. Calcule usted: manso porrazo.
En cuanto a los otros tres cuentos: «El reino», «Todo es tan tonto, todo es tan triste» y «Una novelita muy sentimental», según mi arbitrio, se emparentan por la mirada cada vez más íntima, por ir cerrando el foco, por ir inmiscuyéndose.
«El reino» es, formalmente, el más extraño, acaso el más torpe, por las voces, por el manejo del recurso del diario de vida o la bitácora. La protagonista tiene un hijo con una enfermedad innombrable. Es un espejo roto complejo de abordar, un retrato difícil para una difícil maternidad: los prejuicios propios versus los prejuicios de la sociedad. En «Todo es tan tonto, todo es tan triste», la cita a la canción de Los Prisioneros busca darnos una idea de identidad, un perfil al que se le van a agregar o yuxtaponer The Smiths y Alberto Fuguet. El personaje, cuyo matrimonio se está desbarrancando, es alguien para quien el slogan noventero de «Verdad y reconciliación» no fue más que un grafiti en las paredes. Y el cuento es prácticamente un monólogo interior suyo, un repaso absurdo y aleatorio, en medio de la crisis marital, a ciertos pasajes de su vida. Un tipo casi caricaturesco en su inmadurez, alguien que no puede estar más literalmente al borde del abismo. Por último, «Una novelita muy sentimental», parece tener algo de Los Detectives Salvajes, porque la protagonista debe ir en busca de una escritora, alguien que después de un debut exitoso decidió guardar silencio y desaparecer. Hay que ir en su auxilio. Será un viaje antes que nada literario, y que tendrá como hallazgo o puerto de llegada, una historia de amor. O de desamor. Depende de cómo se mire.
El libro me pareció bueno cuando no buenazo. Si las dos anteriores novelas de María José Viera-Gallo habían permitido al menos identificarla en el mapa de la literatura actual, este conjunto de cuentos la señalan definitivamente como una autora en plena madurez, poseedora de un estilo propio honesto y plenamente consciente de sus recursos.
Ahora, el lector desprevenido dirá «ese apellido me suena» y acto seguido preguntará ¿esta escritora, es hija de…? Sí, por supuesto, exactamente. María José es hija del conocido político socialista, ex parlamentario y ex ministro José Antonio Viera-Gallo, y de María Teresa Chadwick Piñera. María José tiene por cuñado al comediante Rodrigo «Guatón» Salinas, y entre sus tías figura la actriz Claudia Di Girólamo. O sea que redes no le faltan. Pero para que se entienda bien a qué viene este reporte farandulero de Wikipedia, digamos que es únicamente para marcar el contrapunto con el otro libro a comentar, de una colombiana perfecta y totalmente desconocida ya no para el lector desprevenido, sino hasta para un lector chileno cualquiera, digamos de esos que declaran leer mínimo un libro al mes.
¿Desconocida? Entonces le cuento así a la rápida: Margarita García Robayo el 2012 fue elegida como uno de los 100 colombianos más exitosos en el extranjero. Ha sido traducida a varios idiomas y el año pasado ganó el Premio Casa de las Américas. Fue parte de la Fundación Gabriel García Márquez y directora de la Fundación Tomás Eloy Martínez en Buenos Aires, donde vive. O sea, currículum tiene. Y eso que nació recién en 1980. Para más señas, googléela usted mismo. Usted está aquí reúne cinco cuentos que transitan como adelantáramos, la senda del desastre inevitable. Un título que no puede resultar entonces más provocador. Propio de los pasajeros en tránsito. De los viajeros sin norte ni destino fijo. «Usted está aquí»: una señal/ética para los que andan perdidos.
En el primer relato, «Cosas peores», hay un niño preadolescente al que sus padres no saben cómo salvar de una obesidad que lo asesinará más temprano que tarde. En el segundo «Algo mejor que yo» hay un padre sesentón desesperado por establecer una relación mínimamente afectiva con su hija mayor, que ha de tener al menos 30 años. La palabra justa para estos personajes es incomunicados. La frialdad en sus intentos por comunicarse es salvaje. ¿De dónde proviene esa frialdad? En el tercer relato, «Lo que nunca fuimos», este fracaso, esta imposibilidad, esta paradoja incluso, es llevado a una relación de pareja. Pero una relación que se define desde su negación: nunca fuimos. ¿Cómo puede acabarse algo que no comenzó? En el cuarto relato, el que da nombre al conjunto, también los pasajeros del hotel más grande de España son capaces incluso de intercambiar fluidos convertidos en amantes ocasionales por esa dinámica hot y a la vez cool de las relaciones en esta era, el tiempo actual, el presente más presente de los presentes, un tiempo y lugar donde manda la seducción de lo inefable, de lo efímero por excelencia, y en un espacio que por antonomasia suspende la noción de tiempo y espacio, la situación de viaje, el aeropuerto y el hotel. Todo es de paso, y «Usted está aquí». Las relaciones humanas en un deshumanizado capitalismo avanzado. Incluso las relaciones sexuales en este mundo. Hay un erotismo que se contagia de ese frío, de esa incapacidad de comunicarnos. Un porno gélido, que satisface pero no calienta. Estoy aludiendo a conceptos del La era del vacío de Gilles Lipovetsky, ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Pero llevado a la literatura diríamos en ese sentido que hay algo muy como de Houllebecq en los personajes que Margarita García Robayo nos presenta. La diferencia es que en el francés el primer mundo es cuna, y por eso su acercamiento a la circunstancia es casi fenomenológico diríamos, y acá en cambio los sudacas no terminan de acostumbrarse a esa permanente sensación de vértigo, de suerte que hay un grito silencioso tan constante como desesperado.
El último cuento del conjunto, «Hasta que pase un huracán», permite un peculiar lazo con el primer libro comentado, por algo que mencioné y que conviene desarrollar: el exilio. El cuento es protagonizado y narrado por una mujer que lo único que quiere es irse de su Colombia natal, como si de sacarse una peste se tratara. Irse a Miami o a Nueva York. Por eso abandona los estudios en abogacía y se hace azafata. La narradora comienza su historia siendo quinceañera y a medida que pasan los años la ternura muta en frialdad. Se suceden múltiples aventuras sexuales, despacha novios y explota a amantes, incluso en un momento contempla la posibilidad de preñarse sólo para obtener nacionalidad yanqui, y todo ese periplo es expuesto con una frialdad que parece de auténtica meretriz. La familia que se queda en la tierra de origen es un lastre. Estamos hablando de un exilio tan ideológico como económico, y que es la cara contrapuesta del que se conociera gracias a la dictadura chilena. Sin embargo son notables los matices comunes. Pienso en el aludido cuento «Just María» de Viera-Gallo. En ambos casos el fracaso es rotundo. La exiliada tiene que regresar, y la azafata no logra irse. No se puede huir de uno mismo.
Sería injusto tratar de decir más cosas sobre este libro, pienso, porque siendo una autora cuya fanaticada local recién es acaso mórula, contar más de lo que ya se ha contado es revelar el final del chiste, es no dejar espacio a nada. Es preferible que usted lector busque y lea los cuentos de Margarita García Robayo. Los cinco relatos de Usted está aquí, son contundentes y no se los puede sino aplaudir con entusiasmo. La Editorial Montacerdos profundiza así su apuesta de conformar un catálogo de excelencia más allá de las fronteras. Enhorabuena.
Entonces, para terminar, Usted está aquí de Margarita García Robayo (Editorial Montacerdos) y Cosas que nunca te dije de María José Viera-Gallo (Tajamar Ediciones), me ha parecido de lo mejor que se está produciendo actualmente, narrativa escrita por mujeres que piensan en un mundo de hombres que no quieren que pensemos. Inútiles y subversivas. Una delicia.